El gato está en huelga - Capítulo 105
Sepite voló hacia él con rapidez.
—¿Lo oíste, descendiente? ¡Ese mocoso acaba de…!
Parecía a punto de explicarlo todo. Ries, incómodo, solo giró los ojos sin saber qué hacer.
‘¿Habré sido demasiado brusco?’
Después de todo, era el antepasado de Justin. Justo cuando empezaba a preocuparse, fue Sepite quien, inesperadamente, admitió la derrota primero.
La cola, que se agitaba con furia, comenzó a perder fuerza. La voz, que hervía de enojo, se fue apagando con rapidez.
Durante un rato no pudo continuar hablando, hasta que murmuró con un aire de resignación:
—Ya está. Aunque te diga algo, seguro te pondrás del lado del mocoso. Ay, qué destino el mío…
—¿Miau?
¿Eh? ¿Por qué?
Sin entender nada, Ries ladeó la cabeza. Entonces una mano cálida se posó sobre su cabeza. No supo cuándo se había quitado los guantes, pero sintió los dedos, con sus callos, rozar suavemente detrás de su oreja.
No hubo palabras, pero entendió bien que ese gesto era una forma de decirle que estaba de su lado. El pecho se le agitó, le hizo cosquillas, y movió las patas delanteras con nerviosismo.
—Entiendo bien lo que quiso decir.
—¿…Sí? ¿Eso crees?
—Sí. Fue una observación válida.
Pero la balanza volvió a inclinarse. Esta vez, a favor de Sepite.
Ries olvidó incluso mover la cola y miró a su amo con expresión boba. Sus ojos rojos, firmes como una llama, se encontraron con los suyos sin vacilar.
—Ries. Yo…
Los ojos de Justin se tornaron más profundos. Como si estuviera atrapado en pensamientos densos, o arrastrado por emociones acumuladas, su mirada fluctuó largo rato hasta que finalmente se enfocó.
—No quiero perderte.
Desde que el príncipe heredero se había marchado, esa frase no dejaba de repetirse en sus oídos. Era, de hecho, lo que más le había impactado de todo lo que le había dicho.
—Quitar antes de que te quiten. Siempre he creído que eso es lo mejor, y esa idea no ha cambiado.
Quitar antes de que te quiten.
‘Si alguien intentara arrebatarle a Ries…’
Justin lo destruiría todo: le arrebataría todo al otro, lo aplastaría, y rompería sin excepción cada cosa que sustentara su vida, hasta que no pudiera volver a levantarse. Solo así podría sentirse tranquilo.
Por eso podía entender las palabras del príncipe heredero. Tal vez sea una empatía que solo pueden compartir quienes han encontrado algo más valioso que su propia vida.
Y Ries no era ajeno a ese cambio emocional. Aunque no pudiera leer todos los pensamientos que cruzaban por la mente de Justin, sabía bien que él era la causa de esa transformación.
—Miauuu…
Se recostó contra él con debilidad.
Justin, preocupado por la expresión caída de sus ojos, inclinó el rostro y le acarició suavemente la cara. Ante esa mano llena de afecto y preocupación, cerró los ojos con fuerza y luego los abrió lentamente.
—No te preocupes. No tengo intención de aceptar esa propuesta por ahora. Quiero pensarlo un poco más y observar cómo se desarrollan las cosas.
—Meow…
—Está bien. Cuando tome una decisión, te lo diré sin falta.
—¿Nyak? Meoow. Miau.
—Lo tengo presente.
Las palabras humanas y los maullidos se cruzaron varias veces. De algún modo, la conversación continuó con naturalidad. Sepite no pudo ocultar su desconcierto.
—¿Qué es esto? No me digas que… ¿puedes entender lo que dice ese mocoso?
—No, pero si lo escuchas con atención, a veces puedes deducir lo que quiere decir.
No sabía si debía elogiar esa idea o la obstinación de intentar comprender lo que decía.
‘Son tal para cual.’
No se encontraría una pareja que encajara mejor. Al ver cómo se trataban con tanto cariño, empezó a sentirse agotado de golpe.
Uno lloriqueaba sin saber que el otro había tomado una decisión por su bienestar, y el otro, sin criterio alguno, se ponía siempre de su parte.
Sepite optó por guardar silencio. Meterse entre esos dos solo significaría salir golpeado por ambos lados.
Fue una decisión sabia, fruto de los años vividos.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Un día después, tal como había anunciado, Harrison abandonó la residencia ducal. En su rostro sonriente no quedaba rastro de la tensa conversación del día anterior.
Justo antes de subir al carruaje, en el momento de la despedida final, el príncipe heredero se volvió de repente, dibujó una sonrisa como pintada y dijo:
—Espero que consideres mi propuesta con optimismo. Siempre has sido alguien a quien el destino le arrebata cosas. Ya es hora de que empieces a proteger lo que es tuyo.
No se sabe cómo resonaron esas palabras en Justin.
Lo que sí era evidente es que tenía mucho en qué pensar. Permaneció de pie, observando en silencio hasta que el carruaje desapareció por completo.
Incluso al regresar a su despacho, seguía igual. Ries giraba a su alrededor, buscando algo que pudiera distraerlo o captar su atención.
‘¿Y si simplemente me pongo tierno?’
Ya hacía mucho que se había acostumbrado a hacerlo con solo cerrar los ojos un instante. Aquellos días en que sufría por considerarlo una vergüenza del pasado quedaban lejos; ahora solo pensaba en cómo aprovecharlo.
Justo cuando se debatía seriamente entre esa opción, le vino una curiosidad repentina.
Ries movió la pata delantera y tocó a Sepite, que se revolcaba sobre el cojín.
—Eing, ¿qué pasa?
‘¿?’
