Detective del inframundo - Capítulo 15

Capítulo 15: Al vapor con vinagre blanco

Aquel cadáver ‘revivido’ había conmocionado a todos, como era de esperarse.

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó atónita Huang Xiaotao.

—En la muerte hay vida, y en la vida hay muerte —expliqué—. Mediante ciertos métodos especiales, puedo recrear funciones corporales incluso en un cadáver que lleva tiempo muerto.

—¿No suena eso…. algo fuera de toda lógica?

—En absoluto —respondí—. Salvo en casos de asfixia, siempre entra una cierta cantidad de aire en los pulmones justo antes de morir. Lo que acabas de ver pudo parecer una ‘resurrección’, pero en realidad fue solo ese volumen de aire siendo expulsado de los pulmones.

Tomé unas pinzas y recogí los cristales de hielo que había en el suelo, sosteniéndolos cerca de mis ojos. Había restos de sangre y fragmentos de carne adheridos a ellos.

—¿Cómo llegaron esos cristales de hielo a los pulmones del cadáver? —preguntó Huang Xiaotao, verbalizando lo que todos los oficiales pensaban.

—Porque el cadáver estuvo congelado durante un tiempo —expliqué—. Pero no hay rastros de agua en la piel, así que se puede concluir que el asesino usó hielo seco o una máquina de hielo seco para congelarlo. Eso ralentiza la descomposición de la superficie y da la falsa impresión de que la muerte ocurrió hace unas diez horas. Pero no se puede falsificar el ritmo de descomposición de los órganos internos. Usé la Ecografía Orgánica para examinarlos y encontré un grado de putrefacción que sitúa el momento de la muerte hace unas cuarenta y ocho horas. Y como el cuerpo fue congelado, el último aliento en los pulmones se condensó y se transformó en esos cristales de hielo.

Huang Xiaotao permaneció un instante en silencio y luego me dio una palmada en la espalda.

—¡Impresionante, Song Yang! ¿Estás seguro de que no has recibido educación formal?

Me reí.

—No es momento para charlas —dije—. Volvamos al trabajo.

Pedí a un oficial que colocara una mesa en el centro de la habitación, boca abajo, con las patas hacia el techo. Luego até una cuerda entre las patas formando una cama improvisada de cuerdas.

Después coloqué una placa eléctrica en el centro de la mesa, la conecté y puse encima una plancha de hierro.

—La vida universitaria sí que es interesante —dijo Huang Xiaotao—. Tienen toda clase de aparatos. Ah, por cierto, ¿Qué vas a hacer con estas suculentas?

—Lo sabrás pronto —respondí—. Ahora ayúdame a desnudar el cadáver y a colocarlo ahí.

Dos oficiales le quitaron los pantalones al cadáver y lo trasladaron a la cama de cuerdas. Al quedar expuesta la región pélvica, vi cómo Huang Xiaotao se sonrojaba y apartaba la mirada. Me pregunté si todavía no había tenido su primera vez.

Abrí una botella de vinagre blanco, exprimí con fuerza el jengibre para extraer su jugo y lo vertí dentro del vinagre. Cuando la plancha de hierro estuvo suficientemente caliente, derramé la mezcla sobre ella. Al tocar el metal, el líquido chisporroteó y llenó toda la sala con vapor de vinagre. El vapor era tan penetrante que algunos oficiales tuvieron que taparse la nariz y dejar la habitación.

Seguí vertiendo la mezcla mientras no apartaba la vista del cadáver.

Cuando el cuarto se llenó con una niebla densa, comenzaron a aparecer manchas púrpuras y rojizas sobre el cuerpo. Apagué el fuego. A medida que el vapor se disipaba, todos los presentes soltaron una exclamación al unísono.

Numerosas huellas de manos eran claramente visibles sobre el cadáver. Lo más interesante era que coincidían exactamente con las que habían aparecido en el cuerpo colgado cuando utilicé la técnica del Paraguas en el cadáver del lago.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Huang Xiaotao—. ¡Son huellas de una mujer! ¿Podría ser que la asesina fuera el fantasma de aquella pianista?

Sonreí levemente. Las huellas eran más pequeñas que las de un hombre promedio, y los dedos, delgados. Pero eso no probaba que pertenecieran a una mujer… mucho menos a un fantasma. Me pregunté cómo había llegado Huang Xiaotao al rango de superintendenta de primera clase.

—¡No se queden ahí parados! —ordené—. ¡Tomen fotografías!

—Ah, cierto. ¡Xiaowang, tráeme la cámara!

Un oficial acudió de inmediato tras la orden y comenzaron a fotografiar las huellas.

Esta técnica se llamaba Vapor de Vinagre, y fue desarrollada por el gran Song Ci.

Las palmas de las manos siempre secretan una pequeña cantidad de sudor, que es alcalino. Al entrar en contacto con el vapor de vinagre, este reacciona, haciendo visibles las huellas. No duran mucho, en unos minutos desaparecen.

