El gato está en huelga - Capítulo 77

La noche en que Ries escuchó aquella verdad devastadora, sus pensamientos se desbordaban sin cesar… pero su cuerpo, fiel a sus instintos, lo traicionó y cayó en un profundo sueño.

 

Cuando volvió a abrir los ojos, muchas cosas ya habían ocurrido.

 

Justin había revisado cuidadosamente los libros y documentos que encontró sobre su escritorio. En ellos descubrió todas las fechorías que el conde Averitt había cometido bajo el título de regente, así como los crímenes de los vasallos que lo habían apoyado en secreto.

 

Ketir, que ya llevaba tiempo investigando por su cuenta, completó la tarea antes de que el sol alcanzara su punto más alto. Los culpables fueron desenmascarados sin escapatoria.

 

—¡¿Qué están haciendo?! ¡Suéltenme! ¡¿Cómo se atreven a ponerme las manos encima sabiendo quién soy?!

 

—Es una orden directa del duque. Debe cooperar con la investigación hasta que se aclaren los cargos.

 

—¿Cargos? ¡¿De qué se me acusa?! ¡Llamen a Justin! ¡Quiero hablar con él directamente! ¡Justin! ¡Justiiin! ¡Esto es un malentendido! ¡Escucha a tu tío!

 

Desde no muy lejos, se oían gritos desgarradores, como si estuvieran sacrificando a un cerdo. Luego, unos cuantos golpes, y el sonido se fue apagando poco a poco. Al parecer, el conde había sido arrastrado tras resistirse.

 

Tal como se esperaba, Averitt había sido sorprendido mientras dormía. Su voz, llena de pánico y incredulidad, resonaba por todo el castillo.

 

Gracias a eso, la mansión ducal se convirtió en un caos desde temprano. Desviar fondos de la familia y falsificar documentos era un crimen grave. Y si además se hacía en grupo, con media docena de vasallos implicados, no era algo que pudiera resolverse con facilidad.

 

Muchos de los altos cargos que habían pospuesto su regreso tras la reunión de ayer estaban presentes. La revelación del escándalo ocurrió justo cuando todos estaban reunidos.

 

—Ya despertaste.

 

Justin solo tuvo tiempo para saludar antes de marcharse a la reunión. Era evidente que la situación requería su atención inmediata.

 

—Te debo otra vez. Tengo muchas preguntas, pero… las dejaré para después. No dejaré que tu esfuerzo sea en vano.

 

Que se quedara a su lado hasta que despertara, que se tomara el tiempo para agradecerle… todo eso era muy propio de Justin.

 

‘Aunque… claro que lo descubrió.’

 

Ries sabía que lo descubrirían. Que aparecieran documentos de la nada era sospechoso. Pero lo que le sorprendía era que Justin los aceptara sin dudar, y que le agradeciera con tanta sinceridad.

 

Mientras se estiraba sobre la cama, sintió una mirada persistente.

 

—…

 

Melissa.

 

Desvió la mirada con incomodidad. Era como si los errores del pasado se le presentaran de golpe.

 

Por suerte, Justin no la había castigado severamente. Pero parecía decidida a redimirse, su expresión era rígida, su postura impecable.

 

Ries, que también había sido parte del problema, se sintió incómodo.

 

Se acercó a Melissa. Normalmente, habría mostrado con entusiasmo que quería caricias, pero esta vez solo le lanzó una mirada cargada de nostalgia.

 

—¡Nyang! ¡Miauuuuu!

 

Le mostró la almohadilla rosada de su pata, agitándola con gracia. Como era de esperar, Melissa quedó hipnotizada.

 

Su rostro se contrajo. Con voz temblorosa, dijo

 

—Señor Ries… que alguien tan inútil, torpe, tonta y sin valor como yo reciba este adorable consuelo…

 

Cerró los ojos con fuerza. Al abrirlos, su expresión era solemne.

 

—Esta vez no fallaré. Protegeré a Ries con todas mis fuerzas. ¡Ni una hormiga se acercará!

 

Apretó los puños con determinación. Luego, murmuró

 

—…¿Podría posponer el honor de tocar su patita hasta que cumpla con mi deber?

 

Por favor. El ruego era tan evidente que parecía que lo había dicho en voz alta.

 

Ries asintió con generosidad. Una disculpa sincera merecía tiempo.

 

Los dos caballeros asignados como escoltas miraban a Melissa con cara de resignación. Pero parecía que ya estaban acostumbrados.

