El gato está en huelga - Capítulo 50
Aunque sentía cosquillas, placer y un poco de vergüenza, era soportable. Lo importante era el estado de ánimo de Justin.
‘Después de todo, me agradeció por permitirle regresar a su hogar.’
Ries recordaba perfectamente ese momento, la voz cálida, la mirada a su altura, el aire que parecía envolverlo. Imposible de olvidar.
Sin embargo, cuando Justin hablaba de su tierra natal, no parecía feliz. Eso despertaba en Ries una mezcla de compasión y tristeza.
‘Tiene sentido.’
Incluso en la mansión de la capital, Justin vivía casi aislado. Detrás de eso había años de odio y miedo acumulados por parte de los demás.
Su tierra natal no debía ser diferente. Pero entonces, ¿por qué decidió regresar?
‘¿Por qué quiso ir al territorio del Duque?’
Seguramente no tenía buenos recuerdos. Ries sentía una fuerte curiosidad, como si quisiera escarbar en su mente.
—Gracias.
Sin saberlo, Justin seguía acariciándolo. Su voz sonaba suave, como si estuviera en paz.
Al notar eso, el sueño llegó como por arte de magia. Las caricias de Justin siempre eran así: envolventes, cálidas, capaces de derretir cuerpo y alma.
Era una evaluación objetiva. Ries se quedó dormido con la boca entreabierta.
—…
Justin no podía apartar la vista. La lengua rosada asomaba entre sus labios triangulares.
Al observarlo, una sonrisa se escapaba sin querer. Aunque para Justin eso era algo inusual, poco a poco empezaba a acostumbrarse.
Tocó sus bigotes. Los párpados cerrados se estremecieron. Si abría los ojos, vería ese gris refrescante que tanto adoraba, como la sombra de un árbol en verano.
Sí, como aquella vez.
Recordó la noche en que la luna brillaba intensamente, y los ojos de Ries resplandecían en la oscuridad.
Suspiró y cerró los ojos.
—…He decidido no ser egoísta.
Si Ries deseaba algo, se lo concedería. Mientras lo acariciaba, Justin reafirmó su decisión.
En un rincón del carruaje, un pez de peluche que contenía a un fantasma olvidado escuchaba todo.
‘Ay, qué tipo más frustrante.’
Suspiró internamente.
Claro que cumpliría el deseo de su querido descendiente. Pero eso no le impedía quejarse por dentro.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
A veces ocurre. Uno abre los ojos sin razón aparente.
¿En qué momento se durmió? Ries parpadeó lentamente. El atardecer se filtraba entre las cortinas de seda. Había pasado bastante tiempo.
Todo seguía igual. Justin sentado en la misma postura, Ketir dormido como si estuviera muerto, y el silencio reinando en el carruaje.
Pero incluso en esa calma, el corazón de Ries latía con fuerza. Su cola se erizó y el pelaje se levantó.
—…¿Ries?
Justin, al notar el cambio, despertó ligeramente. Pero Ries no podía prestarle atención.
Sentía una inquietud inexplicable. Saltó del regazo de Justin y comenzó a corretear por el sofá, desesperado por entender qué le pasaba.
Los ojos de Justin se movían sin rumbo. Se inclinó, preocupado, y preguntó con ansiedad
—¿Qué ocurre, Ries? ¿El carruaje te incomoda? ¿Necesitas ir al baño? ¿Te has acalambrado? Si te duele algo, por favor… solo maúlla una vez. ¿Sí?
Su voz se derramaba como lluvia. Algunas de sus suposiciones eran absurdas, pero ayudaron a calmar la presión que sentía Ries en el pecho.
—Miauuuu.
Negó con la cabeza para tranquilizarlo.
—Uff…
Al ver a Justin suspirar aliviado, Ries comprendió. Esa sensación desagradable que lo invadía…
‘Es ansiedad.’
Una ansiedad sin origen claro, una inquietud que lo oprimía. Aunque ya no estaba en pánico, su corazón seguía latiendo con fuerza.
Pero al recuperar la razón, pudo identificar la fuente. Se giró hacia la ventana cubierta por cortinas.
—¡Nyaak! ¡Nyang!
Comenzó a rascar con las garras. Había olvidado su promesa de no dañar nada costoso.
La causa de su ansiedad estaba allí, la ventana, o más bien, lo que había más allá. Justin lo observó y golpeó dos veces la pared donde estaba el cochero.
El carruaje se detuvo. Aunque antes ni siquiera había notado que se movía, ahora sí lo sentía.
Ries se giró hacia Justin. Y vio sus ojos rojos, fríos como el hielo.
Se le cortó la respiración. Aunque sabía que esa mirada no iba dirigida a él, el peso de su presencia lo paralizó.
—Saldré un momento.
—¿Meeow? ¿Nyang? ¡Nyaang!
—Es peligroso afuera. No salgas.
Y abrió la puerta de golpe. Antes de que Ries pudiera reaccionar, ya la había cerrado.
‘¿Se fue así de repente?’
Sí, él fue quien se inquietó primero. Quien mostró que algo no iba bien. Pero no quería que Justin saliera solo a un lugar tan incierto.
‘Tengo que salir.’
Como mascota, no podía dejar que su amo enfrentara el peligro solo. Ries observó la puerta con determinación.
Si usaba el sofá como apoyo, podría saltar y abrirla. Justo cuando iba a intentarlo…
—Detente. Solo estorbaríamos.
Una mano pálida lo detuvo. Era Ketir.
—¿Meeow?
¿Desde cuándo estaba despierto? Más importante…
—¡Meooow!
¿Por qué no lo dejaba salir? ¿Qué significaba “estorbar”?
Pero a veces, las cosas se aclaran por sí solas.
—¡Kyaaaah!
—¡Gueeek!
—¡Aaaah!
De repente, se oyeron gritos afuera. Voces de hombres, mujeres, y hasta de alguien al borde de la muerte. El pelaje de Ries volvió a erizarse.
Y todos esos gritos estaban llenos de terror. Ries sintió una nueva ola de inquietud.
‘¿Justin está bien?’
¿Y si uno de esos gritos era suyo? No podía quedarse allí. Quería salir y asegurarse de que estaba a salvo.
—Tsk.
Pero no pudo. Ketir, que se movió con una rapidez sorprendente, lo bloqueó con su cuerpo.
Sus brazos rígidos lo inmovilizaron. Ries intentó arañarlo, pero…
—…
Se detuvo.
No porque aceptara las palabras de Ketir, sino porque entendió que no podía hacer nada. Su cuerpo se relajó.
Tal vez por eso, Ketir habló con voz suave.
—No te preocupes por el Duque. Ya había previsto que algo así podría ocurrir. Está preparado.
—…
—Preocuparse por si pierde en combate es absurdo… ¡Ay!
¿Combate? ¿Combate?
Ries se sobresaltó. Sus garras se levantaron. Ketir se tensó, temiendo que intentara escapar de nuevo.
Pero Ries solo se dejó caer. Su cuerpo se volvió tan flojo que parecía agua.
‘Sí, estorbaría.’
¿Qué podría hacer? A lo sumo, huir. En el peor de los casos, ser rehén. En el peor de los peores, morir.
Los intrusos no iban a tener consideración por un pequeño animal.
Esperó en silencio a que los sonidos se apagaran. Por suerte, no tardaron mucho.
El ruido metálico cesó, los gritos se extinguieron. Solo quedaban murmullos, seguramente de los sirvientes que los acompañaban.
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Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