El gato está en huelga - Capítulo 116
No podía soportarlo. El rostro le ardía sin remedio.
Aunque separó los dedos de los pies con cautela, la realidad frente a él no cambió. Hillein, más animada que nunca, y Sepite, que no parecía tener la menor intención de detenerla.
Al menos, era evidente que en ese lugar no había nadie de su bando.
—Mmmmmm. Ñe…
—Jeje.
Ries no era ningún tonto. No es que no entendiera lo que Hillein quería decir, y más aún… sabía perfectamente que su reacción no estaba siendo normal.
Cubriéndose la cara con las patas delanteras y hundiendo la cabeza contra el suelo, permaneció así solo un instante. Luego, agrandando poco a poco su cuerpo, murmuró con voz que apenas se arrastraba:
—…Es que… somos de especies distintas.
Eso fue lo mejor que pudo decir, después de pensarlo tanto.
Con la mente dando vueltas, tartamudeando sin control, eso era lo máximo que podía articular. Hillein sonrió como si acabara de escuchar una historia divertida.
—¿Y qué importa la especie si el género tampoco es un obstáculo?
Incluso se transformó en humana para darle más peso a su argumento, pero parecía que no había servido de nada. Más bien, lo único que logró fue dejar al descubierto su rostro encendido.
Y al ver la expresión de Ries, algo debió captar, porque el rostro de ella se iluminó aún más, como si adivinara con facilidad la emoción que se escondía tras esa cara sonrojada.
—Sabía que tenía razón. No podría ser nadie más. Solo tú podrías querer tanto a mi hijo.
—…
El aire se le atascó en la garganta, y las palabras también. Ries no pudo responder, solo movió los labios sin emitir sonido y bajó la cabeza por completo.
¿Parecida a su dueño? Para nada. Hillein era aún más directa. Una sinceridad tan pura, sin una pizca de impureza, que se estrellaba sin reservas.
Al ver ese rostro que no mostraba ni una sombra de vergüenza, parecía que toda la timidez y el cosquilleo que ella debería sentir se le habían transferido por completo a él.
¡Pum, pum, pum, pum! Los latidos de su corazón, tan fuertes como truenos, retumbaban sin cesar en sus oídos. Había tragado tanta saliva que la boca se le secó por completo, y su cara ardía tanto que no sería raro que empezara a echar vapor.
Al final, Ries tuvo que responder como quien se traga el ají llorando.
—¡Po-por favor, déme un poco de tiempo para pensar…!
Pero hasta ahí llegó. Ese era su límite.
No había pasado mucho desde que se transformó en humano, y con un sonido seco volvió a su forma de gato. Salió corriendo a toda prisa. La pequeña figura felina desapareció en un parpadeo frente al desván.
Finalmente, solo quedaron los dos fantasmas, mirándose el uno al otro. Hillein, recordando la redonda y apurada retaguardia que había huido con el rabo entre las piernas, no pudo evitar poner cara de pesar.
—¿Crees que lo presioné demasiado?
—Bah. Estos cabezaduras tardan toda una vida en entender algo si no se les aplica una terapia de choque como es debido. Y si uno se queda a mirar desde el costado, la frustración te ahoga antes de que llegue el descanso eterno.
Ante eso, Sepite negó con firmeza. Después de compartir tanto tiempo juntos, hacía ya mucho que había dejado de esperar algo de su descendiente y del gato que lo acompañaba.
Sin embargo, había razones más complejas detrás de su impulso de alentar a Hillein. De reojo, sus ojos redondos de muñeco rodaron hacia la mujer que tenía al lado.
—¿De verdad no vas a encontrarte con tu hijo? No habrá otra oportunidad como esta.
—……
Sepite no dudó en sacar a relucir el tema que ella evitaba.
Una actitud muy distinta a la que había adoptado cuando Ries intentaba convencerla, limitándose entonces a observar desde la distancia. Hillein se estremeció levemente.
—No pensarás que puedes engañar también a mis ojos, ¿verdad? Sabes que no te queda mucho tiempo.
—E-eso… yo…
La boca, que se había abierto por reflejo, volvió a cerrarse. Era casi una confesión tácita, y los ojos de Sepite se entrecerraron.
Los dedos ocultos bajo sus amplias mangas se movían sin cesar. Seguía sin poder articular palabra. Su boca se abría y se cerraba una y otra vez, hasta que Sepite, como si quisiera empujarla, volvió a hablar.
—Tenías razón.
—¿…Qué?
El inicio fue inesperado. Hillein, olvidando por un momento su inquietud, se volvió hacia él.
—Tú lo dijiste. Que probablemente solo Ries sería capaz de esforzarse así por Justin. Si nos ha seguido todo este tiempo, tú también lo habrás visto. Ese pequeño corría como si se le prendieran fuego los pies, solo por ayudar a su dueño.
—……
—Lo único ridículo es que aún no se haya dado cuenta de lo que siente.
Sus dedos, que temblaban sin rumbo, se entrelazan. Hillein, con una mirada algo confusa, fija los ojos en la escalera que descendía.
Como si por fin se decidiera a seguir la estela que Ries había dejado al correr por allí mucho antes, su mirada se quedó vagando largo rato en ese rincón. Sepite, tras observarla en silencio, dejó caer sus palabras como una estaca.
—Tal vez esta sea la última oportunidad. Dijiste que no tenías derecho, ¿no? Pues yo creo que sí lo tienes.