 

‘Hay más que antes.’

 

Ries observó a los nuevos escoltas. No los conocía, pero si Justin los había elegido, debían ser de confianza.

 

Era evidente que Justin le pedía, sin decirlo, que esta vez no escapara. Que confiara y esperara.

 

‘No pensaba irme de todos modos.’

 

Ayer fue una excepción. Hoy, solo quedaba esperar que todo se resolviera bien. Se sentía un poco avergonzado.

 

Volvió a la cama y se acomodó en la clásica postura de “pan de gato”. La tranquilidad lo envolvió.

 

Pero los pensamientos seguían fluyendo. Recordó los ojos cálidos de Justin, y la conversación con Sepite.

 

Edler Laufe. El anterior duque. El padre de Justin. Y probablemente… uno de sus verdugos.

 

Solo lo había visto una vez, pero el recuerdo lo inquietaba. Que viviera en la misma mansión que Justin era perturbador.

 

Sepite tampoco parecía feliz al recordarlo. Ries lo tocó con la pata, como si buscara consuelo.

 

—Lo sabía…

 

—El espíritu… como dicen los rumores…

 

Una voz susurrante interrumpió sus pensamientos. Ries giró la cabeza.

 

—¿Meow?

 

¿Estaban hablando de él?

 

Dos caballeros cuchicheaban, cubriéndose la boca. Al notar su mirada, se quedaron rígidos.

 

Ries saltó de la cama y comenzó a caminar lentamente. Los humanos tragaban saliva con nerviosismo.

 

Melissa intervino para calmar la situación.

 

—Señor Ries, no se ofenda. Estos idiotas son más torpes que yo, pero no son tan malos como para hablar mal de usted.

 

¿Defensa o insulto? Difícil saberlo. Además, Ries no estaba ofendido.

 

—Desde esta mañana, hay un rumor extraño entre los sirvientes y caballeros.

 

‘¿Rumor?’

 

Ries prestó atención. Sus orejas se alzaron.

 

—Dicen que el peluche que lleva Ries… ¡es en realidad un hada!

 

—¿?”

 

¿Acababa de oír una tontería?

 

Miró a Melissa y a los caballeros. Y entonces lo entendió.

 

…Lo decían en serio.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

—¡Maldita sea!

 

Averitt golpeó el suelo con furia. La celda era tan estrecha que ni siquiera tenía algo que lanzar.

 

No podía quedarse quieto. Caminaba de un lado a otro. Sus uñas, ya desgastadas, sangraban.

 

‘¿Cooperar con la investigación? ¡Patrañas! ¡Ya me tratan como un criminal! ¡Seguro que Justin tiene los libros…!’

 

La noche anterior, intentó borrar todas las pruebas.

 

Desvió fondos, financió negocios ilegales, organizó apuestas con nobles, vendió cargos por dinero…

 

La lista era larga. Pero pensaba que podría ocultarlo todo.

 

Sus vasallos le ayudarían. Solo necesitaba un día para engañar a Justin.

 

Pero se quedó dormido.

 

Y al despertar, sintió una extraña sensación de frescura… y supo que todo había terminado.

 

—¡No están! ¡Maldita sea! ¡¿Dónde están?!

 

Los documentos habían desaparecido. Como si los hubiera robado un fantasma.

 

Intentó huir, pero ya era tarde. Los guardias lo atraparon antes de que pudiera escapar.

 

Ahora, estaba encerrado. Esperando el juicio de su sobrino.

 

Mordió sus uñas otra vez. Sangre.

 

‘¿Mis aliados me ayudarán? No. Esos parásitos solo piensan en sí mismos. Me abandonarán.’

 

Los había elegido por ser como él. Pero no quería admitirlo.

 

Aun así, había una posibilidad.

 

‘El mayordomo. Tal vez él pueda ayudarme.’

 

Era un plebeyo que había ascendido gracias a Averitt. Si él caía, el mayordomo también.

 

Podría convencerlo. Escapar juntos.

 

Entonces, la puerta se abrió con estruendo. Se oyeron pasos.

 

—¡¿Cómo pueden tratarme así?! ¡Yo fui quien entregó los libros al duque!

 

Una voz que no debía oírse. Diciendo cosas que no debía decir.

 

Averitt se acercó a los barrotes.

 

—¡Ese maldito traidor! ¡¿Cómo se atreve a traicionarme?!

 

Gritó con rabia. Su última esperanza se había convertido en un perro sarnoso.