Me convertí en el personaje olvidado de una fantasía oscura - Capítulo 12

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Capítulo 12

 Miguel comenzó a hablar sin dudar ni un momento.

 –El ejército del gobernador quemó el pueblo. Los aldeanos lo siguieron. Por eso el pueblo está vacío.–

–¿El ejército del gobernador? ¿Así que él es responsable de esto?– preguntó Mev incrédula.

–Sí, mi señora.– Miguel asintió.

–¿Por qué?– preguntó Mev.

–Escuché que hubo una orden del gobernador para trasladar a los aldeanos a la ciudad de Orendel,– respondió Miguel.

—El marqués Burchard…– la voz de Mev se apagó.

El marqués Burchard era el gobernador que gobernaba esta región. Mev guardó silencio un momento.

–No tiene sentido. ¿Por qué un señor quemaría un pueblo en perfectas condiciones?– De repente, Philip, que acababa de llegar y estaba recuperando el aliento, intervino.

–Debe ser por la guerra, Philip,– respondió Mev suavemente. Continuó, –Si empieza la guerra, es imposible proteger cada feudo. Concentrar a la población en puntos clave parece lógico.–

Sería más fácil proteger a la gente, reclutar tropas y recaudar impuestos así.

–Aun así, esto es demasiado,– murmuró Philip mirando alrededor del pueblo. Continuó, 

–Destruir sus hogares…–

–De todas formas, si estalla la guerra, el pueblo será saqueado y quemado,– añadió Ian con indiferencia. –Mejor moverlos y quemarlo antes.–

En el mundo que conocía, la historia de la Tierra, siempre había habido una infinidad de eventos bárbaros e ilógicos. En un mundo de juego, lleno de escenarios poco realistas y extremos, las cosas solo podían ser más intensas.

La idea de que el marqués hubiera usado a los aldeanos en rituales de magia negra no habría sido sorprendente. Pero, claro, el marqués tenía otros planes, que Ian conocía por el juego. Simplemente no esperaba que los preparativos comenzaran tan pronto.

–Ian, ¿crees que lo que dice es verdad?– preguntó Mev.

–Sí, hasta este punto.– Ian miró hacia abajo, a Miguel. Al ver el alivio en los ojos de Miguel, agregó: –Pero no puedo garantizar que diga la verdad hasta el final.–

–¡…!– Los ojos de Miguel se abrieron de par en par, pero Ian no se inmutó.

Aunque la intención era mantener a Miguel alerta, también había verdad en sus palabras. 

En este mundo, la línea entre un mercenario, un matón y un ladrón era muy delgada. La mayoría de los mercenarios que Ian había encontrado sacaban la espada rápido ante cualquier disputa y estaban llenos de engaños y traiciones. Esto era especialmente cierto para los mercenarios en esta remota aldea de Agel Lan, que eran en su mayoría desertores o criminales.

–¿Y qué hay de estos cuerpos?– preguntó Ian, asintiendo hacia ellos.

Miguel, lamiéndose los labios nerviosamente, respondió rápido.

 –Son la familia del jefe del pueblo. Se opusieron al traslado hasta el final y fueron ejecutados. Me encontré con los aldeanos que se mudaban por casualidad, y me pidieron que enterrara estos cuerpos, dándome unas monedas. Por eso estaba cavando las tumbas.–

Ian examinó los cuerpos y las fosas. Seis cuerpos. Cuatro fosas. Los hombres de Miguel, que habían estado arrodillados cerca, asintieron en acuerdo. Eran aldeanos mal armados.

Algo no encaja, pensó Ian en silencio.

–¿Y?– preguntó Ian.

–Eso es todo…– respondió Miguel.

–…– Ian guardó silencio.

–¡Eso es todo! Juro por el brillante Lu Solar, que no he ocultado nada.–

‘Maldita sea, es verdad.’ Ian frunció el ceño. Era solo una historia sin conspiraciones, secretos o misiones. En otras palabras, una pérdida de tiempo. Bueno, si cada lugar 

problemático tuviera una misión, tomaría toda una vida resolverlas todas.

