El gato está en huelga - Capítulo 110
Desde entonces, los paseos por la propiedad del duque, compartidos por dos personas y una muñeca, continuaron sin interrupción.
Visitaron la biblioteca, tan vasta como una sala de lectura pública, el comedor al que ya habían ido una vez, el campo de entrenamiento donde, en tiempos pasados, Justin solía cruzar espadas con el príncipe heredero… y muchos otros lugares más.
Algunos ya le habían sido presentados, otros no. El destino de esta ocasión pertenecía al primer grupo, aunque algo en él había cambiado.
Le vino a la mente lo que decían los sirvientes, siempre charlando en pequeños grupos, que el clima del ducado, antes tan caprichoso y feroz, se había calmado notablemente.
Y tenían razón. Durante mucho tiempo, no había más remedio que plantar flores resistentes para mantener el jardín con vida. Pero ahora, ya no parecía necesario.
Según Justin, habían comenzado a renovarlo y estaban en la fase final. Seguramente, muchas cosas habrían cambiado.
—……
Pero la atención de Ries estaba completamente en otro lugar. Sus ojos gris plateado, perdidos en pensamientos dispersos, vagaban sin rumbo por el aire.
—Ries.
—……
—¿Ries?
—¿Eh?
Volvió en sí solo después de que Justin lo llamara varias veces. Se sobresaltó y giró rápidamente hacia él. A través de la máscara, unos ojos llenos de preocupación lo observaban con intensidad.
—¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? Lo siento… Tal vez el viento está demasiado frío. Debería haber traído algo para que te cubrieras. Si quieres, puedo volver ahora mismo y-
—¡No, no, estoy bien! ¡No es eso!
Si lo dejaba seguir, Justin probablemente se daría la vuelta en ese mismo instante para ir a buscarle un abrigo. Ries negó con fuerza, intentando demostrar que estaba perfectamente.
Aun así, el gesto de Justin no mostraba señales de alivio.
—Entonces… ¿Hay algo más que te preocupe?
Al parecer, aún le rondaba en la cabeza la reacción de antes. Ries, algo incómodo, se mordió los labios antes de lograr articular palabra.
—Es solo que… hay algo que me tiene pensativo. Pasamos por el campo de entrenamiento, ¿recuerdas?
Habían recorrido ya varios lugares fuera del castillo. Aunque solo lo observaron desde lejos, el campo donde los caballeros se reunían para entrenar fue uno de ellos.
El sonido metálico de las espadas chocando una y otra vez, los gritos de los caballeros, el golpeteo de los pies contra la tierra… ruidos que, aunque disonantes al principio, parecían entrelazarse en una armonía peculiar si uno prestaba atención. Todavía resonaban en sus oídos.
Y sin embargo, había alguien que parecía completamente ajeno a todo aquello.
Una mujer de cabellos rojos, jadeando con dificultad. Era Melissa, a quien no había visto en mucho tiempo por diversas circunstancias. Había oído que últimamente se dedicaba con empeño a su rehabilitación y a mejorar sus habilidades.
Quizá acababa de terminar un entrenamiento extenuante, pues parecía costarle recuperar el aliento. A simple vista, no se distinguía de los demás caballeros.
Si no fuera por aquella expresión que se le quedó grabada de forma extraña, habría seguido pensando lo mismo.
—La vi solo de reojo, pero… la expresión de Melissa no parecía muy buena.
—La caballera que solía encargarse de tu escolta, ¿verdad?
Asintió con un leve movimiento de cabeza, y Justin también pareció sumido en sus pensamientos. Para entonces, su paso se había vuelto notablemente más lento…
‘Ah.’
Fue en ese momento cuando una revelación le atravesó la mente.
No era que Justin hubiese aminorado el paso, sino que él mismo había empezado a caminar más despacio, y el amo, atento, se había adaptado a su ritmo. La vergüenza lo invadió de golpe.
Y al ver el jardín justo frente a ellos, esa sensación se intensificó.
Tal como había dicho Justin. El jardín, antes monótono por la limitada variedad de flores que podían resistir el clima, ahora mostraba una paleta más diversa. Aunque muchas aún no habían abierto del todo sus capullos, bastaría con un poco más de tiempo para que florecieran por completo.
Si regresaban entonces, sin duda sería más hermoso, más fragante. Quizás eso era lo que el amo realmente deseaba mostrarle.
‘Y yo, pensando en otras cosas con alguien así a mi lado…’
La conciencia empezó a punzarle suavemente, y extendió la mano con discreción para tomar la manga de Justin.
—Solo fue algo que me distrajo un poco, no tienes que preocuparte tanto. Me centré demasiado en mis pensamientos, ignoré lo que decías… Lo siento.
—No.
Pero la respuesta que recibió fue inesperadamente firme. Los ojos de Justin se encontraron con los suyos, tranquilos como la superficie de un lago.
—Lo que pienses, es tu libertad.
—Eh…
—Cuando deseé que adoptaras una forma humana, fue porque quería verte a mi altura, sentir una temperatura similar a la mía… pero no era solo eso. Quería que fueras más libre.
