El gato está en huelga - Capítulo 122

  1. Home
  2. El gato está en huelga
  3. Capítulo 122
Prev
Next
Novel Info

Solo por un instante se quedó absorto, contemplando aquellos ojos. En un parpadeo, la distancia entre ambos se acortó. Justin se había acercado un poco más.

 

Susurró

 

—Recuerdo el día en que nos conocimos. Recuerdo tu expresión, lo livianas que eran tus patitas cuando me sujetaste. No he podido olvidarlo.

 

Un cambio de tema tan repentino como desconcertante. ¿Por qué hablar del pasado ahora? Ries contuvo el aliento de forma instintiva y escuchó con atención las palabras de Justin.

 

Tum-tum, tum-tum, tum-tum, tum-tum.

 

Un latido más rápido que el habitual se superponía al suyo. Como si resonaran al unísono, como si entonaran una misma melodía, los corazones de ambos comenzaban a acompasarse.

 

—Quizá… desde entonces ya tenía mi respuesta.

 

Bajo la máscara, sus ojos tanteaban el pasado.

 

Recordaba con nitidez a aquel ser infinitamente frágil, suave, diminuto, que sin pizca de miedo se le había acercado. Aquel que, con sus patitas de algodón, lo sujetaba como pidiéndole que no se fuera, que lo llevara consigo.

 

Justin no pudo apartarlo. ¿Fue porque temió romperlo si lo tocaba? ¿Porque aquella patita cojeando se le quedó grabada en la retina?

 

No. No fue por eso. Ahora, por fin, comprendía el verdadero motivo de aquel impulso.

 

—Me tomaste de la pata cuando eras más débil, te quedaste a mi lado incluso después de ver lo despreciable que era, y cada día me diste un cariño que no merecía. Eso… tú fuiste el primero. Tú eres el único. ¿Cómo podría rechazarte?

 

Todo lo demás no eran más que excusas. ¿Cómo apartar a una criatura pequeña y frágil que, a pesar de todo, no había perdido su calor? Que, sin miedo, se acercaba para compartirlo.

 

Era un sueño. Un sueño que había enterrado de niño en un rincón oscuro y húmedo del desván.

 

Aquel niño flaco y menudo, que aún conservaba algo parecido a la esperanza, solía mirar a través de la pequeña ventana por donde apenas se colaba un trozo de cielo azul, y pensaba:

 

“Yo también quiero tener una familia.”

 

Quiero que me quieran. Quiero ser importante para alguien. Quiero dormir en una cama calentita, tibia por el calor de otro cuerpo…

 

De niño, se hizo una promesa.

 

Si alguna vez aparecía alguien así, como por arte de magia, él también lo cuidaría. Lo haría sonreír todos los días, lo abrazaría fuerte para que no temiera al frío.

 

Pero los sueños son sueños. Son hermosos porque no se cumplen, porque se desean precisamente porque no se pueden alcanzar.

 

El cuerpo creció, la mirada se elevó, y una noche cualquiera, cuando el desván se le hizo insoportablemente estrecho, aceptó su realidad.

 

Un niño nacido con una maldición antes siquiera de pisar el mundo, que al nacer le arrebató hasta el último aliento a la madre que lo acogía… El destino de ese pequeño monstruo ya estaba sellado.

 

Cada aliento que tomara sería motivo de repulsión, desprecio, miedo no deseado… Y no pasaría mucho antes de que la maldición lo devorara por completo. No tenía dudas.

 

Hasta que esa pequeña bola de pelo apareció frente a él.

 

—Tú eres… mi milagro, Ries.

 

El milagro que hizo realidad el sueño que había enterrado, convencido de que jamás se cumpliría.

 

—Gracias a ti, por primera vez sentí apego por algo.

 

Un apego que me hizo desear vivir, caminar junto a alguien sin ser devorado por la maldición. El primero en toda mi vida.

 

—Gracias a ti… descubrí que soy alguien lleno de deseos.

 

Deseos de saber más, de compartir más tiempo, de estar más cerca…  

 

Y aún más, el deseo desmedido de convertirme también en lo único y más valioso para ti. Ese deseo, tú lo acogiste con dulzura y le diste aliento.

 

Justin se encogió un poco más. Sintió el roce del pelaje suave a través de la máscara. Por un instante, el deseo de sentir esa textura directamente sobre su piel, sin barreras, se agitó y luego se desvaneció.

 

—Tú me hiciste respirar. Me hiciste estar vivo.

