El gato está en huelga - Capítulo 22

Ries, que estaba tumbado lánguidamente, giró suavemente el cuerpo y mostró el vientre. El cepillado, que se había interrumpido un momento, volvió a comenzar.

 

—Prrr, Prrr.

 

Un sonido de satisfacción se escapó sin querer. Le gusta la sensación refrescante de que le rasquen, encontrando incluso los lugares que no sabía que le picaban.

 

Pero mostrar el vientre no era solo por eso. Volvió a abrir los ojos que ya casi se cerraban. La máscara negra, concentrada en cepillar, se movía de un lado a otro justo delante.

 

Ries lo observó fijamente. Realmente fijamente. Justin, que era muy sensible a las miradas, no podía no notarlo.

 

—¿Qué te tiene tan preocupado?

 

Preguntó mientras movía el cepillo suavemente. Podría parecer que estaba buscando el momento de espiar debajo de la máscara, pero eso no era, para nada, su intención.

 

Desde el día que ‘percibió’ por primera vez la maldición bajo la máscara. Desde entonces, Ries a veces veía algo en ella.

 

Clavó abiertamente la mirada en la máscara. Más exactamente, en el lado izquierdo, donde debían sobresalir las venas negras provocadas por la maldición.

 

Cuando enfocaba toda su atención y fijaba la vista, poco a poco, alrededor de la máscara, algo completamente negro empezaba a revolotear…

 

—¡¿Nya?!

 

De repente, su concentración se hizo añicos. Bajó rápidamente la mirada hacia el vientre. Sin darse cuenta, una mano enguantada de negro había sustituido el cepillo y se posaba suavemente sobre él.

 

Era un poco más cosquillosa, más pesada, y tan caliente que casi quemaba. El cuerpo se estremeció con la sensación desconocida y la cola se irguió rígida.

 

Justin también parecía sorprendido, con una mirada confundida, como si no esperara esa reacción. Tras debatirse por dentro, Ries se rindió.

 

‘Yo qué sé.’

 

Había forzado el cerebro justo después de comer, y la somnolencia poscomida lo atacaba con más fuerza. Se dejó caer y permitió el contacto, fingiendo ignorancia.

 

Solo entonces la mano comenzó a moverse, acariciando suavemente el vientre. Aunque era una zona que apenas había sido tocada, y se notaba cierta torpeza, era suficiente para merecer un aplauso por lo mucho que había mejorado.

 

—Nyaaang…

 

‘Me derrito, me derrito…’

 

Por un lado, estaba feliz de recibir un masaje en el vientre; por el otro, el humano disfrutaba del suave abdomen de un gato. ¿No era esto cooperación mutua perfecta?

 

La habitación estaba cálida, tenía el estómago lleno, y la caricia era tan suave como una pluma. Con esa perfecta combinación, Ries no tardó en quedarse completamente dormido.

 

No podía haber una vida felina más perfecta. Últimamente, cada día era feliz.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Como siempre, Ries salía a su paseo con la compañía de Justin, que lo despedía mientras él trotaba con sus patitas.

 

Tenía ganas de tararear. Más aún al ver a Justin aparentemente más estable.

 

Antes, aunque lo acompañara hasta la puerta, su mirada siempre tenía una base de ansiedad. Pero últimamente no mostraba signos de ello.

 

Eran los ojos de alguien que sabía que el lugar al que uno regresa está junto a él. Un cambio profundamente positivo.

 

Contagiado por la alegría, Lies avanzó con ligereza. ¿Adónde iría hoy? Sus pasos eran animados.

 

Pero no tardó en surgir un problema.

 

‘¿Por qué no hay nadie?’

 

Extrañamente, no se veía a nadie.

 

Para Ries, que solía seguir a alguien para decidir adónde ir, esta situación era un dilema.

 

‘¿Voy a donde fui antes?’

 

Como al piso donde trabajaban los sirvientes. Aunque no se viera a nadie, seguramente habría alguien allí, así que al menos no estaría aburrido.

 

‘No.’

 

Se desinteresó enseguida. Ir allí solo traería a la mente el rostro triste de Justin, así que descartó ese lugar de inmediato.

 

‘¡Hoy iré donde me lleven las patas!’

 

A veces, también hacen falta días así.

 

Era el tipo de pensamiento que su yo futuro suplicaría que no tuviera, pero Ries caminó sin dudarlo.

 

Subió y bajó pisos, recorrió pasillos hasta el final y regresó, explorando la mansión por un buen rato.

 

Estaba saboreando el gusto de la aventura. En el extremo del segundo piso, encontró un lugar que olía intensamente a espacio secreto.

 

‘¿Está… abierta la pared?’

 

Pasó por habitaciones que no parecían tener propósito ni uso, y entonces lo encontró. Ni siquiera era una puerta, sino una pared.

 

Entró como hipnotizado. Aunque dentro no había una sola luz encendida, en cuanto su cuerpo cruzó un cierto límite, todas las luces se encendieron de golpe.

