El gato está en huelga - Capítulo 86

—…Ya regresé.

 

Ketir, que había salido con Sepite, volvió poco después. Ries lo miró sin pensar… y se sobresaltó.

 

‘Parece cinco años mayor…’

 

Su rostro estaba cubierto de agotamiento. Como si hubiera envejecido de golpe en ese corto lapso.

 

En cambio, Sepite salió volando de sus brazos con energía.

 

—¡Uf, qué refrescante!

 

Parecía haber disfrutado de un spa celestial. Su aleta, ahora limpia y esponjosa, se agitaba con entusiasmo.

 

Era una imagen cómica, pero Ries tenía la atención puesta en otra cosa.

 

Desvió la mirada hacia Justin.

 

‘Lo sabía.’

 

Tal como sospechaba, Justin no reaccionaba ante el peluche parlante. Ni una ceja levantada.

 

Su relación era compleja. Ancestro y descendiente. Héroe y heredero. Y también…

 

El que propagó la maldición, y el que la lleva en su cuerpo. No sería raro que uno odiara al otro.

 

Pero Justin estaba tranquilo. Más emocional había estado cuando hablaba con Ries sobre su pasado.

 

—Si te gustó, puedo dejarlo a su cargo en adelante.

 

—…¡!

 

—Ohh…

 

Definitivamente no había rencor. Si no, no diría algo así.

 

Y así, el contraste entre los dos fue evidente. Ketir, ya de por sí exhausto, se puso aún más pálido.

 

Sepite, en cambio, estaba encantado. Volaba por la sala, parloteando feliz.

 

—Sí, puede seguir encargándose. Ya me caía bien, pero además tiene buenas manos. Merece asistirme.

 

Ketir ya había aceptado su destino. Se rindió.

 

Pero no duró mucho. Al cruzar miradas con Ries, se tensó de nuevo.

 

—Perdón por no saludar antes. Ya me conoces, pero nunca me presenté formalmente. Soy Ketir Ribote.

 

Su tono era cortés, su cabeza inclinada. Incluso parecía apenado por no haberlo hecho antes.

 

Ries se puso nervioso.

 

—No… no hace falta que seas tan formal…

 

Y encima tartamudeó. Quería morderse la lengua.

 

Claro, cuando era gato, solo usaba lenguaje informal.

 

Total, los humanos solo oían “miau miau”. ¿Para qué ser educado?

 

Ahora, ese hábito le pasaba factura. Ketir lo notó y añadió

 

—Puedes hablarme informalmente.

 

—Entonces tú también.

 

—Estoy bien así. Tengo buen instinto, y creo que pronto tendré que usar lenguaje formal. Mejor me acostumbro desde ya.

 

—…

 

No entendía a qué se refería, pero no iba a desaprovechar la oportunidad. Asintió rápido.

 

Ketir, recordando el pasado, murmuró

 

—A veces me parecía extraño. Era demasiado inteligente para ser una criatura. Y no sabía que existían los felinos transformistas.

 

Su voz tenía capas de emoción, sorpresa, curiosidad, un poco de shock. Ries desvió la mirada, algo avergonzado.

 

Pero estaba agradecido.

 

‘No se lo tomó mal.’

 

Había hecho muchas cosas como gato, pero Ketir no parecía molesto. Era más amable de lo que pensaba.

 

Justin intervino

 

—Solo Ketir conoce tu secreto. Es confiable y capaz. Si alguna vez no estoy contigo, puedes acudir a él. Aunque haré todo lo posible para que eso no ocurra.

 

Ketir, que se había animado un poco, volvió a decaer. Ya se imaginaba el doble de trabajo.

 

Ries lo miró con compasión… y luego a Justin.

 

No había oído mal. Sus ojos estaban llenos de culpa.

 

—Los felinos transformistas son una raza envuelta en misterio. Y tú… tienes habilidades que cualquiera desearía. Por ahora, es mejor mantener tu existencia en secreto, para evitar riesgos.

 

Respiró hondo. Y se disculpó de verdad.

 

—Perdón por quitarte tu libertad.

 

—¿Eh?

 

¿Por qué se disculpaba? Ries a veces quería meterse en la cabeza de su amo para entenderlo.

 

Sí, tenía que esconderse un poco. Pero era para protegerlo, ¿no? No lo encerraron en un sótano polvoriento. Podía soportarlo.

 

‘No cambia mucho, en realidad.’

 

Podía seguir viviendo como mascota. Aunque ya no podía fingir ser solo un gato… tenía su orgullo.

