El gato está en huelga - Capítulo 59

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Ries miró de reojo a Justin. Si alguien debía sentarse en el suelo, ¿no era mejor que fuera él? Con esa ropa negra, cualquier mancha se notaría más.

 

—La ropa se puede lavar. No te preocupes.

 

‘Yo también puedo bañarme…’

 

Antes de que Ries pudiera protestar, Justin ya se había dejado caer sobre el suelo húmedo. Ketir seguramente se escandalizaría cuando se enterara.

 

‘Ya qué.’

 

Ries se sentó sobre la capa de Justin, como él quería. El aroma familiar lo envolvió.

 

Pasaron mucho tiempo bajo el viejo árbol. Aunque le sabía mal por Justin, Ries terminó acomodándose sobre sus rodillas.

 

La tela era suave y el musgo debajo bastante mullido, pero nada se comparaba con el regazo de Justin. Apenas se subió, sintió una paz reconfortante.

 

Justin parecía aún más satisfecho. Ya era todo un sirviente.

 

Ries escuchó más historias del pasado de Justin. Aunque intentaba elegir las menos dolorosas, la mayoría eran tristes.

 

No lo golpeaban, por miedo a que la maldición se les contagiara. Pero lo ignoraban por completo.

 

‘Eso también es abuso.’

 

El conde, su tío, también participaba. Ries decidió que la próxima vez que lo viera, le arañaría la cara.

 

—Ah.

 

Justin alzó la vista al cielo.

 

—Va a llover.

 

¿Llover? Ries olfateó el aire.

 

Había un olor húmedo, pero con el árbol encima y el musgo abajo, era difícil saber si era por la lluvia.

 

Además, el cielo estaba despejado, azul como crayón. No parecía que fuera a llover.

 

—…

 

Pero llovió. Y con fuerza.

 

Ries miró el cielo, desconcertado. Las nubes negras habían aparecido de repente.

 

Ahora entendía por qué todos decían que el clima del territorio era impredecible. Esto era demasiado.

 

Como si el clima cambiara con un parpadeo.

 

—No durará mucho.

 

—¿Meeow?

 

—Sí. Aquí el clima es así.

 

Justin, con Ries en su regazo, parecía tranquilo. Tal vez los locales eran diferentes.

 

Con el sonido de la lluvia como fondo, Ries rodó sobre sus piernas. Justin lo acomodó con cuidado.

 

Mientras acariciaba su pelaje, murmuró

 

—Sigue igual.

 

¿El qué?

 

Ries lo miró con ojos redondos. Entonces vio las hojas sobre la cabeza de Justin.

 

El viejo árbol bloqueaba toda la lluvia. El suelo bajo él estaba seco.

 

Era, literalmente, el lugar perfecto para refugiarse. Ries giró los ojos.

 

De niño, Justin debió refugiarse aquí solo. Seguro era más pequeño, más frágil. Ries imaginó su silueta débil.

 

—¡Nyaang!

 

Pero ahora no estaba solo. Deseaba que, cuando Justin recordara este árbol, no se viera solo en su memoria.

 

—…Tienes razón. Debo corregirme. Contigo a mi lado, ya no es igual.

 

Justin lo entendió perfectamente. Qué buen amo.

 

Y como todo buen amo, merecía una recompensa. Cuando intentó tocarle las almohadillas, Ries se las ofreció sin resistencia. Aunque la sensación del guante era extraña, era soportable.

 

Pasó un poco más de tiempo. La lluvia parecía disminuir.

 

—¡Achoo!

 

Ries estornudó. El aire estaba más frío de lo que pensaba.

 

—Vaya.

 

Justin también lo notó. Rápidamente recogió su capa.

 

¿Iba a cubrirlo? La tela era cálida, así que Ries se relajó, esperando el gesto.

 

—¿?

 

—Lo siento. Debí notarlo antes.

 

Y lo envolvió por completo. Incluso la cabeza. Ni un pelo quedó expuesto.

 

—¿Nyang? ¿Nya? ¡Nyak!

 

Y entonces…

 

Justin, con Ries envuelto en la capa, corrió bajo la lluvia.

 

‘Está loco.’

 

La boca triangular de Ries se abrió de par en par.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

—Este clima está loco otra vez.

 

—¡Mira cómo llueve! ¿Quién está tirando agua desde el cielo? Esto va para largo.

 

—Tsk, novatos. Esto se detiene en 30 minutos.

 

—¿Qué? Ni de broma.

 

—¿Apostamos?

 

—El perdedor paga las bebidas.

 

—¡Por fin beberé bien!

 

—¿Quién lo dice…? ¡Eh!

 

Un sirviente que había salvado la ropa de cama del diluvio sintió algo y giró la cabeza.

 

Algo se movía bajo la lluvia torrencial. Una figura negra, más alta que él, se acercaba lentamente.

 

—Oye, oye… ¿Qué es eso? ¿Viene hacia aquí?

 

—¡Ah! ¡Lo tiraste! ¿Por qué gritas… ¡Ah!

 

No era su imaginación. Otro sirviente, molesto por el susto, también se quedó sin palabras. Lo que se acercaba reveló su forma.

 

—¡Aaaah! ¡Un fantasma!

 

—¡Aaah…! ¿eh?

 

Justo cuando iba a huir, soltando la ropa, reconoció la máscara y los ojos rojos.

 

El visitante inesperado se fue sin decir nada. Los sirvientes se miraron.

 

—¿No pasó alguien?

 

—Tonto. Era el duque.

 

—…

 

—…

 

Guardaron silencio. Como si una tormenta hubiera pasado.

 

—¡Ah…! ¡Señor duque!

 

—Trae toallas secas.

 

Justin, empapado, causó revuelo. Más aún porque en sus brazos llevaba a un gato completamente seco.

 

Las sirvientas limpiaban el agua que él dejaba a su paso, murmurando.

 

—¿Viste eso? ¿Llevaba al gato?

 

—¿Así que lo de beber sangre de animales era mentira?

 

—¡Shh! ¡Estás loca? ¿Y si te oye?

 

—Sí. ¿No oíste lo de Tía? Repitió un rumor y Ketir la hizo llorar. Si el duque se entera, podrías perder la cabeza.

 

Aunque hablaban a escondidas, temblaban al imaginar las consecuencias.

 

Pero todas estaban seguras de algo, el nuevo amo de la casa adoraba a su gato.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

‘¿Están hablando de mí?’

 

Las orejas de Ries picaban.

 

Se las sacudió y miró a Justin. Él se secaba con una toalla larga. Ries sospechaba que los sirvientes eran los culpables.

 

Tal vez todos hablaban de lo mismo.

 

‘Por cierto…’

 

Ries lo miró con desconfianza.

 

Envuelto en la capa de Justin, estaba completamente seco. Solo las patas tenían algo de humedad, y eso porque Justin las había limpiado con un pañuelo húmedo.

 

Miró por la ventana. La lluvia, que hace poco caía como una cascada, había cesado.

 

‘¿Entonces por qué se mojó?’

 

Justin había dicho que la lluvia se detendría pronto.

 

Y aun así, corrió bajo ella, empapándose. Qué ironía.

 

Fue una acción imprudente y contradictoria, pero Ries no podía reprocharle. Lo hizo porque pensó que Ries tenía frío.

 

—¿Ya estás mejor?

 

Pero Justin no parecía preocuparse por sí mismo. Solo se centraba en avivar el fuego de la chimenea.

 

El aire ya estaba cálido. Ries suspiró y se acercó, empujando su pierna.

 

—¿Ries?

 

—¡Meoooow! ¡Nya!

 

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