El gato está en huelga - Capítulo 89

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Desde que volvió de la visita al hospital, Ries siguió manteniendo su forma de gato.

 

No le resultaba incómodo. Nada había cambiado, en realidad. Incluso antes de que descubrieran su verdadera identidad (o mejor dicho, antes de que él mismo se diera cuenta de que lo habían descubierto) Ries ya vivía imitando a un gato sin mayores problemas.

 

¿Entonces no tenía ninguna preocupación?

 

…No del todo.

 

—Hmm. ¿Está más dulce esta vez? Qué pena. En mi época, ese toque ácido y punzante era lo mejor.

 

Así opinaba Sepite, mientras evaluaba el sabor de la fruta a su lado.

 

‘¿Cómo se supone que está comiendo?’

 

Una frambuesa bien madura desapareció en la boca del pez. Luego cerró la boca y empezó a masticar. Ries pensó que el jugo podría estar tiñendo el interior del muñeco, pero sorprendentemente, este seguía intacto.

 

Según Sepite, ahora que tenía una forma física, podía comer y saborear la comida. Pero lo que ocurría con los alimentos una vez dentro… eso seguía siendo un misterio.

 

¿Los digería? Cuanto más conocía a los fantasmas, más incomprensibles le parecían.

 

En cualquier caso, había una razón por la que Sepite, que nunca antes había intentado comer, ahora se dedicaba a hacer “mukbang”.

 

¡Lo habían descubierto!

 

Aunque no lo mencionaron directamente, los caballeros que visitaron en el hospital dijeron cosas como

 

—¿Dónde está ese muñeco que vimos antes?

 

—Parece que no vino con ustedes.

 

Voces que, claramente, mostraban interés.

 

Era natural. Sepite había empezado a hablar abiertamente desde que ellos lo vieron con sus propios ojos. No había forma de que no lo hubieran escuchado.

 

Y como era de esperarse, el rumor se esparció por toda la fortaleza. Incluso Ketir, que a veces pasaba por la oficina en medio de sus ocupaciones, se tomó el tiempo de informarles.

 

Lo de que era un “hada” era un disparate sin sentido.

 

Pero gracias al testimonio de los caballeros (“nos advirtió del peligro”) ese rumor absurdo empezó a parecer creíble.

 

‘¿Supongo que… es algo bueno?’

 

…Al menos, nadie sospechaba que dentro del muñeco habitaba un fantasma.

 

Los sirvientes con los que se cruzaban de vez en cuando, e incluso los vasallos que venían a informar a Justin, observaban a Sepite con curiosidad. Algunos casi se caían del susto al verlo comer fruta.

 

Lo trataban como a un mono en el zoológico, pero Sepite estaba encantado.

 

—Hmm. ¡Ya no tengo que fingir que soy un muñeco que no habla!

 

Parece que su vida anterior había sido bastante frustrante. Ries sintió un poco de lástima por él.

 

Por eso, aunque quería dejarlo disfrutar de su lujosa vida a su manera, había algo que Ries aún quería preguntarle mientras lo veía saborear las frambuesas.

 

Hace unos días, Justin le había revelado algo

 

—¿Cómo me encontraste?

 

—Desde que casi te pierdes en la mansión, impregné tu cascabel con mi aura. Gracias a eso, podía saber tu ubicación aproximada… hmm. Cuando esa energía desapareció de repente, supuse que algo había pasado.

 

—Ya veo.

 

—…Lo siento.

 

—¿Eh?

 

Más o menos así fue la conversación.

 

Le pidió disculpas por rastrear su ubicación sin permiso. Aunque a Ries no le molestó demasiado.

 

Seguramente estaba preocupado. Gracias a eso, pudo evitar el peligro a tiempo, así que en realidad era él quien debía estar agradecido.

 

Pero esa conversación encendió una duda.

 

—Miau. Nyaaang.

