El loco de esta familia soy yo - Capítulo 4

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Capítulo 4

Habría un hombre de mediana inspeccionando la bodega de flechas de la familia Sefira, el sitio en cuestión tendría un intenso a madera maciza. El hombre de pie sería Besil El Sefira, el actual cabeza de familia. Esta acción era algo que él ya había realizado incontables veces por décadas. 

Desde flechas ligeras y balanceadas hasta flechas enormes del tamaño de su propio brazo diseñadas para cazar a monstruos de gran constitución. La flecha que estaba en sus manos era similar a una asta, diseñada para perforar armaduras y escudos resistentes. Aunque estas eran las que menos repertorio poseían.

El rostro de Besil se mantuvo impasible mientras sus manos tocaban la flecha. De un momento a otro, las puertas de la bodega se abrieron de golpe. La persona que entró lo hizo de manera silenciosa. El que entró fue su primogénito, Hissop, quién había regresado a casa desde la noche anterior. Sus rasgos afilados, ojos agudos, una cara rígida con la cual era complicado imaginar que podía sonreír, en resumen. Era la vívida imagen de su padre, Besil.

Portando un elegante y refinado traje de terciopelo azul, Hissop saludó a Besil con una postura impecable, digna de su cargo como subpatriarca encargado de los asuntos externos en lugar del cabeza de familia. Posó su mano izquierda sobre su abdomen y la derecha a su costado, para luego inclinar su rostro respetuosamente. Cuando Besil asintió, Hissop se irguió y fue directo al tema en cuestión.

—Padre, escuché por Myle que mi medio hermano Keter está en camino.

Besil, acariciando las plumas de la flecha que sostenía, respondió:

—Así es.

—Padre, te admiro, respeto y confío en que tienes una buena razón para hacer lo que estás llevando a cabo. Sin embargo, por más que lo piense, considero que es un acto apresurado.

—He de imaginar que no te agradó la idea de que ahora tengas un medio hermano salido de la nada.

—Nunca lo he visto, por lo que me es indiferente. Pero sabes mejor que nadie que nuestra familia está atravesando un momento crítico. Dudo que traer a un forastero en estos tiempos turbulentos sea seguro, tanto para nosotros como para él.

Su punto era muy válido, incluso sensato.

Sin verse afectado, Besil le preguntó:

—¿Y? ¿Qué sugieres que haga?  

—Keter puede quedarse en la residencia Sefira, pero no debemos permitir que se involucre en los asuntos de la familia, tanto por nuestro bien como por el de él —respondió Hissop.

—¿Te refieres a que lo dejemos de lado?

—Por desgracia, sí. Keter proviene de la ciudad sin ley; no es de mi agrado sospechar de él sin pruebas ni fundamentos, pero tampoco puedo confiar en él solo porque ahora es mi hermano.

Su postura era razonable, aunque estaba desprovista de emoción. Besil no tenía motivos para refutar, dado que Hissop había aprendido esas cualidades de él mismo. 

—Puedes estar tranquilo, he llegado a la misma conclusión que tú. Por eso mismo lo mantendré bajo vigilancia. Necesito comprobar cómo actuará al estar en un lugar desconocido.

—Como desees, Patriarca. Si me lo permites… quiero hacerte una pregunta. ¿Cómo te enteraste de la existencia de Keter? ¿Qué te hizo traerlo aquí?

—Esa es una pregunta difícil de responder por el momento.

Eludiendo la pregunta, Besil cruzó sus manos detrás de su espalda y fijó su mirada en las montañas lejanas que se asomaban por la ventana.

—El carruaje está cerca, Keter ya debe estar en los interiores de la residencia. He dado órdenes a los vasallos de que simplemente lo ignoren, deberías hacer lo mismo.

—…Así será.

Dando por concluida la charla, Besil se mantuvo en silencio. Hissop, en señal de respeto, inclinó su rostro y abandonó la bodega con pasos ligeros.

Besil devolvió la flecha al carcaj donde estaba y suspiró profundamente. La razón por la que había traído a su hijo nacido en la ciudad sin ley de Liqueur —del que cuya existencia desconocía— fue debido a una carta que recibió un mes atrás.

