El gato está en huelga - Capítulo 33

Hoy no era el día.

Tac, tac. Ries lo apuró dándole golpecitos con la pata delantera a Justin. Aún le quedaba algo por resolver con urgencia.

 

Todavía tenía grabada frente a los ojos la nuca semitransparente de alguien que le había dado la espalda como si nada.

 

‘Sepite.’

 

Iba a encontrar a ese fantasma que lo plantó y sacudirle hasta el polvo. Ries lo juró con una expresión solemne.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

—¡¡Miaaauuuuuuu!!

 

‘¡Sal de una vez, fantasma!’

 

Apenas puso una pata en la galería, Ries lanzó un fuerte maullido. Debió ser tan escandaloso que Sepite apareció tapándose los oídos.

 

—¡Eres un escándalo, maldito!

 

—¡Miaaak!

 

¿Y lo primero que dice al verme es que hago ruido? La mirada de Ries se afiló. No esperaba disculpas, pero esta actitud descarada…

 

Le reclamó enseguida. Que si se podía ver durante el día, ¿por qué lo había hecho venir a escondidas por la noche? ¿Tenía idea de lo que había pasado? ¿Cómo podía hacerse el desentendido después de todo lo que él pasó?

 

Aunque el gatito no paraba de quejarse con maullidos irritados, Sepite se mantuvo tranquilo, con los brazos cruzados.

 

—¿Y quién crees que te hizo posible transformarte en humano?

 

—¿…Miau?

 

¿Qué rayos decía ahora? Ries quedó con cara de tonto, sin entender.

 

Pasaron unos segundos hasta que por fin captó lo que el otro insinuaba. Mira esa cara de orgullo, como diciendo “fue gracias a mí”.

 

Ries dudó. ¿Le daba el beneficio de la duda y lo escuchaba en serio, o se reía en su cara?

 

Sepite, notando esa incertidumbre, frunció el ceño.

 

—Vaya, ¿Estás dudando de mi?

 

—Miau.

 

Ries eligió la segunda opción. No tenía palabras para un fantasma que se había ganado su desconfianza.

 

Sepite chasqueó la lengua. Vaya, qué expresivo era ese gato. No sabía que se podían leer tantas emociones en ese rostro felino.

 

—Tsk. Qué carácter tienes.

 

Al final, suspiró y empezó a rebuscar en su memoria una vieja leyenda casi olvidada. Sabía que había cometido un error.

 

—Te había hablado antes sobre los dioses, ¿no?

 

Ries alzó las orejas. Aunque su rostro seguía molesto, el gesto demostraba interés.

 

—Hoy en día, Thalassa es la única diosa que observa este continente. Pero en un pasado lejano no fue así. Entre los antiguos dioses, la más conocida era la diosa de la luna, Luyanah.

 

La cola de Ries comenzó a moverse. Aunque trataba de parecer indiferente, era obvio que le interesaba.

 

—Según las leyendas, Thalassa, diosa del mar, y Luyanah, diosa de la luna, eran hermanas muy unidas. Se decía que en las noches de luna llena, el mar danzaba de alegría.

 

Flotando suavemente, Sepite giró en el aire. La mirada de Ries lo seguía con atención.

 

—Ajá, parece que vas entrando en calor. Aunque ya no se pueden ver esos paisajes desde que Luyanah cayó en su largo sueño, hay un solo lugar donde aún queda un vestigio.

 

Habló en susurros, como si compartiera un secreto.

 

—El Gran Templo consagrado a Thalassa. Dicen que el mar frente a ese templo brilla como una joya las noches de luna llena. Se cree que es por la bendición directa de Thalassa. Si puedes, pídele a ese descendiente mío que te lleve algún día.

 

Los ojos de Ries brillaron de emoción. Ni se dio cuenta de la sonrisa burlona que se dibujó en el rostro del fantasma.

 

—Cof cof. En fin, lo que quiero decir es que el vínculo entre el mar y la luna es profundo. Muchos creen que los suin (bestias humanoides) bendecidos por Thalassa también tienen un lazo con Luyanah. Por eso elegí la noche de luna llena.

 

No añadió nada más, pero Ries lo entendió.

 

Esa sonrisa que se le estiraba hasta las orejas, los hombros alzados con orgullo, y esos ojos que brillaban aunque fueran translúcidos…

 

‘¿Qué tal? ¿No fue gracias a mí?’

 

Sepite se jactaba sin decir palabra.

 

—Miaaau…

 

Al final, Ries maulló tibio, como aceptando. Si lo que decía era cierto, entonces sí, fue gracias a Sepite que pudo transformarse.

