Detective del inframundo - Capítulo 23
Capítulo 23: Pescando al Gran Pez
El profesor estaba dando clase de electrónica con una voz tan monótona que casi hipnotizaba, y Dalí estaba desplomado sobre su escritorio, como si le hubieran drenado toda la energía.
—¿Qué tiene de interesante esta clase? —preguntó Dalí—. ¡Mira a tu alrededor! ¡Apenas vino un puñado de gente! Ya estamos en cuarto año, ¿por qué sigues tan preocupado por la asistencia?
Rodé los ojos con impaciencia.
—Si tanto te molesta —le respondí—, ¿por qué no te quedaste en tu habitación durmiendo como los demás?
—Bien —dijo—. Entonces me dormiré ahora. Despiértame cuando termine la clase.
Dicho eso, Dalí se cubrió la cara con un libro y comenzó a sumergirse en su mundo de sueños.
Yo, en cambio, usaba un libro de texto para cubrir el celular que tenía en la mano. Estaba ocupado revisando todos los mensajes privados que había recibido ese día.
Algunos solo escribían para halagarme o admirarme. Otros me preguntaban si venía de una familia de policías. Algunos, sin rodeos, me preguntaban en qué dormitorio estaba o si era el mismo chico con el que iban a clase. Otros dudaban de mis habilidades y me lanzaban un aluvión de preguntas técnicas para ponerme a prueba. Incluso una chica me envió una foto suya muy mona y me preguntó si quería ser su novio. Lo pensé seriamente, pero recordé a un amigo que me había advertido sobre las chicas y sus fotos. ¡Lo más probable era que la imagen estuviera tan retocada que en persona no se pareciera en nada!
Supuse que por eso existía el dicho: los cerdos deben temer engordar, y los hombres, hacerse famosos.
Fue agotador revisar más de trescientos mensajes privados, pero finalmente me topé con un descubrimiento interesante: había una persona cuyo avatar era el de una chica y cuyo nombre de usuario era “Osita”. Esta persona me enviaba mensajes uno tras otro pidiéndome que revelara información sobre el avance del caso y si ya se había identificado al asesino.
Estos mensajes llamaron mi atención porque me olían muy raro, pero aún no estaba seguro de si realmente era Deng Chao. Así que le envié un mensaje diciendo que recientemente habíamos hecho un gran descubrimiento en la investigación del caso.
Treinta segundos después, “Osita” respondió.
—Señor Gran Detective, ¿puede decirme cuál es ese gran descubrimiento?
Le respondí:
—No, lo siento. Esa información aún es confidencial. Pronto lo sabrás cuando atrapemos al asesino.
—¿Quién es el asesino?
—Eh… Eso también es confidencial.
—Anda, no pasa nada si me dices un poquito. ¿Y si te cuento mi secreto también? En realidad, soy compañera de clase de Deng Chao, y siempre estuve enamorada de él en secreto. Estoy muy triste por la noticia de su muerte…
Mi interés se disparó al instante. ¡Esta persona era muy sospechosa!
Empecé a escribirle una respuesta, pero me detuve a mitad de camino y la borré. Si esta persona era realmente Deng Chao, estaría analizando con lupa cada palabra y cada signo de puntuación que yo le mandara. Tenía que hacer todo lo posible para que no descubriera mis verdaderas intenciones.
Aunque solo estaba enviando mensajes por Weibo, se sentía tan tenso y angustiante como aquella escena de Infernal Affairs en la que Andy Lau y Tony Leung intentaban descubrir la identidad del otro por teléfono. ¡Incluso me empezaron a sudar las palmas de las manos!
Tras pensarlo bien, al final envié el siguiente mensaje:
—Está bien, pero solo te diré una cosa: esta mañana encontré una carta de confesión en la escena del crimen.
Esperé unos cinco minutos y no pasó nada. Cada minuto parecía durar horas. Estaba ansioso por la posibilidad de que notara algo raro. Tenía ganas de mandarle otro mensaje, pero me aguanté, rechinando los dientes. ¡No debía precipitarme!
Casi podía imaginar a esa persona analizando cada palabra mía, dudando, tratando de descifrar cuán amenazante era yo en realidad.
Finalmente, recibí una respuesta que incluía un emoji de expresión dudosa.
—¿Carta de confesión? ¿Quién la escribió?
Estuve a punto de gritar de alegría. ¡Sin duda, sin lugar a dudas, este era Deng Chao!
¿Por qué estaba tan seguro? Porque hasta ese momento, el único nombre que había mencionado en relación con el cadáver era “Deng Chao”; jamás mencioné a Zhang Kai. Cualquier otra persona habría supuesto que la carta fue escrita por Deng Chao, pero esta persona me preguntó quién la escribió. Eso solo podía significar que sabía que no era Deng Chao… ¡porque él mismo era Deng Chao!
Reconozco que Deng Chao era un criminal de alto coeficiente intelectual, pero incluso las mentes más brillantes tienen puntos ciegos, y justamente por ahí se atrapa a los delincuentes.