—Mandarme una carta en la que dices que tengo un hijo…

La remitente era una mujer misteriosa con la que se había cruzado fugazmente en su juventud hace veinte años. El contenido de la carta lo dejó atónito y sin palabras:

— “Siento que esa noche estrellada sucedió justo ayer, pero el tiempo ha pasado en un suspiro muy a mí pesar. Me encuentro bien si lo preguntas, pero he suponer que tú no. Y por eso te envío esta carta.

Tu y yo somos padres de un hijo. Lo llamé Keter. Él te ayudará a ti de mí parte, así como tú me ayudaste en el pasado. Justo ahora se encuentra en Liqueur, pero la sortija adjunta al sello que acompaña esta carta podrá sacarlo de allí.”

No había firma, pero Besil reconoció a la dueña de la sortija por la primera escrita en la carta.

—Akrah…

Fue un encuentro efímero, pero recordaba haber tenido una noche apasionada con una mujer llamada Akrah. En su momento ella le dijo que no se preocupara por nada, pero ahora… ella misma le afirmaba que de ellos había nacido un hijo y que ese mismo salvaría a la familia Sefira. Todo parecía sacado de un sueño.

Al principio, Besil no pensaba ir por Keter. No porque no confiase en Akrah, sino porque la familia no tenía recursos ni capital para hacerlo.

A pesar de ello, él mismo había cambiado de parecer de la noche a la mañana por un detalle… la carta había desaparecido de su despacho personal.

—…

La cara que él había dejado sobre su escritorio se había esfumado sin dejar rastro alguno.

En un principio pensó que quizá alguna sirvienta la había tirado por error al limpiar, pero no tenía sentido.

“¿Quién se atrevería a tocar lo que hay en mi escritorio? Sumado a ello… no cualquiera puede entrar a mi despacho.”

Ni siquiera había señales de que alguien hubiese entrado sin permiso, por lo que interrogó a los guardias que resguardaban la entrada sobre quienes entraron en su despacho mientras él no estaba.

—Tres de los ancianos de la familia y el mayordomo en jefe han sido los únicos en entrar —respondieron los guardias.

La lista de sospechosos se redujo a cuatro. Eso no hizo nada más que inquietar más a Besil. Ya que eso significaba que uno de los miembros de mayor rango de la familia había leído en secreto la carta y se la había llevado. El hecho de que saliese a la luz la existencia de un hijo ilegítimo en la casa Sefira, conocida por su rectitud e integridad, no traería nada más que problemas. Y lo más perturbador era que, aun sabiendo esto, uno de ellos se había atrevido a robarla.

“¿En serio hay un traidor en la familia?”

Los posibles culpables eran tres ancianos de la línea familiar y el mayordomo en jefe, un fiel sirviente que había estado en servicio desde el patriarca anterior. El dolor de cabeza de Besil era cada vez mayor, pero sabía perfectamente lo qué debía hacer.

“No me queda más remedio que buscar y traer a Keter.”

Besil no se había abstenido de traerlo por el lugar donde él había nacido, sino porque la familia tenía demasiados enemigos, pero lo más apremiante era que las acciones que la familia podía tomar menguaban a pasos agigantados. No había razón para arrastrarlo a una posible guerra de poder.

Dado que el ahora traidor sabía de la identidad de Keter, su nuevo hijo también correría peligro. Besil juzgó que lo mejor era mantenerlo vigilado. El propio Besil no sabía cómo era ni qué aspecto tenía, pero…

“Sigue siendo mi hijo incluso si no sabía de él hasta ahora.”

Besil en persona convocó a una reunión para anunciar la existencia de Keter e informó unilateralmente que lo recibiría como su hijo. Sin embargo, ocultó su procedencia real, diciendo que era nativo de Absinthe, una ciudad que circundante y de misma fama que Liqueur. Ya que si se supiera que existía un artefacto capaz de sacar a alguien de Liqueur… ninguna de las familias nobles superiores se quedaría sin hacer nada ante esa revelación.

“Akrah, ¿Quién y qué eres para poseer tal reliquia? ¿Y por qué dejaste a nuestro hijo crecer en Liqueur?”

Besil no lograba comprender qué tramaba esa mujer a la que apenas podía llamar su esposa. Pensó que todo lo que supo de golpe eran circunstancias desfavorables, pero incluso así, como padre, sentía curiosidad por conocer a Keter. Deseaba saber qué valores tendría y si los odiaba a ambos por pensar que lo habían abandonado.