 

Pero verle esa cara orgullosa le trajo una punzada de fastidio.

 

—¡Miauuuuu!

 

¡Entonces podrías haberlo dicho antes!

 

La caótica noche anterior pasó fugaz por su mente. Aunque nada hubiese cambiado, al menos habría estado preparado.

 

—¡Oye! ¿Y qué querías que hiciera? ¡Ni tiempo me diste!

 

—……

 

Iba a responder “porque estabas demasiado ocupado fastidiando a ese pobre joven…” pero se contuvo. Viendo su actitud descarada, seguro que se haría el desentendido.

 

En cambio, Ries suspiró largo. Sepite chasqueó la lengua.

 

—Tsk tsk. ¿Acaso ese suspiro arreglará algo?

 

Ya tenía suficientes preocupaciones con ese descendiente. Y encima el ancestro echando leña al fuego.

 

Pero ignorar completamente al único con quien podía desahogarse tampoco era opción. Ries le contó con detalle lo que había pasado ese día.

 

—Hmmmm. ¿Así que no lo vio?

 

Esa fue su única reacción.

 

Ries no sabía si sentirse aliviado o desconfiado. Ni tuvo tiempo de decidir antes de que Sepite continuara.

 

—No tienes idea de lo difícil que es encontrar información sobre los suin. Incluso en mi época, usando toda mi posición, apenas logré conseguir uno o dos libros antiguos. Imagínate ahora que están extintos. Todo ese conocimiento debe estar perdido.

 

—¿Miau?

 

—Sí, sí. Te lo aseguro. Con suerte, serás visto como un animal mágico medio listo.

 

…Viéndolo bien, tenía sentido.

 

Por lo que sabía, había detenido una calamidad en vida. Si eso era cierto, debía ser muy hábil, ya sea con la espada o lo que fuera.

 

Que alguien así (aunque fuera un fantasma) lo dijera tan convencido, hizo que la mente de Ries empezara a girar con esperanzas.

 

—Jeje.

 

Lamentablemente, estaba tan inmerso en sus pensamientos que no notó la sonrisa que se dibujaba en la cara del fantasma.

 

Mirando esa cabecita que giraba a mil por hora, Sepite se elogió internamente por su gran consideración.

 

‘Por lo visto lo sabe, pero se hace el tonto… Bueno, es mi descendiente, debe tener sus razones. Para mantener mi dignidad como ancestro, mejor le doy la razón. Uf, sí que soy generoso. Un modelo de virtud.’

 

Si Ries lo hubiera oído, se le habría erizado el pelo del enfado… pero, ¿qué se le iba a hacer? No tenía el don de leer los pensamientos de los fantasmas.

 

Se secó la nariz con la pata y borró esa expresión de satisfacción. Sepite rodó los ojos y decidió sacar al pequeño gato de sus pensamientos.

 

—Deja ya las preocupaciones. Tenemos mucho de qué hablar.

 

Tenía tantas cosas que quería preguntarle a este joven miembro de la tribu Myojok.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

—Ya veo…

 

Ries, que ya había recuperado el ánimo, le explicó en detalle todo lo que había pasado. La maldición que se había transferido al insecto, y cómo logró eliminarla.

 

Cuando mencionó que le dio un zarpazo en la cara a Justin, Sepite se rió tanto que rodó por el aire. Pero incluso eso era una historia valiosa.

 

—Hmm, en cualquier caso, tomé la decisión correcta. Ya es seguro que tú eres la clave para romper esa maldición.

 

—Miaaak…

 

Pero el único avance real fue aquel día. Ries, preocupado, dejó caer las orejas, pero a Sepite no pareció importarle.

 

—No podías esperar romper una maldición así de fácil. Es una maldad que ha corrido por generaciones durante siglos…

 

No dijo más y cambió de tema. Ya no tenía ese tono alegre, ahora se veía pensativo.

 

—Pero no todo está perdido. Ahora sabemos que esa maldición tiene una especie de… raíz. Si sigues eliminando los fragmentos que aparecen, tal vez algún día logres romperla del todo.

 

—¡Miau!

 

Era una hipótesis razonable. Ries asintió con energía. Entonces, su próximo paso estaba claro.

 

—Por ahora, solo queda observar.

 

Esperar a que, como aquel día, la maldición se manifieste de nuevo.

 

En realidad, nada había cambiado mucho.

 

Ries aún tenía que fingir ser un simple gato frente a Justin. Lo único que podía hacer era esperar.

 

Aun así, sintió que el peso que llevaba en el corazón se aligeraba un poco.

 

‘Hablarlo me hizo bien.’