El gato está en huelga - Capítulo 28

No pensaba imitar a un gato hasta en estos pequeños detalles, pero bueno, ¿no demuestra esto algo de esmero? La caña de pescar que le regaló su dueño había destronado al juguete favorito de Ries.

 

Aunque había algo que lamentaba.

 

‘No haberlo visto.’

 

El hecho de no haber presenciado el proceso de fabricación de ese juguete.

 

¿Ver a ese hombre de manos tan grandes armando con delicadeza un juguete tan adorable? Eso no se paga ni con todo el oro del mundo.

 

Esa era, precisamente, la razón por la que Ries se había prometido no perderse por nada del mundo la creación del segundo juguete.

 

Pero bueno, ese no era el problema ahora.

 

—……¡!

 

Se quedó mirando fijamente al frente. Había visto claramente, con sus propios ojos, cómo Ketir se estremecía al oír el leve sonido de la caña cayendo al suelo, y sin embargo, ahora fingía no saber nada.

 

No por nada Sepite le había apodado ‘el joven asustadizo’… pensó, aunque pronto cambió de opinión.

 

‘Con un fantasma tan horrible encima, cualquiera se asustaría.’

 

De hecho, Ketir era, probablemente, la mayor víctima de este incidente. Justin ni siquiera se había dado cuenta de la presencia del espíritu; él, en cambio, había estado pegado a Justin, presenciando directamente el efecto del tótem.

 

Aunque Ketir se había unido al grupo más tarde, ya había pasado por un buen calvario. Finalmente, Riees se incorporó lentamente.

 

—¿Ries?

 

—Nyaang. Meoow.

 

Con naturalidad, se dirigió a la mesita auxiliar y rascó con insistencia el cajón inferior. Justin, siguiéndolo con la mirada, sonrió levemente.

 

—Hace tiempo ya.

 

Accedió rápidamente a la petición. Era una sensación que no sentía desde hacía un tiempo, algo suave rodeándole el cuello. Le lamió la mano enguantada y trotó hasta la puerta cerrada.

 

Una voz preocupada lo alcanzó.

 

—¿Quieres que salga contigo?

 

—Meow.

 

—…Está bien. Si te da miedo, puedes volver de inmediato. No te esfuerces demasiado.

 

En lugar de responder, agitó levemente la cola. El fantasma se había retirado a descansar por ahora, así que no era probable que eso ocurriera.

 

Aunque Justin había dicho que no se esforzara, parecía satisfecho con la decisión. Probablemente le preocupaba que Ries hubiera estado todo el tiempo en el mismo sitio, aunque fuera por culpa del espíritu.

 

Qué pena. Justo cuando había empezado a gustarle esa vida de comer, dormir y recibir cuidados con esmero… Ahora parecía que tendría que salir a pasear de vez en cuando.

 

Y, sobre todo, esto era una especie de performance. Una actuación para su único espectador, ‘¡Mira, ya no me da miedo salir!’

 

Como era de esperarse, los ojos de Ketir se abrieron de par en par al verlo. Parecía no poder creer la valiente decisión de salir a pasear solo.

 

Ries lo miró con compasión.

 

‘Pobre Ketir……’

 

Debía de haber sufrido mucho.

 

Aunque no tanto como su dueño, también era alguien que siempre le daba sus baños. Así que decidió llevarle un poco de esperanza cuanto antes.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Había pasado una semana.

 

Durante ese tiempo, Ries no faltó ni un solo día a su paseo. Ketir, que al principio dudaba, poco a poco comenzó a salir también.

 

—Hoy me retiraré temprano.

 

Mira, hoy mismo se marchaba antes de lo habitual. Seguro tenía otras tareas pendientes, así que no sería una retirada total, pero de todas formas…

 

Quizás aún le costaba abandonar por completo su refugio seguro, pues por la noche siempre pasaba por la habitación de Justin. Aun así, era un progreso significativo.

 

Perfecto. Ya no tendría que salir a pasear todos los días.

 

‘Mañana me voy a tirar todo el día echado.’

 

Hizo planes en secreto. Después de una semana como gato paseador ejemplar, pensaba convertirse durante un tiempo en un gato perezoso de rincón.

 

‘Ya debe estar por salir la luna llena.’

 

A juzgar por el ritmo en que crecía, pronto llegaría el día acordado con Sepite.

 

Tenía el presentimiento de que sería un día muy ajetreado. No solo porque cambiaría el curso de su vida felina.

 

Ries alzó la cabeza y miró fijamente a Justin. Una neblina oscura comenzaba a alzarse sobre la máscara.

 

—…….

 

Cada vez era más nítida y fácil de ver. Hace poco apenas podía distinguirla con toda su concentración.

 

—Ries.

 

Había un efecto secundario, siempre que pasaba esto, Justin lo descubría sin falta.

 

No había manera de que ese ardiente vistazo pasara desapercibido. Por eso, ya ni siquiera intentaba disimular.