–¿Crees su historia?– preguntó Mev mientras Ian meditaba.

–Sí, la creo,– respondió Ian con gesto serio.

–Entiendo. Comprendido.– Sin preguntar más, Mev asintió y dio la vuelta con su caballo. 

Continuó:

 –Voy a echar un vistazo por el pueblo. Podría haber rezagados.–

Ian hizo un chasquido con la lengua, admirando su minuciosidad, y agregó:

 –Terminemos rápido y sigamos nuestro camino. El sol se ha puesto.–

El caballo de Mev desapareció en la distancia. La mirada de Miguel se volvió hacia Ian, sus ojos llenos de una expresión lastimera como la de un perro que necesita alivio.

–¿Quieres morir?– habló Ian sin rodeos.

–No, claro que no. Ja, ja.– La sonrisa de Miguel se torció nerviosamente. Continuó:

 –Pensé que como limpiaste mi nombre, me dejarías terminar lo que estaba haciendo.–

Ian miró los cuerpos dispuestos junto a las fosas. Quizás por su muerte injusta, parecía emanar de ellos un resentimiento siniestro. Los aldeanos arrodillados parecían ajenos a esto.

–…Adelante,– respondió Ian.

–Gracias. Tenía otra tarea que atender, pero hemos perdido demasiado tiempo aquí.– Miguel respondió con soltura, luego se volvió bruscamente hacia sus subordinados.

 –¿Qué miran? ¡Muevan el trasero! Caven otra fosa. ¿No ven que el sol se está poniendo? ¡Terminen rápido!–

Los subordinados de Miguel se levantaron sin decir palabra y reanudaron la excavación.

–Al verlos juntos, parece que tienen una gran misión,– dijo Philip de repente.

–Bueno, eso es…– Sorprendido por la pregunta inesperada, Miguel se rascó la mejilla.

–¿Por qué miras a nuestro líder mercenario?– preguntó Philip, mirando a Ian.

–Bueno, es una regla no escrita entre mercenarios no revelar misiones en curso,– respondió Miguel.

–Es una regla interesante,– dijo Philip.

–Hay demasiados que roban trabajos. Así que está bien no guardar silencio, Miguel.– Intervino Ian con una sonrisa, continuando:

 –A menos que me veas como a esos sinvergüenzas.–

–No es eso… Maldición. Te lo diré. Quizás hayas oído hablar de ello. Rumores de una manada de lobos que solo comen carne humana. Resulta que es verdad.– La frente de Miguel se cubrió de sudor frío.

–¡…!–

–¡¿…?!–

Los ojos de Ian y Philip se abrieron al unísono.

Ignorando su reacción, Miguel continuó:

 –Mataron a varias personas, incluido el hijo del jefe del pueblo. Llegamos unos días después. ¿Quién más que un cazador como yo asumiría esa tarea…? Pero ¿por qué tienen esa cara?–

Miguel preguntó con retraso.

–No tenía intención de robar tu trabajo,– dijo Ian.

Ian intercambió miradas con Philip y observó a Miguel con una expresión peculiar.

–Ya me encargué de eso.– Ian levantó la cabeza de un hombre lobo atado detrás de su montura.

–…?!– La boca de Miguel se abrió de par en par.

–Hice bien en quedarme con la cabeza,– dijo Philip con orgullo. Ian asintió.

–Eso lo resuelve. Compartiré la recompensa con ustedes,– dijo Ian.

–Gracias por tu generosidad. Se nos estaban acabando los fondos para el viaje. Esto es un alivio. Aunque es gracias a ti, señor,– añadió Philip.

–En ese caso, pueden seguir quedándose sin fondos,– respondió Ian.

–…No, señor,– añadió Philip.

–Entonces, señor, ¿quiere decir que usted y la caballera se encontraron con esa manada de lobos? ¿Y que se encargaron de ellos?– intervino Miguel, que acababa de recuperar la compostura.

–Sí.– Ian asintió.

–Pero nunca escuché que hubiera un hombre lobo en la manada,– dijo Miguel.

–Era uno astuto, usaba a otros para el trabajo sucio. Como ustedes. ¿Por qué más atacarían solo a humanos los lobos?– respondió Ian.

