El gato está en huelga - Capítulo 23

Ah, ah, ah……

 

Ries se puso rígido de golpe y suspiró por dentro. Tomó una gran bocanada de aire y esta vez gritó con fuerza.

 

¡AAAAAAAH!

 

Junto con su boca abierta de par en par, estalló un grito disfrazado de maullido de gato.

 

—¡Kyaaaaaaah!

 

Giró en seco y salió corriendo a toda velocidad. Curiosamente, sus recuerdos de lo siguiente estaban borrosos.

 

—No, espera un momento, yo……

 

Le pareció oír vagamente que alguien intentaba detenerle, pero… no lo sabía. Incluso si hubiera entendido bien, no se habría detenido tal como el fantasma le pedía.

 

Sus oídos estaban cerrados, su campo de visión se estrechó. Su mente se quedó completamente en blanco, y todos los recuerdos de por qué camino vino, o cuánto tiempo había pasado, volaron.

 

Cuando volvió en sí, estaba rascando la puerta de Justin con desesperación. Justin, que abrió la puerta al recibirle temprano, acabó viéndose envuelto en una situación inesperada.

 

—¡Nyaaaaaog! ¡Nyaaaargh!

 

—¿Ries? …Espera. Se te enganchó la garra. Te puedes lastimar, así que cálmate un poco, ugh.

 

—¡Nyaaaaaaah!

 

Saltó directamente a sus brazos y lloró tan fuerte que parecía que la habitación iba a derrumbarse. Aunque escuchó su voz tratando de calmarle, diciendo que iba a hacerse daño con las garras enganchadas, no parecía tener intención de dejar de llorar.

 

Amo. Hoy… ¿sabes lo que vi?

 

‘¡Vi un fantasma! ¡Un fantasma!’

 

¡Un fantasma que soltó de golpe y sin previo aviso la típica frase cliché de ‘¿puedes verme?’!

 

Ah, ah, ah. Esto no puede ser. Ries gritó internamente.

 

Pensó que la mansión era escalofriante. Pensó que parecía la escena de apertura de una película de terror. Pensó que no sería raro que apareciera un fantasma…

 

‘¡Pero de ahí a que realmente aparezca uno es otra historia!’

 

Justo en el momento en que pensaba que era feliz, el fantasma vino a arruinar su vida cotidiana con precisión fantasmal.

 

……¿Por eso se llaman fantasmas? Lloró por dentro mientras hacía un frío chiste interno. Tal vez incluso derramó una o dos lágrimas de verdad en el proceso.

 

Mientras sentía unas manos cuidadosas sacándole con cuidado las garras, Ries hundió la cabeza en su pecho, sorbió por la nariz y pensó

 

Mañana no saldré de paseo. Ni loco.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Existe un dicho popular

 

Los gatos tienen poder espiritual, pueden ver fantasmas y ahuyentarlos.

 

Una noche calurosa de verano, un gato que observa atentamente un vacío inexistente con desconfianza, y su dueño a su lado, temblando…

 

Ries estaba completamente decaído. Esa historia que leyó una vez por diversión resultó ser medio cierta. Solo la mitad.

 

‘¿Ahuyentarlos? ¡Sí, claro!’

 

¡Si hasta le habló sin problema!

 

Recordó la escena en cuestión. Esa figura que sonreía y decía, ‘Ah, ¿puedes verme?’… No, mejor dicho, el retrato semitransparente al 25% de opacidad detrás de ese rostro.

 

Fue tan impactante que no recordaba bien el rostro del fantasma, aunque se veía perfectamente. ¿Eso era algo bueno?

 

No, nada bueno. Solo de pensarlo, quería taparse la cara con ambas patas y gritar.

 

—Ries.

 

Una voz suave le llamó desde arriba. Ries levantó la cabeza con cautela y cruzó miradas con quien le hablaba.

 

Tras la máscara, unos ojos llenos de preocupación lo observaban. Su corazón, que palpitaba con fuerza, de pronto se calmó como por arte de magia.

 

—¿Cómo te sientes?

 

—Nyaaang…

 

—Veo que todavía no te sientes bien.

 

Justin entendió perfectamente su maullido y le dio unas palmaditas en la espalda. Ries cerró los ojos al sentir ese toque tranquilizador.

 

¿Qué habría sido de él si no estuviera allí? Seguramente habría entrado en pánico y no habría salido de la manta durante una semana entera.

 

Incluso hoy fue así. Justin lo consoló de madrugada después de que tuviera una pesadilla espantosa.

 

Y es que esto era muy grave.

 

‘¡Ni siquiera en la casa del marques Merillin tuve pesadillas!’

 

Exacto.

 

Durante su estancia en la mansión del marqués de Merillin, aunque fue maltratado y encerrado en lugares oscuros y estrechos, Ries dormía sin soñar.

 

Dormía cuando se aburría, dormía cuando tenía hambre, dormía incluso cuando hervía de rabia… En esas condiciones tan miserables, sobrevivió cada día con el sueño.

 

Ahora, sin embargo, tenía pesadillas cada dos días, y el estrés le estaba afectando mucho.

 

Y no era el único que iba deteriorándose poco a poco.

 

—Huu…

 

Justin tampoco podía ocultar su melancolía, viendo a su gato apagarse más cada día.

