El loco de esta familia soy yo - Capítulo 5
Capítulo 5
—Solo voy a saludar, no es como que le haré daño.”
Keter salió rápidamente de su habitación aprovechando que Jacques estaba ocupado. Jacques era muy avispado, por lo que no tenía sentido contenerse sabiendo que pronto descubriría cómo lidiar con Keter.
Sin desfallecer en su paso hacia la mansión del ala oeste, se dirigió a la residencia principal de los Sefira. Keter era consciente de tenía seis hermanos, pero había alguien a quien deseaba ver antes que a los demás.
—Anis.
Anis El Sefira era el tercer hijo de la familia Sefira. En la vida pasada de Keter, él fue el único de sus hermanos que no lo ignoró, todo lo contrario, se dedicó a pedirle duelos con frecuencia, pero se enardecía cada vez que Keter daba una opinión negativa sobre la arquería en general. Claro, Keter jamás fue derrotado por él ni una sola vez
A raíz de esas interacciones terminaron volviéndose cercanos, ya que cada encuentro siempre culminaba en un duelo entre ellos. Para Keter, el hacerse cercano a alguien era equivalente a enfrentarse el uno al otro sin llegar a matarse.
No obstante, ese era el pasado. No podía garantizar que esta vida fuera idéntica a la anterior. De momento se veía igual, pero intuyó que algunas cosas serían distintas. Creía que ver a Anis disiparía sus dudas, ya que una parte de él pensó que quizá lo recibiría con la misma calidez con la que lo hizo esa vez.
Keter no sabía con certeza dónde estaba Anis exactamente, pero eso no significaba que no tuviera una aproximación de su paradero. Según recordaba, Anis era un adicto al entrenamiento y siempre practicaba en las salas subterráneas. Esa era la única pista que tenía de momento. De no estar ahí, la segunda sala serían las salas comunes de entrenamiento.
Mientras avanzaba por los pasillos podía sentir como las miradas se posaban en él. Los soldados bajaban la mirada, no obstante, las sirvientas lo observaban furtivamente. Apenas él dirigía su mirada hacia ellas, las mismas apartaban la mirada elusivamente. Keter no pudo resistirse a recriminarles con una sonrisa.
—Mírenme directamente sin miedo si tanto quieren ver este guapo rostro mío. Si no lo hacen de esa forma no podrán verme en todo mi esplendor.
Las sirvientas se marcharon despavoridas hacia otro lugar. En cuanto esas se fueron, Keter escuchó un sonido que le era muy familiar.
Criiick…
Ese chirrido que era similar al de a una cuerda estirada hasta el límite… provenía de las técnicas de la Arquería Zodíacal, enseñadas por generaciones en la familia El Sefira. La que se estaba desplegando en ese instante era la de la constelacción de Leo.
Sus dudas se disiparon rápidamente, ya que con eso comprendió que Anis estaba en la sala subterránea. Al descender, Keter encontró varias habitaciones de entrenamiento, pero solo había una que estaba custodiada por dos soldados.
“Es obvio lo que están haciendo ahí parados como árboles.”
Keter se acercó al guardia de constitución más robusta en comparación a la de su compañero. Ese mismo al que se acercó y que daba la impresión de ser el encargado, fue el que alzó su mano para detener a Keter.
—Deténgase, por favor. Esta es la sala privada del señor Anis. Si se ha perdido puedo guiarle de vuelta al exterior.
Con solo observar la palma de la mano del guardia, Keter concluyó que ese tipo estaba destinado a morir joven por su propia estupidez.
—No, llegué justo a donde quería estar. Quítate y no me estorbes.
—Lo siento, pero no me es posible. Nadie tiene permitido entrar aquí.
Si aún estuviera en Liqueur, Keter ya hubiera hecho lo que siempre hacía.
—Cinco… cuatro… tres…
Él tenía la costumbre de dejar casi paralíticos a los que no se quitaban cuando contaba hasta dos. Sin embargo, esto era Sefira y técnicamente era un noble. Y siendo noble, al menos debía intentar resolver sus problemas pacíficamente.
—¿Comprendes lo que estás haciendo?
—¿A qué se refiere…?
—El interponerse en mi camino trae consigo consecuencias.
—Soy consciente de quién es usted, mi señor. Pero aún sí, no puedo dejarle entrar.
Keter realmente intentó manejar la situación como una persona civilizada, pero esos monos solo se limitaron a mirarlo con hostilidad.
Las acciones que iba a tomar estaban más que justificadas por la actitud que estos guardias tuvieron para con él.
—No, solo eres un ignorante.
Ellos parecían considerarlo como su señor y ya, pero él estaba en la obligación de recordarles un pequeño detalle.
