El gato está en huelga - Capítulo 103
—Oye, ¿por qué hablas así…?
Para entonces, Justín también parece darse cuenta de cómo han sonado sus palabras. Su expresión cambia. Aunque su rostro está cubierto por la máscara, su reacción es sorprendentemente transparente.
El rubor bajo sus ojos se intensifica, y esta vez se extiende hasta cubrir ambas orejas. Ver ese cambio tan evidente provoca una especie de cosquilleo en el pecho.
Justín intenta recomponer sus palabras, torpemente.
—Tu identidad… hay que ocultarla. Por eso lo dije. No quise decir que solo yo pueda tocarte… Ah.
—…
Y fracasa estrepitosamente.
Si tan solo no hubiera añadido esa última frase, todo habría estado bien. Pero su boca traiciona su voluntad, y una vez que la onda se ha propagado, ya no hay forma de detenerla.
Ries mueve la mirada de forma errática. Mira sus propios pies, luego la punta de la mandíbula de Justín, después sus orejas encendidas.
Agita los dedos de los pies sin razón aparente. No puede evitar repetir mentalmente lo que acaba de escuchar.
Su amo siempre ha sido así. No se sabe si lo hace a propósito o por torpeza, pero siempre elige decir cosas que avergüenzan al que escucha… Lo curioso es que, cada vez, lo que dice es completamente sincero.
¿Cómo podría quejarse de eso? Ries no quería rechazar ese afecto, incluso si rozaba lo ciego. Después de pensarlo un momento, murmura:
—Ah, está bien.
—…
—Si alguien más intenta acariciarme, me apartaré.
La mano que había quedado suspendida con torpeza reacciona con significado. Justín lo mira de reojo, con los ojos abiertos de par en par, algo poco común en él.
—…Jaja.
Y entonces se ríe. Su voz, como si se le hubiera hecho un nudo en la garganta, suena extrañamente ahogada, pero también ligera, como si se hubiera quitado un peso de encima.
—Sí. Prometámoslo.
Ries observa los ojos de Justín, donde aún quedan las ondas de aquella risa anterior.
Las pupilas brillando bajo la luz del sol, el ángulo en que se curvan sus ojos, la emoción contenida en ellos. Cada detalle se graba con nitidez en su corazón.
La sonrisa de su amo, vista desde esta altura, es definitivamente nueva. Y si fuera posible…
‘Quiero seguir viéndola desde aquí.’
Le gustaba que su amo se inclinara por él, sí, pero esta imagen le gustaba aún más. Aunque no pudiera explicarlo con claridad, así lo sentía.
Por eso, Ries asintió con todas sus fuerzas.
Fue un cierre cálido. Gracias a ello, la atmósfera que parecía a punto de envolverlos a ambos se fue disipando poco a poco. Pero aún quedaba algo por hacer.
Justín apretó de nuevo el cordón que sostenía en la mano.
—Voy a medir otra vez. Si te duele, dímelo sin falta.
Como se negó a delegar el papel en otra persona, no quedaba más opción que seguir confiándolo a Justín. Él volvió a colocar la cinta sobre el pecho, justo donde antes había fallado.
Después vinieron las piernas, la pelvis, los muslos, los tobillos, y demás.
Justín procedió a tomar las medidas con meticulosidad, y ambos tuvieron que soportar tres silencios incómodos más.
La tarea se completó mucho después. Fue el resultado de una larga lucha de casi hora y media.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Aquella tarde, el príncipe heredero visitó el despacho de Justín y ladeó la cabeza con curiosidad.
—¿Duque?
—Sí.
—Qué raro. Hoy pareces más cansado de lo habitual.
—No es nada.
Claro que lo era. Sus ojos ligeramente enrojecidos delataban que había pasado por muchas cosas.
Pero no tenía sentido hurgar en alguien que insiste en negarlo. Además, había algo más que captaba su interés, así que giró la cabeza hacia un lado.