–Se suponía que era un gran trabajo. Maldición. Nada sale bien hoy.– La cara de Miguel se torció finalmente, como si hubiera mordido algo desagradable.

–Considérate afortunado. Con esos paletos, todos habrían muerto si se hubieran topado con este,– dijo Ian.

–….– Miguel guardó silencio.

–Entonces, sobre ese trabajo.– Ian, sosteniendo la cabeza del hombre lobo Adolph, sonrió:

 –¿De qué pueblo lo sacaron?–

Miguel chasqueó los labios, aparentemente arrepentido.

–De un viaje de dos días. Un pueblo camino al Valle Rojo,– respondió Miguel.

–Es un pequeño desvío, pero podemos pasar por ahí, siempre que no nos perdamos. Yo 

mismo no conozco bien esa ruta.– La cara de Philip se iluminó.

–¿Hay un sacerdote en ese pueblo? Preferiblemente uno que sirva a Lu Solar.– Ian se volvió hacia Miguel.

–Sí, hay un pequeño templo,– contestó Miguel.

–Vienes con nosotros. Guíanos hasta allí,– respondió Ian al escuchar el sonido de cascos que venían del pueblo.

–…¿Juntos?– Miguel parpadeó sorprendido.

–Sí. Te pagarán tu comisión una vez que terminemos la tarea. Para asegurarnos de que se haga bien,– replicó Ian.

La boca de Miguel volvió a abrirse. Probablemente pensaba algo así como, ‘¡Qué ladrón!’

–Así que mejor terminen bien esas tumbas. Esa gente pronto se convertirá en espíritus malignos.– Ian añadió con calma.

–Maldición…!– Miguel corrió hacia sus hombres.

Finalmente, una sonrisa satisfecha cruzó los labios de Ian. Las cosas no habían salido como esperaba, pero al menos algo se había salvado. Miró alrededor de las ruinas oscurecidas. Mev regresaba. Era hora de informarle sobre la inesperada compañía.

–Uf, uf.– Miguel sudaba profusamente mientras cavaba las fosas.

Sus subordinados estaban ocupados colocando los cuerpos en las fosas y cubriéndolos con tierra. Una antorcha cercana proyectaba sombras dinámicas en sus movimientos. Mev, que había levantado la visera, los observaba sin expresión.

–De todos modos, necesitábamos reabastecer suministros antes de llegar al Bosque de las Tumbas,– dijo Ian.

–Quienes perdieron familiares por los lobos también deberían saber esto, señor,– agregó Philip.

–…–

Mev no se opuso, ya que parecía que Ian y Philip querían la nueva compañía, pero sus ojos mostraban desaprobación. A los caballeros rara vez les gustaban los mercenarios. Para ellos, los mercenarios eran nada más que ladrones potenciales sin dios ni fe. Mev no era 

diferente; ella era una caballera como los demás. Ian era la única excepción.

–Tendremos que prepararnos para acampar esta noche,– dijo Philip de repente.

–A menos que pase algo. Ve y ayúdalos con las lápidas. Dudo que esos tipos sepan escribir.– Ian respondió con calma.

–Sí, señor.– Philip se alejó.

Finalmente, Ian desvió la mirada.

Los alrededores estaban envueltos en oscuridad. El cielo nublado parecía más brillante en contraste. Era la hora de los monstruos. Aunque no eran exclusivamente nocturnos, evitaban grupos grandes de humanos. Aun así, estar desprevenido siempre era peligroso. 

Ian hizo circular la magia que yacía dormida en sus venas.

La visión de Ian, antes tenue, se agudizó rápidamente. Sus sentidos se despertaron naturalmente. Todo se sentía claro y nítido. El aire fresco, el olor de la hierba, los sonidos de animales moviéndose entre árboles y arbustos. Incluso una sutil y inexplicable sensación de extrañeza.

–…– Ian frunció ligeramente el ceño.

‘No es una ilusión.’

La sensación era demasiado tenue para notarse en circunstancias normales. Siguiendo sus sentidos, la mirada de Ian finalmente se posó en Mev. Sus pupilas parpadearon débilmente. 