 

‘Si igual me va a descubrir, mejor mirar de frente.’

 

¿Descarado? Así son los gatos. Además, su dueño parecía disfrutarlo, así que todo bien.

 

—Si es esta máscara lo que deseas, te regalaré una.

 

…No era eso. ¿Por qué pensó eso?

 

Fingió no haberlo entendido y se estiró la pata trasera para lamerla cuidadosamente. Su pelaje, que se había desordenado, volvía a quedar perfectamente liso. Estaba a punto de hacer lo mismo con la otra pata cuando

 

—¿Eh?

 

Algo negro pasó volando frente a sus ojos. Sus pupilas se dilataron de inmediato.

 

Siguió con la mirada la dirección en que había volado. Algo del tamaño de una pata de gato flotaba por el aire.

 

Era claramente un insecto. Se tensó y comenzó a combinar los elementos visibles.

 

Grande, negro… volador…

 

Como piezas de un rompecabezas, un recuerdo fuerte emergió. Aquel que se posaba sobre la pared como si dijera “Atrápame o conviviremos” y, cuando uno lo intentaba con un pañuelo, desplegaba las alas y se lanzaba a atacar al humano…

 

Una cucaracha.

 

—¡¡¡Meeeeeooow!!!

 

En cuanto lo comprendió, soltó un maullido agudo y se lanzó detrás de Justin. Ni siquiera notó cómo Ketir, asustado, dejó caer todos sus papeles.

 

El mundo estaba lleno de cosas aterradoras, pero si tuviera que escoger solo una, sería esa.

 

Antes no le asustaban tanto. Pero un día, se topó con una cucaracha que había entrado por la ventana abierta.

 

Era enorme y gorda, como si hubiera comido bien antes de entrar, y libraron una guerra dentro de casa durante medio día hasta que cayó derrotada.

 

Su actitud era horripilante. Incluso con un humano el doble de su tamaño, desplegó las alas con orgullo y se lanzó al ataque.

 

Ese día fue el peor de su vida. Le dejó un trauma tan fuerte que ahora, al ver cualquier cosa parecida, le daba escalofríos.

 

Como ahora. Además, al ser más pequeño, le parecía el doble de grande.

 

—¡Nyaaaak! ¡¡¡Meooooow!!!

 

Podía atrapar otros insectos, pero ese era imposible. Ries se aferró con todas sus fuerzas al cuerpo de Justin.

 

A esos músculos firmes y fuertes. Estaba seguro de que su dueño lo atraparía. Así que tenía que esconder bien la cara para no ver a esa horrible criatura…

 

—¿Ries? ¿Hay algo ahí?

 

—…¿Eek?

 

¿Ya se había escondido? Qué pensamiento tan horrible. Inconscientemente alzó la cabeza.

 

—……¡!

 

¡Todavía estaba ahí! Esta vez ni siquiera pudo gritar. ¡Estaba aún más cerca!

 

¿No podía verlo? Miró a Justin con ojos de incredulidad. Sus ojos rojos parpadeaban sin entender nada.

 

‘¿No será… que también es un fantasma?’

 

Una suposición surgió como una burbuja en la superficie. Si fuera una cucaracha normal, Justin ya la habría visto.

 

‘¿Una cucaracha fantasma…?’

 

No. No. Mejor no pensarlo. Sacudió la cabeza con fuerza.

 

Lo que sí era claro, ni Justin ni Ketir podían verla. Pero dejarla ahí… no le dejaba tranquilo.

 

¿Y si abría la puerta para que saliera y no lo hacía? Tendría que convivir con eso en la misma habitación. Era demasiado grande y visible, y su forma tan parecida a un ser vivo… si seguía así, acabaría estresado y enfermo.

 

‘Voy a atraparla.’

 

Después de pensarlo mucho, Ries tomó una decisión. Se repitió una y otra vez que nadie más podría hacerlo.

 

Salió cuidadosamente del regazo de Justin. Con el pelaje erizado y la cola tensa, se acercó en silencio al bicho.

 

Se agazapó lo máximo posible y contuvo la respiración. Su objetivo, el momento en que el insecto bajara la velocidad.

 

Sin importar cómo lo miraran los dos humanos detrás, Ries estaba completamente concentrado en su presa.

 

Y de pronto,

 

—¡¡¡Kyaooong!!!

 

Saltó con fuerza y lanzó un zarpazo. El bicho cayó al suelo sin remedio.

 

Temía sentir esa típica sensación viscosa de los insectos grandes, pero por suerte, no fue así.

 

Suspiró aliviado y miró hacia abajo. El cadáver de la cucaracha gorda y negra… no estaba.

 

Lo que pensó que era su caparazón comenzó a disolverse lentamente. Era una niebla negra concentrada. Como la que colgaba de la máscara de Justin.

 

Cuando la niebla desapareció por completo, lo que quedó al descubierto fue.