 

Este pequeño y suave milagro había ofrecido su calor a un ser que estaba en su extremo opuesto. Por eso, podía nombrarlo sin dudar.

 

Él era su salvación. Su refugio.

 

—Y también me hiciste saber cosas que no quería saber. Ries, soy alguien muy temeroso. Me preocupo demasiado, pierdo el sueño por la ansiedad, y cada vez que no te veo, me invade la inquietud.

 

Sabiendo eso… ¿cómo no iba a temer perderte?

 

—Temo que esa mano que se extendió primero se retire. Que lo que tengo en brazos se me escape volando. Que lo encierre por miedo y acabe marchitándose.

 

Su monólogo se alargó más de lo previsto. Justin sonrió con amargura y volvió a tomar entre sus labios la respuesta que había pronunciado al principio. Todo volvía al punto de partida.

 

—Por eso… nunca quise ponerle nombre a lo que siento por ti.

 

Ries contuvo el aliento. Su cuerpo se había quedado rígido, pero sus ojos, bien abiertos, rodaban suavemente para mirar a su interlocutor.

 

—Amor, afecto, ternura… Ninguna de esas palabras alcanza. Lo que siento por ti es demasiado vasto, demasiado ciego. A veces me pregunto si no está torcido de algún modo.

 

Su voz se volvió algo irónica. Como si confesara un pecado, como si revelara una herida que había querido ocultar toda la vida. Tras terminar, respiró hondo varias veces, reuniendo valor para preguntar:

 

—…Si este yo te parece bien. Si lo que me dijiste no fue mentira…

 

Parpadeó una vez. Como si fuera mentira, sus miradas se encontraron.

 

—¿Puedo ponerle tu nombre a este sentimiento?

 

—……

 

Ries no pudo responder de inmediato.

 

Tal como él lo había dicho, era vasto, ciego. Sabía que dependía mucho de él, pero esto… esto superaba todo lo que había imaginado. Bajo el pelaje, su piel comenzó a calentarse poco a poco.

 

Esa voz que pedía permiso con tanto cuidado sonaba como una súplica apasionada. Para algunos, podría haber sido una carga abrumadora. Pero no para Ries.

 

“Gracias a ti he cambiado. Gracias a ti respiro y sigo viviendo…” 

 

Qué expresión tan desbordante, tan deslumbrante. Tomó aire una vez más y se acurrucó más profundamente en el pecho de Justin.

 

Tum-tum, tum-tum, tum-tum, tum-tum. El corazón de su dueño latía más rápido que antes.

 

—…Miau.

 

Maulló brevemente, como diciendo “no te pongas nervioso”, y cambió de postura.

 

Su cuerpo empezó a crecer poco a poco. Los latidos irregulares de ambos corazones comenzaron a sincronizarse de nuevo.

 

Justin, que se había encogido todo para abrazar a un pequeño gato, tenía ahora una postura incómoda. Era inevitable.

 

Ries, como si lo hubiera estado esperando, se acercó aún más. Los cuerpos, apretados sin dejar espacio, estaban más cálidos que de costumbre.

 

—…Yo no digo mentiras.

 

La respuesta que siguió fue torpe, quebrada, casi insignificante, pero el mensaje se entendía perfectamente.

 

Aunque sus palabras anteriores habían sido impulsivas, no eran falsas. Al recordar el error de hace unos minutos, se sintió avergonzado y añadió con tono algo molesto:

 

—Y por qué me pides permiso, ¿eh? El corazón de Justin es de Justin.

 

—…Jaja. Sí. Es mío. Mi corazón.

 

Una risa débil y un suspiro relajado se sucedieron. Pero solo por un momento. Los cuerpos, ya cercanos, se apretaron aún más.

 

Justin apretó con más fuerza el abrazo. La presión le oprimía el cuerpo, casi le cortaba el aliento. Su rostro se encendió aún más.

 

—Gracias por acercarte primero. Gracias por no rendirte conmigo. Gracias por darme un sentido a la vida, por quererme así, por enseñarme que… que yo también puedo amar a alguien. Todo eso.

 

Susurros cálidos le cosquilleaban el oído. Luego, Justin frotó su cabeza contra su hombro. Ries soltó un leve gemido, sin sonido.

 

Sentía que sus mejillas y orejas iban a prender fuego. ¿Y por dentro? Como si una mariposa eufórica revoloteara sin rumbo por su estómago.

