El gato está en huelga - Capítulo 41
¿Qué hizo Justín? ¡Lo único que hizo fue sentarse y recibir el tratamiento tranquilamente!
Es cierto que el ambiente de la mansión puede ser algo lúgubre, y que ver el rostro descubierto de Justín puede asustar momentáneamente. Pero eso no le da a nadie el derecho de difamarlo.
‘¡Sin saber nada…!’
Desde que empezó a vivir en este pequeño cuerpo, su mente se había vuelto más impulsiva, sin duda. De lo contrario, no estaría tan furioso.
Resoplando, Ries fulminó a Diana con la mirada. Una voz interna lo incitaba con entusiasmo, que se lanzara de una vez y le diera aunque fuera un golpe, que eso le aliviaría el alma.
Pero no lo hizo.
—¡…!
Niebla negra. En el campo de visión de Ries, que asomaba la cabeza, apareció algo imposible de olvidar, ocupando un lugar prominente.
Diana. Una negrura envolvía su cuerpo.
No hubo tiempo para pensar. El tratamiento ya había terminado, y si se quedaba quieto, ella se iría.
Saltó de inmediato.
—¡Kyaaa!
La reacción fue intensa. Como si el corazón se le hubiera caído hasta los pies al ver algo blanco salir disparado, Diana entró en pánico total.
Justín también se sorprendió, algo poco común. No tanto por Ries, que salió disparado desde sus pies, sino por el estruendoso grito de Diana.
Ella solo se dio cuenta de la presencia del pequeño gato cuando la puerta del salón se abrió y cerró una vez.
Desde fuera, se oía al caballero sagrado que la acompañaba protestar, pero Diana no le prestó atención.
—¡Fresa!
Su cuerpo medio incorporado, los ojos llorosos, las manos apretando el dobladillo de su vestido… todo en ella reflejaba emoción.
Era el rostro de alguien que había esperado con ansias este reencuentro. Sus dedos blancos se acercaban como si quisiera abrazarlo de inmediato.
Ries giró bruscamente el cuerpo para esquivar su mano. Aunque su rostro se mostró herido en tiempo real, eso no importaba.
‘Uff.’
Se estremeció en silencio.
La maldición adherida al rostro humano era más desagradable de lo que pensaba. Como si en lugar de rasgos faciales hubiera agujeros negros.
Aunque no fuera por eso, habría evitado su mano igual. Para él, el estado de ánimo de Justín valía cien veces más.
Pero Diana no se desanimó con un solo rechazo. Respiró hondo y, con tono seguro, dijo
—Es que ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? Yo… yo realmente te extrañé mucho. Pensé que te habías ido por mi culpa… Chesif también sigue preocupado por ti.
Ries soltó una risa sarcástica. ¿Chesif? Por favor. Apostaría que cuando oyó que Ries había huido, cantó de alegría por dentro.
Seguro celebró en privado que el fastidio se hubiera ido solo.
—Después de que desapareciste, te busqué por un tiempo. Aunque ahora creo que no hay esperanza y detuve la búsqueda… ¿No quieres volver conmigo? ¡Seguro que Chesif también se alegraría!
Diana hablaba con esperanza. Cuanto más hablaba, más recuerdos enterrados salían a flote.
Los días con ella eran de los pocos buenos recuerdos en la casa del marqués. Incluso le tenía cierto agradecimiento.
‘Pero solo hasta ahí.’
Si hubiera prestado un poco más de atención, tal vez habría notado la actitud extraña de Chesif.
Si tan solo se hubiera interesado un poco más, habría descubierto que el gato que tanto adoraba vivía en condiciones cercanas al maltrato.
Pero Diana no lo hizo.
Su afecto solo se manifestaba cuando tenía al otro frente a ella. Nunca salió de ese molde, y por eso Ries no esperaba nada de ella.
Y ahora, el tiempo había pasado. Hoy, Ries ya tenía un dueño. Alguien más confiable, más amable… y a veces, incluso adorable.
Y lo más importante
‘¿Te atreves a hablar mal de Justín?’
Recordaba perfectamente cómo se reunían para criticarlo. Eran el dúo perfecto para eso.
