El gato está en huelga - Capítulo 101

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El sudor frío le recorría por dentro. De pronto, sin buscarlo, había recibido el título de “el híbrido más codiciado”.

 

Y aquello sonaba casi como una advertencia.

 

Una advertencia de que, si caía en manos de alguien movido por la codicia, no le quedaría más que esperar el día en que lo vendieran, expuesto como una pieza decorativa en sus vitrinas.

 

—¿Y si se supiera que los híbridos existen de verdad? El preciado gato del duque se convertiría, sin duda, en la chispa de una nueva guerra continental.

 

—……

 

—La familia imperial no desea que la historia se repita.

 

Justin bajó la mirada, ladeándola con discreción.

 

El alto consejero tenía razón. La familia imperial aún recordaba aquella historia borrada. Por eso el príncipe heredero lo intuía con una certeza instintiva.

 

Ese gato frente a él era el último híbrido que quedaba en la tierra, y también el único detonante capaz de provocar la ira divina.

 

—Por eso quiero ayudarles en todo lo que pueda. Si se respaldan en una identidad sólida garantizada por mí, nadie se atreverá a cuestionar su origen.

 

—…¿No hay otros motivos detrás?

 

—Hmm, bueno, algo de afecto también hay. Si este pequeño amigo felino llega a tenerme en buena estima, ¿quién sabe? Tal vez la fortuna sonría al futuro de la familia imperial. ¡Ja, ja, ja!

 

La atmósfera seria se hizo añicos en un instante.

 

Ries lo miró como si acabara de descubrir una hormiga bailando, pero al menos la presión se disipó un poco.

 

‘Así que sí tenía algo que deseaba.’

 

Qué alivio. Eso significaba que Justin no estaría en deuda con él. Al echarle una mirada rápida, notó que también su expresión se había relajado visiblemente.

 

—¿Entonces? ¿Aceptas mi propuesta?

 

—…Sí. La acepto.

 

Cerró con fuerza sus ojos rojos, y luego los abrió.

 

Aquel día, tras una conversación secreta, Justin decidió aceptar de buen grado la mano que el príncipe heredero le tendía.

 

Quizá porque, en el fondo, él también lo había deseado durante mucho tiempo.

 

Que Ries, con su forma humana, pudiera sonreír con libertad, sin amenazas ni reservas, como cualquier otro.

 

  ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ

 

Ries pensó que el príncipe heredero, como el alto consejero, pronto seguiría su propio camino.

 

—¡Duque, concédame un momento!

 

Pero no fue así.

 

Habían pasado tres días desde que recibió aquella generosa propuesta de obtener una identidad oficial, y el príncipe heredero se había instalado por completo en la residencia del duque.

 

‘¿No tiene trabajo?’

 

Después de mencionar varias veces lo del entrenamiento, parecía que no había sido broma, aparecía a cualquier hora buscando a Justin para pedirle que se enfrentaran en un duelo. Y Justin, por lo general, no se negaba.

 

En esas ocasiones, Ries también los acompañaba para disfrutar del paseo al aire libre. Aunque siempre había algo que le llamaba la atención.

 

—Alteza…

 

—Ah, sí, ya sé lo que vas a decir. Puedes ahorrártelo.

 

—Snif…

 

En cada trayecto se encontraban con tres o cuatro rostros desencajados. Todos eran asistentes que el príncipe había traído consigo.

 

Con esas expresiones desesperadas, parecía que en cualquier momento se lanzarían a sus pies para agarrarse de su ropa. Era fácil imaginar lo que estaba ocurriendo.

 

‘Claro que no puede estar desocupado.’

 

Después de todo, era el príncipe heredero de un reino.

 

Sin duda estaba postergando una montaña de trabajo. Y como era una figura tan elevada, nadie se atrevía a replicarle, limitándose a encogerse con resignación. Ries empezaba a sentir algo de lástima por ellos.

 

Aunque, siendo sinceros, solo lo pensaba. Porque tampoco tenía la menor intención de detener a los dos.

 

‘La verdad… es que es divertido.’

 

¿Un duelo de esgrima entre el príncipe heredero y el duque? ¿Quién podría resistirse a eso?

