El gato está en huelga - Capítulo 40
—…Eso.
Justín tartamudeó, algo poco común en él. El borde de sus ojos, que apenas se vislumbraban, se había sonrojado como el color de sus pupilas.
Lo observó fijamente. No sabía por qué, pero parecía bastante feliz. Así que apresuró el paso.
—Meow. Miau.
Cambió de idea.
Era molesto y abrumador, pero estaba bien. Si Justín tenía confianza, habría más personas que lo mirarían con otros ojos.
Ser el elegido por un espíritu místico… ¿no suena bastante impresionante? Ries deseaba que la gente de la mansión reconociera quién era él.
Quería que supieran qué mirada tenía, qué palabras sabía susurrar. Justín merecía eso.
¿Qué importaba escucharle un poco? Ries enterró su rostro en el pecho de Justín. Una sonrisa nada felina floreció en su rostro.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Cada mañana, Ketir se enfrenta a una confrontación no deseada con Ries.
Su mirada fija, sin parpadear, parecía solemne, aunque para los ojos humanos no pasaba de ser adorable.
Se quedó quieto, tratando de recordar cuándo comenzó esta extraña rutina. ¿Desde el día que informó al duque sobre los rumores de que Ries era un espíritu? ¿O desde que empezó a observarlo en secreto?
Lo único seguro era
—Parece que me odia.
Había molestado al pequeño gato.
Siempre fue un ser peculiar, tanto que uno podría pensar que había una persona dentro. Cuando la sospecha superó la intuición, no tuvo más remedio que observarlo más de cerca.
Y parece que Ries lo notó, lo que le molestó. Sensible, como siempre.
Aunque Ries era brusco con Ketir, no negaba su utilidad. Lo usaba con esmero.
Gritaba por comida, por cepillarse los dientes, por evitar que el duque recibiera más trabajo. Era todo un señorito.
No entendía por qué dudó tanto. Si cuidaba su plato como lo hacía, era claramente un espíritu.
Aun así, no había resentimiento.
Aunque no fue como lo esperaba, ese pequeño gato había cambiado por completo el ambiente de la mansión. Algo que nadie más había logrado.
¿No era eso un milagro digno de un espíritu? Aunque a veces lo sacaba de quicio, si seguía así, Ketir estaba dispuesto a ignorar su astucia.
—¿Estás molesto?
—¡Miaaau!
Pero eso no significaba que fuera fácil de convencer.
Esquivó rápidamente el zarpazo de ira y se acercó a su superior. Entrecerró los ojos, evaluando su estado.
Afortunadamente, parecía estar mejor que nunca. Solo había que ver cómo brillaban sus ojos viendo las travesuras de su gato.
Cualquiera que conociera a Justin Laufe se sorprendería.
Ketir suspiró con amargura. Sabía que la noticia que traía rompería esa paz.
—Ha llegado un mensaje del templo. Vendrán en tres días.
—…Hmm.
Su expresión se torció de inmediato. No era una buena noticia.
Ries, que estaba en una extraña postura de acicalamiento con las patas traseras estiradas, también notó el cambio en Justín.
—¿El templo?
Ah, ahora que lo pensaba…
Creía haberlo oído de Sepite. Fue más una queja que una confesión.
—Parece que recibe tratamiento regular de un sacerdote, pero no mejora. Y no me gusta esa sacerdotisa.
Lo recordaba bien. Esa expresión de gusto y disgusto lo hizo inolvidable.
Según Sepite, el poder sagrado podía suprimir un poco la maldición de Justín, pero no curarla.
En otras palabras, mantener el estado era lo mejor que se podía hacer. No era alentador.
Y el sacerdote que vendría a ver a Justín probablemente sería…
—Diana.
Recordó su rostro. Cabello dorado como el sol, ojos rosados como capullos recién florecidos.
Ries se dejó caer en la cama, interrumpiendo su acicalamiento. Su cola golpeaba rítmicamente el colchón, reflejando su estado de ánimo.