—Es la primera vez que nos saludamos con esta apariencia. Dijiste que te llamabas Ries, ¿verdad? Te pareces mucho a cuando eras gato. Espero que nos llevemos bien.
Cabello que evocaba un suave pelaje amarillo, y debajo, un par de ojos gris plateado bien incrustados. El joven frente a él era el vivo retrato del gato que acompañaba al duque.
Su complexión no era muy robusta, y sus rasgos eran tan delicados que parecían esculpidos en porcelana. Por eso, no resultaba extraño pensar que aquel gato y el humano frente a él eran la misma criatura.
Aunque conocía la existencia de los híbridos, era la primera vez que veía uno en persona. Los ojos de Harrison se llenaron de una curiosidad intensa.
Ries estrechó con cautela la mano que el príncipe le ofrecía. Aunque apenas terminó el saludo, se apartó de inmediato.
Y no solo eso, se escondió detrás del duque, encogiéndose como si quisiera desaparecer. El príncipe disfrutó por un momento de aquella injusta sensación de agravio.
—Si no he hecho nada… ¿por qué me evita?
—Es que es tímido con los desconocidos.
—Para ser tímido, parece bastante satisfecho contigo, duque.
—…
No hubo respuesta. El príncipe suspiró con exageración, a propósito.
—Vaya trato el mío. Y eso que he venido corriendo con los resultados, solo para cumplir la promesa que te hice.
Agitó con ostentación el fajo de documentos que llevaba en la mano. La mirada de Ries, que apenas asomaba la cabeza, se dirigió instintivamente hacia ellos.
—Lo ha gestionado con rapidez.
—Después de todo, fue una petición tuya. Me esforcé un poco.
Se sentó en el sofá del centro y pasó una hoja del expediente.
—Los detalles los verás tú mismo, pero te lo resumo. Nombre: Rienstein Elton. Veintidós años. Hijo menor de la familia del vizconde Elton, que posee un pequeño territorio en la frontera norte del Imperio. Un joven honesto que vino solo a la capital para mantener a flote una casa en decadencia.
La explicación no terminó ahí.
—Lo importante es esto. Por una oportunidad fortuita, entra en contacto con el duque Laufe, quien, impresionado por sus capacidades, lo contrata como su asistente. ¿Qué te parece? Con esto, nadie cuestionará que estén siempre juntos.
Le pasó el expediente a Justín, que estaba sentado frente a él. Sus ojos rojos recorrieron el contenido con rapidez.
Era sencillo, información personal y trayectoria de ‘Rienstein Elton’. Todo falso, claro, pero tan cuidadosamente elaborado que no dejaba espacio para dudas.
Justín lo comprendió al instante. Sus ojos rojos se movieron con un leve chasquido y se clavaron en el príncipe heredero.
—Gracias.
—¡Jaja! Me gustaría decir que no hace falta agradecer… pero me costó lo mío. Así que aceptaré tu gratitud con gusto.
Justín ofrecía su agradecimiento, y el príncipe respondía con su habitual tono desenfadado.
Pero Ries no lograba intervenir. En lugar de decir algo, se quedó mirando fijamente el expediente frente a él.
‘Ahora tengo una identidad.’
Ya no lo tratarían como alguien sospechoso por andar con esa apariencia. Sin embargo… había una palabra que no dejaba de atraer su mirada.
‘Asistente.’
Tres letras impresas con firmeza, sobre las que se proyectó el rostro de alguien, Ketir, quien vivía atrapado en el trabajo, sin un solo día en que no pareciera agotado.
Compartir el mismo título que él. Ries, intimidado por la idea, tironeó discretamente de la manga de Justín.
El gesto fue tan evidente que no solo Justín, sino también Harrison, lo miraron.
—Yo… no sé trabajar.
—…
—¡Jajaja!
La reacción fue intensa.
