El gato está en huelga - Capítulo 62

El conde frunció el ceño y guardó silencio por un momento. Parecía molesto por la actitud indiferente y firme de Ketir, que no cedía ni una palabra.

 

Pero su incomodidad duró poco. Como si tuviera otro objetivo en mente, sus ojos brillantes se volvieron de nuevo hacia Ries.

 

—Fue más violento de lo esperado, pero considerando quién es su amo, se entiende. Tendré que hablar seriamente con mi sobrino. Es hora de educarlo como corresponde, por el bien de la familia.

 

—Conde…

 

Finalmente, el rostro de Ketir se tensó. Averitt sonrió con suficiencia, se inclinó y extendió la mano, como si estuviera seguro de que sería aceptada.

 

—Por muy sagrado que sea, sigue siendo un animal. Si se le educa bien, no se atreverá a rebelarse. Ya que pronto se celebrará la reunión de vasallos, propondré oficialmente su entrenamiento y participaré personalmente en…

 

—¡Gah!

 

No terminó la frase. Ries saltó y le arañó la mano sin piedad.

 

Las garras estaban bien afiladas, y tres líneas rojas se dibujaron con precisión en el dorso de la mano del conde. Ketir suspiró con tono seco.

 

—Habría sido útil que se informara antes de acercarse. Ries tiene una inteligencia notable. Reconoce de inmediato a quienes hablan mal de él. Así que…

 

Ketir hizo un gesto con la cabeza, con una expresión casi divertida.

 

—Eso significa que lo ha ganado usted a pulso.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

—Ugh…

 

Ries sacudió la pata que había usado para arañar al conde, luego la frotó contra el suelo. Le molestaba tener su sangre encima.

 

Aunque ver la mano ensangrentada del conde no le desagradaba del todo.

 

Averitt presionaba la herida para detener el sangrado, intentando sonreír. Pero era evidente que la sonrisa era forzada, sus cejas temblaban y sus labios se torcían.

 

—¿Está bien, conde? Está sangrando…

 

—Je, je… Estoy bien. Como dijo el señor Ketir, es más inteligente de lo que pensaba. Olvidé lo temperamental que es.

 

Intentaba parecer amable, pero sus ojos rojos, tan distintos a los de Justin, hervían de ira y codicia.

 

Ries desvió la mirada y se escondió detrás de las piernas de Ketir. Se oyó un crujido de dientes.

 

—Tengo asuntos que atender. Dígale a mi sobrino que pronto iré a verlo.

 

—Por supuesto. Le informaré de nuestra conversación… y del incidente que acaba de ocurrir, sin omitir detalles.

 

—…Hágalo.

 

Ketir miró la herida del conde con descaro. Su expresión era tan evidente que hasta un niño la entendería.

 

Averitt frunció el ceño, sintiéndose humillado, pero no dijo más. Se alejó rápidamente, consciente de que la escena había atraído demasiadas miradas.

 

—Pff.

 

Cuando el conde, con su cuerpo rechoncho, desapareció corriendo, Melissa soltó una carcajada. Ketir la miró, sorprendido.

 

—Parece que lo ha disfrutado.

 

—¡Claro! Ver al conde huyendo así… Mis amigos que sufrieron por él pagarían por ver esto.

 

Melissa se inclinó y sacó un pañuelo. Ries, entendiendo su intención, le ofreció la pata.

 

Ketir preguntó con curiosidad

 

—¿Tiene muchos amigos que lo detestan?

 

—Sí… No es precisamente amable con los subordinados.

 

Melissa limpiaba con cuidado la sangre de las garras de Ries. Aunque aprovechaba para acariciar sus almohadillas, Ries decidió dejarla hacerlo por ahora.

 

Lo que le interesaba era lo que Melissa había dicho sobre el conde.

 

—¿Por ejemplo?

 

—Bueno… Es voluble, cambia de humor fácilmente, grita mucho, se enfada por todo… Incluso hay quien dice que ha golpeado a sus empleados.

 

Un jefe terrible. Aunque no era sorprendente. Ries retiró la pata con discreción. Melissa hizo una mueca de decepción.

 

—Por eso me alegra que el duque haya regresado. Aunque da algo de miedo, al menos no nos trata mal… ¿O sí?

 

Melissa inclinó la cabeza, recordando cómo había sido lanzada como una muñeca de papel durante el entrenamiento.

 

Ketir también parecía recordar esa escena. Se frotó el entrecejo y murmuró resignado

 

—Eso… por favor, comprenda. Cuando se trata de Ries, el duque se vuelve muy intenso.

 

—Ah, Ries… Lo entiendo. Yo tampoco lo dejaría ni un segundo. Lo cuidaría como un tesoro.

 

Ries escuchaba con indiferencia. Al menos Justin no era un sirviente obsesionado.

 

Dejó de pensar en tonterías y se concentró. Mientras los humanos hablaban, Ries miró en dirección a donde había desaparecido el conde.

 

La razón por la que lo atacó no fue solo por sus palabras.

 

‘Sí, fue molesto.’

 

Hablar de educación, de animales, de domesticación… Todo era desagradable.

 

Pero lo que realmente lo motivó fue otra cosa.

 

Cuando enfocó la vista, vio fragmentos de maldición flotando sobre el cuerpo del conde.

 

Desde ese momento, había estado esperando el momento de golpearlo. Y cuando empezó a hablar tonterías, aprovechó.

 

‘Bien merecido.’

 

La herida en su brazo era un espectáculo satisfactorio. Ries se sintió orgulloso.

 

Había obtenido dos cosas importantes.

 

Primero: los fragmentos de maldición se extendían más de lo esperado. Justin estaba en el despacho, lejos de allí, y aun así el conde tenía maldición sobre él.

 

Eso significaba que podía recorrer la mansión y purificar libremente.

 

Segundo:

 

‘¿Maldición ilimitada?’

 

Había encontrado una fuente gratuita de fragmentos. Ries sonrió con malicia.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Hasta ese momento, Ries pensaba que su primer paseo había sido un éxito.

 

—…

 

Hasta que tuvo un encuentro inesperado.

 

Algo apareció de repente, paralizándolo y dejándolo en blanco.

 

Un vestido largo, cabello suelto, y un cuerpo azul translúcido. Era un fantasma.

 

‘¿No era zona libre de fantasmas?’

 

Pensaba que, al venir con Sepite, estaría a salvo. Pero su expectativa se rompió.

 

Tan pronto lo vio, corrió al despacho de Justin. Ni siquiera vio al mayordomo, que era su objetivo.

 

Al llegar, saltó al regazo de Justin. Este, sorprendido, comenzó a acariciarle la espalda.

 

—¿Qué le pasa a Ries?

 

—Ah. Se encontró con el conde durante el paseo. Dijo muchas cosas desagradables. Es normal que esté afectado.

 

—¿Detalles?

 

Aunque dudó un momento, Ketir pronto se recompuso y le contó todo con lujo de detalles.

 

Los ojos de Justin se oscurecieron.

 

—Ya veo… Así que dijo eso.

 

Ketir contuvo la respiración. Sabía que Justin se enfadaría, pero nunca lo había visto con una mirada tan fría y aterradora. El aire se volvió helado.

 

Melissa, que había entrado con ellos por accidente, pensaba

 

‘¡Qué miedo…!’

 

Tuvo que hacer un esfuerzo para no caer de rodillas. Sentía que la energía cortante de Justin la atravesaba.

 

Gulp. Tragó saliva, y el sonido la asustó aún más.