El gato está en huelga - Capítulo 13

El mundo entero se ve hermoso.

Incluso la sombría mansión que parecía sacada del inicio de una película de terror ya no resultaba desagradable, ni tampoco el interior oscuro con todas las luces apagadas. Ahora podía aceptarlo con tranquilidad. ¿Acaso no tiene cada cosa su propio encanto?

‘¡Por fin tengo un hogar!’

Ya no tenía que preocuparse por convertirse en un gato callejero. ¡Ahora tenía casa, y hasta cuidador! Era oficialmente un gato doméstico.

Todos los agravios que había sufrido desde que despertó en el cuerpo de un gato pasaron por su mente. Los días en que fue encerrado, golpeado, hambriento, perseguido por gatos callejeros y víctima de su territorialidad.

Adiós a todo eso.

Y para colmo, había obtenido un nuevo nombre.

‘Me gusta el nombre.’

Era mejor aún porque no era un nombre de fruta pegado al azar. Ries decidió deshacerse sin vacilar del nombre que su antiguo amo, de pésimo carácter, le había puesto sin pensar.

—Te lo quitaré.

—Meeeow

—…….

Justin intentó quitarle la correa, pero Ries apartó la cabeza rápidamente. La mano enguantada se quedó suspendida en el aire, como si estuviera en shock.

No tenía intención de llevarla puesta toda la vida, pero todavía no era el momento de quitársela. Al menos…

—…Mi señor.

—…….

¡Al menos debía presumirla bien antes de quitársela!

Aprovechando la llegada oportuna de Ketir, Ries metió la cabeza como para mostrarle la correa. Al verla, Ketir reaccionó como si ya se lo esperara.

—Al final, se la puso.

—……Sí.

Con esas palabras, Justin pareció por fin recuperar el sentido. Enderezó el cuerpo torpemente y asintió.

Ries corrió hacia él y le dio unos toques en los pies. Como si lo estuviera apurando, Justin, aún aturdido, lo llamó por su nombre.

—¿Ries?

—……¿Le ha puesto nombre?

—Ah.

Finalmente entendió lo que pasaba. La cola que se movía con gracia, el cuerpo erguido, el cuello estirado, y Ketir mirándolo con ojos sorprendidos.

Justin respondió lentamente.

—…Sí. Supongo que quería presumírtelo.

—Así parece. Desde que empezó a tenerlo siempre a su lado, imaginé que terminaría poniéndole nombre.

—Mmm.

Intentó quitarle la correa de nuevo. Esta vez, Ries no se apartó. Al contrario, como si se sintiera aliviado, rascó con la pata el lugar donde la correa acababa de ser retirada.

La ansiedad que empezaba a burbujear desapareció como una mentira. Justin esbozó una leve sonrisa bajo la máscara y acarició torpemente a Ries, diciendo

—Ketir. Llévalo contigo.

—Sí.

Ketir alzó el cuerpo de Ries con familiaridad. Ries, que estaba disfrutando las caricias tímidas, se quedó atónito.

‘¿Amo?’

Lo miró con ojos confundidos. Justin dudó un momento, luego agitó la mano en un gesto de despedida.

Ahora hasta lo despedía. Un movimiento adorable que no concordaba con su tamaño. Ries se quedó embobado observándolo, luego sacudió la cabeza.

Eso no era lo importante ahora.

—¡Meo-o-oong!

—Ya está llorando otra vez. Te dije que te traería por la mañana.

¿No íbamos a dormir juntos?

Ries se dio por vencido. Aunque se colgaba del picaporte para no salir, Ketir lograba separarlo de algún modo. Se estremecía ante la insistencia del otro.

‘No hay de otra.’

Pero a diferencia de antes, ya no estaba ansioso. Desde que recibió su nuevo nombre, había recuperado la calma en su corazón.

Había pasado cerca de una semana desde que se estableció oficialmente como gato de Justin. Durante ese tiempo, la rutina diaria de Ries había sido similar.

Cuando Ketir despertaba y empezaba a prepararse para salir, él también se levantaba y se aseaba. Apenas le abrían la puerta, corría al cuarto de Justin y rascaba para que lo dejaran entrar.

No tardaba mucho en abrirse desde dentro. Le mostraba algo de afecto a Justin, que le daba los buenos días, luego se lanzaba sobre la cama perfectamente arreglada y se revolcaba un poco.

Comían juntos el desayuno que traía Ketir, y cuando Justin empezaba a trabajar, él se enrollaba en el lugar que más le gustara del día y lo observaba.

Hoy no fue diferente.

—Nyaang.

Saltó al regazo de Justin, que estaba sentado frente al escritorio, y se frotó contra él. El amarillo y blanco de su pelaje se pegó a los pantalones negros.

Le invadió una satisfacción inexplicable, maulló contento y subió al escritorio. Ya se le había curado la pierna, así que no tenía más vendajes que le estorbaran.

