El gato está en huelga - Capítulo 66

Ries dudó un momento y luego giró la cabeza hacia Melissa. Más exactamente, hacia el peluche que sostenía en sus manos.

 

El “fantasma” del que hablaban era Sepite. Como había prometido no salir por las noches, no volverían a verse esas extrañas luces flotantes.

 

Así que Ries desvió la mirada. Los rumores se calmarían pronto, y no quería complicarse. Por suerte, los dos sirvientes se retiraron con una reverencia, sin insistir.

 

Ketir, sin embargo, se quedó mirando en la dirección por la que se habían ido, acariciándose la barbilla.

 

—Parece que esto se ha vuelto más grande de lo que pensábamos.

 

—Bah, no se preocupe. Esta mansión es enorme. ¿Qué tiene de malo convivir con uno o dos fantasmas?

 

—¿Qué clase de comentario es ese?

 

—¿Le dan miedo los fantasmas?

 

—…

 

—Bueno, no se desanime. Si aparece uno durante el paseo, ¡yo lo protegeré!

 

Ketir la miró, preguntándose cómo. Melissa sonrió y tocó la empuñadura de su espada.

 

—¡Lo cortaré!

 

—¿A un fantasma?

 

—¡Claro! Si le pongo suficiente energía, ¡seguro funciona!

 

Ketir suspiró. No respondía, pero ya se había dado cuenta de que Melissa era sorprendentemente constante.

 

Ries, mientras tanto, parecía escuchar su conversación… pero en realidad, prestaba atención a otra cosa.

 

—¿De verdad… no fue él?

 

—Shh. Si alguien nos oye…

 

—¿Quién va a…?

 

Con su agudo oído, Ries captó fácilmente la conversación de los dos sirvientes que se habían ido. No era agradable, así que pensaba ignorarla… hasta que escuchó una palabra.

 

—¿No será culpa del duque? Dicen que está maldito. Antes de que llegara, no pasaban estas cosas…

 

Esa frase resonó con claridad.

 

Algo se rompió dentro de Ries. Lo entendía: estaban asustados, buscaban explicaciones.

 

Pero…

 

‘¿Por qué lo dicen tan fácil?’

 

Le ardía el pecho. Esa frase, cargada de miedo y reproche, lo hizo hervir.

 

¿Sufrir por una maldición heredada era un crimen? ¿No sabían que sus palabras podían herir profundamente?

 

No podía soportarlo más.

 

Con los dientes apretados, corrió por el pasillo. Melissa gritó sorprendida, pero él no se detuvo.

 

Al girar la esquina, vio a los dos sirvientes. Sorprendidos por su aparición, temblaban. Ries golpeó el suelo con su pata.

 

—¡Nyaaaak!

 

¡Eso lo hago yo!

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

¿Y qué pasó después?

 

Salió a “cazar fantasmas”. En plena noche.

 

Ries recordaba la mirada preocupada de Justin al despedirse.

 

—Me preocupa dejarte ir solo… Pero si voy contigo, solo estorbaré. Ten cuidado.

 

Le pidió que mirara por dónde pisaba, que no se alejara de Ketir, y que no volviera demasiado tarde.

 

Aunque…

 

‘No estoy solo.’

 

Ketir, Melissa, y los dos sirvientes que pidieron ayuda estaban con él. Pero el ambiente no era precisamente armonioso.

 

—Me… Melissa, ya dije que lo siento…

 

—¿A mí?

 

—Ugh…

 

Desde que se reunieron, Melissa no dejaba de fulminarlos con la mirada. Los dos se encogían como insectos.

 

Pronto, sus miradas se dirigieron a Ries. Él los ignoró sin dudar.

 

‘Se lo merecen.’

 

Cuando aceptó ayudarlos, Melissa los interrogó. Y ellos, débiles de carácter, confesaron lo que habían dicho.

 

—Ries es una criatura sagrada. Y adora al duque. ¿Por qué creen que corrió hasta aquí?

 

Sus caras de terror eran inolvidables. Desde entonces, Melissa no los perdonó.

 

Buscando ayuda, miraron a Ketir. Pero él tampoco parecía dispuesto a defenderlos.

 

‘No tiene cabeza para eso.’

 

—Uff… Respira, Ketir. No hay fantasmas. No hay… ¡Maldita sea, no puedo calmarme!

 

Con las manos juntas y los ojos cerrados, murmuraba sin parar. En sus manos, sostenía un ajo fresco.

 

‘¿Por qué…?’

 

¿Lo había traído por superstición?

 

Ries pensó en explicarle que todo era una farsa para proteger la reputación de Justin. No habría fantasmas reales.

 

Pero no tenía cómo decírselo. Miró su pata y luego a Ketir con compasión.

 

Aunque estuviera en su sano juicio, tampoco habría defendido a los sirvientes.

 

‘Estaba furioso.’

 

No lo dijo, pero en su momento, Ketir también los presionó con la mirada.

 

—Lo-los llevaremos al lugar donde apareció el fantasma…

 

Al final, los dos sirvientes guiaron al grupo. Al menos estaban callados.

 

Ries repasó su objetivo: fingir que exorcizaba al “fantasma de fuego” que se había vuelto famoso. Para eso, necesitaba algo esencial.

 

Miró lo que llevaba en la boca. Sepite, colgando sin fuerzas, murmuraba

 

—Maldita sea. Otra vez con tu saliva…

 

Ries apretó un poco más. ¡Se cepillaba los dientes todos los días!

 

—¿Eh? ¿Alguien habló?

 

Pero ese murmullo fue captado por Melissa, que tenía un oído excepcional.

 

—No diga cosas raras.

 

—Estoy segura de que oí algo… Bueno, lo dejaré.

 

Melissa miró alrededor, pero no encontró nada. Ketir, al ver que Ries estaba bien, suspiró aliviado.

 

‘Lo usaré como detector de fantasmas.’

 

¿Debería sentirse ofendido?

 

Mientras lo pensaba, llegaron al lugar.

 

—¡Aquí fue!

 

—Yo también lo vi aquí.

 

Era la cocina. En la oscuridad, parecía más siniestra. Melissa iluminó con su linterna, pero no había nada.

 

—Parece que no hay nada.

 

—Hmm… ¿Vamos a otro lugar?

 

Ketir se relajó. Melissa se decepcionó.

 

Ella hizo una señal a los sirvientes para que guiaran a otro sitio. Pero Ries no quería alargar la farsa.

 

Se adelantó.

 

—¿Eh? ¿Ries? ¿Hay algo ahí?

 

Melissa intentó seguirlo, pero Ries la detuvo con una patada. No quería que se acercara demasiado.

 

La tensión creció. Si la criatura sagrada actuaba extraño, algo debía haber.

 

Melissa, convencida de que podía cortar fantasmas, estaba lista. Los demás… temblaban.

 

‘Perfecto. Así debe ser.’

 

Ries olfateó el aire. Caminó lentamente por la cocina, tocando cosas con la pata. Era parte del espectáculo.

 

Y cuando encontró un rincón oculto, dejó a Sepite allí discretamente.

 

Entonces, gritó

 

—¡Nyaung!

 

¡Paf! Una luz azul estalló frente a él.