La herencia del espejo - Capítulo 3

Capítulo 3: Espejo

—Hola, hermano Xiangping.

Li Xiangping caminaba hacia su casa con una cesta a la espalda cuando vio a una niña que se acercaba desde lejos. Tenía una cara redonda con rasgos sencillos, pero su amplia sonrisa le daba cierto encanto a su aspecto.

—Pequeña hermana Yun— la saludó Li Xiangping con una sonrisa, dándose la vuelta para mostrarle el contenido de su cesta.

—Mira los peces que he pescado. Deberías llevarte unos cuantos a casa para probarlos— le ofreció.

—Oh, no puedo— respondió Tian Yun con timidez, sonriendo y bajando la mirada. La niña había madurado pronto; con once años, ya era más alta que Li Xiangping, que tenía trece.

En la aldea de Lijing, los hombres y las mujeres solían casarse entre los trece y los quince años. De entre todos sus compañeros, Tian Yun hacía tiempo que había puesto sus ojos en Li Xiangping como futuro marido, ya que eran los más cercanos en edad.

—¡Por favor, tómalos, insisto!— insistió Li Xiangping, poniendo dos peces en las manos de Tian Yun. No tenía segundas intenciones; el padre de Tian Yun era el más generoso de la aldea y, naturalmente, Li Xiangping quería tratar mejor a su hija.

Después de separarse de Tian Yun, Li Xiangping se apresuró a volver a casa y bajó la cesta al pequeño estanque.

Pensó por un momento, luego sacó el espejo que había encontrado antes y se lo guardó en el bolsillo. Cogió las tres cajas de madera de la mesa y se dirigió hacia los campos donde trabajaban su padre y sus dos hermanos mayores.

La familia Li tenía cuatro hijos: Li Changhu, Li Tongya, Li Xiangping y Li Chejing. En la aldea de Lijing, los hermanos Li eran muy respetados.

Cada vez que se hablaba de los cuatro hijos de la familia Li, el padre de Tian Yun solía comentar con envidia —¡Li Mutian es un hombre afortunado!—.

Sin embargo, Li Mutian, el único de la aldea de Lijing que había viajado por todas partes, no compartía este sentimiento. Mientras observaba a sus hijos trabajar duro en los campos, sentía una sensación de arrepentimiento.

—Un buen hombre debe dedicarse a los estudios o al servicio militar. ¡Trabajar en el campo no es nada de lo que enorgullecerse!— solía decir mientras señalaba al tío Tian.

Por desgracia, la vida tenía sus propios designios; a quienes habían visto el mundo más allá, a menudo les resultaba muy difícil volver a una vida más sencilla.

Li Mutian, un antiguo soldado que había matado en combate, regresó a su aldea después de cumplir los cuarenta años con su sueldo militar. Con ese dinero, compró tierras y se convirtió en un destacado terrateniente. Sin embargo, esta era la vida que menos le satisfacía.

Al llegar al borde del campo, Li Xiangping encontró a su hermano mayor, Li Changhu, esperándolo bajo un árbol. A sus diecisiete años, Li Changhu ya lucía barba.

—Mira por dónde vas, tercer hermano. No hay necesidad de correr— le gritó Li Changhu.

—El tío Tian me ha dicho que hoy has tenido una buena pesca—. Li Changhu sonrió y le revolvió el pelo a Li Xiangping con cariño, mirándolo con expresión amable.

—¡Por supuesto, hermano mayor! ¡Esta noche vamos a cenar de maravilla!— respondió Li Xiangping con una carcajada.

—Estupendo— sonrió Li Changhu mientras le secaba el sudor de la frente a Li Xiangping.

A continuación, cogió una caja de madera y gritó al otro lado del campo —¡Segundo hermano!—.

—¡Ya voy!—. El segundo hermano, Li Tongya, se apresuró a acercarse con su azada, se sentó y se dirigió a Li Changhu respetuosamente como «hermano mayor» antes de volverse hacia Li Xiangping con una sonrisa.

—Ustedes sigan con lo suyo, yo me voy ya— dijo Li Xiangping. Hambriento por el trabajo de la mañana, se dirigió rápidamente a casa.

————

Dentro de la cesta de cuerda de Li Xiangping, Lu Jiangxian sintió una fuerza inexplicable que lo atraía hacia él. A medida que se acercaban a su casa, la sensación se intensificaba.

Al pasar junto al gran árbol de acacia a la entrada del pueblo, Lu Jiangxian sintió que se le oprimía el pecho y se le aceleraba la respiración. El espejo de la cesta tembló, emitiendo un tenue resplandor rojo.

— Eso debe ser parte de mí, o al menos algo importante para mi existencia—  se dio cuenta Lu Jiangxian.

—¡Está al norte, hacia ese gran lago!—. La atracción se desvaneció cuando Li Xiangping se alejó de la entrada del pueblo, y Lu Jiangxian marcó mentalmente la dirección.

Manteniéndose cerca de Li Xiangping y observando la vida alrededor del pueblo, Lu Jiangxian comenzó a comprender el habla de los lugareños combinando sus propias percepciones mentales con la observación de sus movimientos y tono de voz.