—Ustedes no saben nada de mí.
***
A ambos soldados ya les habían contado que Keter provenía de Absinthe, y por ello, no tenían una buena impresión de él.
Era la primera vez que lo veían y, sin embargo, Keter se mostraba increíblemente autoritario. Eso irritó aún más a los guardias, que ya desconfiaban de él, y provocó que interpretaran todo lo que él hacía de manera negativa.
“Me molesta de solo verlo… ¿de verdad cree que vamos a inclinarnos ante él y dejarlo hacer lo que quiera?”
Aunque Keter era descendiente directo de la familia Sefira, aún no había sido reconocido oficialmente como parte de la misma. Sus superiores les habían repetido en más de una ocasión que no estaban obligados a obedecer todas sus órdenes y que podían negarse si exigía peticiones irracionales.
Además, su actitud indiferente ante la posibilidad de un enfrentamiento no hizo nada más que irritarlos de sobremanera. La apariencia delgada y su apariencia atractiva daba la impresión de jamás haber tocado un arma en su vida. En contraste, los bíceps de ellos eran más gruesos que sus pantorrillas. Eso les hizo ganar confianza… en vano.
“Quiere que le obedezcamos a la fuerza… tal como lo haría alguien de Absinthe. Su manera de pensar es similar a la de un niño.”
El soldado flexionó sus musculosos brazos y dijo con firmeza:
—Esta es mi última advertencia. Regrese a sus aposentos.
Keter dio un paso firme hacia adelante y respondió:
—No acepto órdenes de alguien más débil que yo.
—Si intenta usar la fuerza, no tendremos más opción que responder de la misma manera.
Keter siguió avanzando, ignorando las advertencias. En respuesta, lo sujetaron por los hombros con sus grandes manos. La diferencia de tamaño era tan evidente que bastaba con uno de ellos para detenerlo. Ambos pensaban que por muy temible que fuera su reputación en Absinthe, no debía ser capaz de resistir semejante desventaja física. No obstante…
—¡¿Eh?!
Keter no se movió ni un ápice, estaba asido como un pilar anclado en la tierra. Y lo peor era que a diferencia del pilar que sólo era un objeto inanimado… él continuó caminando como si nada.
—¡…!
—¡¿Qué?!
Los soldados ejercieron más fuerza, pero fueron empujados hacia atrás como si ni siquiera estuvieran ahí. La escena parecía una representación teatral ensayada. Era tanta la fricción en el suelo que sus grebas comenzaron a soltar humo en grandes cantidades
—¿Cómo puede tener esta monstruosa fuerza? ¡Su cuerpo ni siquiera demuestra que haya entrenado!”
—¡Carajo, Alex! ¡¿De verdad estás usando toda tu fuerza?!
Los rostros de ambos se habían teñido de rojo, sus músculos hinchados estaban al punto del colapso. Por otro lado… Keter se veía la mar de tranquilo con sus manos aún en los bolsillos.
¡Whoosh! ¡Thud!
Keter los lanzó por los aires con un simple movimiento suyo, pero ellos se aferraron insistentemente a sus piernas para que él cargase con el peso de ambos. Cabe destacar que terminaron siendo arrastrados mientras avanzaba hacia las puertas frente a él.
“Son persistentes como insectos. Lástima que esos músculos sean simples adornos.”
Para Keter, entrenar era un juego de niños. La fuerza obtenida mediante rutinas que podían iniciarse o interrumpirse a voluntad era una pérdida de tiempo.
La vida en Liqueur, en cambio, era un infierno. No era entrenamiento, era una lucha diaria por sobrevivir. Si no hubiese arriesgado su vida en el proceso, hace mucho habría sido marginado o asesinado; esa era la manera de vivir en Liqueur. Tenía que correr, aunque sus pies sangraran, y cargar troncos cinco veces más pesados que él solo para conseguir un pedazo de pan.
Todos los días lo llevaban al límite físico, sin posibilidad de detenerse. Con el tiempo su cuerpo evolucionó de manera distinta. Sus músculos no tomaron el camino normal de solo hacerse grande, sino también compactos. Pese a su aspecto ordinario, su fuerza rivalizaba con la de los monstruos.
No era que los soldados de familias prestigiosas no se sometiesen a duros entrenamientos, no obstante, jamás llegaban al punto de arriesgar sus vidas. Al contrario, se les protegía en demasía para no desperdiciar todo lo que se había invertido en ellos. Por eso la diferencia era tan abismal. Los músculos formados sin miedo a la muerte jamás podrían compararse con los que se formaron bajo la amenaza constante de morir en cualquier momento.
—Haa … haa…
—Ugh…
Keter llegó hasta la puerta con los soldados aún colgados de su pierna.
