El gato está en huelga - Capítulo 106

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La lluvia fue cobrando fuerza hasta convertirse en un aguacero. Ries sabía que no solo empaparía su pelaje, sino también su cuerpo entero… y su corazón.

 

Movió varias veces la punta de la nariz, luego sacudió la cabeza con fuerza de arriba abajo. A través de la máscara, los únicos ojos visibles brillaban con un fulgor radiante, colmados de alegría.

 

De pronto, recordó el rostro de su amo la primera vez que lo vio.

 

En aquel entonces, él era alguien insensible al dolor, atrapado por un pasado lleno de odio y rencor, incapaz de avanzar.

 

—……

 

Pero míralo ahora.

 

Aunque las heridas se habían reabierto, las que había mantenido ocultas comenzaban a sanar poco a poco. Hablaba del futuro, sabía ofrecer afecto. Aunque su cuerpo siguiera cubierto de negro y oculto tras una máscara, él brillaba con una luz propia.

 

Y Ries comprendía que ser testigo de ese cambio, acompañarlo en ese proceso, era una de las experiencias más valiosas que podía tener.

 

—Miauuuuu.

 

“Qué suerte que haya sido yo”, susurró él, apenas audible.

 

Ries dejó escapar un leve maullido y se acomodó, enroscando su cuerpo sobre su regazo. Ya que había subido, bien podía quedarse un poco más.

 

Cerró los ojos. El sonido de una risa suave, el susurro de las páginas al pasar, el trazo de la pluma deslizándose sobre el papel… todo fue desdibujándose poco a poco.

 

Un gato dormitando plácidamente sobre las rodillas de un humano, y un hombre que, con una sonrisa serena, trabajaba en silencio. El aire cálido y apacible que los envolvía era tan suave que adormecería incluso a quien los observara.

 

Eso mismo le ocurrió a Sepite.

 

Después de tanto deducir, los dos se habían sumido por completo en su propio mundo. En otras circunstancias, habría refunfuñado y lanzado toda clase de quejas…

 

—Hmm.

 

Pero esta vez no.

 

Parpadeando con lentitud, regresó a su rincón. El crujido de la fruta al masticarla se sumó como una capa más al murmullo blanco del ambiente.

 

¿Por qué no le molestaban? En realidad, Sepite ya lo sabía desde hacía tiempo.

 

La maldición que él había legado no solo afectaba el cuerpo. A lo largo de los años, la discriminación, el odio y el dolor habían colocado grilletes invisibles en cada extremidad de quien la portaba.

 

Pero ahí estaba su descendiente, liberándose de esas cadenas, una por una.

 

¡Clac!

 

Uno de los grilletes, con sus bisagras rotas, cayó al suelo con un estruendo sordo. Sepite contempló en silencio la escena de aquellos dos, y también otra visión que solo él podía ver.

 

Era el futuro que más había anhelado. Una señal clara de que el deseo que había enterrado en lo más profundo de su corazón, mucho tiempo atrás, por fin comenzaba a cumplirse.

 

  ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Unos días después de la partida del séquito del príncipe heredero.

 

Antes de que se resolvieran del todo el desfalco del delegado del patriarca, el ataque que había llevado a cabo por cuenta propia y la repentina escasez de personal, llegó una visita inesperada que cayó como un alud.

 

Tras lidiar con todo eso durante un tiempo, la residencia ducal por fin recuperó la estabilidad.

 

—Mi señor, ha llegado el artículo que se había solicitado.

 

Y aquí, también había alguien cuya expresión había mejorado notablemente.

 

Ketir, que había tenido que encargarse del asunto con el mago en medio de una avalancha de documentos que lo sepultó como un desastre natural. Aunque el barón Embio le echó una mano…

 

‘Estaba hecho polvo.’

 

Parecía haber perdido peso; la línea de su rostro, entre la mejilla y la mandíbula, se había vuelto más afilada, y las ojeras, ya profundas, se habían extendido tanto que parecía que le cubrían toda la cara.