Cuando vivía como huésped en la casa del marqués, no pensaba mal de ella. Aunque había distancia, gracias a ella pudo soportar esa vida.
Pero eso era entonces, y esto es ahora.
—Habló mal de Justín.
Aún lo recordaba. Llorando en brazos de Chesif, confesando su miedo y desconfianza.
Casi empieza con prejuicios. Menos mal que supo que Justín era una buena persona antes de saber su nombre.
Sacó las garras y arañó el suelo con determinación.
Si venía a causar problemas, le mostraría su peor cara. Solo le daría una oportunidad, por los viejos tiempos.
¿Y si lo arruinaba?
—La echaré.
Sabía cómo armar un escándalo.
—Grrrr…
—¿?
Al salir tras dar el informe, Ketir se sobresaltó al oír el gruñido de una fiera. Miró con desagrado a Ries, que afilaba sus garras con solemnidad.
¿No era ese un sonido que hacen los perros?
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Tres días después de recibir la noticia del templo.
Justín, por primera vez en mucho tiempo, pisó un piso distinto al de su habitación. Llevaba a su esponjoso gato en brazos.
—…Ries.
Volvió a mirarlo. Ries giró la cabeza con indiferencia.
Esta especie de guerra fría comenzó por una razón algo trivial. Justín quería dejarlo atrás, y Ries quería ir con él.
Como ningún dueño gana contra su mascota, Justín se rindió primero. Le dijo que podía acompañarlo si se comportaba, y Ries asintió rápidamente.
Pero no pudo deshacerse del todo de su inquietud. Aún lo miraba con ojos llenos de preocupación. Era un consentido.
Al entrar en la sala de estar, Ries saltó de sus brazos y se metió bajo el sofá.
—Puedes subir al sofá.
—Mmm.
—¿No quieres?
—Miau.
Esta vez no podía cumplir el deseo de su dueño. Con Diana probablemente por llegar, si no lo trataba injustamente, no tenía intención de mostrarse.
—¡Fresa!
Solo pensar en que lo llamaría así… Ugh. Qué fastidio.
Justín intentó convencerlo varias veces, golpeando el asiento a su lado, pero fracasó. Una vez más, cedió ante su gato.
Poco después, cuando Ries se acomodó bajo el sofá, se oyó un suave toque en la puerta.
Una mujer entró con pasos firmes. Ries solo veía sus pies, pero ya sabía quién era.
—…Mucho tiempo sin vernos, Duque Laufe. ¿Ha estado bien?
Su voz noble mostraba claramente su nerviosismo. Lo que flotaba débilmente en la memoria se volvió nítido.
Era Diana.
Se sentó frente a Justín. Su cabello dorado caía sobre la clavícula, y su rostro pálido mostraba labios apretados.
Diana comenzó a hablar con dificultad.
—Entonces, el tratamiento…
Y así comenzó el tratamiento. Ries observaba con atención. Desde su escondite bajo el sofá, no tenía otra cosa que hacer.
Tal vez, en el choque entre la maldición y el poder sagrado, podría encontrar pistas para una cura… o eso pensaba. Pero no fue así.
Durante los diez minutos que duró el tratamiento, no pasó nada especial.
Justín se quitó la máscara, Diana exhaló con miedo, y el poder sagrado envolvió la habitación.
La impresión fue terriblemente simple. Nada especial. Solo una cosa llamó la atención…
—La energía era algo familiar.
Pero eso tampoco era tan raro. Diana pertenecía a la Iglesia del Dios del Mar, Thalassa. Su poder sagrado provenía de él.
Y el cuerpo que habitaba Ries tenía alguna conexión con Thalassa. Tal vez sus energías resonaron.
Sin embargo…
—…Me da miedo esa persona.
—El duque Laufe ciertamente… tiene ese tipo de cosas. Es comprensible que lo eviten.
Eso no justificaba esas palabras. Los ojos de Ries ardieron intensamente.
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Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