Qué extraño. Hasta hace poco solo sentía un leve remordimiento, pero de pronto, una sed difícil de soportar comenzó a apoderarse de él. Aunque movía los ojos con nerviosismo y tragaba saliva una y otra vez, esa sensación inexplicable no se desvanecía.
—Aunque por mi egoísmo no pueda quedarme quieto observándote, aunque parezca que te estoy estorbando… esto es lo que realmente siento.
La mano que sostenía la manga fue tomada en respuesta.
‘Está fresca.’
Una temperatura ligeramente fría le cubrió la piel. No sabía cuándo Justin se había quitado los guantes, pero ahora tenía las manos desnudas, igual que él.
Miró una vez el dorso limpio de esa mano sin venas, una vez los ojos de su amo, llenos de una ternura que le hacía cosquillas, y una vez los capullos que se mecían suavemente detrás de él.
Las tres cosas lo golpearon al mismo tiempo, y sintió que la vista se le nublaba, como si el mundo girara a su alrededor.
Cerró los ojos con fuerza. Sus labios, temblorosos y sin fuerza, apenas lograron articular algo que pudiera considerarse palabra.
—¡Es-es-está bien! ¡Yo ya tengo suficiente, ¿vale?! ¡Haz lo que quieras, Justin!
—…….
―…….
Decir algo así en un momento como este… eso sí que era jugar sucio. La frase, soltada al azar y sin pensar, tuvo el efecto contrario: dejó a Justin y a Sepite completamente mudos.
El ambiente se volvió silencioso. Fue entonces cuando Ries se dio cuenta de que algo no iba bien. Un silencio anormalmente largo, una muñeca con la boca abierta y un amo con las orejas visiblemente enrojecidas…
Abrió la boca para añadir algo, para arreglarlo, pero:
—¡No, no! ¡Es que Justin es mi amo!
Si había echado gasolina al fuego, esta frase fue como prenderle una cerilla. No logró cerrar la escena, solo intensificó la incomodidad. El silencio, ahora más presente que antes, se estiró con torpeza.
Al pensarlo de nuevo, sí… sus palabras sonaban como una declaración: “¡Te doy toda la libertad para hacer lo que quieras!” ¿Cómo no iba a sentirse avergonzado? La vergüenza le llegó como una ola.
Por supuesto, Justin sabía que Ries había hablado sin pensar. Era una frase mal construida, un tropiezo verbal… pero aun así, no podía evitar que su ánimo se viera afectado.
Ninguno soltaba la mano. Nadie decía nada. Y tampoco parecía que alguien fuera a explicarse.
Pasaron unos segundos más, hasta que Sepite, que nadaba por el suelo, no pudo contenerse y soltó un murmullo.
―Diez… no, cien batatas… Si esto era un plan para matarme de frustración, casi lo logran, malditos inútiles.
El tono estaba cargado de reproche, pero esa sola frase bastó para romper la tensión que pendía de un hilo. Ries, que solo movía los labios sin saber qué decir, se sobresaltó y soltó la mano.
Por suerte, Justin la dejó ir sin resistencia. Aunque se quedó mirando su palma, donde aún quedaba el calor suave, casi felino, de la mano de Ries.
Y ese gesto tan simple dejó una huella intensa en la mente de Ries. Inspiró hondo a propósito, y luego exhaló.
‘¿Qué me pasa últimamente?’
Le resultaba extraña su propia reacción: cómo se dejaba afectar por gestos mínimos, por palabras breves. Incluso al intentar recordar sus días como humano, ahora ya desdibujados, no lograba encontrar una pista.
Se mordió los labios con fuerza. ¿Debería preguntarle a Justin ahora?
—……
Lo miró de reojo… y desistió. Si Justin había pasado por algo similar, no parecía estar en condiciones de dar una respuesta clara.
‘¿Y Sepite?’
Cada tanto soltaba frases raras sobre lo frustrado que estaba. Tal vez sabía algo.
Pero no podía lanzar una pregunta mal formulada en ese momento. Y más aún, le preocupaba su amo, que seguía a su lado, rígido y en silencio.
‘Será para después.’
Cuando esta atmósfera incómoda haya pasado, cuando Justin no esté justo frente a él… cuando encuentre el momento adecuado.
Tomada esa decisión, Ries se vio enfrentado a otro problema. O mejor dicho, a algo que ya había llegado, pero que él había estado evitando mirar de frente.
‘…¿Cómo se supone que arreglo esto?’
Solo con estar ahí, quieto, ya sentía un hormigueo incómodo en las puntas de los dedos. ¿Cómo calmar esa atmósfera extraña? ¿Cómo corregir las palabras que había soltado sin pensar, como si aún conservara los hábitos de cuando era gato?
Así, sus pensamientos volvieron al punto de partida. En momentos como este, sería ideal que apareciera algo que desviara la atención.
‘Aunque sea un fantasma…’
Fue mientras sus ojos, cargados de inquietud, rodaban sin rumbo.
Su mirada, que hasta entonces se negaba a quedarse en un solo punto, se fijó de pronto al frente. Más allá de los arbustos, se alzaba una fuente de mármol, y junto a ella, la silueta de una mujer. El dobladillo de su vestido semitransparente ondeaba suavemente.
El cielo había escuchado el deseo de Ries.
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Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