El gato está en huelga - Capítulo 49
Al parecer, la cama le había encantado. Ries estuvo a punto de soltar una carcajada, pero se contuvo enterrando la cabeza en las sábanas.
Era una mañana extraña, distinta a las demás. Incluso Ketir, que llegó temprano con su habitual y educado golpe en la puerta, contribuyó a esa atmósfera peculiar.
—Buenos días… Lamento molestar tan temprano, pero primero necesito que firme esto. Y esto también. Ah, y esto junto con aquello, por favor.
Ries abrió la boca con asombro. El rostro de Ketir parecía más el de un panda que, en lugar de ofrecer amistad, estaba a punto de huir del susto. ¿Cuántas noches sin dormir llevaba? Mejor no imaginarlo…
—Ah, y creo que podremos partir en cinco días.
Rápido. Ries tragó saliva. ¿Sería ese el fruto de tantas noches en vela?
Incluso Justin pareció sentir compasión por él. Tras firmar rápidamente los documentos, le ofreció:
—Te daré vacaciones cuando lleguemos al territorio del Duque. Has trabajado duro.
—¿De verdad?
Una escena insólita se desplegó ante sus ojos. Nunca había visto a Ketir tan lleno de vida.
—Tsk tsk. Pobre hombre.
Sepite murmuró en voz baja, apenas audible para Ries.
Pero Ketir, aunque escuchara eso, seguía ocupado. Mientras se preparaba para salir, se giró de repente.
—Hace tiempo que no está despierto a esta hora.
—Me acosté temprano ayer.
—Se nota.
Observó con cuidado y extendió la mano. Ries olfateó sus dedos con curiosidad. Era el olor familiar de Ketir.
‘Está bien, te lo concedo.’
Sacó la lengua y lamió suavemente su dedo. Solo una vez, pero fue suficiente para alegrarle el día.
Ketir se disponía a marcharse… hasta que sus ojos se cruzaron con el peluche de pez que Ries llevaba consigo.
—¿?
Se estremeció sin saber por qué.
—¿Por qué me dio escalofríos…?
Wow. Ries se sorprendió.
‘Tal amo, tal sirviente.’ Ketir también tenía una intuición sobrenatural.
Lo había sentido.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Cinco días.
Tal como prometió Ketir, el plazo se cumplió. Durante ese tiempo, trabajó aún más, y la mansión se llenó de movimiento con los sirvientes que iban y venían preparando el traslado.
No todos partían. No podían dejar la casa de la ciudad completamente vacía. Solo quedaría el personal mínimo para mantenerla.
Y allí estaba él, el primer fantasma que saldría de la mansión desde su muerte.
Aunque fingía indiferencia, Sepite observó los carruajes alineados frente a la entrada.
—Más modestos de lo que esperaba.
Sí, bastante.
Ries entrecerró los ojos. Para ser carruajes de una casa ducal, su aspecto era simple. No tenían el escudo de la familia ni adornos especiales. Podría decirse que eran sobrios… o simplemente aburridos.
‘Pero parecen resistentes.’
Eso bastaba.
Cuando todos empezaban a subir, una voz suave lo llamó.
—Disculpe, señor Ries.
Al volverse, vio un rostro imposible de olvidar. Era el sirviente con quien se había topado inesperadamente en la biblioteca.
¿Se había quedado dormido limpiando? Aún le parecía absurdo. Por eso lo había evitado, pero hoy no.
El sirviente corrió hacia él, con los ojos llorosos.
—Snif… Señor Ries, gracias por todo. Lo extrañaré mucho. Snif, snif…
Ries no recordaba bien qué había hecho por él, pero aceptó la gratitud. Comió con gusto el trozo de manzana que le ofreció.
Golpeó dos veces su palma con la pata. El sirviente se emocionó aún más. Ries miró a su alrededor.
‘Buen ambiente.’
La atmósfera de despedida le agradaba. Aunque todos respetaban a Justin, no lo temían al punto de quedarse sin palabras.
Eso bastaba.
Sobre todo…
‘Ninguno de ellos tiene fragmentos de la maldición.’
Lo que significaba que nadie allí albergaba malicia hacia Justin. Eso le tranquilizaba.
Recibió despedidas mientras subía al carruaje.
—¿Nya?
Ries descubrió que el derroche también podía ser eficiente.
Un aroma floral suave, agradable incluso para su olfato felino. Cortinas de seda verde oscuro que caían como agua, y un sofá de cuero tan mullido que parecía una nube.
Incluso las luces del techo estaban decoradas con pequeñas gemas.
‘Mi amo… es rico.’
Ya lo sospechaba desde que supo que tenía dos casas, pero esto lo confirmaba. Se felicitó por haber elegido a Justin como su amo.
El carruaje arrancó. El viaje era tan suave que apenas se notaba el movimiento.
Ketir, sentado frente a él, parecía disfrutar de otro aspecto del viaje.
—Lo prometió.
—Sí. No te preocupes por mí.
Plop. Se dejó caer.
No, no se cayó. La postura de sus brazos y piernas, el espacio justo entre su cabeza y la pared… simplemente se tumbó.
Y en tres segundos, exactos tres segundos, Ketir ya dormía. Una velocidad de sueño asombrosa.
‘¿Qué promesa?’ Ries miró a Justin. Este, como si lo esperara, explicó
—Rechazó las vacaciones. Solo pidió poder dormir en el carruaje. Lo acepté.
—¿Meow…?
¿En serio? No podía creerlo.
Claro, el sofá era tentador. Pero Ketir era su mayordomo, y Justin el Duque. Aunque fueran cercanos, tumbarse y dormir frente a él…
Rechazar vacaciones por dormir. Sabía que era peculiar, pero esto lo superaba.
‘Aunque… duerme muy bien.’ Solo verlo daba sueño.
Ries miró por la ventana. El territorio Laufe, el hogar de Justin. ¿Cómo sería?
Su corazón se aceleró. Era como la emoción previa a un viaje.
—¿Estás emocionado?
—¡!
Ries giró la cabeza. ¿Cómo lo supo? Justin señaló hacia abajo.
Su cola se movía alegremente. Y sus orejas también. Maldito cuerpo. Ries se avergonzó de lo transparente que era.
—…Mi hogar está al sur de la capital. Al oeste está el puerto de Orphe, así que el comercio es activo y se puede ver el mar todos los días. Aunque el clima es muy cambiante.
Y luego…
Y luego.
Se quedó en silencio. Ries lo miró. Sus ojos mostraban que estaba pensando qué decir.
Pero por más que lo intentaba, no salía nada. Cerró los ojos y guardó silencio.
El ambiente se volvió tranquilo. Justin no era alguien hablador, así que estos momentos eran comunes. A Ries le gustaban.
Pero esta vez no.
Con los ojos cerrados y los labios sellados, Justin parecía muy solo. Como una nube flotando sin rumbo.
Ries ya había sentido eso antes al observarlo.
‘No me gusta.’
Y como aquella vez, quiso traerlo de vuelta a tierra. Saltó a su regazo.
—…¿Ries?
Solo eso bastó para romper la atmósfera. Movió la cola para hacerle cosquillas, giró sobre sus piernas y mostró la barriga. Gulp. Se oyó el sonido de saliva tragada.
Justin no pudo resistirse. Acarició su pelaje con suavidad, y apretó su barriga esponjosa.
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