¿Qué fue ese sonido?
Al fijarse bien, vio que tenía en la boca una fruta del tamaño de un ojo de peluche. Ya se imaginaba de dónde la había sacado. Seguro que, emocionado por la partida del príncipe heredero, había salido a dar una vuelta.
Ries le robó la fruta que Sepite había escondido en un rincón.
—Ñam ñam ñam.
—¡Oye tú…! ¡Esa era la más dulce! ¡La estaba guardando!
—Jeje.
—He vivido muchas veces más que tú sin probar ni una pizca de buena comida, ¿y tú me robas lo único que me daba ilusión? ¡Vas a acabar hecho un cerdito, mocoso!
—¡Meooork!!!
…Aunque hubo un pequeño incidente, Ries logró transmitir su mensaje al glotón pez sin mayores contratiempos.
Finalmente, Sepite voló hacia Justin con movimientos flojos y sin energía. En su rostro quedaban marcadas, apenas visibles, las huellas de los dientes de gato.
—Descendiente. Este mocoso quiere saber por qué el príncipe heredero está tan campante.
—¡Miaauk!
¡No es eso! Ries exigió con firmeza una corrección.
Justin, por su parte, no parecía haber notado que la algarabía entre Ries y Sepite lo había sacado de sus pensamientos.
—Ay, está bien, está bien. El príncipe ese no parece temer tu maldición, pero quiere saber por qué él no fue tu “primero”.
Los recuerdos del pasado comenzaron a brotar con nitidez. Entre ellos, aquel susurro de Justin, pronunciado con afecto en cada sílaba:
—Para mí… fuiste el primero.
Un día, Justin le dijo eso. Que él fue el primero en estar de su lado, en no odiarlo ni una sola vez, en enseñarle lo que era el afecto.
Pero por lo que había oído, el príncipe heredero conocía a Justin desde hacía mucho tiempo, y no parecía tenerle ninguna aversión.
Entonces, ¿no podría ser también parte de ese “primero” de Justin? Aunque no le agradaba del todo la idea, Ries se aferró a esa pregunta con determinación.
Tal vez, en el fondo, deseaba que la vida de Justin, durante su ausencia, hubiera sido un poco más rica y colorida.
—Hmm.
¿Habrá comprendido la intención? Parecía pensativo por un momento.
—No. Es algo distinto.
Soltó esa breve frase y volvió al silencio. No era que no quisiera hablar más, sino que parecía estar eligiendo con cuidado las palabras para explicar lo que pensaba.
Tras una larga espera, finalmente comenzó:
—Él nació para ser un monarca.
Una expresión inesperada inauguró su explicación. Justin continuó hablando, sin pausa.
—El príncipe heredero que yo conocí es una persona profundamente arrogante. Cree que solo él es digno del trono imperial, que su existencia es indispensable para que el imperio vuelva a conocer una era de paz y prosperidad, y está convencido de que no hay nadie más noble ni valioso que él en todo el imperio.
—…¿Nyaak?
—Por eso le gusta tener a los demás en la palma de su mano, pero detesta estar en la de otro. Incluso si esa mano… pertenece a un dios.
Ries se preguntó si su amo estaba criticando al príncipe heredero. Pero al oír la palabra “dios”, comprendió que no era así.
—Hmm. Ya entiendo.
Sepite, que escuchaba con atención desde un lado, asintió con la cabeza.
—Siempre me pareció extraño. Aunque no sean tan especiales como los súbditos bestiales, los miembros de la familia imperial de Astot son humanos especialmente apreciados por los dioses. El cabello azul que se transmite por generaciones es prueba de ello.
—Eso significa que están más conectados con los dioses que los humanos comunes… y por lo tanto deberían reaccionar con mayor sensibilidad a tu maldición. Pero él no lo hizo.
—¿Rechazó sus emociones? Si es tan arrogante como dices, tiene sentido. Por muy divino que sea, no debe de agradarle que sus sentimientos sean manipulados a voluntad.
La niebla que cubría un rincón de su mente se disipó de golpe. Por fin comprendía la fuente de aquella disonancia que lo incomodaba.
‘No fue una ilusión.’
La razón por la que la maldición de Justin se aferró brevemente al príncipe heredero.
No lo había imaginado. Por un instante, él lo había odiado. Reconoció la emoción que había brotado de forma anómala y la cortó con frialdad.
—……
No pensó que pudiera existir alguien así. Más allá de la arrogancia, ahora sabía que el príncipe heredero era alguien realmente implacable.
Una suposición que antes parecía exagerada resultó ser cierta. Pero en lugar de sentir satisfacción, otra emoción se alzó primero.
‘…¿No debí haber preguntado?’
Miró a Justin de reojo, con una expresión algo apagada.
—Estoy bien. No tienes que entristecerte.
Su voz sonó como una risa desinflada. Cuando volvió a mirarlo, sus ojos se habían curvado suavemente.
Toc, toc. Golpeó dos veces su rodilla. Era una señal para que subiera a su regazo. En otro momento, Ries habría dudado un segundo, pero esta vez no vaciló en absoluto y se lanzó hacia él.
Los músculos firmes sostuvieron sus patas sin tambalearse. Antes de acomodarse del todo, una lluvia de susurros afectuosos comenzó a caer sobre él.
—Me basta con que tengas curiosidad por mí. Y… ya te lo dije una vez, ¿recuerdas?
—……
—“Me alegra que seas tú quien me haya regalado esos ‘primeros’ que nunca podré olvidar.” …Ese pensamiento no ha cambiado, y no lo hará. Así que, aunque compadezcas mi vida, por favor… no sufras en mi lugar.
Aquello fue un consuelo, una confesión entregada sin reservas, y también una súplica: que, por favor, siguiera a su lado.
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Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