El gato está en huelga - Capítulo 26

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—¡Soy humano, maldito seas! ¿¡Cómo se supone que voy a saber eso!?

 

—……

 

Movió los labios sin decir nada.

 

Pensemos. Existen miembros de Myojok que, aunque son parte de él, no pueden transformarse en humanos. ¿A simple vista? ¿Qué se puede decir? Parecerían simples gatos.

 

Entonces… ¿en qué se diferencian de un gato común?

 

La esperanza, que apenas había asomado por un momento, se desinfló con un suspiro. No solo la cola, también las orejas se le cayeron, completamente derrotadas.

 

Sea como haya interpretado esa expresión, Sepite añadió con urgencia

 

—Aunque eso no cambia que necesito tu ayuda. Escúchame un momento, ¿sí? ¿No te gustaría vivir mucho tiempo y feliz junto a tu amo, mi descendiente? ¡Tú también puedes lograrlo!

 

—Nyaaag……

 

Bueno… escuchemos al menos. Respondió con desánimo. Sepite carraspeó un par de veces antes de comenzar su historia.

 

—Primero te contaré cómo nació esta maldita maldición.

 

Sí, eso es.

 

Sepite, al presentarse por primera vez, se refirió a sí mismo como ‘el causante que grabó esa maldita maldición en la sangre de Laufe’.

 

¿Entonces conoce también la forma de romper la maldición? Se enderezó de inmediato, atento.

 

—Desde el nacimiento del Imperio, la Casa Ducal de Laufe ha sido la guardiana del sello que mantiene encerrada a una cierta ‘entidad’. Si lo comparamos con la vida humana, esa entidad ya estaba muerta, pero su conciencia residual era tan poderosa y persistente que necesitaba un lugar donde contenerla.

 

‘¿?’

 

Un signo de interrogación flotó sobre la cabeza de Ries.

 

Que la historia haya escalado tan rápido era lo de menos. ¿Pero esto… se puede decir así tan libremente? Aunque lo miró desconcertado, la boca que se había abierto no mostraba señales de querer cerrarse.

 

—No tenía nombre, pero si tuviera que ponerle uno… el más apropiado sería “demonio”. Aquel que, en la antigüedad, se enfrentaba constantemente a los dioses.

 

Sepite se detuvo un instante al narrar. Luego entrecerró los ojos y advirtió con seriedad

 

—Y si vas por ahí contando esto… te seguiré hasta la muerte. Así que cierra bien la boca.

 

A pesar de tan cruel advertencia, no… no se estremeció. Era absurdo. ¿Una advertencia a estas alturas? Además, ¿no estaba ya muerto?

 

Aunque le surgieran mil objeciones mentales, él continuó explicando

 

—Según los registros, ese demonio usaba como fuente de poder el sufrimiento, la miseria y la desesperación de los seres vivos. Y entre ellos, los que más lo fortalecían eran los seres inteligentes que los dioses habían creado con especial cuidado… principalmente los humanos.

 

La expresión de Sepite comenzó a tornarse seria. En sus ojos, que veían hacia un pasado lejano, se reflejaba una profunda melancolía.

 

—El demonio fue destruido, pero las almas que exprimía quedaron sin rumbo, corrompidas más allá de retorno, y terminaron acumulándose en esta tierra. El sello que la familia Laufe ha protegido durante generaciones es una barrera que contiene esas esencias malignas.

 

Inspiró profundamente, y luego soltó el aire.

 

—Yo… necesitaba su poder.

 

No puede ser. Ries abrió la boca, sorprendido, mientras escuchaba en silencio. Evitaba, como podía, que su mirada se desviara hacia Justin.

 

—Puede sonar a excusa, pero no tenía otra opción. El emperador de entonces era débil, las murallas del Imperio, desgastadas por una larga paz, eran frágiles, y el pueblo… ignorante. Además, Thalassa…

 

Sepite torció el gesto.

 

—Thalassa no respondió a las plegarias de perdón de sus sacerdotes.

 

Giró la cabeza lentamente. Aunque solo veía una habitación oscura con las cortinas bien cerradas, sus ojos parecían abarcar el mundo entero, con una expresión distante y resignada.

 

—Solo puse todo en la balanza. Miles de vidas arrasadas por la calamidad o… la mía. Elegí lo primero. Usé el poder de esas fuerzas oscuras, las dominé, y el Imperio sobrevivió. Y yo… pagué el precio.

 

Estiró ambos brazos. Como queriendo mostrar su forma actual. Pero pronto se desplomó como un globo desinflado.

 

—……Jamás imaginé que mis descendientes seguirían pagando ese precio. Parece que yo solo no era suficiente.

 

¿Será por eso que no hay que hacer contratos a la ligera? Bromeó con una triste sonrisa.

 

Ries, que había escuchado todo en silencio, empezaba a comprender. Esas venas negras que cubrían medio rostro de Justin…

 

Eran parte del precio. Una maldición que su antepasado, Sepite, había traído al intentar usar un poder prohibido.

