El gato está en huelga - Capítulo 84

‘Mira esos ojos atolondrados. Ni se le pasa por la cabeza cómo se ve desde fuera.’

 

Y claro, cómo iba a pensar en eso. Sepite podía jurarlo ese tipo tenía la cabeza llena de preocupaciones por el mocoso.

 

Sus aletas se encogieron con fuerza, pero se obligó a ignorar la sensación. Todavía tenía algo que hacer.

 

—Ejem. En fin, aunque sea tarde, debo presentarme. Soy Sepite Laufe. Sexto duque de la casa Laufe.

 

Por fin, la presentación que había postergado.

 

Los ojos rojos de Justin se agitaron. Esa frase sencilla contenía más información de la que parecía.

 

Sepite, como si lo esperara, continuó con naturalidad.

 

—Sí. Lo que estás pensando es cierto. La maldición que corre por tu sangre, que aún se enrosca en tu cuerpo… fui yo quien la sembró.

 

Y no solo eso, lo admitía con voz tranquila, como si no fuera gran cosa.

 

—Entonces dime. ¿Aún quieres que me quede cerca de ese chico que tanto aprecias?

 

Su tono era ambiguo. Demasiado pesado para ser una prueba, demasiado ligero para ser una confesión sincera.

 

Uno llevaba una máscara. El otro, la forma de un peluche. Se miraron en silencio.

 

El tiempo se volvió espeso. La presión en el aire crecía con cada segundo.

 

Finalmente, Justin movió los labios bajo la máscara.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Desde lo más profundo del océano negro, la conciencia de Ries comenzaba a emerger. Sus sentidos volvían poco a poco.

 

Sentía los dedos. Escuchaba el murmullo del agua.

 

‘…El mar.’

 

Incluso en ese estado, estaba seguro de estar hundido en el fondo del mar.

 

Su boca se abrió por instinto, buscando aire. Burbujas pequeñas subieron entre sus labios…

 

Y de pronto, todo se detuvo.

 

El sonido de las olas cesó. El frío en sus manos se desvaneció. Sus extremidades, antes pesadas, se liberaron.

 

Cuando sus párpados se aligeraron, por fin pudo abrir los ojos.

 

La luz blanca se fue aclarando, revelando formas familiares.

 

‘…¿El dormitorio?’

 

Lo reconocía. Aunque su mente aún estaba nublada, giró los ojos para observar.

 

Era la misma vista que tenía cada mañana. Pero algo se sentía… distinto.

 

No tuvo tiempo de analizarlo.

 

—¿Estás despierto?

 

Una presencia inconfundible se acercó, curioseando a su alrededor.

 

Y luego, una lluvia de preguntas

 

—¿Te sientes bien? ¿Te duele algo? ¿Puedes moverte?

 

No pudo responder a ninguna. Pero en cada palabra, cada mirada, había tanta preocupación y afecto que le hizo cosquillas en el pecho.

 

—¿Justin…?

 

Murmuró su nombre, pero la voz se desvaneció al final. De pronto, se dio cuenta.

 

‘¿Acabo de hablar?’

 

No un maullido. Una voz humana. El pensamiento le cayó como un rayo.

 

Se incorporó de golpe y se miró.

 

La vista más alta. La piel lisa. Cinco dedos largos.

 

Un cuerpo humano. Incluso estaba vestido.

 

Su mente, aún torpe por el despertar, se llenó de confusión. Se quedó mirando su cuerpo, atónito.

 

—…Lo siento.

 

La disculpa lo sacó de su trance. Justin, visiblemente incómodo, evitaba su mirada.

 

—Pensé que si no te vestía, podrías enfermar. Así que… no tuve opción…

 

Parecía avergonzado. Como si se sintiera culpable.

 

‘Entonces fue Justin quien me vistió.’

 

La idea lo golpeó. Pero más que eso, lo desconcertaba que Justin no pareciera sorprendido por su forma humana.

 

Ries preguntó con cautela

 

—¿Lo sabías?

 

—…Sí.

 

—¿Desde cuándo?

 

—…

 

No hubo respuesta. Pero lo entendió.

 

‘Desde el principio…’

 

Seguramente desde aquel día. Cuando se transformó para ver a Sepite y se cruzó con Justin. Pensó que había escapado por poco… pero no. Lo había visto.

 

Los recuerdos pasaron como una película. Si Justin no estuviera delante, se habría escondido bajo las mantas.

