El gato está en huelga - Capítulo 53
Tal vez por lo inesperado de la escena, el conde no pudo abrir la boca.
—Cuánto tiempo, tío.
Justin aprovechó la oportunidad para tomar la iniciativa. Averitt, por fin recuperado, carraspeó con torpeza.
—Ejem, sí… cuánto tiempo.
—Así es. Pero…
Justin echó un vistazo a su alrededor.
—No era necesario todo esto.
—Jajaja, ¿qué dices? Justamente en momentos como este es importante que todos se reconozcan. Si después de tanto tiempo te tratáramos como a un extraño, ¿dónde quedaría mi reputación?
—¿De verdad?
—Claro. Pero… me dijeron que estabas en la capital recibiendo tratamiento. ¿Qué pasó? Siempre te he dicho que lo más importante es tu salud, sobrino.
—No hubo mejoría.
—¿Y por eso vienes aquí sin avisar? Lo importante es que no empeore. No te estoy regañando, claro, pero…
Averitt comenzó a hablar sin parar, intercalando reproches sutiles entre sus palabras.
Justin, como siempre, respondía con monosílabos, sin mostrar intención de discutir. Averitt pensó: ‘Lo sabía.’
Y entonces, alguien que no tenía intención de escuchar pero no podía evitarlo (un gato) estaba allí, observando.
—…
Ries frunció el ceño. Si lo vieran de frente, su rostro estaría completamente arrugado.
No solo por las tonterías que decía ese cerdo, sino por algo más.
‘Wow, increíble.’
Una energía negra flotaba alrededor del cuerpo de Averitt. Ries la observó con los ojos bien abiertos.
Era la primera vez que veía un fragmento de maldición tan grande desde Diana. Y este era más oscuro, más denso.
‘Si lo purifico, la maldición de Justin mejoraría bastante.’
Una buena noticia. Pero no podía alegrarse del todo.
‘Dijo que era su tío.’
Un familiar de sangre. Que tuviera tanta maldición significaba que odiaba profundamente a Justin.
‘Odiado y despreciado por su propia familia.’
Tal vez por eso Sepite había dicho aquello. Pensar en Justin soportando ese odio durante tanto tiempo le apretaba el pecho.
Mientras tanto, la conversación continuaba. Aunque era más bien un monólogo.
—En fin, como me avisaste de repente, no tuve tiempo de liberar tu dormitorio ni tu despacho.
Ries apretó los dientes. ¿Dos semanas no eran suficientes? Sabía que era una excusa.
Averitt pensaba
‘Como odia los problemas, seguro lo dejará pasar.’
El dormitorio y el despacho que usaba eran los del Duque. Eso tenía un gran simbolismo.
Si Justin cedía, Averitt ganaría terreno. No sería el Duque, pero sí el ‘regente más apto’.
Mientras soñaba despierto…
—Entonces, desocúpelo para mañana.
—¿Qué?
—Le dije que lo desocupe para mañana.
—Espera, Justin… Es que… hay muchos documentos sin ordenar, no puedo hacerlo para mañana.
Averitt tartamudeaba, sorprendido por el giro inesperado.
—Además, sabes cuánto he trabajado por ti. He hecho mucho en tu lugar, y tú necesitas tiempo para adaptarte…
—Ya puedo hacerlo solo. No necesito más ayuda.
—¡…!
La respuesta de Justin fue firme, cortante. Averitt se quedó sin palabras. Hasta ahora, Justin solo respondía con “sí” o “no”. Esto lo desconcertaba.
Y lo enfurecía. Ese mocoso, que siempre se escondía bajo su sombra, ¿ahora se rebelaba?
¿Se atrevía?
—Nunca imaginé que actuarías así. ¿Dónde aprendiste a ser tan irrespetuoso con tus mayores? En vez de agradecerme por cuidar de la casa, ¿me tratas así?
—No lo aprendí de mis padres.
—…
Averitt se quedó mudo. Su rostro, antes distorsionado por la ira, se desmoronó.
El silencio se apoderó del patio. Todos los presentes dudaban de lo que acababan de oír.
Averitt sintió que algo iba mal. Justin, según él, debía ceder. Siempre había sido sensible a las emociones negativas, siempre se retiraba, bajaba la cabeza, buscaba aprobación.
Pensó que esta vez sería igual.
‘Maldita sea. ¿Debí vigilarlo más?’
Se había confiado. Solo recibía noticias superficiales. Ahora, se sentía traicionado. Juró castigar a los inútiles que no lo alertaron.
No podía dejar que esto continuara. Iba a reprenderlo por su imprudencia cuando…
—El Duque soy yo, no usted.
—…
Una voz escalofriante. Diferente a todo lo dicho antes.
Averitt lo miró instintivamente. No podía respirar. Los ojos rojos de Justin lo envolvían como serpientes, apretando su garganta.
—…Parece que no se siente bien.
Y entonces, el miedo desapareció. Solo quedaban sudor frío, vergüenza y un profundo malestar.
Averitt apretó los dientes.
Temía a Justin. No por ser el Duque, sino por ser una bomba de maldición. Su presencia era incómoda, casi repulsiva.
Pero lo que acababa de sentir…
‘¿Sentí presión… de ese inútil?’
Como si estuviera frente a un ser superior. Eso hería su orgullo.
Y entonces, cruzó la línea.
—¿Que no lo aprendiste de tus padres? ¡Jajaja! ¡Tú no deberías hablar de ellos! ¡Tú los mataste, mocoso!
Era un intento desesperado por ocultar su miedo.
El silencio se volvió mortal. Ketir intentó intervenir, pero fue demasiado tarde.
Algo salió disparado como un proyectil y golpeó a Averitt en el estómago.
—¡Gueek!
Un gemido agónico. Su cuerpo cayó como una marioneta sin hilos. Y quien ocupó su lugar fue…
Un gato.
‘¿Te atreves a decir eso?’
Y estaba muy, muy enfadado.
Ries resoplaba. Por muy mala que fuera la familia, había límites. Y en público, más aún.
‘Justin tembló.’
Cuando oyó esas palabras, Justin se estremeció. Aunque no lo mostrara, le afectaron.
Eso enfureció aún más a Ries. Si tanto lo odiaba, ¿por qué no cortaba la relación? Decía “sobrino” con facilidad, pero jugaba con sus heridas.
Ese tipo merecía ser echado de inmediato.
Ries quería seguir golpeándolo, pero primero debía asegurarse de que Justin estuviera bien. Justo cuando iba a girarse…
—¡Jajajajaja!
Justin soltó una carcajada. Fuerte, clara.
Ries, Ketir, los sirvientes… todos abrieron los ojos, incrédulos. Era una escena que parecía imposible.
¿Lloraría de tanto reír? Su risa era tan ligera que parecía flotar.
Pronto se detuvo. Pero sus ojos seguían brillando como flores recién abiertas.
—Ries. Ven aquí.
Ries se acercó, como hipnotizado. Justin parecía más libre, más satisfecho que nunca. Una versión de él que nunca habían visto antes.
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Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