 

Antes, no sabía qué causaba esa sensación. Pero ahora sí. Decidió disfrutar esa presión justa, y se entregó de buena gana al abrazo.

 

—…Sí. Gracias por encontrarme.

 

Aquel día en que la ciudad, casi monocroma, se movía con gente apresurada, y él vagaba por sus calles, perseguido por un gato callejero feroz.

 

El gato que, al ver por primera vez a un humano que lo ayudaba, se aferró al dobladillo de sus pantalones, pensando que no tenía nada que perder pese a su aspecto intimidante… ¿Sabía que acabaría teniendo esta relación con él?

 

Probablemente no. Tenía buen instinto, sí, pero no podía ver el futuro.

 

“No… quizá lo intuía, aunque fuera vagamente.”

 

Y aun así, lo presentía.

 

Quizá, en el fondo, aquel gato también sospechaba que ese humano frente a él acabaría siendo alguien especial.

 

Como un gato que elige a su humano favorito, él también, en otro sentido, había elegido a Justin.

 

Por alguna razón, se le escapó una risa. Le costaba mantener los pies quietos, como si estuviera ebrio de alegría, flotando. Ries, igual que su compañero antes, apoyó la cabeza en su hombro.

 

Por fin sentía que había echado el ancla en este mundo.

 

‘Me siento bien.’

 

¿Tan bien como para sentir, aunque fuera un poquito, un poquitito de gratitud hacia ese fastidioso de Chesif?

 

Si no fuera por sus provocaciones y sus bromas crueles, no habría hecho huelga de cupido, ni se habría escapado de casa… y quizá, solo quizá, nunca habría conocido a Justin.

 

Una sonrisa se dibujó en sus labios. Como si pidiera mimos, frotó la cabeza contra su pecho.

 

La calma que él le daba, la emoción de saber que sus sentimientos eran correspondidos, la dicha de poder quedarse a su lado incluso sin llevar el título de “gato compañero”… todo eso lo hacía sentirse así.

 

Y si uno estaba así, ¿cómo iba a ser distinto el otro? Los dos, abrazados con fuerza, permanecieron así un buen rato en el despacho.

 

Hasta que Ketir, pensando que ya habrían terminado de hablar, regresó y se encontró con aquella escena.

 

—……

 

No pudo ocultar la expresión de desconcierto en su rostro.

 

Parecía que el malentendido se había resuelto, pero aun así sentía una incomodidad en el pecho, una especie de rabia contenida. Tuvo un mal presentimiento: que esa sensación se repetiría muchas veces en el futuro.

Vistas totales: 0
Prev
Next
Novel Info

Comments for chapter "Capítulo 122"

MANGA DISCUSSION

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

You must Register or Login to post a comment.

♥ Gracias ♥

Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥

All Genres
  • +19 (193)
  • Acción (49)
  • Adulto (193)
  • Apocalíptico (5)
  • Aventura (24)
  • BDSM (18)
  • BL (184)
  • Ciencia Ficción (13)
  • Comedia (121)
  • Crimen (27)
  • Demonios (19)
  • Deportes (7)
  • Descensurado (19)
  • Drama (304)
  • Ecchi (17)
  • Familia (22)
  • Fantasía (217)
  • Gender Bender (6)
  • GL (7)
  • Gogogo (72)
  • Harem (18)
  • Histórico (59)
  • Horror (8)
  • Isekai (19)
  • Josei (118)
  • Magia (28)
  • Mazmorras (4)
  • Militar (7)
  • Misterio (30)
  • Omegaverse (11)
  • Psicológico (30)
  • Reencarnación (34)
  • Regresión (15)
  • Romance (358)
  • Seinen (5)
  • Shoujo (94)
  • Shounen (13)
  • Sistemas (2)
  • Smut (105)
  • Sobrenatural (43)
  • Soft BL (27)
  • Supervivencia (11)
  • Terror Psicológico (11)
  • Thriller (9)
  • Tragedia (36)
  • Trasmigración (17)
  • Vampiros (3)
  • Venganza (20)
  • Vida cotidiana (47)
  • Vida escolar (54)
  • Videojuegos (7)
  • Wuxia (0)

Madara WordPress Theme by Mangabooth.com

Sign in

Lost your password?

← Back to New Cat

Sign Up

Register For This Site.

Log in | Lost your password?

← Back to New Cat

Lost your password?

Please enter your username or email address. You will receive a link to create a new password via email.

← Back to New Cat