 

Ries se acercó a Sepite, que disfrutaba de su cena, moviendo la cola. La punta rozó la cabeza del pez.

 

—¡Eh, mocoso! ¿Qué clase de modales son esos cuando un adulto está comiendo? En fin…

 

Molesto por la interrupción, Sepite refunfuñó mientras seguía seleccionando las frambuesas más jugosas.

 

—Ay, ya se metió un pelo. Toma, elegí una que se ve deliciosa. No te enojes por hambre.

 

—¿Eh?

 

Ries, que sin querer parecía estar exigiendo fruta, se quedó sin palabras.

 

Aunque no iba a rechazarla. Se tragó las dos frambuesas que Sepite le ofreció.

 

El jugo dulce explotó en su boca. Ahora entendía por qué Sepite seguía comiéndolas a pesar de que se quejaba de la falta de acidez.

 

Cuando terminó, volvió a insistir.

 

—Miaaaooo.

 

Esta vez, su cola golpeó la cara del muñeco sin parar. Sepite, incapaz de soportarlo, gritó

 

—¡Maldito mocoso! ¡Ni las pulgas se atreven a tanto! ¡Con dos tienes suficiente! Si quieres más, pídele a tu dueño que te traiga las tuyas.

 

…¿Él es el que se enoja?

 

Ries giró la cabeza, molesto, y vio a Justin con cara de estar a punto de traerle más fruta. Eso lo hizo sentir aún más incómodo.

 

—Nyaaak. ¡Nyaaak!

 

‘¡No es eso lo que quería decir!’

 

¡Tenía algo que preguntar, señor!

 

Pero Justin ya no reaccionaba al apodo de “señor”. En cambio, giró los ojos con incomodidad. Parece que le afectó.

 

—Ya, ya. Podrías haberlo dicho antes.

 

Ries lo había dicho hacía rato. Le lanzó una mirada amarga.

 

Aun así, parecía dispuesto a responder cualquier pregunta con sinceridad. Era el momento perfecto para hacerle la pregunta que llevaba días guardando.

 

Desde que escuchó a Justin, había algo que no podía dejar de pensar.

 

La masa de luz blanca que se abalanzó justo antes de que él volviera a su forma humana. Si no fue una ilusión, fue esa luz la que rompió el cascabel.

 

‘Como si lo hubiera hecho a propósito.’

 

Y justo después de romperlo, desapareció como si no tuviera intención de hacer daño. Tal vez su objetivo era llamar a Justin.

 

¿Estaba exagerando?

 

—Nyaaao. Nyaaak. Miaaao.

 

Ries describió la forma de la luz, redonda, brillante, del tamaño de un puño adulto…

 

—No la vi.

 

Sepite negó con firmeza. Se metió otra frambuesa en la boca y continuó

 

—Ñam. Pero puedo imaginarlo.

 

—¿Nyaaak?

 

‘¿De verdad?’

 

—Claro. ¿No te dije que las fuerzas que distorsionan las leyes del mundo suelen ser magia o fantasmas? Seguro que otro ente intervino.

 

Aunque había algo que le inquietaba.

 

—Estaba usando otro tipo de poder, pero no debería haber sido tan fácil engañar mis sentidos… Y nunca he visto a alguien con el coraje de entrometerse así.

 

Hmm. Sepite suspiró largo. Cuanto más pensaba, más agitaba su aleta.

 

—Parece que hay otro como Edler, escondiéndose por ahí.

 

Su rostro redondo se arrugó. Como si se enfrentara a algo molesto.

 

Pero Ries no sentía ninguna amenaza.

 

‘No parece un espíritu maligno.’

 

Por alguna razón, estaba seguro. Le gustaría ver su rostro, si fuera posible.

 

¿Alguien que estuviera de acuerdo con él? Nadie. Justin seguramente asentiría con gusto, pero no podía participar en la conversación.

 

—…

 

Una mirada llena de nostalgia se posó sobre ellos.