 

Había fingido ser un gato con todas sus fuerzas. Bueno, era un gato… pero si lo sabía, no habría rodado panza arriba como si nada.

 

Ahora pagaba el precio de no haber pensado mejor. La vergüenza lo invadía. Incluso sentía un poco de rencor.

 

—¿Por qué… por qué no dijiste nada?

 

Las palabras salieron torpes, pero Justin las entendió.

 

—Pensé que no querías que lo supiera. Quería esperar a que me lo dijeras tú… ¿Te hice sentir incómodo?

 

—No, no es que no confiara en ti, Justin… en mi amo…

 

No terminó la frase. Tenía miedo de alejarse de él.

 

No se dio cuenta de que al decir “amo”, los ojos y las orejas de Justin se habían puesto rojos.

 

Ries solo quería arrancarse el pelo. Recordaba todas las veces que había actuado como un gato adorable. Incluso como humano, había deseado quedarse a su lado.

 

Demasiadas vergüenzas. Se frotó la cara con desesperación.

 

Y sin embargo… sentía alivio.

 

‘Qué bien.’

 

Justin seguía siendo él. Aunque había tardado en aceptarlo, al final lo había hecho.

 

Su mente comenzaba a aclararse. Recordaba lo que pasó antes de desmayarse.

 

—…

 

—¿Ries?

 

La llegada de Averitt. La posesión de Edler. La intervención de Sepite. Su propia acción para detenerlo. Y la aparición de Justin.

 

‘Ah.’

 

Y entonces, la verdad que no quería saber.

 

‘Entonces… vio todo lo que hice… desnudo…’

 

Y además, lo había vestido. Ja. Ja ja. Rió sin fuerza. Quería desaparecer.

 

Se acurrucó, cubriéndose la cara.

 

—…Déjame solo un momento…

 

—No.

 

Ni siquiera como gato había pedido eso. La negativa fue inmediata. Asomó la cara entre las mantas.

 

—Sé que estás molesto por haber ocultado esto tanto tiempo. Pero no sé cuándo tu cuerpo volverá a estar mal. Quiero quedarme cerca para vigilarte.

 

—…

 

No sabía qué decir. Sonaba como una disculpa.

 

Lo miró. No, no era una broma.

 

Cualquiera diría que el que había mentido era él, no Justin.

 

—No estoy molesto. Solo… habría querido que me lo dijeras antes…

 

Su tono fue algo brusco, pero Justin pareció entender. Se relajó.

 

Y añadió

 

—¿Incluso después de ver mi lado cruel?

 

—¿Eh? ¿Cuándo?

 

—Cuando corté el brazo del conde frente a ti.

 

—Ah.

 

Sí, algo así había pasado. En medio del caos, apenas lo recordaba.

 

Pero no le afectaba. Ese tipo se lo merecía. Además, Ries había visto cosas peores antes de llegar al ducado.

 

No le impresionaba. Pero la actitud de Justin sí. Parecía un perro que teme haber hecho algo mal. Y eso que el gato era él.

 

Ries negó con firmeza.

 

—¿Y qué? Me ayudaste.

 

—Pero lo hiciste para salvarme. Pudiste huir transformado, pero no lo hiciste.

 

—Bueno… no podía correr por la mansión desnudo…

 

—Cierto. Muy sensato. Si lo hubieras hecho… tal vez me habría molestado.

 

Parpadeó. ¿Cómo habían llegado a esta conversación?

 

Pero Justin quería seguir. Respiró hondo y continuó

 

—Ries. Como siempre, sigues siendo amable. Cuando viste una oportunidad, no pudiste ignorarla. No podías dejar a ese hombre, mi pesadilla. Gracias. Siempre termino en deuda contigo.

 

Justin parecía feliz… pero también melancólico.

 

Ries se dio cuenta de que le estaba tomando la mano. Él había iniciado el contacto, pero lo hacía con tanta delicadeza que parecía una caricia de pluma.

 

La vergüenza y la culpa se habían evaporado.

 

Pesadilla. Esa palabra resonó.

 

Ries la repitió en su mente. Y entonces, habló. Parecía un cambio de tema, pero no lo era.

 

—Antes de conocerte, vivía en la mansión del marqués Merillin. …La verdad, no recuerdo mucho de antes.

 

Era una historia de hace meses. Una parte de su pasado que Justin intuía, pero no conocía del todo.