 

—Pero estos miserables…

 

Mientras asimilaba la situación, Sepite de pronto escupió sus palabras con rabia. Sus ojos se encendieron con llamas oscuras de furia.

 

—¿Ahora me tratan como una plaga, después de alabarme como héroe? ¿Esos ratones que se escondían bajo las piedras ahora se atreven…?

 

La tensión, que parecía haber desaparecido, volvió a encenderse. Ante su voz quebrada por la cólera, la cola de Ries se erizó otra vez.

 

—Tsk.

 

Por suerte, pareció calmarse pronto. Aunque la culpa aún teñía sus ojos de rojo oscuro.

 

—En fin, así está la cosa. Yo tampoco he escapado completamente de la maldición…

 

Entonces, como queriendo ocultarlo, soltó una amplia sonrisa. Su rostro era tan llamativo que la mirada se le fue inevitablemente hacia él.

 

—Entonces, dime. ¿Ahora me odias?

 

—……¿Nya?

 

Ries ladeó la cabeza. ¿Y este qué dice ahora? Ante su reacción indiferente, Sepite continuó como si lo provocara.

 

—Esa maldición que afecta a tu amo… fue cosa mía, ¿sabes? Por lo que veo, aprecias bastante a mi descendiente.

 

Ah… así que era eso.

 

Aunque lo entendió, su rostro se tensó aún más. Esta escena… le resultaba conocida.

 

‘Tal para cual. Misma sangre, mismas payasadas.’

 

¿Tendrán algún manual de frases comunes o qué? ¿Por qué los Laufe siempre suplican que los odien?

 

Se rascó la oreja con la pata trasera. Como diciéndole claramente que dejara de hablar tonterías y siguiera con la explicación.

 

Lo hecho, hecho está. En su momento, Sepite actuó con intención noble, sin imaginar que la maldición afectaría a sus descendientes.

 

Y no tenía intención de reprochar a alguien que ya se estaba arrepintiendo. Recordó lo que había oído minutos atrás.

 

‘Dijiste que querías que se rompiera la maldición, ¿no?’

 

Eso significaba que había una forma de romperla. Y con eso era suficiente.

 

―¡Jaajajajaja!

 

Esperó pacientemente a que el otro terminara de reírse como un demente. Rió, y rió… hasta que la habitación comenzó a volver al silencio. Entonces, Ries preguntó lo que tanto había querido saber

 

—¿Nya? ¿Nyaaang? ¿Meooonw?

 

‘Dijiste que querías romper la maldición. ¿Cómo se hace?’ Pero la respuesta fue

 

—No tengo ni idea.

 

Y eso fue todo.

 

Ries cerró los ojos con fuerza, sin poder contenerse. ¿Debería retractarse ahora mismo? Comenzaba a detestar profundamente a ese fantasma.

 

Sepite rascaba su cabeza mientras miraba nervioso al pequeño gato. Sabía que era una escena ridícula, pero también sentía cierta culpa.

 

Aunque él también se sentía injustamente tratado.

 

—¡¿Quién iba a imaginar que no sabías que eras de Myojok?! Yo pensé que eras solo un crío con gustos raros.

 

¿Gustos? ¿Qué dice ahora? Ries abrió los ojos como platos.

 

—Pensé que solo estabas haciendo de mascota de tu amo por flojera, sin querer transformarte. Los de Myojok son conocidos por ser flojos y odiar las molestias…

 

¿Es así? Con razón…

 

—Lo leí en un libro.

 

—……

 

Dejó de asentir. Comenzaba a dolerle la cabeza. Casi se sentía mal por haberlo comparado un segundo con Justin.

 

—Los Myojok tiene el poder de guiar las almas, alejar lo maligno y atraer la buena fortuna. Y como la maldición que se pegó al cuerpo del chico es de ese tipo… pensé que podrías hacer algo.

 

—…¿Meow?

 

¿Eso también lo sacó de un libro? Preguntó con escepticismo. Esta vez, él negó con la cabeza.

 

—No. Eso lo viví yo mismo.

 

Una respuesta más firme que nunca. En su rostro amable se dibujó una grieta por un segundo, prueba de que no era un buen recuerdo.

 

Pero para Ries, que no sabía casi nada de los Myojok, esa historia era más que necesaria. Justo cuando estaba por abrir la boca para preguntar más…

 

—Oh, se acabó el tiempo.

 

—¡¿Nyaaak?!

 

El brazo de Sepite desapareció por completo. Su cuerpo, ya de por sí translúcido, era ahora casi invisible.

 

Pero él permanecía inmutable, como si ya supiera que este momento llegaría. Ya no solo un brazo, también una pierna comenzaba a desvanecerse.

 

Un fantasma que seguía de pie sin un brazo ni una pierna… Era una imagen tan perturbadora que no podía describirse con palabras. Ries cerró los ojos sin dudar.

 

—¿Oh? ¿Te tapaste los ojos?

 

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