El gato está en huelga - Capítulo 15

—Ha…… Riedel. ¿Qué estás haciendo en el suelo? Levántate ahora mismo.

 

—¡Se-señor mayordomo!

 

Ketir, que apareció al final del pasillo, estaba hecho un desastre. Su rostro estaba demacrado, el cabello completamente despeinado, y su respiración era agitada.

 

Seguramente había estado buscando por toda la mansión durante todo el día. De quién era la culpa, estaba claro. Guardé silencio y desvié la mirada.

 

—Este piso tiene acceso restringido. Aunque no seas la encargada, ya se te pedirá cuentas a través de la jefa de sirvientas por haber entrado sin permiso, así que regresa. Espero que no vuelvas a cometer este error.

 

—¡Si-si! ¡Muchas gracias, de verdad!

 

Con el permiso de Ketir y la complicidad de Justin, la sirvienta se levantó y se inclinó repetidamente en un ángulo de 90 grados. Su actitud no podía ser más extraña.

 

Pero con la desaparición del visitante indeseado de ese piso, el ambiente se alivió… o eso creí. Al parecer, no era la única persona.

 

Ketir, sin siquiera arreglarse el cabello desordenado, se disculpó.

 

—Lo siento. Me aseguraré de que no vuelva a actuar de forma tan imprudente. Y además……

 

Respiró hondo. ¿Aún hay más?

 

—…perdí de vista a Ries mientras me distraje.

 

Ries se sintió desconcertado.

 

‘¿Eso también lo va a disculpar?’

 

Lanzó una mirada rápida a Justin. Espero que no la regañe. Sería muy incómodo, considerando que fui yo quien salió corriendo por su cuenta.

 

—Lo importante es que regresó a salvo.

 

Afortunadamente, Justin no parecía tener intención de culpar a Ketir. Uff. Soltó un suspiro de alivio y frotó la cabeza contra su pie.

 

Una mano enguantada de negro se acercó. Era un gesto tan delicado que apenas podía llamarse caricia, tocando suavemente entre las orejas. Incluso una porcelana frágil sería tratada con más fuerza que eso.

 

Justin se inclinó. Entre su ropa negra se percibía ese aroma amargo de hierbas que siempre lo acompañaba.

 

El ambiente estaba en silencio. Ketir ya se había marchado sin que nadie se diera cuenta.

 

—……Tu.

 

Su voz pesada extrajo una palabra breve. Justin vaciló antes de continuar.

 

—¿No me tienes miedo?

 

Otra vez esa pregunta. Siempre respondía lo mismo, pero Justin insistía en hacerla cada dos días, como si algo lo preocupara profundamente.

 

Y aunque me daban ganas de morderle la mano para que no molestara, sus ojos eran tan tristes que Ries decidió responder obedientemente.

 

—¡Miau!

 

…Siendo honesto, la respuesta se volvió un poco menos entusiasta. Pero para compensar, lamió el guante de Justin para que no se sintiera mal.

 

—Gracias.

 

Su mano acarició suavemente desde la cabeza hasta la espalda. Pensar que antes ni siquiera podía extenderle la mano… definitivamente era un gran avance.

 

Cerró los ojos con fuerza ante el calor de su tacto. La imagen de la sirvienta caminando sola por el corredor en penumbra, en una mansión solitaria, con el rostro teñido de miedo, apareció en su mente.

 

Y también, el hecho de que el causante de ese miedo estaba justo delante de él.

 

Justin era la persona de sangre más noble de toda la mansión. Después de todo, era un ‘Duque’. Aun así, las sirvientas le temían y evitaban su presencia.

 

Una pregunta surgió de pronto en su cabeza.

 

‘¿Por qué?’

 

No, en realidad ya sabía la respuesta.

 

‘La maldición.’

 

La razón por la que la gente del mundo llamaba a Justin ‘el duque maldito’. Chesif solía decir que esa maldición era prueba de que Dios lo había abandonado.

 

Recordaba el rostro fruncido de Chesif cada vez que lo decía, como si fuera una repulsión grabada en su instinto.

 

¿Y qué si era odio o miedo? Ambas emociones crudas solo habían contribuido a aislar más a Justin.

 

Quizás su torpeza al tener contacto físico se debía a que apenas había experimentado el calor de otra persona en su vida.

 

Entonces, solo había una solución.

 

‘Hay que hacer que se acostumbre.’

 

Muy bien, entonces me quedaré pegado a él como un chicle por un tiempo. Ries se lo prometió con determinación. Después de todo, estaba en el cuerpo de un animal cubierto de pelo, así que compartir calor corporal era su especialidad.

 

Y lo puso en práctica de inmediato. Cuando Justin intentó apartar su mano, lo abrazó con ambas patas delanteras. La mano sorprendida se movía torpemente entre sus brazos.

 

A través de su mirada, como un imán, Justin parecía esbozar una sonrisa leve, más brillante que una joya preciosa. Fue un cambio casi imperceptible, pero sin duda era una sonrisa.