Keter no había tenido una vida común, sino que se había criado en la ciudad sin ley de Liqueur. Era fácil deducir que había crecido entre dificultades. El peor escenario era que Keter pusiera a la familia Sefira en una posición vulnerable.

“Quien entra en Liqueur nunca vuelve a salir. Keter creció y aprendió a convivir en un lugar como ese. ¿Es siquiera posible tener un carácter normal en esas circunstancias?”

Los posibles escenarios eran muchos, pero Besil solo contemplaba los más sombríos. Objetivamente, lo más prudente sería eliminar cualquier amenaza futura, pero esos pensamientos jamás cruzaron por su cabeza. Él era del pensar que abandonar a un miembro de la familia era lo mismo que abandonar a toda su familia.

Sus pensamientos se dispersaron al oír un carruaje detenerse. A esa hora solo podía ser uno. Era Keter, quién había llegado desde Liqueur.

“Keter, ten la seguridad de que no te impondré responsabilidades familiares. Te traje aquí con el objetivo de protegerte.”

Aunque había más que solo eso. Si la familia caía, al menos debía asegurarse de salvar a Keter, quién no tenía nada que ver con la situación actual. Por ello había decidido mantenerlo al margen y aparentar frialdad. Ya que, si lo aislaban descaradamente como a un extraño, los espías en la familia perderían interés en él.

Besil solo deseaba que Keter, el cual había sido crecido en soledad y sin amor paterno, pudiera sentirse a salvo y sin nadie que le hiciese daño alguno.

—Divagué demasiado tiempo.

La somnolencia invadió el cuerpo de Besil. Como patriarca, debía proteger el honor y la historia forjada por sus antepasados, pero como padre tenía la responsabilidad de velar por su familia.

Justo cuando estaba por salir de la bodega… un grito retumbó desde el exterior.

—¡Padre! ¡El bastardo que abandonaste ha regresado!

Era una voz ardiente, como un volcán en plena erupción. Besil supo al instante que era la voz de Keter, a pesar de que desconocía al mismo en cuestión.

—Ja… Jajaja… —Se río para sí mismo.

Ni en sus más salvajes sueños consideró que Keter lo saludaría con semejante atrevimiento.

“Es igual que yo en mi juventud.”

Pero no estaba en sus planes reunirse con él de inmediato.

—Te observaré, Keter.

Amando a su familia tanto como a sus hijos, Besil se dirigió a su despacho.

* * *

—Mi señor, el patriarca está ocupado y no podrá atenderlo. ¿Por qué no regresa primero a sus aposentos? —dijo Jacques, que lo seguía de cerca.

Keter sabía perfectamente que su padre no saldría. Él mismo se habría decepcionado si le hubiera dando la bienvenida con tanta facilidad.

—No creo que mi padre sea sordo. Es claro como el agua que me ignora a propósito.

Jacques parpadeó ante sus palabras directas y trató de cambiar el tema.

—El patriarca seguramente lo llamará si logra adaptarse bien a la familia sin causar problemas.

—Heh, da igual. De momento estoy más interesado en averiguar qué tanta paciencia tiene mi padre.

Lejos de sentirse decepcionado, Keter simplemente recibió el trato indiferente como un desafío por superar. Ya estaba pensando en cómo lograr que Besil lo convocase.

“Si resistes mis acometidas por un día, entonces superarás mis expectativas, padre.”

Jacques, que ignoraba lo que Keter pensaba, preguntó:

—Eh… ¿A qué se refiere con eso que dijo, mi señor…?

—Da igual. Vamos a mis aposentos. Es esa casucha con forma de cobertizo, ¿verdad?

Jacques se sobresaltó al verlo dirigirse sin dudar hacia allí.

“¿Cómo lo supo?”

No tuvo tiempo de preguntarle, ya que, aunque Keter parecía caminar con normalidad, este avanzó tan rápido que parecía estar corriendo.

—¡Mi señor, espéreme! —gritó Jacques al seguirlo con pasos apresurados.

Los soldados de guardia empezaron a murmurar entre ellos al verlos pasar.

