El gato está en huelga - Capítulo 79
Melissa fue la primera en desenvainar su espada, seguida por los otros dos caballeros. Si todo seguía su curso, el conde sería reducido y devuelto a su celda en cuestión de minutos.
Pero Ries no lograba calmarse. A pesar de tener tres espadas apuntándole, Averitt no mostraba ni una pizca de miedo. Su actitud, impregnada de una inquietante y ominosa energía, lo mantenía en alerta.
Sobre todo…
‘Dijo que no estaba aquí.’
Ese gesto, como si buscara algo, lo inquietaba. No era difícil deducirlo.
Estaban en el despacho de Justin. Si Averitt había venido a buscar algo, lo más probable era que fuera a él.
Pero ¿cómo podía mostrarse tan seguro? Ya no tenía aliados, ni poder, ni escapatoria.
Y sin embargo, se mantenía impasible. Como si no le importara ser capturado.
La sensación de peligro volvió a crecer en la mente de Ries. Y cuando sus miradas se cruzaron…
—¡Claro, eso estaba aquí!
Ries comprendió de inmediato el origen de su inquietud.
Los ojos de Averitt, que deberían ser de un rojo opaco, estaban completamente teñidos de negro. En su interior se agitaba una locura indescriptible.
No solo Ries lo notó. En cuanto Averitt lo señaló como “eso”, el caballero junto a Melissa se lanzó con rapidez, golpeándolo con el lado plano de la espada.
Gracias a una maniobra fluida, logró inmovilizarlo contra el suelo como una rana disecada.
—Conde Barmark. Informaremos esto al duque. Tendrá que explicar cómo escapó de la celda y llegó hasta aquí.
Melissa apuntó su espada al cuerpo inmovilizado del conde.
Al ver que no se movía, hizo una señal a otro caballero para que fuera a buscar refuerzos.
—¡Cuidado!
Una voz irrumpió de pronto, y todo se precipitó.
—¡Grrrgh!
¡Crack! Un sonido escalofriante acompañó la caída del caballero que lo sujetaba. Su muñeca estaba torcida en un ángulo imposible.
—¡Alrof!
El inesperado ataque detuvo al caballero que iba a salir.
Averitt se levantó de golpe, riendo con una sonrisa grotesca.
—¡Jajajaja! Si no puedo alcanzar a Justin, ¡entonces le quitaré lo que más aprecia!
Melissa ya no dudaba. Estaba dispuesta a herirlo si era necesario.
Los caballeros se reagruparon, incluso el herido, pero algo no encajaba.
Ries observaba con inquietud.
‘¿Qué está pasando…?’
Tres caballeros contra un conde.
Las manos de Averitt, suaves y regordetas, no mostraban signos de entrenamiento. No parecía saber manejar una espada.
Por lógica, no debería haber resistencia.
Pero la lucha era pareja. La razón era evidente.
—¡¿Qué fuerza es esta…?!
Cada vez que Averitt se movía, rompía muebles, agrietaba el suelo, doblaba espadas. Su fuerza era descomunal.
—Lo sabía. Ese tipo está poseído por un espíritu.
—¿Nyak?
¿Poseído? Ries miró a Sepite. Su aleta se movía suavemente, captando su atención.
Ya no fingía ser un peluche mudo. Hablaba sin ocultarse.
—Existe la magia, sí. Pero muy pocos pueden usarla. Y aumentar tanto la fuerza en tan poco tiempo… es imposible.
Sepite lo miró de reojo.
—Una fuerza que no sigue la lógica, como la magia, pero aún más impredecible. Tú la has visto antes, ¿no?
Ries lo entendió enseguida.
‘Sí…’
Lo había visto en Sepite. Cuando dormía a Justin, a Ketir, incluso al propio Averitt.
—El rencor y la maldad pueden corromper a los vivos. Y si el humano ya tiene emociones similares, es aún más fácil.
Ries cerró los ojos, sintiendo cómo las piezas encajaban.
Averitt, poseído. Su odio hacia Justin. La energía oscura que lo rodeaba.
Había muchas posibilidades, pero Ries lo supo con certeza.
‘Edler Laufe.’
El que lo había manipulado era él. Sepite parecía llegar a la misma conclusión.
La batalla se acercaba a su fin.
Ries observaba a Averitt con atención.
‘No teme a las heridas.’
Antes, se quejaba por un rasguño. Ahora, ni siquiera notaba las heridas sangrantes.
Aunque era un criminal, su estatus complicaba las cosas. No podían matarlo. Pero él se lanzaba contra las espadas como si no le importara.
Aun así, tener fuerza no basta si no se sabe usarla.
Los caballeros se adaptaron y tomaron el control.
—¡Grrgh!
Con un gemido de dolor, Averitt cayó. Los caballeros lo rodearon, listos para cualquier movimiento. Pero esta vez, parecía inconsciente.
—Señor Ries, ¿está bien?
Melissa se giró, preocupada. Su mirada se posó brevemente en Sepite, pero predominaba el alivio.
Ella había protegido a Ries varias veces. Merecía su gratitud.
Pero Ries no pudo responder. Una inquietud persistente lo consumía.
—Averitt… débil y necio. Cumpliré tu deseo.
Y esa inquietud no era infundada.
Ssshh. Una figura azulada apareció tras la puerta. Ries reaccionó al instante.
—¡Kyaoong! ¡Hsssss!
—¡Aléjense de él!
Los humanos no podían ver a los muertos.
Sepite intentó advertirles, pero para ellos, él era solo un peluche parlante.
No reaccionaron a tiempo. Edler Laufe se fusionó con el cuerpo de Averitt.
¡Fwoosh!
Una energía helada se expandió desde su cuerpo.
El viento sacudió los bigotes de Ries. Cerró los ojos por reflejo.
Al abrirlos…
—Maldita sea. No habrá paz.
El despacho estaba destrozado. Melissa y dos caballeros yacían inconscientes.
Parecía que una fuerza brutal había arrasado la sala. Si no fuera por Sepite, habría sido peor.
Averitt se levantó lentamente. Su rostro era una máscara sin expresión.
—Edler Laufe.
—¿Conoces mi nombre?
—Sí. Lo he visto demasiadas veces en retratos.
Contrario a lo esperado, Edler respondió con calma.
—Sé que estás atado a este mundo por tu odio. Pero sabes que poseer un cuerpo sin permiso… puede destruir tu alma.
—No me importa. Si puedo vengar mi sufrimiento, lo aceptaré.
—Qué necio.
La tensión entre ellos era sofocante. Ries no se atrevía a intervenir.
Pero escuchaba todo. Y las palabras de Edler lo llenaban de repulsión.
Aquel que había maltratado a Justin ahora hablaba de injusticia.
Edler lo notó.
Sonrió con malicia.
—Pensé que mi hermano era un inútil… pero esto no está mal. No sabía que ese chico tenía algo que proteger.
Su sonrisa se deformó. Sus ojos ardían de odio.
Se curvaba, se retorcía, se desfiguraba.
Ya no parecía humano.
—¿Qué hará si te mato? ¿Me odiará? ¿Llorará? ¿Te culpará por dejarlo solo? ¡Jajajaja! ¡No, no! ¡Yo ya lo sé!
Edler abrió los brazos y gritó:
—Su rabia lo consumirá. Su odio lo devorará. Maldecirá a un muerto… y se ahogará en su dolor. Porque él es como yo. ¡Y entonces, mi venganza se habrá cumplido!
Su boca abierta, sus ojos dilatados… brillaban de júbilo.
Se regocijaba en el sufrimiento que esperaba provocar en su propio hijo.
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♥ Gracias ♥
Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