El gato está en huelga - Capítulo 78
—¡Hiiik!
¡Clang! Ante la aparición inesperada del culpable, el mayordomo se quedó paralizado. El caballero no perdió la oportunidad: lo encerró sin miramientos tras los fríos barrotes.
Solo tardó un instante en comprender su situación. Al verse solo con el traidor, el mayordomo se aferró desesperadamente a la reja.
—¡Caballero! ¡Déjeme ver al duque! ¡Sé cosas que nadie más sabe…!
Su súplica resonó en la celda, pero el caballero que lo había traído no mostró ni una pizca de interés. Se marchó sin mirar atrás.
¿Suerte o desgracia? El escenario que el mayordomo temía no se cumplió.
Porque pronto, otros compartieron su destino. Desde sirvientes que encubrían sus actos sospechosos, hasta cinco vasallos implicados en la malversación de fondos: todos fueron encerrados.
La celda, antes silenciosa, se llenó de voces… en el peor sentido.
—¡Todo esto es culpa del conde! ¡Nos prometió que solo necesitábamos ganar tiempo! ¡Y ahora esto! ¡Perdimos los libros más importantes! ¡Nunca debimos aliarnos con usted!
Algunos buscaban culpables con furia.
—¡¿Hay alguien afuera?! ¡Pagaré lo que sea! ¡Solo déjenme ver al duque una vez más! ¡Esto es un error! ¡Soy inocente!
Otros se aferraban a una esperanza miserable.
—Jejeje… se acabó… el duque sediento de sangre no me dejará vivir…
Y otros, recordando viejos rumores, se hundían en la desesperación.
Aquellos que alguna vez se enorgullecieron de servir a la casa Laufe, que incluso soñaron con ascender más alto, ahora eran una sombra patética de lo que fueron.
En medio del caos, el conde Averitt comprendió la verdad.
‘Se acabó.’
Ni siquiera tenía fuerzas para enfurecerse con el plebeyo que lo traicionó.
Aunque los libros y documentos habían sido entregados, lo que más lo perturbaba era la velocidad con la que lo habían atrapado.
Estaban investigándolo desde antes. Incluso sin los libros, lo habrían descubierto tarde o temprano.
‘Ese monstruo…’
Las piernas le fallaron. Cayó sobre la cama de hierro, que crujió peligrosamente.
Hace solo unos minutos, planeaba cómo escapar. Ahora, su mente estaba vacía. Como si estuviera atrapado en un laberinto sin salida.
Había estado tan cerca de alcanzar la estrella que siempre deseó… y ahora, solo quedaba el abismo.
Ni siquiera escuchaba los insultos de los otros prisioneros.
Entonces…
—Qué injusto…
Un aire helado rozó sus dedos. Una voz húmeda como niebla susurró en su oído.
—Qué injusto… qué injusto…
Otra vez. Pensó que era una alucinación, pero su piel se erizó.
—Al final, tú también acabaste como yo…
La voz le hablaba directamente. Averitt se levantó de golpe.
—¿Qui-quién eres?
Sus manos y pies se congelaban. El aire en la celda se volvió insoportable.
Miró a su alrededor, desesperado. La voz respondió
—¿No es injusto, hermano? Mi esposa, yo… y ahora tú… todos destruidos por esa sangre maldita…
Se quedó inmóvil. Murmuró, incrédulo:
—¿Hermano? ¿Eres tú…?
No. No podía ser.
Negó con fuerza. Estaba perdiendo la cabeza. Encerrado, esperando el juicio de su sobrino… era natural que su mente colapsara.
Su hermano estaba muerto. Él mismo ordenó recoger el cadáver. Lo vio con sus propios ojos.
Así que esa voz… era una alucinación. O una burla de Justin.
—Ese chico te odia… Averitt Laufe, pobre hermano mío. Una vez atrapado, nunca escaparás de sus garras.
Pero la voz no se detenía. Aquella voz que alguna vez añoró, ahora sonaba como la de un demonio.
—Pasarás el resto de tu vida en esta celda helada. Tu piel se desgarrará por el frío, enfermarás, sufrirás… y morirás solo.
—¡No, no! ¡Prefiero morir antes que eso!
—¿Morir? Averitt, hermano mío… no tienes el valor. Siempre fuiste un cobarde. ¿Aún no te conoces?