 

—¿Tampoco quieres salir a pasear hoy?

 

—…Mmmn.

 

—Está bien… Si no quieres, no tienes que hacerlo. Hoy descansa bien.

 

Ya era el quinto día que se negaba a salir. Su voz desanimada revelaba cuánta preocupación le causaba el asunto.

 

Gracias a eso, Ries tuvo una feroz lucha interna. Dudó y vaciló entre salir o no, y al final eligió quedarse encerrado.

 

Pero no podía evitarlo.

 

‘¿Y si vuelvo a encontrarme al fantasma…?’

 

Una posibilidad horrenda. La última vez, de alguna forma logró regresar a su habitación sano y salvo, pero ¿la próxima? No tenía ninguna confianza en ello.

 

Mientras tanto, Justin seguía murmurando sus propias preocupaciones.

 

—Qué problema… últimamente también parece comer menos… ¿Habrá perdido peso?

 

—……¿?

 

¿Cómo se podía malinterpretar así? Solo en el almuerzo de hoy, se había comido hasta el último grano de la comida. ¿Acaso vio otra cosa?

 

Y en cuanto al peso…

 

‘El peso…’

 

Echó un vistazo hacia abajo. Su barriga, medio doblada, sobresalía redonda y esponjosa.

 

Desvió la mirada en silencio.

 

‘Dice que he adelgazado. Qué alegría.’

 

Si el amo lo dice, entonces es verdad. No vale la pena sentirse culpable. Se revolcó despreocupadamente en sus amplios brazos, disipando sus sospechas.

 

Y se sentía un poco mejor.

 

‘Vivir solo en casa tampoco está tan mal.’

 

Después de todo, los gatos son animales territoriales. Aunque su cuerpo se sentía algo entumecido, este estilo de vida también le parecía agradable.

 

Sin embargo, Justin no parecía pensar lo mismo.

 

Pasó más tiempo. Segunda semana sin paseos.

 

Justin, con rostro grave, le dijo a Ketir

 

—Creo que Ries está enfermo.

 

Ries, tumbado cómodamente sobre la alfombra mullida, abrió mucho los ojos.

 

‘¿Eh? Para nada.’

 

De hecho, las pesadillas empezaban a espaciarse y estaba bastante satisfecho. Estaba decidido a disfrutar su vida de recluso.

 

Rápidamente giró la mirada hacia Ketir. Seguro él le cubriría. Pero para su decepción, el otro traicionó sus expectativas.

 

—Ciertamente… últimamente parece apático. ¿Consultamos a un veterinario?

 

—También está comiendo menos.

 

—…Entendido por ahora.

 

No, no, un momento. Se levantó de un salto. La conversación avanzaba sin pausa y lo desconcertaba totalmente.

 

Reducción de actividad y apatía repentina. Suena como un síntoma de salud preocupante en una mascota. ¡Pero no estoy enfermo!

 

—¡Nyaang! ¡Nyaaaarg!

 

La falta de energía fue por la pesadilla, y no salió porque no quería volver a encontrarse con el fantasma. Pero aunque quisiera explicar, nadie le iba a entender.

 

—Todo irá bien, Ries. La veterinaria está para ayudarte, no para asustarte.

 

Para colmo, Justin creyó que le tenía miedo al veterinario. Qué idea más equivocada…

 

Y no podía reprocharle nada. Sus ojos llenos de preocupación y afecto parecían incluso brillosos, quizá por todo el sufrimiento que había pasado.

 

‘Ugh…’

 

¿Cómo pueden los humanos tener esos ojos de ‘gato con botas’? Ries no se daba cuenta de que eso era simplemente la ilusión del amor.

 

Por otro lado, empezó a crear una pizca de esperanza. Ya llevaban dos semanas sin poner un pie afuera. Quizá, si evitaba esa zona, no se encontraría con el fantasma…

 

—…Meooow…

 

Sí. Salgamos. Vamos a intentarlo.

 

Eso sí, con alguien al lado.

 

Se acercó sigilosamente y se aferró al pantalón de Ketir. El otro, sin entender nada, lo siguió sin resistencia.

 

Lo llevó frente a la puerta cerrada. Rascó suavemente para indicar que quería salir. Ketir lo miró, algo desconcertado.

 

—…Parece que quiere pasear.

 

—…¡Sí! Espera un momento.

 

El rostro de Justin se iluminó. Solo se le veían los ojos, pero algo en ellos transmitía una certeza absoluta.

 

Por un instante, Ries pensó que quizá se había equivocado de decisión, pero la reacción de Justin, que le colocó el arnés con entusiasmo, le impidió echarse atrás…

 

La puerta se abrió. Ries tragó saliva y echó un vistazo al exterior. Como era de esperar, no había nadie.

 

—Vuelve cuando quieras, si te cansas.

 

—…Nyaang.

 

¿Ahora no… va a salir?

 

Comenzó a caminar hacia fuera. Seguía con sus garras enganchadas al pantalón de Ketir. El otro, arrastrado por la situación, puso cara de no creérselo.

 

—Parece que quiere ir contigo.

 

—…Entendido.

 

Justin le dio permiso por él. ¡Bien! Con dos personas (bueno, una persona y un gato) será la mitad de aterrador. Ojalá sea así…