 

‘Sabía que le iba a gustar.’

 

Ries maulló con orgullo.

 

ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Ketir lo miraba con una expresión llena de cosas por decir. Solo hacía falta ver la pila de documentos acumulados sobre el escritorio para entender por qué.

 

Justin, que hasta entonces había evitado el tema con silencio, finalmente se rindió.

 

—Lo entregaré para mañana por la mañana.

 

—Por favor. Se lo ruego.

 

La mirada punzante de Ketir y sus casi interminables regaños eran suficientes para hacerlo sentir culpable, así que Justin planeaba cumplir su promesa.

 

Sin embargo, sus ojos seguían cayendo como atraídos por miel hacia abajo. La blanca y esponjosa barriga ocupaba todo su campo de visión, y sentía que incluso su mente estaba completamente invadida.

 

Últimamente, Ries parecía haberle tomado el gusto a dormir sobre su regazo. Cada vez que Justin se sentaba frente al escritorio, él trepaba sobre sus piernas.

 

Una vez instalado, siempre se recostaba mostrando su barriga, lo que hacía aún más difícil para Justin concentrarse en el trabajo.

 

Sin darse cuenta, su mirada se fue hacia la barriga blanca.

 

‘Definitivamente ha engordado.’

 

Quizá por estar comiendo buena comida todos los días, Ries se veía más regordete que cuando llegó a la mansión.

 

Especialmente en la panza.

 

Al verlo más blando cada día, Justin sentía una irresistible necesidad de tocarlo. Era un pensamiento que nunca había tenido antes, y por eso le resultaba tan desconcertante.

 

Desvió la mirada con esfuerzo. Esta vez, sus ojos se posaron en su rostro dormido.

 

‘Triángulo…….’

 

Su boca tenía forma de triángulo.

 

Aunque la tenía bien cerrada, si trazabas una línea, se formaba un pequeño y perfecto triángulo. A pesar de verlo todos los días, no podía dejar de mirarlo.

 

A veces, su boca se abría lentamente.

 

Entre los labios entreabiertos asomaban unos dientes blancos como granos de arroz y una lengua rosada tan pequeña que era difícil de creer.

 

‘¿Estará soñando?’

 

Movía las orejas, hacía muecas con la boca y olfateaba ligeramente. En esos momentos, a Justin le daban ganas de meterle un dedo en la boca… No, no puede ser. Cerró los ojos con fuerza.

 

Terminó desviando la mirada una vez más.

 

—…….

 

Pero esta vez fue la postura de Ries lo que lo tentó.

 

Las patas traseras estiradas parecían de una persona. Justin descubrió por primera vez que los gatos también podían dormir así.

 

Aunque se le salían un poco de la pierna. Las patas traseras, apenas apoyadas en su muslo, quedaban colgando en el aire. A veces, al verlo dormir tan quieto, Justin sentía cierto misterio en ese pequeño cuerpo.

 

Recordó un libro que Ketir le había dado hace poco. Era bastante útil, con información y hábitos sobre los gatos bien organizados.

 

Y en ese libro decía claramente que las almohadillas rosadas en las patas de los gatos se llamaban «almohadillas plantares».

 

‘…¿Debería tocarlas?’

 

Estaba a punto de extender la mano, pero se detuvo bruscamente. ¿Por qué todos sus pensamientos terminaban con la idea de interrumpir el sueño de Ries? Apretó con fuerza la pluma en su mano.

 

Ketir se llevaría las manos a la cabeza si lo viera. ¡Con lo mucho que le rogó que trabajara sin distraerse!

 

Ries entreabrió los ojos perezosamente. Sentía una mirada tan intensa que hasta le quemaba.

 

‘¿Qué es eso?’

 

Vio a Justin justo enfrente. Pero ahora su cabeza estaba girada hacia la derecha, como si su mente estuviera en otro lugar.

 

No tardó en adivinar a dónde miraba.

 

Sacudió las patas traseras. La cabeza de Justin también se movía lentamente con ellas. ¿Acaso eso no era la esencia de jugar con humanos siendo un gato?

 

Emocionado, las movió más… pero Justin se dio cuenta de que estaba despierto. Se cruzaron las miradas, sin escapatoria. Ries recogió discretamente las patas.

 

—…….

 

—…….

 

Este incómodo silencio. La vergüenza era inevitable.

 

Primero, se dio vuelta, dejando de mostrar la barriga, y usando el muslo de Justin como apoyo, saltó ágilmente al escritorio.

 

Hoy había más papeles de lo habitual. Buscó un hueco vacío y se acomodó.

 

En momentos así, no hay nada mejor que acicalarse. Iba a lamerse la pata con disimulo, pero Justin le ofreció primero una rama de olivo.

 

—…Perdón por despertarte.

 

Qué dueño tan amable. Ries aceptó su disculpa con gran generosidad.

 

‘Yo también lo siento por molestarte.’

 

—¡Miau!