El pueblo parecía normal, sin signos de expertos en artes marciales ni cultivadores inmortales voladores.

La gente seguía una rutina sencilla —trabajar al amanecer y descansar al atardecer—. Las herramientas que utilizaban y el tamaño de los campos que cultivaban no tenían nada de extraordinario.

«Parece ser un pueblo normal y corriente. Incluso la casa más grande es solo un edificio de dos plantas construido con madera y barro. Es imposible que los cultivadores inmortales vivan en casas tan modestas, ¿verdad?», reflexionó Lu Jiangxian.

«Los grandes poderes suelen traer consigo una gran productividad, pero este pueblo parece demasiado anticuado», concluyó.

Una vez resueltas algunas de estas cuestiones, comenzó a formular un plan, imaginando un marco para sus acciones futuras.

Mientras tanto, la residencia Li bullía de actividad. La madre y los dos hermanos menores estaban ocupados preparando la cena.

Li Xiangping había llegado a casa con una cesta llena, y su hermano menor, Li Chejing, había traído triunfalmente una horda de ratones de campo gordos que había atrapado en un saco de grano mientras recogía hojas de morera en la montaña trasera para criar gusanos de seda.

Su padre, Li Mutian, les dio una palmada en la espalda y los colmó de elogios.

Con doce y trece años, los chicos crecían rápidamente y la comida que había sobre la mesa apenas bastaba para saciar sus hambrientos estómagos.

Li Mutian solo comió un bocado rápido y Liu Linyun, la madre, observaba a sus cuatro hijos con una sonrisa. Solo el gran perro marrón que estaba debajo de la mesa parecía inquieto, zigzagueando entre las piernas de los seis miembros de la familia.

Después de la cena, la luna comenzó a ascender sobre el monte Dali.

Apoyado contra la pared de la esquina con una pajita en la boca, Li Xiangping observaba a su padre fruncir el ceño al cielo como si buscara algo.

—Por cierto, padre —dijo Li Xiangping, tirando de la pernera del pantalón de su padre para llamar su atención, y luego sacó el espejo del bolsillo de su pecho.

Lo encontré esta mañana en el río.

Li Mutian tomó el objeto y lo examinó detenidamente. —No está hecho de hierro ni de cobre. ¿Qué es exactamente?—

La luz de la luna, que iluminaba el frente de la casa, pareció cobrar vida de repente al converger sobre el espejo, formando un halo cautivador.

Li Xiangping, incapaz de creer lo que veían sus ojos, se los frotó, hipnotizado por el espectáculo lunar más impresionante que había presenciado en sus trece años de existencia.

—¡Padre! —susurró con urgencia.

—¡Silencio!— Li Mutian, visiblemente pálido, se obligó a apartar la mirada del halo lunar. Temblando, devolvió el espejo a los brazos de Li Xiangping y susurró —Mantenlo oculto. Dile a tus hermanos que cojan sus espadas y salgan—.

Por primera vez, Li Xiangping vio una mirada asesina en los ojos de su padre. Estaban entrecerrados y eran penetrantes, parecidos a los de un águila, agudos y concentrados.

—E–Entendido…— dijo con voz temblorosa mientras entraba a trompicones en la casa.

La noche aún era joven. Li Xiangping abrió la puerta del dormitorio.

—Hermanos… Papá ha dicho que tomen sus espadas y salgan— transmitió Li Xiangping entre lágrimas el mensaje de su padre a sus dos hermanos mayores, que estaban tumbados en sus camas.

—¿Qué?— Li Changhu se levantó de un salto y agarró a Li Xiangping con preocupación. —¿Papá está en problemas? ¿Qué está pasando?—.

Li Tongya, por su parte, se puso en acción, sacó dos espadas de debajo de la cama y descolgó la armadura de ratán y una larga pértiga de la pared.

Miró por la ventana con aire sombrío y dijo en voz baja —Debe de ser un enemigo que busca venganza—.

Se quedó con la pértiga y le entregó la espada y la armadura de ratán a Li Changhu, a quien luego le dio una palmada en la espalda. —Toma esto, hermano mayor. Tercer hermano, ve a buscar a madre y al hermano menor al patio trasero—.

Tras aceptar sus instrucciones, Li Xiangping corrió a buscar a su madre. Li Changhu se calmó rápidamente y se puso la armadura de ratán. Con un sable en la mano, se dirigió hacia la puerta.

Afuera, Li Mutian permanecía en silencio, observando el campo de melones frente a la casa.

Una vez que sus dos hijos se unieron a él, tomó una de las espadas y les ordenó —Echen un vistazo alrededor de la casa, uno a la izquierda y otro a la derecha. Asegurense que no haya nadie acechando—.

Los hermanos se apresuraron a cumplir con las tareas que se les habían asignado.

Mientras tanto, Li Mutian se dirigió a la parte delantera de la casa. Con una agilidad sorprendente, se agachó en el campo de melones y, asombrosamente, sacó a una persona de sus profundidades.

Traductora: Zark

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