El gato está en huelga - Capítulo 91
El barón Embio era tan eficiente como Ketir. En menos de dos días, había coordinado la agenda.
Pero la reunión con el mago se pospuso una y otra vez. Todo por un mensaje inesperado.
—El Sumo Sacerdote ha anunciado su visita.
El líder supremo del culto a la diosa del mar, el más sabio entre quienes sirven a la divinidad. Su llegada a tierras del ducado Laufe era un acontecimiento.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
La carreta avanzaba sin sobresaltos por la avenida principal. El Sumo Sacerdote, Greus, observaba el paisaje por la pequeña ventana, los rostros de los ciudadanos, las calles tranquilas, la luz cálida.
Todo era sereno, sin una sola sombra. Y eso le hizo recordar el rostro de un joven.
—…
Una piel marcada por venas oscuras, un semblante apagado. Pero lo que más lo impactó fueron sus ojos rojos, muertos.
Sin voluntad de vivir. Pero tampoco con razones para morir. Un alma a la deriva.
Greus no pudo tenderle la mano.
Decían que era el único humano no bendecido por el dios. Y si el más alto servidor del templo le ofrecía compasión vacía, eso sería veneno.
‘¿De qué sirve ser Sumo Sacerdote?’
No podía romper la maldición. No podía aliviar su sufrimiento. Ni siquiera podía compartir su carga.
‘Y aunque hubiera podido… él no lo habría aceptado.’
Solo una vez, años después, Greus intervino.
Cuando Justin cumplió la mayoría de edad y fue a la capital, pidió tratamiento en el templo. Greus lo apoyó.
Le asignó a la sacerdotisa con mayor pureza espiritual después de él. Tal vez incluso superior en cantidad.
Esa sacerdotisa era Diana.
—Hay más lugares limpios y prósperos de lo que imaginaba. Parece que el duque sí cuida de su gente. Me preocupaba que fuera frío con los suyos, pero qué alivio.
—El ducado Laufe es el segundo puerto más importante del imperio. Incluso los plebeyos sin título pueden ser ricos. ¿Lo olvidaste? Cuando volvamos, repasa la geografía imperial.
—Ah…
Diana suspiró, abrumada por la idea de estudiar. Greus desvió la mirada hacia el exterior.
La razón de este viaje era una petición de Diana.
—Creo que he curado la maldición del duque Laufe.
—Pero él interrumpió el tratamiento y regresó al ducado. Le dije muchas veces que no estaba curado…
—Me preocupa que empeore. No sé si me escuchará… Lo siento. Me confiaron algo tan importante y no lo hice bien.
—Quiero hablar con él directamente. Sé que es mucho pedir, pero… ¿podría acompañarme?
Greus recordaba su voz suplicante.
Una sacerdotisa con gran poder, pero aún inmadura. Aun así, él aceptó.
Sabía que ella sufriría al enfrentarse a la maldición. Pero fue él quien la puso en ese lugar.
Porque deseaba la recuperación de Justin. Y también el crecimiento de Diana.
Pero Diana…
Ella no entendía los motivos de Greus. Y aunque los entendiera, no le importaban.
—…
Mientras Greus miraba a otro lado, Diana fruncía el ceño en silencio. No quería decir nada que la delatara.
En realidad, no le gustaba el Sumo Sacerdote. Por muchas razones.
Un hombre que parecía haber renunciado a todo deseo. Un hipócrita. Un obstáculo que le impedía alcanzar su sueño.
Aun así, aceptó este incómodo viaje por una razón.
—Diana. Tengo una idea.
Todo comenzó con la sugerencia de Chesif.
—Usa al Sumo Sacerdote para acercarte al duque. Él siente compasión por ese monstruo maldito… Será fácil convencerlo.
Su voz era dulce. Decía que Justin se arrodillaría ante ella. Que podía usarlo para conseguir lo que quisiera.
Y no era lo único.
‘Si esto sale bien…’
Podría alcanzar el sueño de su vida.
Su belleza, su poder espiritual, su rostro angelical. Todos decían
¡Nadie merece ser santa más que Diana!
Y ella también lo creía.
En el culto a la diosa del mar, donde no hay papa, la santa es tan poderosa como el Sumo Sacerdote. Pero con más simbolismo.