—……
—Sabías que tu alma se estaba desgastando, y aun así no te alejaste de tu hijo. Yo nunca he sido padre, así que no puedo entender del todo los errores que cometiste. Pero sea lo que sea, ya has pagado con creces.
No hubo respuesta, pero Sepite sabía que sus palabras habían agitado la decisión de ella como un barco atrapado en plena tormenta. Solo faltaba algo más. Algo decisivo.
¿Qué debía decir? El comienzo había sido vago y enredado, pero no tardó en encontrar el hilo.
—¿Sabes por qué Ries te ha rogado hasta el cansancio que te encuentres con Justin?
—¿No es… por el bien del niño?
—Sí. Pero esa es solo la razón más superficial.
Sepite recordó unas palabras que había escuchado alguna vez, casi como un murmullo para sí mismo.
—Quiere que su amo lo sepa. Que hubo una familia que celebró su nacimiento, que lo amó tanto como para quedarse a su lado incluso después de que se le acabara el aliento.
Eso, sin duda, significaría mucho para Justin. Ese chico que por fuera parece entero, pero por dentro arrastra heridas que nunca terminaron de sanar.
Y Hillein… ella no podría ignorar algo así.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
—……
Su cola, reflejo de su inquietud, se agitaba sin rumbo en el aire.
Había pasado bastante tiempo desde que salió corriendo, pidiendo un momento para pensar. Pero Ries aún no lograba regresar a su refugio.
La razón era sencilla: si volvía allí, tendría que enfrentarse con quien lo había dejado tan revuelto por dentro.
Pero tampoco podía vagar por el castillo para siempre. Tarde o temprano, tendría que volver al lado de Justin. Ries lo sabía bien, aunque su cuerpo no respondía con la misma facilidad.
Justo cuando no podía dar un paso ni hacia adelante ni hacia atrás…
‘Ah, cierto. Hay otra habitación.’
De pronto, una alternativa se le cruzó por la cabeza.
La habitación que Justin había preparado para su nuevo asistente, “Rienstein Elton”. Desde que se la presentaron, no había sentido la necesidad de usarla, pero ahora mismo no había lugar más adecuado para él.
Giró sobre sus patas de inmediato. Primero encontraría esa habitación, y luego pensaría en lo que vendría después… pero lamentablemente, su plan tropezó desde el principio.
—Así que aquí estaba.
—¿¡Eh!? ¡Miau!
Lo agarraron por la nuca. Solo un segundo después se dio cuenta de que esa voz y ese tacto le eran familiares. Sus patas traseras, colgando hacia abajo, se quedaron rígidas.
Chirrido tras chirrido, su vista giró lentamente hasta llenarse con un rostro marcado por el cansancio. Ketir, que lo sostenía con destreza, habló con tono que no se sabía si era reproche o simple desahogo.
—El duque está preocupado. Un rato está bien, pero como asistente, ausentarse tanto tiempo también es un problema.
Solo entonces Ries miró por la ventana. Sin haberlo notado, el cielo se había teñido de rojo por el atardecer.
Parecía que había pasado más tiempo del esperado. Tal vez por eso las palabras “el duque está preocupado” se le habían clavado con especial fuerza en el pecho.
—…Mnyaaang. Miauuuu…
Al final, se rindió. Renunció a huir. No quería causarles molestias, y había comprendido que escapar no cambiaría nada. Lo único que no podía controlar era la expresión decaída que se le había instalado en el rostro.
—Hmm.
Ketir lo observó desde arriba, ladeando la cabeza.
Pensó en su superior, que últimamente pasaba largos ratos deambulando por el despacho. Hoy, más que nunca.
Se había retrasado más de lo habitual, lo que generaba preocupación, pero tampoco salía a buscar lo que lo inquietaba. Esa indecisión, esa forma de perderse en sí mismo, aún la tenía grabada en los ojos.
La sensación de urgencia llegó después. Lo que normalmente se resolvía en una hora, ya iba camino de dos sin avances.
Si seguía así, no solo perdería sus horas de sueño: estaba claro que acabaría entregando toda la noche al trabajo. Por eso, Ketir decidió buscar personalmente al causante de aquel fenómeno.
‘No parece estar muy bien.’
Y como por milagro, lo encontró en apenas unos minutos, dentro de aquel vasto castillo. Pero ahora… Ries parecía algo apagado.
Sus ojos entrecerrados lo examinaron con atención. Había varios detalles que llamaban la atención.
‘No está el muñeco.’
Ese muñeco que, según decían, albergaba el alma de un antepasado de la familia Laufe. Juraría haber oído que habían salido juntos. Pero el pensamiento no se convirtió en preocupación.
Después de todo, no era un muñeco cualquiera. Contenía el alma de un héroe que había salvado al imperio de una calamidad. A veces se paseaba solo por el castillo, así que seguramente volvería por su cuenta.
No era algo que le quitara el sueño. Pero el siguiente detalle no podía pasarse por alto tan fácilmente: el cuerpo caído como ropa mojada, la expresión inusualmente melancólica. Y además…
Ketir, de pronto, sintió una extraña familiaridad en el cuerpo que sostenía.
‘…Está más caliente de lo normal.’
Ries siempre había tenido una temperatura corporal alta, pero hoy parecía irradiar aún más calor.
Comments for chapter "Capítulo 116"
MANGA DISCUSSION
♥ Gracias ♥
Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