—¿Ese es el que mencionó el patriarca? Se parecen bastante, ¿no?


—Sí. Es idéntico al retrato del joven patriarca que está en el edificio principal.


—¿Crees que su llegada beneficiará a la familia? Me preocupa…

—No digas sandeces. ¿Alguna vez se ha equivocado el patriarca? Mejor ocupémonos de lo nuestro y sigamos sus órdenes.


—Sí, tienes razón.

Cuando estaban por volver a sus puestos, llegó un soldado rezagado.

—Oigan, ¿ya se enteraron dónde nació?


—Solo nos dijeron que vendría, pero no de dónde.


—Es un secreto a medias, pero… hay rumores de que viene de la ciudad sin ley de Absinthe.


—¿¡Absinthe!?


—¿Ese mierdero?

En realidad, solo Oren sabía que Keter provenía de Liqueur. Todos los demás creían que venía de Absinthe.

Ambas ciudades eran similares, pero Absinthe tenía mala fama por motivos distintos.

—¡No puedo creer que el señor Keter sea de Absinthe!

Que Besil tuviera un hijo ilegítimo era sorprendente pero comprensible; que dicho hijo fuese de Absinthe, en cambio, era un tema completamente diferente.

Los soldados se alarmaron de inmediato al darse cuenta de ello.

—Yo estuve en Absinthe y todos los que viven ahí son delincuentes de tercera. Si el señor Keter viene de allí… más vale andarse con cuidado.


—No alcancé a observarlo bien, pero no parecía dar esa impresión…


—Nunca se sabe. Es mejor prevenir y no hacerlo enojar.


—Te fuiste muy lejos, lo ideal es evitarlo del todo.


—Coincido, es el camino más seguro a tomar.

Así, el hecho de que Keter venía de la ciudad de Absinthe, un lugar infame y sin ley se propagó hasta que fue dato conocido por todos en la residencia Sefira. No se hablaba de que fuera un vándalo o similares, pero fue señalado de inmediato como alguien a quien convenía evitar.

Todas las razones por las que había sido ignorado en su vida pasada fueron percibidas por Keter. Aunque, claro, al mismo no le importaba en lo más mínimo.

Sin perder el tiempo, llegó al lugar donde viviría de ahora en adelante.

—Mi señor, este es el baño, y a la izquierda está el vestidor… —explicaba Jacques con entusiasmo, mientras Keter solo echaba un vistazo, fingiendo escuchar.

—Es tal y como lo recuerdo.


—¿Perdón? ¿A qué se refiere con que lo recuerda?


—No me prestes atención, Abuelito, ¿qué hay de mis hermanos? —preguntó Keter.


—¿A-abuelito…? ¡Mi señor, yo…! ¿Acaso me veo tan viejo? —dijo Jacques, frotándose la frente sin arrugas aparentes.


—Solo lo digo porque me recuerdas a alguien a quien aprecio. En fin, ¿responderás a mi pregunta o no?


—Oh… —Jacques dudó. 

El patriarca le había ordenado explícitamente mantener a Keter alejado de sus hermanos, así que no podía llevarlo con ellos a presentarse.

Keter simplemente se limitó a negar con su cabeza.

—Tranquilo, si no tienes permitido hablar no lo hagas. Pero… ¿Esas reglas no se aplican a mí, cierto?

—Eh… —Jacques volvió a quedarse sin palabras. Todo lo que Keter hacía y decía era impredecible.

“Se supone que vivió toda su vida en Absinthe, ¿cómo puede estar tan tranquilo en una ciudad ajena y actuar así frente a una familia noble?”

Apenas había pasado una hora desde su llegada, y Jacques ya no sabía qué pensar de su comportamiento.

Keter intentó salir de su cuarto, y Jacques tuvo que buscar una excusa para detenerlo.

—Mi señor, ¿no sería mejor empezar con un baño y un cambio de ropa? Los demás lo verán con mejores ojos si muestra la dignidad de un noble.

Era un argumento lógico y convincente, pero insuficiente para frenar a Keter.

—¿Vestirme? ¿Bañarme? ¿Cómo van a ver con respeto a un bastardo como yo?

Jacques casi se mareó con aquellas palabras tan directas que salieron de las palabras del que ahora sería su señor.

Traductor: Zarferas

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