Averitt se tapó los oídos, pero la voz seguía.
—Tu esposa, tu hijo… se dispersarán sin saber si estás vivo. Cada día, te contaré cómo se marchitan, cómo se acercan a la muerte.
Era una maldición. Y parecía tan real…
Averitt, temblando, gritó
—¡¿Hay alguien ahí?! ¡Escucho cosas! ¡Alguien se ha colado! ¡Me quieren matar!
Los guardias acudieron, pero no encontraron nada. Solo le advirtieron que no causara más alboroto.
Cuando se fueron…
—Pobre… tan pobre…
La voz volvió. Averitt temblaba sin control.
—¿Qué hice mal, hermano? ¿Por qué me haces esto?
Gritó con voz quebrada. La celda, ahora silenciosa, se llenó con la voz de aquel que creía perdido.
—¿Mal? Tú nunca me hiciste daño. Eres mi único hermano.
—Entonces… ¿por qué?
—Averitt, Averitt… mi tonto hermano. Todo esto es culpa de Yustin. Ese hijo maldito te tendió una trampa.
Se quedó rígido.
Pensándolo bien… tenía sentido. Perdió el poder, la libertad, la dignidad… todo por culpa de ese chico.
—Durante años, te maldijo. Ocultó su cuchillo. Tu desgracia, mi desgracia… todo viene de él.
—Justin…
La chispa del odio se encendió. Y creció con rapidez.
Sus ojos inyectados en sangre buscaban a Justin más allá de los barrotes.
—Nos arrastró al infierno… y ahora quiere ser feliz. ¿Cómo se atreve?
—¡Justin! ¡JUSTIN!
La rabia lo consumía. Se arañó con uñas rotas, sin sentir dolor.
—Por su culpa… yo…
Se tambaleó hacia los barrotes.
Sus ojos brillaban con locura. Las venas de su frente y cuello se marcaban como raíces.
El mayordomo, en la celda opuesta, se escondió con miedo.
Antes, lo habría molestado. Ahora, ni lo veía. Era menos que una piedra.
Porque ahora, tenía una voz que le mostraba el camino.
—Matemos a Justin Laufe. Yo te ayudaré, Averitt.
Sí. Debía matarlo. Apretó los barrotes con fuerza.
¡Crack! El metal se dobló en su mano.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Ries dudó de lo que acababa de oír.
‘¿Un hada?’
¿Qué tontería era esa? Se sacudió las orejas con la pata trasera, reflejo de su confusión.
Pero quien lo dijo parecía convencido. Increíble.
¿Malinterpretaron su reacción como interés? Melissa empezó a contar la historia sin que nadie se lo pidiera.
—Anoche, una sirvienta que se escapó sin cubrir sus huellas… vio algo en la mansión…
En resumen
Una sirvienta que salió a escondidas vio a Ries y a Sepite.
—Uuuuuff…
—¿Acaba de suspirar? ¡Qué adorable!
Le dolía la cabeza.
Que los vieran, bueno. Pero que lo creyeran sin dudar, y que lo contaran como rumor…
‘¿Será que la criatura está haciendo honor a su nombre?’
Sabía que lo observaban más últimamente. Después de todo, se había colado en la reunión. Era natural que causara curiosidad.
Pero aun así…
‘¿Un hada?’
Ver un peluche flotando y pensar en hadas… era absurdo.
¿Será por vivir en un mundo de fantasía? A veces, sus ideas eran muy creativas.
‘Yo habría pensado que estaba poseído y lo habría tirado.’
¿Debería sentirse aliviado? Aunque le incomodaba, era mejor que lo llamaran demonio.
Miró a Sepite, que no se movía.
Entonces, sintió algo extraño. Ries giró hacia la puerta.
Sus pupilas se dilataron. Su cola se erizó.
Los tres caballeros se pusieron en alerta.
¡Creeeak! La puerta se abrió sin tocar. Melissa desenvainó su espada.
—No está aquí… qué problema.
Al otro lado, apareció alguien que no debía estar allí.
Melissa dio un paso atrás y apuntó con la espada.
—Conde Averitt. ¿Cómo llegó hasta aquí?
Averitt Barmark. El hombre que creían encerrado… estaba allí.
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♥ Gracias ♥
Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