El gato está en huelga - Capítulo 99
—No sé si debería decir esto, pero pensé que el duque pasaría toda su vida encerrado en esa mansión sombría. La última vez que lo llamé, fue su primera salida en meses, ¿no es así?
—Sí.
—Y ahora resulta que tomas esta decisión. Ah, claro, apoyo tu elección. ¡Aunque habría sido mejor si me lo hubieras dicho antes de venir!
—Haré el intento.
Con cara mohína, Ries sacudió las orejas con todas sus fuerzas.
Incluso después de dejar atrás al grupo del templo, la conversación entre los dos siguió el mismo patrón. Es decir, solo uno hablaba sin parar.
‘¿Por qué habla tanto?’
Ya era hora de que se le acabaran los temas.
Pero el príncipe heredero, como si escondiera un saco de historias, no mostraba señales de querer terminar. En muchos sentidos, era un hombre impresionante.
Algunos dirían que Justin, que se limitaba a responder con monosílabos al parlanchín príncipe, también tenía nervios de acero…
Pero ¿quién era Ries?
El único gato compañero de Justin, el único con quien había compartido su secreto más grande. No importaba quién fuera el interlocutor, jamás culparía a su amo.
En otras palabras, era un gato profundamente parcial.
Aun así, Justin paseaba al príncipe por el interior del castillo ducal. Aunque lo había retenido con la excusa de mostrarle el lugar, en realidad no le explicaba nada.
Después de encontrarse unas cuatro veces con sirvientes que, pálidos como la cera, se inclinaban en un ángulo de noventa grados para saludar, finalmente abrió de golpe la puerta de una sala en un pasillo poco transitado.
La luz del sol se colaba entre las cortinas rasgadas, bañando un sofá de cuero en el centro y un escritorio de madera pulida. Era un espacio perfectamente adecuado para una conversación breve.
Justin condujo al príncipe hacia el interior.
—Siéntese donde le resulte cómodo.
—¿No dijiste que me mostrarías el castillo?
—Sé que ha venido a conversar.
—Vaya, me has descubierto.
El rostro que antes mostraba una leve decepción cambió de expresión en un abrir y cerrar de ojos. El príncipe sonrió alargando las comisuras de los labios y se acomodó en el amplio sofá.
Justin se sentó frente a él, y Ries, siguiéndolo, se ubicó en un lugar desde donde podía ver al príncipe. Aunque, por separado, todo resultaba un poco desconcertante.
‘¿Ha venido a conversar?’
¿En qué momento se dio esa señal? Apenas lo pensó, una voz indiferente se alzó desde el otro lado.
—Es el resultado que deseaba, sí, pero sigues siendo igual de frío, duque. En serio quería que me mostraras el castillo.
—……
—¡Una presentación guiada por el mismísimo duque Laufe! Seguro que no soy el único; los nobles del Imperio harían fila por algo así.
Su tono desenfadado no era cosa de una sola vez. Se notaba que tenía práctica en el arte de la charla ligera. Pero Justin se mantenía firme incluso ante esa actitud. Era casi una presión silenciosa para que fuera al grano de una vez.
—Ni una sola respuesta… En momentos como este, eres realmente aburrido. Bueno, no hay remedio.
El príncipe heredero se encogió de hombros. Luego empezó a rebuscar en su pecho como si hubiera traído algo preparado… ¿Qué es eso? Un aroma irresistible comenzó a flotar en el aire.
Ries olfateó con entusiasmo, buscando el origen del olor. Sus pupilas se dilataron de golpe y, como hipnotizado, clavó la mirada en el hombre frente a él.
El príncipe sonrió de lado y sacó algo de su pecho.
—En cuanto escuché que el duque tenía un gato, me puse manos a la obra. Antes de partir, insistí tanto que nuestro cocinero acabó agotado.
Un pequeño recipiente sellado y un platito de diseño elegante. Objetos inesperados fueron apareciendo uno tras otro de entre sus ropas, hasta formar un conjunto completo.
El príncipe abrió el recipiente y sirvió su contenido en el platito. Para entonces, las fosas nasales de Ries ya se agitaban con intensidad.
—…¿Ries?
—……
Justin percibió la reacción antes de que se hiciera evidente, pero ya era tarde. A pesar del llamado en voz baja, toda la atención de Ries estaba enfocada en un solo punto.
Su pequeña cabeza felina giraba con tensión, como si estuviera a punto de estallar.
‘Quiero comer… No, espera, aún así…’
El aroma, completamente nuevo para él, devoraba su razón sin piedad. ¿Comer o no comer? Entre el apetito desbordado y la sospecha que le inspiraba el hombre, vaciló una y otra vez…
—Vamos, lo preparé especialmente para ti. Puedes comer sin problema.
La mano bien formada que le ofrecía el platito fue el punto de quiebre. Su razón se cortó de golpe.
—¡Nyaaaaar!
Ries se lanzó hacia el príncipe antes de que Justin pudiera detenerlo. Más exactamente, hacia el platito que le estaba ofreciendo.
Hundió el hocico en el recipiente liso y empezó a mover la boca con entusiasmo, guiado por el instinto.
—Chup chup chup.
Cada vez que lamía el contenido, un sabor intenso recorría su boca.
Era como si toda la riqueza del pescado se hubiera concentrado allí, sin rastro alguno de sabor a pescado crudo. Un umami tan profundo que casi mareaba, deleitando su lengua.
‘Oh… ¡Ooooh!’
Podía jurar que ni cuando era humano había probado algo así. Era un sabor completamente distinto a todo lo que había conocido.
—Nyam nyam nyak nyang.
Del gato absorto en su comida salía un sonido extraño, como un tarareo o un murmullo.
El príncipe, que lo escuchaba desde tan cerca, temblaba ligeramente en las comisuras de los labios.