Detección mágica. Mev, que había estado observando al grupo de Miguel, se volvió para mirarlo.

–¿Por qué me miras así? Todavía no he dicho nada,– dijo Mev.

–Lo sé.– Inclinado hacia ella, Ian añadió en voz baja, –Estaba comprobando si estabas bajo la influencia de un mago oscuro.–

–¿De qué estás hablando de repente…!– La voz de Mev se detuvo abruptamente.

Rápidamente se quitó uno de los guantes y rebuscó en su cintura. Pronto sacó una pequeña bolsa. Era una bolsa que contenía la perla de esencia corrupta.

–De hecho, hay un cambio… ¿No lo sentiste aunque la llevabas?– dijo Ian, mirando la bolsa.

–Para mí, es sólo magia corrupta.– Mev asintió.

–Parece un cambio demasiado sutil para que lo notes,– respondió Ian.

Después de todo, si el mago oscuro estaba espiando o intentando infiltrarse, Mev lo habría notado.

–¿Qué ha cambiado exactamente?– preguntó Mev.

–La magia pulsa. Es tenue pero regular. Sí…– Ian miró a Mev, con comprensión en sus ojos. Continuó, –Parece una señal.–

–¿Una señal…?– dijo Mev.

–Sí. Sería claramente percibida por quienes tengan magia similar. Incluso podría atraerlos. 

Saben que es una fuente de poder,– respondió Ian.

–¿Quieres decir que esto está atrayendo a las criaturas de la oscuridad?– La mirada de 

Mev se oscureció.

–Probablemente,– dijo Ian.

El mago oscuro parecía ahora valorar su venganza contra Ian más que las semillas que había sembrado. Un mago olvida fácilmente un favor pero nunca un rencor, como dice el dicho. Eso era exactamente eso.

Gracias a él, las cosas se han puesto interesantes. Los labios de Ian se curvaron ligeramente. Lo que llama probablemente serán monstruos de élite. Esto le ahorraba a Ian la molestia de perseguirlos directamente. Ellos vendrían a Ian ahora. Si el mago oscuro lo supiera, se agarraría el cuello angustiado.

–¿Podría ser por esto que el hombre lobo…?– Mev soltó de repente.

–No fue él. No lo sentí ayer. Comenzó hoy. Si ha estado emitiendo esta señal todo el día…– 

Ian negó con la cabeza levemente.

–…entonces no sería sorprendente que cualquier tipo de monstruo la siguiera.– Mev terminó la frase.

En ese momento, una ráfaga de viento pasó entre ellos.

–Hablando del rey de Roma,– murmuró Ian, todavía con la mirada fija en Mev. Sus ojos verdes permanecían tranquilos, sin atisbo de perturbación, como si hubiera tomado una 

decisión.

–Un proverbio interesante.– Mev bajó la visera.

–Philip. Tráeme tu espada.– Ian, con la mano en la cintura, de repente se dio cuenta y habló.

–¿Mi espada…? ¿Por qué necesitas una espada de repente, señor?– Philip, desconcertado pero cumpliendo rápido, se apresuró a sacar su espada.

–Porque ahora la necesito.– Ian giró la cabeza.

En una colina cubierta de oscuridad, bajo las nubes grises, una silueta oscura apareció de repente. Era la figura de un jinete. Sin embargo, tenía una parte superior plana sobre sus hombros.

–Sin cabeza… ¿no es así?– murmuró Philip incrédulo.

–Parece que no has oído los rumores del Jinete Sin Cabeza,– dijo Ian. Continuó con calma, 

–Ese es. El Dullahan.–

Era un monstruo nombrado desde el capítulo uno del juego. Ian tampoco sabía que esta criatura era un esbirro del mago oscuro hasta ahora.

–El jinete sin cabeza…– Meditando, Philip miró la silueta y finalmente dijo, –Una vez más, tienes razón, señor.–

-¿…?– Ian miró a Philip.

–El reino está realmente en un lío,– continuó Philip.

Ian respondió con silencio.

Traducido por: Mel
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