 

Su tez estaba tan pálida que uno temía que se desplomara en cualquier momento. Pero en cuanto terminó el trabajo, su rostro mejoró como por arte de magia.

 

Ries lo observó con curiosidad, pero pronto su atención se desvió hacia la caja que Ketir sostenía.

 

—La inspección fue satisfactoria. Creo que puede probarse de inmediato.

 

Era una caja negra con grabados pulcros y un lazo plateado atado con cuidado. Se notaba que habían prestado atención al embalaje, probablemente por consideración al destinatario.

 

Dentro había ropa, una camisa blanca impecable y unos pantalones negros bien estructurados. Un diseño sobrio, fácil de llevar en cualquier ocasión.

 

Pero antes de examinarla del todo, un objeto colocado encima capturó por completo su atención. Un cordón de cuero rojo con una campanilla plateada, una combinación demasiado familiar.

 

La expresión de Ketir se volvió incómoda.

 

—Es… ¿un collar tipo choker, verdad?

 

Se entendía la intención. El diseño imitaba a la perfección el collar que Ries solía usar, lo que hacía que, dicho sin rodeos, pareciera un collar. Y dicho con suavidad… bueno.

 

Seamos sinceros. Incluso dicho con suavidad, seguía pareciendo un collar.

 

Aunque Ries llevaba algo similar cuando estaba en forma de gato, no era lo mismo que llevarlo como humano. Su expresión también se volvió incómoda.

 

—Esto… mejor lo guardamos por ahora.

 

Sin mayor comentario, el collar disfrazado de choker pasó a manos de Justin.

 

Y llegó el momento de la prueba.

 

Ketir se ausentó un momento, y Ries, rechazando la ayuda de Justin para vestirse, se las arregló solo.

 

Cuando por fin salió del vestidor, su cabello y su ropa estaban completamente desordenados. Hacía tanto que no se ponía ese tipo de ropa que todo le resultó torpe y poco natural.

 

—Un momento.

 

A pesar de lo evidente que era lo ridículo de la escena, Justin no se rió. En cambio, se acercó y comenzó a arreglarle la ropa y el cabello con sus propias manos.

 

Alisó con firmeza el cuello de la camisa, que estaba vuelto del revés, y reajustó con cuidado el nudo mal hecho. Luego le peinó el cabello rebelde y, por último, acomodó los bajos arrugados de los pantalones antes de retirarse.

 

—…Gra-gracias.

 

¿Habrá alguien más que haya recibido un arreglo tan meticuloso por parte del mismísimo duque? Con ese pensamiento repentino, la vergüenza empezó a crecerle por dentro.

 

Pero más vergonzoso aún fue el momento en que Justin dio un paso atrás y lo miró fijamente.

 

Sus ojos plateados vagaban sin rumbo, como reflejo de sus pensamientos. Y, como era de esperarse, lo que salió de su boca no fue cualquier cosa.

 

—Estás bonito.

 

—…Si vas a decirlo, mejor di que estoy elegante.

 

—Elegante y bonito.

 

—……

 

El calor le subió al rostro sin control. En momentos como ese, tener pelaje sería útil. Sin nada que lo cubriera, se sentía aún más expuesto. Mientras movía nerviosamente manos y pies, como por costumbre…

 

Toc, toc. Un golpe suave en la puerta interrumpió el momento entre los dos.

 

—¿Ya terminaron?

 

—……

 

—……

 

De pronto, un recuerdo olvidado le cruzó la mente. Claro… Ketir estaba esperando afuera.

 

El humano y el felino, ambos con la memoria corta, giraron la mirada hacia la puerta.

 

—Adelante.

 

Con el permiso de Justin, la puerta se abrió de inmediato y Ketir entró. En sus manos llevaba una pila de papeles que no se había visto antes.

 

Tras observar brevemente a Ries, asintió con la cabeza.