Con un tono de recriminant , les dijo:
—¿Acaso no comprenden el por qué estoy aquí? Si hubiese querido ya no estarían conscientes. Sean sensatos y hagan uso de su cerebro.
—¿U-usar la cabeza…?
Los dos titubearon. Ya sabían que no podrían solucionar nada a la fuerza. Sin embargo, su lealtad hacia los Sefira era tan inquebrantable que jamás consideraron el rendirse como una opción.
Keter suspiró fatigado mientras les dedicó una mirada a los guardias.
—No sean estúpidos, no es como que hubiese a asesinar a Anis. Solo quiero ver el rostro de mi hermano, ¿por qué me hacen actuar como el villano? ¿De verdad quieren que me convierta en esa imagen que ustedes tienen de mí?
Ambos guardias se pusieron de pie al escuchar esas palabras.
—¡No, mi señor!
—Lo sentimos. Nosotros solo…”
Keter los interrumpió alzando su mano.
—Sí, lo sé. Tienen como deber resguardar la entrada de esta sala, pero también deben ser ágiles y adaptarse a la situación. Pasaré por alto este accionar de ambos porque es mi primer día, pero si vuelven a actuar de manera tan falta de materia gris…
Keter trazó una línea con su dedo de manera horizontal en su cuello. El sonido de la garganta de los guardias con saliva recorriendo sus gargantas resonó en el pasillo.
—R-recordaremos su consejo, mi señor.
Ambos era hombres que usaban casi toda su energía en entrenar, pero su instinto de supervivencia los obligó a mostrar respeto. Bastó un solo enfrentamiento para comprender que oponerse a Keter era equivalente a firmar su sentencia de muerte.
El soldado a cargo abrió la puerta de la sala de Anis, incluso cuando Keter ni siquiera se lo pidió. La aplastante diferencia de poder había impuesto un respeto entre ellos que antes era inexistente.
***
Anis El Sefira llevaba una semana entera en la sala de entrenamiento.
—Ha… ha…
Empapado en sudor, sostenía el arco con sus manos temblorosas. Su mano derecha había tensado la cuerda del arco tantas veces que ahora ésta estaría empapada de sangre.
—No es suficiente. A este ritmo… ¡No podré…!
Criiick…
Con sus dedos forzó la cuerda, que ya estaba tensa al máximo. En ese momento intentó disparar la flecha usando la técnica de la constelación de Leo, la cual era la quinta de la famosa Arquería Zodiacal de la familia Sefira.
¡Criiick!
Tanto la cuerda y el arco ya estaban al borde de romperse.
—¡Argh!
¡Thwack!
Una onda expansiva siguió el instante en que él soltó la cuerda. El retroceso fue tal que también lo lanzó al suelo, pero…
¡Crack!
…El poder detrás de la constelación de Leo era aterrador. El disparo no solo atravesó un grueso escudo de acero a doscientos metros de distancia, sino que además dejo un agujero en forma de espiral. Ese mismo escudo fue fabricado y diseñada con una forma curva para desviar flechas, pero a pesar de sus características, quedó destruido con una sola flecha. Tal poder destructivo con el arco solo era posible con las técnicas de la familia Sefira. Sin embargo, Anis no se veía satisfecho, sino decepcionado.
—Lo ideal era que no quedase ni rastro del escudo…
La razón de su obsesión por hacerse más fuerte era sencilla: Era consciente de que pronto esa fuerza sería necesaria. Tenía un gran sentido de responsabilidad, así como una sensación de crisis inminente en la que su familia se vería envuelta conflicto armado. Y por ello deseaba protegerla, aunque eso significara sacrificar sus horas de descanso.
—Ugh…
Había entrenado tanto que la piel que cubría su dedo estaba desgarrada hasta el punto en que el hueso del mismo estaba expuesto. Como si no le importara, tomó otra flecha para colocarla en la cuerda mientras suprimía el dolor que sentía… No obstante, el sonido de una puerta abriéndose lo desconcentró.
—Les dije que no dejaran entrar a nadie —murmuró Anis regañando a los guardias sin tomarse la molestia de mirar atrás.
Había ordenado claramente a los guardias que no admitieran visitas, ni siquiera de su padre o de los ancianos, ya que no tenía planes de salir hasta obtener resultados satisfactorios. En su interior, sabía que tenía razones para estar molesto por la intrusión.
Al no obtener respuesta, giró su cabeza dispuesto a reprender al intruso. Sin embargo, sus ojos se abrieron de par en par en cuanto se dio vuelta. Habría entendido que fuera su padre o algún anciano, pero lo que vio fue a un joven con una sonrisa de oreja a oreja.
Traductor: Zarferas
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Comments for chapter "Capítulo 5"
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