La cara del templo. La elegida de la Diosa. El puente entre el mar y la tierra. La prueba de que la diosa aún cuida este mundo…
Ella quería ese lugar. Y creía que estaba cerca.
—Diana. Aún te falta preparación.
Pero todo se desmoronó con una sola frase de Greus.
Sintió rabia, pero la contuvo. Pensó que con el tiempo la aceptaría. Y siguió con su “preparación”.
Entró en barrios pobres, tocó pieles sucias, convivió con gente miserable…
Y su convicción se hizo más fuerte.
‘Debo subir más alto. A un lugar donde esta basura no me toque.’
Pero no importaba cuánto tiempo pasara. La respuesta era siempre la misma.
—Aún no estás lista. Sigue preparándote, Diana.
¡Preparación, preparación, preparación!
‘¿Hasta cuándo?’
Cada vez que veía la sonrisa de Greus, quería romperla.
¿Esta preparación tenía fin? Tal vez él nunca pensó aceptarla.
‘Claro que no. Sabe que es único. Me está frenando. Finge ser bueno, pero es un farsante…’
Todos en el templo deberían ver su verdadera cara. Diana lamentaba que estuvieran ciegos.
Pero ahora era el momento.
Si se reconocía oficialmente que ella curó la maldición de Justin…
‘Logré lo que ni el Sumo Sacerdote pudo. Esta vez, sí.’
Esta vez, podría alcanzar el lugar que tanto soñó.
Y tenía testigos. Por eso no trajo muchos sacerdotes. Para que no pareciera que quería impresionar.
Ellos verían todo. Y Greus no podría mentir frente a pruebas tan claras.
‘He ganado.’
Diana sonrió. Imaginando un futuro feliz, como en los cuentos.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Cuando el grupo del templo llegó al castillo, el sol ya estaba alto.
—El clima suele ser cambiante aquí, pero hoy el cielo está claro. Tal vez la diosa bendice sus pasos.
El mayordomo los recibió con cortesía y les asignó habitaciones impecables.
Aunque el aviso de visita fue tardío, todo estaba perfectamente preparado. Algunos sacerdotes quedaron impresionados.
Solo había un problema, debían esperar al duque sin saber cuánto.
Pero la respuesta llegó pronto.
Justin los invitó a la cena. A Greus, a Diana, y a los tres sacerdotes que los acompañaban.
—¿A nosotros también? ¿En serio?
—¿Veremos al duque por fin? Ugh, espero no enfermarme…
No era común que sacerdotes menores fueran invitados a cenar con un duque. Aunque tuviera mala fama, seguía siendo un noble imperial.
Uno se preocupó por su estómago. Pero los otros estaban emocionados. Uno de ellos murmuró
—¿Veremos su rostro?
Pocos habían visto al duque maldito. Y menos aún su cara bajo la máscara. Tal vez nadie.
Pero… si cenaban juntos, tendría que descubrirse al menos la parte inferior. Aunque la maldición daba miedo, la curiosidad era más fuerte.
La sacerdotisa que lo escuchaba negó con firmeza.
—Yo también tengo curiosidad. Pero no lo demuestres.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Este lugar no es como pensábamos. Si hablamos demasiado, solo generaremos desconfianza.
Susurró como si contara un secreto. Dijo que Diana había intentado hablar con los sirvientes y recibió miradas frías.
Sí… parecía que los sirvientes respetaban al duque.
‘Qué raro.’
¿No deberían temerle?
Pero había razones. El paseo con su gato, la mejora de su reputación gracias a Ries, la comparación con Averitt, la limpieza de la corrupción…
Todo eso había cambiado la percepción. Pero los sacerdotes recién llegados no lo sabían.
Más tarde, guiados por el mayordomo, fueron al comedor.
Y empezaron a entender por qué los sirvientes no temían al duque.
Cabello negro, máscara negra, ropa negra. Un hombre envuelto en oscuridad… con un gato amarillo en brazos.
El contraste de colores lo hacía resaltar aún más.
Ver el pelaje amarillo y blanco pegado a su ropa negra relajó a los sacerdotes.
‘Ese gato vive como un rey.’
Mira qué gordito está. Seguro come bien tres veces al día.
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♥ Gracias ♥
Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