 

—Está bien.

 

El conjunto era sobrio pero refinado. Los detalles ocultos en la prenda hablaban del cuidado y el dinero invertidos en su confección.

 

Sin embargo, su mirada delgada seguía fija en Ries incluso después de evaluar la ropa. Más exactamente… en sus mejillas.

 

‘…¿Todavía están rojas?’

 

Ries se frotó ambas mejillas con fuerza. No sabía si había funcionado, pero al menos logró que Ketir dejara de mirarlo.

 

Si todo hubiera terminado ahí, habría sido perfecto.

 

¡Clac! Ketir dejó caer los documentos sobre el escritorio de Justin y se volvió hacia ellos. Por alguna razón, sus ojos negros brillaban de forma extraña aquel día.

 

—He oído que ha decidido asumir el rol de asistente personal.

 

—¿E-eh?

 

Una sensación ominosa empezó a subirle por las piernas. Ignorar aquello parecía una receta segura para el desastre.

 

Ries tragó saliva y negó con la cabeza, nervioso.

 

—S-sí, pero Justin dijo que no tenía que trabajar…

 

—Cierto. Pero aun así…

 

Con sus dedos pálidos, señaló la pila de papeles repleta de letras.

 

—Es peligroso no saber nada. Alguien podría percibir una disonancia en su presencia.

 

—……

 

—Sería conveniente que al menos tuviera conocimientos básicos sobre lo que hace un asistente. El duque también está de acuerdo con esto.

 

Creak. Ries giró lentamente la cabeza.

 

‘Amo… ¿qué está diciendo este hombre…?’

 

Sus ojos gris plateado empezaron a teñirse de traición. Justin, sintiendo la punzada de esa mirada, se apresuró a intervenir.

 

—Parece demasiado…

 

—Esto ya está reducido.

 

—……

 

Una frase tajante que dejaba claro que no habría más negociaciones. Incluso Justin se quedó sin palabras.

 

—Ahora puede parecer mucho y abrumador, pero cuanto más tiempo pase en la casa ducal, inevitablemente aumentará el contacto con otros miembros.

 

—……

 

—Si no está bien preparado, alguien podría empezar a sospechar de su identidad. Incluso si no descubren que es un súbdito bestial, las cosas podrían complicarse bastante.

 

Y como si eso no bastara, Ketir añadió una explicación lógica que dejó a Ries sin argumentos. Emitió un largo gemido.

 

‘…Tiene razón.’

 

Había conseguido esa identidad con mucho esfuerzo. Tenía que protegerla con todo lo que tenía.

 

Si fingía mal y alguien descubría que todo era una farsa, no podría dormir tranquilo por la rabia.

 

Y justo entre todas las opciones posibles, el príncipe heredero había decidido que su nueva profesión sería la de asistente. Ries empezaba a sentir cierto rencor hacia él…

 

—Está bien… estudiaré…

 

Cerró los ojos con fuerza y aceptó.

 

Ser gato estaba bien, pero también quería poder quedarse al lado de Justin en esta forma. Y si para eso tenía que estudiar, lo haría sin dudar.

 

—Buena decisión.

 

Pensó que podría con ello… pensó que sería manejable…

 

¡Clac! Una nueva pila de documentos apareció de la nada sobre el escritorio. Ries la miró fijamente, como un mapache que ha metido algodón de azúcar en el agua.

 

—Aunque su nueva identidad no sea muy elevada, sigue siendo noble. Le recomiendo que aprenda al menos lo básico en etiqueta.

 

—……

 

¿De dónde salió esa montaña de papeles? ¿Desde el principio planeaban empujarlo al abismo del estudio? ¿De verdad… de verdad tiene que memorizar todo eso? ¿En serio?

 

Las preguntas flotaban por su cabeza como burbujas. Pero lo único que logró salir por su boca fue una sola frase:

 

—¡E-esto es una estafa…!

 

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