—Pero… ¿No se supone que los fantasmas son incorpóreos? —preguntó Huang Xiaotao—. ¿Cómo fue que dejaron huellas?

—¿Quién te dijo que las dejó un fantasma? —repliqué—. Estas huellas fueron claramente dejadas por el asesino. Y te aseguro que fue un ser humano. ¿No viste que hay huellas en los muslos del cadáver? ¿Sabes lo que significa eso?

—¿Huellas en ambos muslos…? —reflexionó—. ¡Ah, ya sé! ¡El asesino era un pervertido!

Estuve a punto de echarme a reír. El verdadero significado era mucho más sencillo.

—No, significa que el asesino arrastró el cadáver por los muslos para moverlo.

—¡Ah, claro! —asintió ella—. Espera… si tú tienes razón y la muerte fue hace cuarenta y ocho horas, pero los testigos dijeron que bebieron con Deng Chao anoche… ¿Entonces él ya estaba muerto?

—Los ojos engañan —dije—. Cuando los testimonios y la evidencia material no coinciden, yo siempre confío en la evidencia. No creo que este cadáver sea Deng Chao. Este cuerpo fue trasladado aquí desde otro lugar.

—¿Y por qué haría eso el asesino? —preguntó Huang Xiaotao.

—Es pronto para decirlo —respondí—. Pero si seguimos investigando, la verdad saldrá a la luz.

En ese momento, Dalí irrumpió en la habitación.

—Traje todo lo que pediste…

Se quedó en silencio al ver el cadáver. Más concretamente, al ver el cuerpo desnudo y decapitado sobre la plancha de hierro. Paralizado por unos segundos, con los ojos fijos en la escena.

—¡Santo infierno! ¡No me puedo ir ni cinco minutos sin que hagan algo cada vez más absurdo! —exclamó—. ¿¡Están cociendo el cadáver al vapor!?

—No, —respondí encogiéndome de hombros—, estábamos debatiendo si era mejor cocerlo o freírlo.

Dalí me arrojó las cosas que había traído, se tapó la boca y salió corriendo, luchando por no vomitar.

Incluso Huang Xiaotao se puso verde al escuchar mi comentario.

—¿Puedes no hablar de comida cuando examinamos cadáveres? ¡Es repugnante! Por cierto, ¿De verdad eres universitario? Pareces un forense veterano.

—Lo siento —dije—. Es que tengo algo de entrenamiento en este tipo de cosas, así que no me afectan mucho.

Dalí había traído el imán de un parlante. Puse una hoja de papel blanco sobre el cuello del cadáver y pasé el imán por encima para atraer cualquier partícula metálica. Luego volqué el papel, recogí los restos cuidadosamente y se los mostré a Huang Xiaotao.

Aunque las partículas eran diminutas y un solo estornudo podría haberlas dispersado, el contraste con el papel blanco las hacía visibles a simple vista.

—¿Y esto…? —preguntó acercándose a mirar.

—Son pequeñas astillas metálicas —expliqué.

Huang Xiaotao me miró fijamente, luego volvió a mirar las partículas.

—Increíble… ¡Son incluso más pequeñas que los ácaros! ¿Cómo las viste?

—¡Como muchas zanahorias! —dije riendo.

—¿Entonces de dónde vienen esas astillas metálicas? ¿Del alambre del piano?

Envolví el papel con cuidado para proteger la evidencia, luego tomé un alambre del piano y se lo mostré. Era tan fino como un cabello humano, pero al observar de cerca, se notaba que era un hilo metálico compuesto de microalambres. Era imposible que eso produjera astillas metálicas.

—Lo que sí las deja —expliqué— es una sierra. Generalmente están hechas de hierro, y el movimiento de fricción deja residuos metálicos.

—¿Una sierra? —exclamó con los ojos abiertos—. ¿Quieres decir que le cortaron la cabeza estando vivo?

—Aún es pronto para afirmarlo. Por cierto, ¿Tienes un pañuelo?

—Un momento.

Pidió prestado uno a un oficial y me lo dio. Arranqué un trozo de la planta suculenta, lo envolví en el pañuelo y exprimí el jugo sobre la herida del cuello.

Poco a poco, la herida se tornó púrpura, y se hicieron visibles los cortes en la carne y las marcas de fricción en los huesos, típicas de un serrucho.

—¿Ahora lo ves? —pregunté—. Esto prueba que la carne fue cortada con cuchillo, pero los huesos los cortaron con una hoja de sierra.

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó Huang Xiaotao, aún anonadada.

—Es muy simple —dije—. Las suculentas son muy sensibles al metal. Si uso su jugo sobre la herida, se revelan fácilmente las marcas del corte.

—Song Yang —dijo, mirándome a los ojos—, solo te conozco desde hace una hora y ya te he visto hacer media docena de cosas milagrosas y bizarras que jamás vi como policía. Dime… ¿Quién eres en realidad?

Huang Xiaotao me clavó una mirada intensa. La determinación que vi en sus ojos me dijo que no se rendiría hasta obtener una respuesta.

Traducido por: Mel

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