El gato está en huelga - Capítulo 55

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¿Cómo empezar a explicar?

 

¿Por qué decidió regresar al territorio del duque, sabiendo que no sería bien recibido?

 

No fue un impulso momentáneo. Justin conocía su situación mejor que nadie.

 

Sabía que su vida se marchitaría pronto, y por eso evitaba conflictos innecesarios, sin importar con quién. Esa fue la razón por la que vivía prácticamente encerrado en la mansión de la capital.

 

Era duque solo por ser el heredero directo. Cuando muriera, el título pasaría a su único pariente: su tío.

 

Por eso no le importaba que ese tío tuviera ojos y oídos en la mansión, ni que manejara la casa a su antojo…

 

Pero todo cambió cuando llegó Ries.

 

‘No puedo protegerlo solo.’

 

Cuando los sirvientes comenzaron a decir que Ries era un espíritu sagrado, Justin comprendió que no podría mantener esa rutina por mucho tiempo.

 

Y Ries…

 

‘No es una criatura cualquiera.’

 

Recordó aquella noche de luna llena. Si se descubría la verdad, Ries se convertiría en el centro de una tormenta.

 

En ese momento, Justin hizo lo único que podía, eliminar a los espías para retrasar la llegada de la noticia a su tío.

 

Pero con el tiempo, controlar la información sería imposible. Justin no tenía el poder que correspondía a su título.

 

Después de tanto tiempo en el fango, Ries era la única luz que había corrido hacia sus brazos. No quería perderlo. Ese deseo lo llevó a imaginar el peor escenario.

 

‘¿Y si empiezan a codiciarlo?’

 

Si no cambiaba, no podría protegerlo. Por eso decidió recuperar todo lo que debía ser suyo.

 

Pero no quería contarle todo eso a Ries. Temía que esa carga emocional lo abrumara.

 

Al filtrar ese tema, solo quedó una cosa que quería decirle

 

—Gracias.

 

Ries dejó de ronronear y lo miró con sus ojos redondos. No entendía por qué le agradecía.

 

Justin sonrió levemente. Aunque la máscara lo ocultara, sentía que Ries lo entendería.

 

—Eres… el primero. El único que se ha puesto de mi lado frente a mi familia.

 

—¡Nyak! ¡Miauu!

 

—…Ojalá pudiera entender lo que dices.

 

—…

 

El maullido se desvaneció. Justin deseaba poder leer esa pequeña mente.

 

Pero lo sentía. Esa respuesta era una promesa, seguiría estando de su lado.

 

Ries siempre había sido así. Lo acompañaba en las noches solitarias, le enseñó lo que era el afecto, y le dio una rutina normal, como un brote de esperanza.

 

—…Me alegra que seas tú quien me regale todos esos “primeros” inolvidables.

 

Lo susurró con sinceridad. Ries agitó las orejas, como si pensara en algo extraño.

 

Era tan adorable que Justin no pudo resistirse. Lo acarició sin medida, desordenando todo su pelaje.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Mientras tanto, Ries, sin tener idea de lo que pensaba su amo…

 

‘Ugh, mi pelaje está hecho un desastre.’

 

Se lamentaba por los mechones desordenados. Juró que castigaría a Justin con una buena sesión de cepillado, sin saber que para él sería una recompensa.

 

Aun así, su cola se movía alegremente.

 

‘Aunque habló raro…’

 

Sabía que Justin había dicho cosas bonitas.

 

‘¿Primeros? Qué presión.’

 

Pero la satisfacción pronto cubrió cualquier queja.

 

—Prrrrr. Prrrr.

 

Si él mismo lo había admitido, como mascota, debía asumir la responsabilidad.

 

Además, el ambiente hostil de la mansión y la actitud del conde lo hacían sentir compasión por Justin.

 

‘Tal vez debería ayudarlo a ganarse a los demás.’

 

Ries lo pensó seriamente.

 

Si los miembros de la casa se daban cuenta de que el duque también tenía humanidad, el ambiente cambiaría.

 

Pero eso sería después. Ahora había algo más importante.

 

Ries había purificado, sin querer, el fragmento de maldición que habitaba en el cuerpo del conde.

 

‘Era más grande y más oscuro que el de Diana.’

 

Tal vez la maldición de Justin había mejorado. Con el corazón latiendo con fuerza, abrió los ojos.

 

Como sus habilidades de raza felina se habían fortalecido, podía observar la maldición sin esfuerzo. Pero seguía siendo densa y dolorosa a la vista.

 

Aun así, no era momento para desanimarse. Ries se soltó de las caricias de Justin y saltó.

 

—…¿Ries? ¿Qué pasa?

 

—¡Nyang! ¡Nyang nyang nyang!

 

Saltó y tocó la máscara con la pata. Luego volvió a saltar y la tocó de nuevo. Era un gesto suave, casi tímido.

 

No quería que Justin pensara que lo golpeaba. Por suerte, el mensaje fue claro.

 

—¿Quieres que me quite la máscara?

 

—¡Nyak!

 

—…Está bien.

 

La duda duró poco. Justin se la quitó, y Ries examinó con atención las venas negras que antes lo habían impactado.

 

—…¿Ries?

 

—¡Muuung!

 

Su mirada era tan intensa que Justin no sabía qué hacer.

 

Pero no encontró cambios. Su cola cayó, desanimada.

 

‘Es cierto.’

 

Las venas negras no solo estaban en su rostro. Ries se aferró al guante de Justin.

 

—Espera, Ries. Podrías lastimarte.

 

—¡Meeeow!

 

—Está bien. Lo haré yo. ¿Quieres que me quite el guante?

 

—¡Miau!

 

Justin se lo quitó sin dudar.

 

Ries agarró su mano desnuda y la examinó con fervor. Y entonces…

 

—¡Nyaaaak! ¡Nyak! ¡Nyaang!

 

Saltó como un resorte. Justin se sorprendió.

 

Casi le da un cabezazo. Corrió por la habitación, incapaz de controlar la adrenalina.

 

Se detuvo justo cuando Justin fruncía el ceño, preocupado. Ries saltó y golpeó su cuerpo con la cabeza.

 

—¡Ugh!

 

—¿Meow?

 

El golpe fue fuerte. Justin gimió.

 

‘¿Es más fuerte de lo que pensaba?’

 

Ries reconsideró su opinión sobre el conde. Ahora entendía por qué se desmayó.

 

—Meeeow…

 

Le frotó el abdomen con la pata, esperando que el toque de gato fuera curativo.

 

Justin se recuperó pronto. Como era de esperarse de alguien que derrotaba a asesinos en segundos.

 

‘No, espera.’

 

Ries debía contarle la buena noticia. Agitó sus patas en el aire, aún abrazado por Justin.

 

—Ries. ¿Por qué estás…?

 

—¡Meeow meeow!

 

Una de sus patas tocó la mano de Justin. Ries la agarró con fuerza.

 

—¡Meow! ¡Meooow! ¡Nyak nyak!

 

‘Aquí. Mira aquí. ¡Tus dedos!’

 

Con toda su energía, logró que Justin notara el cambio.

 

—¡Nyaang!

 

Las venas negras que antes cubrían sus dedos… se habían reducido.

 

Justin observó su mano por mucho tiempo. Se quitó el otro guante, vio lo mismo, y acarició la piel limpia.

 

Cada gesto mostraba su emoción. Ries se preguntaba qué pensaba.

 

¿Estaba feliz por la mejora? ¿O recordaba el dolor del pasado?

 

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