Además, mostraban hostilidad abierta, y ahora, con el dueño presente, pretendía llevárselo sin siquiera preguntar su opinión. Qué falta de respeto.
La simpatía que quedaba se había agotado. Ries soltó una risa burlona y se subió al regazo de Justín.
—Ah…
Diana, como si recién se diera cuenta de que Justín estaba allí, se quedó pálida. Su rostro, que había brillado ligeramente, volvió a blanquearse.
Lo gracioso era que Justín también estaba igual de pálido. Sin la máscara, esos detalles eran más evidentes.
‘…¿Qué le pasa al amo?’
La mano que acariciaba su espalda temblaba tanto que preocupaba por su salud. Si uno se concentraba, podía oír su respiración temblorosa por la ansiedad.
Ries se quedó perplejo.
¿En serio…?
¿Pensaba que, después de todo lo que habían vivido juntos, él se iría con esa mujer sin más? ¿De verdad?
Si estuviera en forma humana, no habría podido evitar preguntárselo. Y si respondía que sí… bueno, que se preparara para que le agarraran del cuello.
Justín logró superar ese momento de crisis sin saberlo.
Mientras tanto, Diana…
—Duque… por favor, ¡déjeme llevarme a Fresa! ¡Se lo ruego!
Cerró los ojos con fuerza y gritó con solemnidad. Ries parpadeó, incrédulo.
¿Dónde quedó la mujer que temblaba de miedo ante Justín? ¿Debería agradecerle por superar ese temor y hacer su petición?
—No.
La respuesta estaba clara. Justín, con el rostro endurecido, la rechazó sin mirarla siquiera.
—Y ese no es su nombre. Se llama Ries.
—Pe-pero… ¡Fresa es el gato que criábamos el marqués y yo!
Al darse cuenta de que había alzado la voz, Diana se detuvo y miró a su alrededor.
—Agradezco que lo haya cuidado, pero ahora que ha encontrado a su dueño, creo que lo correcto es que vuelva conmigo. El lugar de Fresa es allá.
Dijo todo lo que quería con voz temblorosa.
“Marqués.” Esa palabra hizo que el entrecejo de Justín se frunciera con fuerza. Ante la creciente tensión, Diana retrocedió instintivamente.
Justín acarició a Ries, que estaba acurrucado en su regazo. Al parecer, eso le dio fuerzas para actuar sin dudar.
Se colocó la máscara y suspiró profundamente, como si no pudiera contenerse. Su voz, ahora filtrada por la máscara, sonó helada.
—Este gato es mi familia. No puedo entregarlo. Y si vuelves a tratar a Ries como si fuera un objeto…
No terminó la frase. Pero el mensaje estaba claro. Diana, temblando, se dejó caer.
Ries se sintió satisfecho.
‘Así se habla.’
Tenía que decirlo con firmeza, que no, que era suyo, que era su familia. El malestar por la inseguridad de antes se disipó de inmediato.
En cambio… giró los ojos y observó a Diana con atención.
La niebla negra giraba. Era más densa que antes. Ya no solo cubría su rostro, sino que se desbordaba por los hombros.
Pensaba observarla un poco más, pero ya no podía. Fijó la vista en ella y calculó el momento para lanzarse.
Su instinto felino era imparable. Su trasero empezó a moverse con energía. Cuando Justín notó algo raro, ya era tarde.
—¡Myaaaaooo!
Con un grito corto, Ries salió disparado como un proyectil.
Su objetivo, la cabeza de Diana.
Iba a golpearla directamente, pero en el último momento, reunió lo poco de afecto que quedaba y cambió de objetivo. La niebla había llegado a los hombros, así que eso bastaría.
Con fuerza, lanzó su pata delantera.
—¡Kyaa!
Para Diana, que no entendía nada, fue un golpe leve. Gritó primero, y luego puso cara de desconcierto.
Su expresión cambió poco a poco. Se dio cuenta de que había sido golpeada por un gato. Mientras tanto, Ries ya estaba de vuelta en los brazos de Justín.
Justín, que entendió la situación de inmediato, dijo
—Dice que no.
Ries abrió ligeramente la boca. Si no era un error, había una pizca de burla en la voz de Justín. Sin duda, se estaba riendo.
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Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