El gato está en huelga - Capítulo 54

Mientras Ries se sumía en sus pensamientos, los demás comenzaron a moverse como si un hechizo se hubiera roto.

 

Por ejemplo, el mayordomo jefe que corrió hacia el conde.

 

—¡¿Qué ha hecho, señor duque?!

 

El conde, aún en el suelo, apenas se estremecía de vez en cuando. Justin, con Ries en brazos, lo observó con calma.

 

—Parece que se desmayó por la presión arterial.

 

—¡No, fue su gato quien—!

 

—No creo que un salto repentino lo haya dejado inconsciente.

 

—¡No estoy aquí para escuchar juegos de palabras! ¡Esto requiere una disculpa formal!

 

El mayordomo gritaba, protegiendo al conde como si fuera un escudo humano. Ries lo observó con atención.

 

—Vaya, parece que no se encuentra bien…

 

Justin murmuró con tono casual. El rostro del mayordomo se tornó rojo de ira, pero…

 

—¡Oh, esto es grave! ¡La maldición debe estar empeorando, señor duque!

 

Con el apoyo oportuno de Ketir, se quedó pálido. Tan pálido que retrocedió lentamente, como si temiera que Justin se le acercara.

 

Gracias a eso, Justin pudo entrar tranquilamente en la mansión.

 

‘Oh.’

 

Ries, en sus brazos, apoyó sus patas delanteras sobre su hombro y observó todo con curiosidad. El mayordomo gritaba, Ketir respondía con astucia, y el conde seguía sin reaccionar.

 

‘Ya está purificado.’

 

La niebla negra había desaparecido por completo del cuerpo del conde. Al parecer, los golpes también servían para purificar la maldición.

 

‘Y yo que solo estaba enfadado…’

 

Tal vez debería considerar ese método en el futuro. Podría ser útil contra quienes merecen una buena lección.

 

Aunque…

 

‘¿Desmayarse por un golpe de gato? Qué débil.’

 

Ries lo miró con lástima.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

—Ugh…

 

Averitt abrió los ojos con un gemido. Aunque era el techo que veía cada mañana, le parecía extrañamente desconocido.

 

—¡Ack!

 

El dolor en el abdomen, la cadera y la nuca lo hizo gritar. Especialmente en el estómago, como si alguien lo hubiera golpeado con fuerza.

 

‘¿Qué pasó? ¿Por qué me duele?’

 

Se esforzó por recordar el origen de ese dolor.

 

Y pronto lo entendió. Su memoria volvió poco a poco. La última imagen era clara, algo amarillo volando hacia él con furia…

 

—¡Maldita sea!

 

Cortó sus pensamientos con un grito.

 

Era humillante. ¿El amo y su bestia eran iguales?

 

Apretó los dientes y tiró del cordón de la campana con rabia. Un sirviente entró corriendo.

 

—¡Conde! ¿Está despierto? ¿Se encuentra bien? ¡Iré por el médico de inmediato!

 

—Espera. Antes de eso…

 

Averitt señaló con el dedo. Específicamente, la habitación en la que estaba.

 

—¿Por qué estoy aquí?

 

La sensación de extrañeza no era imaginaria.

 

Él solía dormir en el dormitorio del duque. Pero ahora estaba en una habitación de invitados. El sirviente tembló.

 

—E-el señor Duque pidió que lo trajéramos aquí…

 

—¿Qué? ¿Qué estás diciendo?

 

—Dijo que necesitaba desalojar la habitación para mañana… Lo siento mucho…

 

El rostro del conde se tornó rojo y luego azul de ira. El sirviente se inclinó en un perfecto ángulo de 90 grados, pero eso no calmó al Conde.

 

Para el sirviente, era como una catástrofe natural. Si el duque quería usar su propio dormitorio, ¿quién podía impedirlo?

 

Con el conde desmayado, Justin era la máxima autoridad en la mansión. Solo el mayordomo jefe intentó detenerlo, pero…

 

‘No entiendo. ¿Qué problema hay en que el Duque use su dormitorio?’

 

‘¡Pero hay alguien que lo estaba usando! ¡Debería hablar con el conde primero!’

 

‘¿Quiere que lo despierte a la fuerza para que vuelva al trabajo? Qué falta de empatía.’

 

‘¡Yo no dije eso! ¡No tergiverse mis palabras!’

 

‘No se preocupe. Como buen subordinado, le daré un consejo, parece que ha perdido peso desde la última vez. Seguro por exceso de trabajo y mala alimentación. Debería descansar.’

 

‘¡¿Qué?! ¡El conde no ha perdido peso! ¡Basta de tonterías!’

 

‘Y no diga que fue culpa nuestra. Cuide sus palabras. Podría informar al señor duque. Si desea una charla privada con él, no lo detendré.’

 

‘¡Grrr…!’

 

El mayordomo fue derrotado por la elocuencia de Ketir.

 

Por supuesto, al conde no le importaba nada de eso. Y si lo supiera, tampoco lo aceptaría.

 

Averitt gritó

 

—¡Tráiganme a ese mocoso! ¡No importa cómo!

 

—E-el señor Duque… está encerrado en su habitación. Dice que no se siente bien… ¿Lo traigo?

 

—…

 

El conde, que gritaba con furia, se quedó en silencio. El sirviente lo observó con cautela.

 

—¡Fuera de mi vista! ¡Inútil!

 

—¡Lo siento! ¡Iré por el médico!

 

—¡No necesito un médico! ¡Fuera!

 

El sirviente huyó rápidamente. Solo, el conde comenzó a lanzar todo lo que encontraba, sin saber cómo calmar su rabia.

 

Pero no se atrevía a ir a verlo. Si decía que no se sentía bien, significaba que la maldición estaba empeorando.

 

Verlo sufrir sería satisfactorio. Pero la posibilidad de que lo tocara, de compartir el mismo aire, lo paralizaba.

 

Era un miedo grabado en su sangre.

 

Cuando recibió la noticia, lo que sintió fue repulsión.

 

‘¿Viene a morir aquí?’

 

Según los registros de la familia Laufe, los malditos morían antes de los treinta. Pero los síntomas aparecían en la infancia.

 

Justin había nacido con la maldición. Eso significaba que su estado era crítico. Averitt pensó que venía a esperar la muerte.

 

Pero al verlo, Justin estaba lleno de vida. Y había cambiado.

 

Averitt se mordía las uñas. Ese mocoso, que antes aceptaba todo sin rechistar, ahora lo enfrentaba con argumentos.

 

—Maldita sea. Si esto sigue así, me echarán.

 

Su poder en la mansión venía de la indiferencia y sumisión de Justin.

 

Si Justin reclamaba su lugar, Averitt no podría hacer nada.

 

—No… No puedo perderlo. ¿Crees que me quedaré de brazos cruzados?

 

Tiró del cordón de nuevo. Primero debía averiguar el estado de la maldición. Luego, descubrir por qué Justin había cambiado.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

La lluvia golpeaba la ventana con fuerza. Hace unos minutos, el cielo era azul. Ahora, estaba cubierto de nubes grises.

 

De niño, Justin pensaba que ese clima era misterioso. Pero al crecer, entendió que era uno de los mayores problemas del territorio.

 

Justin se sentó al borde de la cama. Ries, que miraba por la ventana, saltó a su regazo.

 

—Ries.

 

Como había dicho que no se sentía bien, nadie vendría a molestarlos por ahora.

 

Prrrrrr, prrrrrr. El ronroneo de Ries sonaba rítmico. Justin cerró los ojos.