 

Por eso también se pegaba a sus talones como un perrito curioso. Y pronto quedó claro que no era la única con esa idea.

 

¡Zas! Al ver a los dos salir juntos, un sirviente salió corriendo como si tuviera fuego en los pies.

 

—¡Se han ido otra vez!

 

—¡Y yo con la pila de ropa sin lavar…!

 

—Hmm… Lo siento, Amy. ¡Yo voy a mirar!

 

—¡Oye! ¡Habíamos dicho que iríamos juntos, qué descarado!

 

No era la primera vez, así que la noticia se propagó rápido, y poco a poco más personas se sumaron a la escena. Era el instinto de quienes querían presenciar un duelo que les hiciera sudar las palmas.

 

Claro que, por respeto a los involucrados, nadie se atrevía a mirar directamente desde tan cerca.

 

Por lo general, había dos tipos de espectadores. Algunos se escondían entre los arbustos lejanos para observar en secreto, mientras que otros subían a los pisos desde donde se podía ver el campo de entrenamiento y asomaban la cabeza por las rendijas de las ventanas.

 

Cada vez que ocurría, Ries les dirigía una mirada cargada de sentimientos encontrados.

 

‘¿Sabrán que ya fueron descubiertos…?’

 

Según lo que había visto, el príncipe heredero tenía una destreza en esgrima suficiente para intercambiar decenas de golpes con Justin. Eso significaba que, al igual que su dueño, poseía un agudo instinto.

 

Era imposible que personas así no notaran aquellos movimientos torpes y sospechosos.

 

—Ja, ja, hoy hay más que nunca. ¿Unas veinte personas?

 

—Veintitrés, si no contamos a los asistentes de Su Alteza.

 

—¿Y encima los contaste? El duque es como un fantasma, de verdad.

 

No solo se había dado cuenta, sino que los había contado. Si los espectadores supieran eso, seguro saldrían corriendo despavoridos… Quizás, en este caso, la ignorancia sí era una bendición.

 

En cualquier caso, para los curiosos era una suerte. Ninguno de los dos parecía molesto por el hecho de que sus subordinados se divirtieran observando sus duelos.

 

—Ries. Podrías lastimarte, espera allá.

 

Justin, siempre preocupado por la seguridad de su compañero felino, daba la última indicación antes de comenzar.

 

En el campo de entrenamiento, perfectamente cuidado, los dos hombres se enfrentaban sobre el terreno llano, empuñando sus espadas con firmeza.

 

Sus miradas se cruzaron durante unos segundos. Y justo cuando una ráfaga de viento barrió el espacio entre ellos, se lanzaron el uno hacia el otro como si lo hubieran acordado.

 

¡Ching, ching—!

 

El sonido metálico de las espadas chocando resonaba como una partitura bien compuesta. Los movimientos brillantes de sus armas rasgaban el suelo y cortaban el aire, dejando tras de sí una melodía tenue, como un espejismo.

 

Como siempre, Ries observaba desde lejos. Pero esta vez, movido por la curiosidad, desvió la mirada.

 

‘¿De qué estarán hablando?’

 

Un murmullo lejano le cosquilleaba los oídos. Impulsivamente, comenzó a caminar hacia el grupo reunido en la distancia.

 

—¿Quién crees que ganará esta vez?

 

—¡Obviamente el duque!

 

—Claro. Su Alteza también es impresionante, pero la técnica del duque es impecable. Si me dijeran que es el modelo de un manual, lo creería sin dudar.

 

Lo primero que escuchó con claridad fue una voz elogiando a su dueño.

 

‘Por supuesto.’

 

Incluso en medio de una incursión sigilosa, no podía dejar pasar un elogio hacia Justin. Ries asintió con entusiasmo, completamente de acuerdo con aquella opinión.

 

Pero así como en el mundo hay personas admirables, también hay quienes se ciegan por el dinero.

 

—¿Y tú?

 

—Yo también.