 

Una iluminación deslumbrante como una lluvia de estrellas llenó el espacio. Al mismo tiempo, una gran cortina roja que cubría toda una pared se deslizó a los lados.

 

‘¿Retratos?’

 

Lo que apareció fueron retratos de personas desconocidas.

 

Ries abrió la boca con asombro. No podía imaginar cuánto esfuerzo habrían invertido los pintores.

 

Cada cuadro parecía estar vivo. Ver una fila de lienzos llenos de vida era una escena majestuosa.

 

Se acercó a uno. Estaba colgado más bajo de lo esperado, así que pudo leer fácilmente el nombre debajo del retrato.

 

‘Edler Laufe.’

 

Un nombre familiar. Miró al lado.

 

‘Lenus Laufe.’

 

Y al lado, y al otro. Todos los nombres terminaban con el apellido ‘Laufe’. Entonces empezó a hacerse una idea.

 

Parecía ser una galería que conservaba los retratos de los anteriores duques Laufe.

 

Tenía la sensación de haber entrado en un lugar prohibido. Ries empezó a retroceder disimuladamente.

 

‘¿Por qué dejaron la puerta abierta?’

 

Claro que fue un error suyo entrar por su cuenta, pero el verdadero fallo fue de quien se olvidó de cerrar. Quien fuera, debía de ser muy descuidado.

 

Aun así, sus patas siguieron avanzando. Sentía un escalofrío que hacía tiempo no sentía, y su pequeño corazón latía con fuerza.

 

‘Cuando vuelva, le pediré a Justin que me acaricie.’ Con esa decisión, estaba a punto de regresar por donde había venido, cuando…

 

Sus ojos se fijaron en un punto.

 

—……

 

Todo el camino hasta la salida quedó en vano, su cuerpo se dirigió por sí solo hacia aquel lugar.

 

En una esquina izquierda, al final de los retratos. Un solo marco colgaba solitario y apartado. Ries se detuvo frente a él.

 

Movió los ojos y leyó el nombre escrito debajo del cuadro.

 

‘Sepite Laufe.’

 

Observó detalladamente el rostro dentro del marco. Era un rostro tan impactante que quedó grabado junto con el nombre.

 

‘…Es guapo.’

 

El único defecto era que el color estaba desvaído, pero eso era normal en un retrato antiguo.

 

Sobre todo, la palidez del color no alcanzaba para ocultar el atractivo del hombre.

 

A pesar de ser un cuadro plano, su nariz era sorprendentemente alta y definida, y sus rasgos parecían esculpidos por un artesano. Seguramente el pintor puso todo su ser para este único cuadro.

 

Pero esa no era la única razón por la que no podía apartar la vista.

 

‘Sus ojos son igual que los de Justin.’

 

Más exactamente, el color de sus ojos. Rojo brillante. Aquellos ojos rojo escarlata tenían un poder extraño que atraía.

 

De repente, surgió una duda.

 

‘¿Justin tendrá una cara así también?’

 

Ries intentó recordar el rostro bajo la máscara negra… pero, sinceramente, no lo recordaba bien. La maldición que cubría la mitad de su cara era demasiado impactante.

 

Aun así, no pudo evitar que su imaginación volara. Le picaba la curiosidad por saber cómo sería su rostro sin la maldición.

 

Así, se quedó contemplando el retrato por un buen rato, perdido en sus pensamientos.

 

‘Ah.’

 

Despertó de golpe, como si saliera de un sueño. No debía estar haciendo eso. Sacudió la cabeza, intentando borrar todos los pensamientos que se amontonaban en su mente.

 

Se había prometido salir, ¿y qué hacía allí parado? Suspiró profundamente. Piuuun, un sonido adorable escapó sin querer.

 

Le dio la espalda al retrato. En lugar de perder tiempo en fantasías inútiles, sería mucho mejor volver a rodar al lado de su dueño.

 

—……

 

Pero de pronto.

 

Realmente de pronto, sintió… que había algo detrás.

 

Era un presentimiento tan extraño que no se podía expresar con palabras. Aunque sabía que no había nadie más y que solo había un cuadro detrás, no podía sacudírselo de la cabeza.

 

Una alarma sonó en su mente. Se le erizó todo el pelo, e incluso se le cortó la respiración.

 

Era una sensación ominosa. Sabía que no debía mirar atrás, pero su cuerpo lo traicionó. Al final, Lies giró la cabeza como un robot averiado.

 

Y se encontró con algo que ocupaba todo su campo visual.

 

—Ohhh.

 

Era… un rostro humano.

 

Pero con un efecto de transparencia del 80%.

 

Su cerebro atascado empezó a acelerarse. ¿Sabes cómo se llama a una persona semitransparente?

 

Se llama fantasma.

 

‘¿Fan…tasma?’

 

No. No.

 

¿Por qué su vida felina… suena como si estuviera cambiando de género? Y para colmo, el fantasma soltó unas palabras espeluznantes

 

—Tú… puedes verme.