Uno bajó la mirada con fuerza, sin decir palabra; el otro se echó a reír sin disimulo. Pero la mano que sujetaba la manga no aflojaba.
Porque, aunque no lo pareciera, Ries hablaba en serio.
Si realmente llegaba a ejercer como asistente, no solo haría que Justín se rompiera la cabeza, sino que Ketir acabaría enfermo de estrés.
—No pienso darte trabajo.
—¿De verdad?
—De verdad.
Por suerte, la rápida afirmación de Justín le permitió soltar la preocupación. Y solo entonces, la mano que aferraba su manga se deslizó suavemente hacia abajo.
El príncipe heredero observaba la escena como si asistiera a una obra divertida. Que el duque Laufe se transformara así… quién lo hubiera imaginado.
‘Sería una pena disfrutar esta experiencia tan especial yo solo.’
Fue justo en ese momento.
Los ojos amarillo brillante que lo miraban se tiñeron, por un instante, de una emoción cruda y primaria.
—……
Harrison reprimió con destreza el impulso que le brotaba.
Cerró los párpados, se pasó la mano por el cabello azul. Y cuando volvió a abrir los ojos, todo rastro de aquella emoción había desaparecido sin dejar huella.
Ajustó su expresión una vez más.
—Entonces, ¿te gusta? Me esforcé bastante en construir esa identidad.
Para él, no había tarea más sencilla.
La sonrisa de siempre, el tono amable pero curiosamente obsesionado con ocultar cualquier emoción. Era como si imitara a la perfección su versión habitual.
—…Sí. Me gusta.
Ries, aunque con el rostro aún incómodo, asintió obedientemente.
—¿Estás agradecido?
—¿Eh? Sí.
—Jaja, gracias por el cumplido. Pensé en ello como el primer regalo para el querido duque, y también como algo digno del último híbrido que queda en el Imperio. Quería que el resultado fuera lo más satisfactorio posible. No he dormido bien en días.
Cuanto más hablaba, más se acentuaba la sonrisa en el rostro del príncipe. Los restos de cualquier molestia ya se habían evaporado hacía rato.
Con genuina intención, se inclinó hacia el híbrido frente a él.
—Mira cómo se me ha puesto la piel. Y si observas bien, aquí, debajo de los ojos, está todo oscuro. ¿No te parece triste, conmovedor, doloroso… algo así?
—……
Ries se quedó sin palabras.
¿La piel? Brillaba tanto que no entendía qué parte se suponía que estaba “deteriorada”.
¿Las ojeras? Quizás un poco más marcadas que al principio… pero comparadas con las de Ketir cada mañana, no causaban ninguna impresión.
Toda la gratitud que había acumulado empezó a escaparse como si tuviera patas. Y quien respondió en su lugar fue Justín.
—…¿Desea algo?
—El duque siempre va al grano. Entonces hablaré sin rodeos.
Como si lo hubiera estado esperando, el príncipe apuntó con el dedo.
—Parece que en tu residencia hay más miembros que yo no conozco. Si no es molestia, ¿podrías presentármelos?
¿Qué te parece? A cambio de todo esto, no estoy pidiendo mucho, ¿verdad? Eso decían sus ojos, brillando con descaro.
El dedo largo señalaba hacia el cojín colocado junto al escritorio. Era, nada menos, el lugar reservado para el gato del duque, y su cuidado meticuloso se notaba a simple vista.
Pero lo que él señalaba no era el cojín en sí, sino lo que reposaba encima. Una regordeta muñeca, acostada con delicadeza sobre la superficie mullida, capturó de inmediato las tres miradas presentes.
—……
—……
Los dos hombres cerraron la boca al unísono.
El aludido, por su parte, no se movió ni un milímetro. Desde su espalda esponjosa emanaba una firmeza tan intensa que resultaba difícil de creer.
Comments for chapter "Capítulo 103"
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♥ Gracias ♥
Hola muchas gracias a todos por leer en Newcat ♥