 

Un gato y un muñeco pez. Ya de por sí adorables, ahora susurraban juntos, pegados uno al otro.

 

Cualquiera que pasara por allí acabaría con la boca abierta de tanto reír. Era una escena casi violenta por lo tierna.

 

Pero Justin no podía reír. No solo porque dentro del muñeco no había un hada, sino un lejano antepasado suyo…

 

La razón principal era otra.

 

—Nyaaak. Keheng.

 

No podía entender lo que decía Ries.

 

Y claro, eran maullidos. A menos que saliera de su cuerpo, no podía comunicarse con Ries en su forma de gato.

 

Aunque no era raro. Hasta hace unos días, Justin ni siquiera pensaba en hablar con él.

 

Gestos, hábitos, expresiones, el tono de sus maullidos… todo eso le ayudaba a entenderlo.

 

Pero ahora…

 

Ries había admitido su verdadera identidad. Ya no tenía que esconderse ni fingir.

 

Justin había sido paciente, más de lo que Ries imaginaba. Era la primera vez que sentía un afecto tan intenso.

 

Pero lo que recibió a cambio fue una distancia que no disminuía. Ni siquiera podía mostrar su tristeza abiertamente, mucho menos preguntar por qué.

 

…O eso creía él.

 

—Hmm.

 

Sepite, que conocía bien a Justin y tenía buen ojo, no podía ignorar ese cambio.

 

Míralo ahora. Sus ojos húmedos parecían a punto de estallar en llanto. Ries no se daba cuenta.

 

A este punto, Sepite empezaba a sentir lástima por su descendiente.

 

¿Cómo había acabado enredado con un mocoso tan despistado? No podía limitarse a observar sin intervenir, así que decidió echarle una mano.

 

—Va a terminar llorando.

 

—¿Nya?

 

Con una tos fingida, insinuó el estado emocional de Justin. Justo cuando la conversación sobre la masa de luz llegaba a su fin, el comentario cayó como anillo al dedo.

 

Ries, que parpadeaba sin entender, pronto captó que el “va a terminar llorando” se refería a Justin.

 

—A… A… ¡Aow!

 

Giró con cautela para mirar el rostro de su dueño, y al hacerlo, dio un pequeño salto de unos cinco centímetros. Se sobresaltó.

 

‘¿Va… va a llorar de verdad?’

 

La observación de Sepite no era exagerada. Los ojos de Justin, llenos de humedad, brillaban con una luz temblorosa. Gracias a la aguda visión felina de Ries, incluso sus pestañas mojadas se veían con claridad.

 

Sintió un pinchazo en el pecho, como si hubiera hecho algo imperdonable. No sabía por dónde empezar a arreglarlo, así que tragó saliva en seco.

 

‘¿Se sintió excluido…?’

 

No. Ries cerró los ojos con fuerza. Ya sabía que no era eso.

 

El origen de esta extraña distancia se remontaba a unos días atrás. Al momento en que se descubrió que él pertenecía a la raza de los Myojok.

 

Desde entonces, Ries había reducido la frecuencia con la que se acercaba a Justin. Más exactamente, dejó de acurrucarse, de hacerle caricias, de lanzarse a sus brazos como solía hacerlo.

 

Durante la visita al hospital, sí se dejó cargar sin problema… pero responder a una mano extendida no es lo mismo que pedir un abrazo por iniciativa propia.

 

Y todo ese cambio tenía una sola causa.

 

‘Ha… qué vergüenza…’

 

Ries había empezado a sentir pudor. Al redefinir su relación como humano a humano, la dignidad que había dejado de lado como persona volvió a aferrarse a él con fuerza.

 

En otras palabras, le daba pena.

 

Recordó cuando se tumbaba boca arriba, jadeando mientras recibía caricias. Cuando se subía al muslo de Justin para que le cepillara el pelaje. Cuando se acurrucaba en su pecho, usándolo como almohada.

 

¡Todo eso!

 

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