—…….

En esos momentos, Justin solía mirar los pelos en sus pantalones, luego al responsable de ellos (ya en posición de pan de molde), y finalmente volvía a su trabajo.

El suave sonido de la pluma rozando el papel le acariciaba los oídos. Comer cuando quería, dormir cuando quería, rodar cuando quería… recién ahora comprendía lo buena que era esa vida.

Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que descansó así de verdad.

Cuando era humano, entre estudiar, buscar empleo y la vida social, estaba tan ocupado que ni siquiera cuando descansaba sentía que descansaba. Mientras recordaba aquel pasado que ya le parecía tan lejano, abrió la boca en un largo bostezo.

‘Ser gato no es tan malo como pensaba.’

La única desventaja era la falta de entretenimiento, pero hasta ahora no había llegado a aburrirse. Y aunque eso pasara, tenía muchas cosas por hacer. Como, por ejemplo, explorar la mansión.

Ahora que ese lugar era prácticamente su territorio, revisarlo a fondo era una obligación que todo gato debía cumplir.

‘Pensándolo bien…’

Una duda apareció de pronto en su cabeza. Ries parpadeó.

‘No había nadie.’

Las habitaciones de Justin y Ketir.

Aunque solo se había alejado de esa zona por un día, el impacto de lo que había visto, ya fuera dentro o fuera, se le había quedado grabado en la mente.

Lugares oscuros y lúgubres, sin una sola flor florecida. Todo tan seco y vacío… recordaba claramente cómo no se sentía ni una sola presencia humana en ningún lado, lo que lo hacía aún más inquietante.

‘No puede ser que solo estemos nosotros en esta mansión.’

Las habitaciones siempre estaban limpias, y la comida que traía Ketir tenía claramente el toque de alguien que la preparó con esmero.

Pero con esas ojeras tan marcadas que harían que un panda le pidiera ser su amigo, estaba claro que él no tenía tiempo de cocinarla.

En otras palabras, había alguien más preparando la comida por él.

Entonces, ¿dónde estaban esas personas, y por qué nunca venían en persona? Una pequeña curiosidad empezó a crecer.

Y una vez que empezó, toda su atención se enfocó en ello. Su cola empezó a moverse por instinto, golpeando el escritorio, hasta que finalmente Ries se levantó.

—¿Ries?

Ignoró la llamada de Justin, saltó del escritorio y se acercó a la mesilla donde una vez había visto la correa. Empezó a rascar con insistencia.

Un buen amo se acercó de inmediato y abrió el cajón. Justo cuando Ries estaba a punto de caerse dentro de tanto que se metió, Justin lo salvó y sacó la correa en su lugar.

—¿Quieres salir?

—Miaaauu.

—Mmm…

Se le notaba el conflicto. Aunque llevaba la cara completamente cubierta por la máscara, era curioso cómo aún así se le entendía.

Justin miró su escritorio, donde los documentos se apilaban como montañas. Claramente tenía trabajo pendiente y no podía acompañarlo.

Así que, al final, su solución fue

—¿…Un paseo?

—Sí. Vigílalo para que no se pierda.

—……

Llamó a Ketir, que estaba trabajando.

Ketir, sin entender nada, se llevó la mano a la frente y apenas logró contener las ganas de maldecir. Era evidente que sufría por dentro, sin poder rechazar una orden del duque.

Pero Justin tampoco tenía otra opción. Ketir era de los pocos en quienes confiaba y se apoyaba.

‘¿…Es por mí…?’

Ries se convirtió de golpe en la causa directa del sobretrabajo. Disimuladamente empezó a acicalarse para hacer como si no supiera nada.

—…Yo me encargaré, así que trae la mitad del trabajo que queda.

—¡……! Iré de inmediato.

Pero antes de que terminara de lamerse las patas, la actitud de Ketir cambió por completo.

Era como si hubiera visto el fondo de un abismo, pero ahora sus ojos oscuros empezaban a llenarse de vida… mmm. Mejor dejarlo hasta ahí.

Después de todo, todos habían conseguido lo que querían. ¿No era eso un final feliz? Ries lo pensó con total descaro.

Él pudo salir a pasear, Ketir se libró de la mitad del trabajo restante.

¿Y el amo… tuvo más trabajo…?

‘Hmm.’

No era un final feliz. Parecía que uno solo había cargado con todo el riesgo. Su conciencia, que había desaparecido, volvió a doler.

Mientras Ketir iba por los documentos que debía entregarle, Ries observó detenidamente a Justin. Pero él no parecía afectado en lo más mínimo.

Eso lo preocupaba aún más.

‘Esto no está bien.’

Como gato, no podía ayudarle con el trabajo, pero una mascota tenía el deber de sanar a su dueño.

Saltó sobre el regazo de Justin, que ya se había sentado de nuevo. Calculó cuidadosamente el espacio libre que quedaba y el ángulo ideal para no caerse…