—Vaya… Qué sonido tan adorable. Ahora entiendo por qué el duque le tiene tanto cariño.
Podría considerarse un cumplido. Pero Justin, que en otras circunstancias habría estado de acuerdo, no supo qué decir.
Con la mirada perdida, contemplaba la redondeada silueta de su gato. Su reacción, como si algo se hubiera averiado en su interior, hizo que el príncipe se volviera hacia él.
_¿Duque? No me digas que estás preocupado por tu gato.
—……
—¡Ja, jamás imaginé que fueras alguien tan propenso a la preocupación! Puedes estar tranquilo. La comida que le di está garantizada por la Casa Imperial.
Aun así, no hubo respuesta. Justin solo reaccionó cuando el espectáculo culinario protagonizado por el gato estaba llegando a su fin.
Al escuchar el sonido de la lengua rosada lamiendo el fondo del platito, Justin volvió en sí y clavó la mirada en el príncipe.
—…La receta.
—¿Qué?
—La receta. ¿Cuál es?
—……
Por primera vez, en ese rostro siempre seguro y altivo, apareció una sombra de desconcierto. El príncipe parpadeó durante unos segundos, y al ver la expresión seria de Justin, estalló en carcajadas.
—¡Jajajajaja!
Una risa escandalosa que habría horrorizado a cualquier cortesano presente. Pero en ese lugar, nadie se atrevía a reprender al príncipe.
Y así, se rió largo rato. De verdad. Como hacía mucho tiempo no lo hacía.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Ries contemplaba el platito en silencio.
—Ñaa…
En el fondo blanco y reluciente del recipiente se reflejaba su rostro peludo y algo bobo. Cerró los ojos con fuerza.
Después de haber compartido secretos con Justin, y de haberse prometido no volver a actuar en contra de la dignidad humana, había vuelto a dejarse llevar por el instinto.
‘Pero ese olor… eso fue jugar sucio.’
Se sentía injustamente tratado.
Encerrado en un cuerpo de gato con un olfato agudísimo, y justo a la hora en que el hambre empezaba a hacer mella… ¿cómo se suponía que debía resistirse a un aroma tan tentador?
El resultado, Ries disfrutó de un festín inolvidable, y entre la risa del príncipe y la súbita exigencia de Justin por la receta, volvió en sí. La vergüenza vendría después.
—Le pediré al cocinero que lo prepare con antelación. La próxima vez, te la traeré sin falta.
—……
Justin realmente logró sacarle la receta al príncipe heredero.
En una hoja de papel de origen incierto, los ingredientes estaban anotados con meticulosa precisión. Luego, con reverencia casi religiosa, Justin la dobló con cuidado y la guardó en su pecho. Ries, por su parte, terminó hundiendo la cara contra el suelo.
Mientras tanto, el príncipe, que había estado riendo a carcajadas, finalmente se serenó y lo miró con renovado interés.
—…Has cambiado mucho.
—Gracias por decírmelo.
—Sí, justo eso. Jamás imaginé que llegaría el día en que me dieras las gracias de forma tan dócil.
Su mirada se deslizó lentamente, hasta detenerse en el pequeño gato que se cubría el rostro con las patas delanteras. Al verlo tan avergonzado, no pudo evitar soltar una leve risa.
—Hmm, ahora que lo pienso, nuestro amigo felino no sabe mi nombre. Soy el príncipe heredero del Imperio, Harrison von Astotra. ¿Y tú cómo te llamas?
—¿?
Sus palabras, sin querer, rescataron al gato de su espiral de vergüenza. Ries parpadeó, desconcertado, y fijó la vista en lo que se le ofrecía frente al hocico.
Una mano grande, lo suficientemente amplia como para envolverle la cara por completo.
Así es. Ese príncipe heredero estaba extendiendo la mano para un apretón… con un gato.
‘¿A un gato…?’
Pero el instinto, grabado desde tiempos remotos, traicionó su razón. Sin pensar, Ries colocó la patita sobre la mano, y esta lo sujetó con firmeza, agitándolo suavemente arriba y abajo.
Había estrechado la mano. De verdad.
Un apretón de manos entre el príncipe heredero y un gato. Una escena tan insólita que cualquiera que la oyera pensaría que se trataba de una broma.
—Se llama Ries.
—Oh, es un nombre adorable, muy acorde con su aspecto. No sabía que el duque tenía talento para nombrar.
Mientras tanto, los dos humanos intercambiaban nombres con naturalidad. Dejando atrás al gato, que ya no sabía qué pensar, su conversación continuó con calma…
—En fin, me alegra haber recibido tan buena acogida. Valió la pena el esfuerzo. Creo que he demostrado mi buena voluntad, ¿qué opinas, duque?
—Le escucharé con atención.
—Eso me gusta de usted, siempre tan perceptivo.
Y sin previo aviso, cambió de rumbo.
Ries lo percibió de inmediato. Por fin, estaba a punto de escuchar el verdadero motivo de su visita al castillo.
Los ojos del príncipe, dorados como oro fundido, se curvaron suavemente al mirar a Justin.
—En la capital, he oído una historia bastante interesante.
El príncipe se recostó con comodidad en el sofá y comenzó su relato.
—Se habla de un hombre. Alguien con el descaro suficiente como para intentar irrumpir en la mansión de un noble, y que además difunde por las calles rumores absurdos sobre cosas que solo existen en los cuentos.
—……
—Todos lo trataron como a un loco, pero yo descubrí algo interesante en su pasado. ¿Sabes qué fue?
Su mirada recorrió lentamente el entorno, hasta posarse finalmente en Ries.
—Hace unos meses, ese hombre visitó la casa del duque Laufe. Y lo hicieron para tratar a la mascota del duque.
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Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