Por ejemplo, en las Crónicas de los Grandes Magistrados, se relata un caso de un comerciante rico que mató a su socio. Tras el asesinato, fingió que nada había ocurrido y fue a la casa del fallecido con la excusa de querer verlo. Cuando llegó a la puerta, gritó: “¡Cuñada, ¿está el hermano en casa?!”. El magistrado Song Ci le preguntó entonces por qué había supuesto que el hombre no estaba y llamó directamente a su esposa. La razón era evidente: ¡porque ya sabía que estaba muerto! Confesó en el acto. Así resolvió Song Ci un caso prestando atención a los puntos ciegos del pensamiento.
Estaba tan emocionado que me temblaban las manos al escribir el siguiente mensaje:
—La encontré en el dormitorio de Zhang Kai. Hay un giro sorprendente en el caso… ¡No vas a adivinar quién es el verdadero asesino!
—¿En serio? ¿Puedo verla?
—Lo dudo. ¡Ni siquiera se lo he dicho aún a la policía!
—Mmm… ¡Creo que estás mintiendo!
¡Había mordido el anzuelo! Ahora solo quedaba seguir presionando. Sonreí y le envié una imagen de una carta falsa que Lao Yao había hecho con Photoshop. Era tan convincente que incluso Deng Chao podría no notar que era falsa.
Pero, por supuesto, la imagen solo mostraba una parte de la carta. No se veían las palabras que lo incriminaban, solo que era, supuestamente, una carta manuscrita de Zhang Kai.
Una vez enviada la imagen, no hubo respuesta durante un buen rato. No me preocupó, porque podía imaginarme lo nervioso que se habría puesto Deng Chao al ver la carta.
Rápidamente envié otro mensaje:
—¿Me crees ahora? Por cierto, no dejes que nadie más vea esto. Voy a entregársela a la policía mañana por la mañana.
—¿Podemos vernos esta noche? ¡Estoy tan intrigada con el caso y quiero saber quién es el asesino!
Tal como lo predije. Seguramente ahora estaba planeando matarme. Era hora de tender la trampa.
—Esta noche no puedo. Todavía tengo que examinar la escena del crimen. Ah… es un trabajo duro, y estoy hecho polvo, ¡pero así es la vida del detective!
Entonces recibí un emoji adorable acompañado de un mensaje que decía: “¡Cuídate! ¡Espero que resuelvas el caso pronto!”
—¡Gracias! —respondí.
Sacudí a Dalí hasta despertarlo, lo que hizo que murmurara refunfuñando:
—¡No me molestes! ¡Estaba en una cita con una diosa!
—Mira —le dije, mostrándole el teléfono.
Dalí se frotó los ojos y, de pronto, se sorprendió.
—¡Eres increíble!
—¿No te lo dije? —respondí con una sonrisa.
—¡Qué rápido eres! —exclamó Dalí—. Apenas empezaste a ganar fans esta mañana y ¿ya estás ligando con una de tus seguidoras?
Estuve a punto de escupir sangre por sus acusaciones. Pero debía haberlo previsto; para un tercero, esta conversación parecía el típico intercambio coqueto entre un detective y su fan enamorada.
—¡Dalí, es Deng Chao!
—¿Qué? ¿Estás seguro?
—¡Cien por ciento!
Dalí volvió a leer los mensajes, y luego dijo:
—Pero le dijiste que estarías esta noche en la escena del crimen… ¡Claramente va a ir allí a matarte!
—¡Justamente esa es la idea! ¡Atraerlo allí!
—Pero —dijo Dalí—, ¡estás usando tu vida como cebo! ¿No es eso demasiado arriesgado?
Me miró como si estuviera loco.
—No te preocupes —lo tranquilicé—. Ya tendí la trampa, y estoy seguro de que pronto caerá. Y tú irás conmigo, por supuesto.
Dalí se rascó la cabeza y murmuró:
—Yo… Esta noche tengo que estudiar…
Lo fulminé con la mirada. En todos los años que conocía a Dalí, solo estudiaba la noche antes del examen, así que descubrí la mentira al instante. Después de un rato, empezó a parecer que se sentía culpable.
—¿Va… va a ser peligroso? —preguntó.
—Vamos, ¡Deng Chao no es un monstruo con tres cabezas y seis extremidades! —dije—. Es un ser humano normal. Estoy seguro de que no habrá mucho peligro.
Dali parecía a punto de llorar.
—¿Por qué tiene que ser en la escena del crimen? —preguntó—. ¡Sabes que ese lugar está encantado!
—Estará bien —lo tranquilicé—. Somos hombres hechos y derechos. Mira nuestros nombres: yo me llamo “el sol” y tú “el fuerte”. ¡Tenemos suficiente energía Yang para contrarrestar la energía Yin del fantasma! ¿Por qué deberíamos tener miedo del fantasma de una chica muerta?
No funcionó. Dalí ya estaba al borde de las lágrimas.
—Song… ¿no puedo saltarme esto?
—¡No! —insistí.
Sonó la campana, los estudiantes se despertaron de la siesta y salieron del aula.
—Vamos —dije—. Aún es temprano, así que vamos a comprar unas cosas.
En ese momento, Huang Xiaotao me llamó. Contesté el teléfono.
—Song Yang —dijo—, estás equivocado. El cadáver pertenece a Deng Chao.
Traducido por: Mel
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Comments for chapter "Capítulo 23"
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