 

—Tch, así no hay forma de que la apuesta funcione, ¿no? Estas cosas se disfrutan más si al menos apostamos algo…

 

—¿Estás loco? Si no puedes dejar esa manía de apostar, vete solo a una mesa de juego. ¿Por qué quieres arrastrarnos a todos contigo? ¡Si vas a morir, que sea tú solo!

 

—¡No-no dije que lo haría de verdad! ¡Solo lo dije, nada más!

 

…Hmm. Ries no esperaba que alguien pudiera tener semejante idea absurda teniendo al príncipe heredero y al duque justo frente a sus narices.

 

‘El mundo es grande… y los locos abundan.’

 

Con esa revelación repentina, Ries finalmente llegó al grupo de sirvientes y caballeros que se habían reunido.

 

Tocó con la patita el dobladillo del vestido de una doncella que estaba absorta en la conversación.

 

—¡Kyah! …¿Eh?

 

El grito fue breve. Al mirar hacia abajo, la doncella se dio cuenta de que quien la había tocado era nada menos que el protagonista que siempre llevaba consigo el calor del ducado, y puso cara de desconcierto.

 

—¿Se-señor criatura? ¿Qué hace aquí? El duque debe estar preocupado…

 

—Aing. Nyamñaaang.

 

‘Todo bien, todo bien.’

 

Ries dio unos golpecitos con la pata sobre el collar. Se había roto cuando se enfrentó a Averitt al transformarse en humano, pero Justin lo había reparado por completo.

 

Con eso puesto, su dueño no tendría forma de perderlo. Así que, aunque le causara un poco de vergüenza, debía seguir llevándolo. Era su manera de tranquilizarlo.

 

Claro que la doncella frente a él no tenía forma de entender eso…

 

—¡Guau, es tan listo como dicen!

 

—Y tan adorable. ¡Mira qué color de pelaje tan bonito!

 

—Ugh, me muero por tocarlo… pero no se puede, ¿verdad?

 

Parecía que habían interpretado bien sus gestos. Las caras de las doncellas que charlaban a su alrededor se veían realmente alegres.

 

—Hum. Es… adorable.

 

—Melissa dice que responde con precisión a todo lo que se le pregunta.

 

—¿Qué? ¿Cómo puede hacer eso un gato?

 

—No es un gato común, es una criatura espiritual.

 

—Haa, debí prestarle atención cuando hablaba. Viéndolo ahora, ese puesto era una joya.

 

¿Y los caballeros?  

  

A pesar de sus rostros intimidantes, la reacción fue sorprendentemente cordial. No sabía por qué circulaban rumores tan extraños… pero Ries alzó la cabeza con aire orgulloso.  

  

‘Ah.’  

  

…Recobró el sentido. Maldita sea esta naturaleza felina.  

  

Mientras tanto, la conversación entre ellos continuaba sin pausa. Los temas variaban, pero entre ellos había algunos bastante interesantes.  

  

—Últimamente el clima ha mejorado mucho, ¿no crees? ¿No será gracias al señor espíritu?  

  

—Oh, ahora que lo dices…  

  

¿El clima?  

  

Siguiendo la mirada de la doncella que alzaba la vista al cielo, Ries también levantó los ojos. Las nubes dispersas en el cielo azul se marcaban con una nitidez inusual en su campo visual.  

  

‘…Es verdad.’  

  

El clima, que solía cambiar varias veces al día, se había vuelto más estable últimamente. Al escuchar esas voces que lo comentaban, Ries se dio cuenta de ese cambio con renovada claridad.  

  

—Yo también creo que es por eso.  

  

—¿Verdad que sí? ¡Y justo coincide con la llegada del duque!  

  

…Eso ya suena a conjetura exagerada.  

  

Ries refutó mentalmente aquella conversación tan alborotada, aunque era obvio que sus pensamientos no llegarían a ellos. Incluso si abría la boca para decirlo, solo se oiría un maullido.  

  

…Aun así, no era una sensación desagradable. ¿No significaba eso que este lugar, donde viviría junto a Justin, se estaba volviendo más pacífico y hermoso?  

  

Su cola, contagiada por el entusiasmo, se agitó alegremente en el aire.  

  

‘Ojalá todo siguiera así.’  

  

El sol brilló como si respondiera a su deseo.

 

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