 

Justin no tenía culpa. Iba a decirlo, pero Sepite se adelantó.

 

—Ese es su problema. ¿Por qué te disculpas por algo que no hiciste mal?

 

Ries asintió con fuerza.

 

—Los humanos siempre han sido codiciosos. Perseguir lo valioso es su naturaleza. ¿Vas a pedir perdón por cada pecado ajeno? Qué terquedad…

 

Su tono era afilado. Incluso chasqueó la lengua.

 

Y curiosamente…

 

‘¿Está disfrutando esto?’

 

Ries, que fingía preocuparse por Sepite, se tranquilizó.

 

Sepite y Justin se parecían.

 

Nunca lo había dicho, pero sabía que Sepite cargaba con culpa por las tragedias que causó. Aunque sabía que no podía evitarlo.

 

Por eso, cuando reveló su identidad, seguramente también confesó sus sentimientos.

 

—¿No te doy miedo?

 

Como Justin, que preguntaba cosas dolorosas esperando que no fueran ciertas. “¿Me odias?” debió haber preguntado Sepite.

 

Y ahora, al verlo hablar con tanta soltura… estaba claro que la conversación había ido bien.

 

Sepite regañando, Justin escuchando. Ries los miró y sonrió sin querer.

 

Pero había alguien que no podía unirse a esa paz.

 

—…

 

Ketir.

 

Había lavado el peluche con el alma del antiguo duque. Había saludado al gato convertido en humano.

 

Parecía adaptado. Pero por dentro…

 

Un peluche que habla. Que tiene un espíritu. ¡Y encima es el ancestro de su jefe!

 

—¡Está frío! ¿Quieres matarme otra vez? ¡El agua debe estar más caliente!

 

—¡Estás apretando demasiado! Relaja las manos.

 

—¡Todavía hay mugre en la aleta! ¡Más jabón!

 

Si no fuera por esas órdenes constantes, Ketir no habría podido moverse cuando le tocó bañarlo. Temblaba en silencio.

 

Y lo peor, no solo era un espíritu. Era el héroe que salvó al imperio.

 

Eso lo impactó tanto que olvidó que estaba solo con un fantasma.

 

Y no era todo.

 

‘¿Felinos transformistas?’

 

Nunca había oído hablar de ellos. No se sentía traicionado, solo abrumado por tanta información.

 

Le dolía la cabeza. Tenía trabajo acumulado. Y el baño disfrazado de lavandería lo había dejado sin energía.

 

Ketir buscaba cómo escapar… pero no tuvo suerte.

 

—Ya entendiste lo básico. Es hora de retomar lo pendiente. Estamos entre quienes comparten secretos, después de todo.

 

Sepite lo detuvo. Ketir cerró los ojos. No había salida.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Y tenía razón. Lo que viene no era simple.

 

—Edler Laufe. Hay que expulsarlo del mundo.

 

El alma de Edler.

 

Ries se estremeció. Había olvidado todo por la charla con Justin.

 

Pero ¿cómo hacerlo?

 

Solo había ayudado con su poder. No sabía nada de exorcismos.

 

Sepite respondió

 

—Ya es un espíritu hecho de pura maldad. Si haces lo que has estado haciendo, se purificará solo.

 

—Hmm…

 

—Y gracias a tu poder, ahora tiene forma. De paso, parte de la maldición de Justin también se disipará.

 

—¡Hagámoslo ya!

 

No podía dejar pasar eso. Ries, que dudaba, se levantó decidido.

 

Pero Justin lo detuvo.

 

—Ries. Acabas de despertar. Aún necesitas descansar.

 

—Solo estaba cansado. Dormí un poco y ya estoy bien.

 

—No dormiste. Te desmayaste. Ahora estás bien, pero si te esfuerzas, podrías empeorar.

 

—Ya lo he hecho antes. Dormí bien. No me pasará nada.

 

—¿Antes? ¿No era la primera vez…? ¿Cuándo…?

 

—E-en realidad no me desmayé…

 

—Ries…

 

La discusión fue rápida y sin pausas.

 

Uno quería actuar. El otro, protegerlo. Justin, con ojos llenos de preocupación, casi lo convencía.

 

Pero Ries insistió

 

—No es como sellar. No requiere fuerza. Solo hay que golpear un poco. ¿Verdad, Sepite?

 

—Así es.

 

—¿Ves? Si te preocupa, puedes ayudarme. Quédate cerca. Incluso… puedes tomar mi pata… digo, mi mano.

 

Justin se rindió. La súplica, el apoyo de su ancestro, y la oferta de estar juntos lo vencieron.