¡Dame un bebé lince si no quieres verme volverme loco! Novela - Capítulo 09
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—Mucho gusto.
—Ah, sí. Hola.
Kim Ji-hoon estaba visiblemente tenso. Apenas tuvo tiempo de sorprenderse por la llamada inesperada de alguien que decía estar buscando a un gato, cuando la promesa de una recompensa a cambio de información lo dejó dudando, pero intrigado. Aun así, acudió al lugar acordado. Lo que no esperaba era que la persona sentada frente a él irradiara una mirada tan penetrante.
El hombre, que se presentó como Beom Taejun, parecía más joven que él, pero su presencia imponía. Kim Ji-hoon, que no era ajeno a los altibajos de la vida, intuyó de inmediato que no se trataba de alguien común. Para ser alguien que buscaba desesperadamente a su gato, aquel hombre tenía un aura inquietante. Había algo que no terminaba de encajar.
—Usted… necesita información, ¿verdad?
—Así es. Mi gato fue visto por última vez en su coche.
—Sí, vi un gato, eso es cierto. Pero… ¿cómo me encontró?
—No creo que eso sea lo importante.
La incomodidad se le instaló en el pecho, pero no tenía intención de discutir. Además, el ambiente no invitaba a cuestionamientos. Lo mejor sería dar la información, cobrar la recompensa y marcharse cuanto antes. Kim Ji-hoon carraspeó y comenzó a relatar lo que sabía.
Un gato se había colado en su maletero sin que él se diera cuenta. Al llegar a Seúl y detener el coche, el animal salió disparado y desapareció. Eso era todo. Mientras hablaba, dudaba que algo tan trivial mereciera una recompensa, pero últimamente su situación económica no era buena debido a su negocio, así que decidió contarlo tal cual.
—Ya veo. ¿Hacia dónde corrió?
—Hacia la Universidad de Corea.
—¿Puede ser más específico?
—Pues… ah, sí, hacia la zona de Villa Saegwang.
—Entendido. Gracias.
Sin darse cuenta, Kim Ji-hoon soltó un suspiro de alivio. Durante todo el relato, el hombre parecía sumido en sus pensamientos.
—Entonces, sobre la recompensa…
—Antes, una última pregunta.
—¿Que-qué cosa?
—¿Conocía usted al gato?
—¿Perdón?
La voz de Kim Ji-hoon se alzó sin querer. Negó con la cabeza de inmediato.
—Jamás he tenido un gato. No lo conocía.
—Ya veo.
Beom Taejun guardó silencio unos segundos, luego hizo una seña a un hombre que lo acompañaba. Este sostenía un gran maletín.
—Es poco, pero aquí tiene su recompensa.
—Ah, sí. Muchas gracias.
Kim Ji-hoon, que esperaba apenas un sobre con dinero, se desconcertó, pero aceptó el maletín. Pensó que, pese al envoltorio, el contenido no sería gran cosa. Sin embargo, al abrirlo, soltó un grito ahogado, casi un alarido.
—¿Q-qué es esto?
—Se lo dije. Es su recompensa.
—Pe-pero… esto es demasiado…
—Es una muestra de agradecimiento por la información decisiva que nos ha dado. Acéptelo, por favor.
Kim Ji-hoon no podía creer lo que veían sus ojos. El maletín estaba repleto de fajos de billetes. No se atrevía ni a tocarlos. Solo podía quedarse allí, paralizado, sin entender qué demonios estaba ocurriendo.
—Con su permiso.
Dejando a Kim Ji-hoon con la boca abierta, Taejun se levantó. Por fin había logrado rastrear hasta ese punto. No podía perder ni un segundo más.
—Buen trabajo, secretario Kim. Me pondré en contacto de nuevo.
—Sí, entendido.
Frente a la puerta del café, tras despedirse del secretario, Taejun se encaminó hacia la universidad. No creía que Yumin y el conductor estuvieran aliados. Sin embargo, la sospecha de que Yumin había regresado deliberadamente a la zona de la escuela aún no se disipaba.
Si era así, debía de haber vuelto para recoger algo. Taejun estaba convencido de ello. Para seguir los pasos de Yumin, era necesario ir a su dormitorio.
‘No falta mucho.’
Sintió, por fin, que había logrado tomarle la delantera a Yumin. Desde una pensión en las afueras, lejos de Seúl, hasta justo frente a la universidad. Había tomado tiempo, pero al fin tenía una pista en sus manos. Solo quedaba atraparlo.
Y cuando lo hiciera, esta vez no pensaba dejarlo ir. Sin darse cuenta, una obsesión descomunal había empezado a crecer dentro de Taejun.
Ya conocía el código de acceso a la habitación de Yumin. Nunca se lo había dicho, pero lo sabía. Entró con naturalidad y echó un vistazo a su alrededor.
La habitación era, en una palabra, un desastre. Como si hubiera hecho las maletas a toda prisa: ropa y artículos personales esparcidos por el suelo, señales de que todo había sido revuelto. Los cajones del escritorio estaban abiertos de par en par, y hasta el colchón de la cama estaba fuera de lugar.
—Vaya caos…
Taejun murmuró sin querer y comenzó a inspeccionar el cuarto con más atención. Si de rastrear se trataba, él confiaba en sus habilidades. Era un don heredado del espíritu del tigre que llevaba en la sangre. Como en la pensión, mientras la lluvia no hubiera borrado el olor, estaba seguro de poder encontrar a su objetivo.
El baño no ofrecía nada fuera de lo común. Los artículos de aseo seguían ordenados, lo que indicaba que Yumin no había tenido tiempo ni cabeza para ocuparse de ellos. Sin embargo, algo llamó su atención: una gran palangana en una esquina. No solo por su color llamativo, sino por los pelos adheridos a su borde.
Una idea cruzó fugazmente por la mente de Taejun. Tal vez Yumin no lo sabía, pero en los pelos de los felinos se almacena mucha información. Su olor característico, incluso su estado de salud, podía deducirse de ellos.
Regresó a la habitación y se agachó para mirar debajo de la cama. Conociendo los hábitos de limpieza de Yumin, era casi seguro que no se habría molestado en limpiar ese rincón. Y, como lo había previsto, Taejun encontró una bola de pelos. Varios mechones sueltos se habían ido acumulando hasta formar una pequeña esfera.
—Lo sabía.
Taejun sonrió de lado y tomó la bola de pelos entre los dedos. Al tacto, reconoció la suavidad elástica propia del pelaje de un gato montés. La acercó a su nariz y aspiró. Olía a Negrin. Era lo esperado, pero aun así, una descarga le recorrió el pecho.
Le habría gustado haberlo notado antes, pero lo hecho, hecho estaba. Lo que quedaba ahora seguiría el curso que él había trazado. Solo era cuestión de tiempo. Así lo creía Taejun.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
—El bus no llega… Ojalá viniera ya. Haa…
En un rincón de la sala de espera de la terminal, Yumin aguardaba con el rostro completamente cubierto: mascarilla, gorra y, por si fuera poco, la capucha del hoodie bien calada. Revisaba la hora cada minuto, pero el bus no aparecía.
Su destino era una pequeña ciudad en la provincia de Gangwon. No muy lejos de la casa familiar, pero lo bastante aislada como para que hubiera poca gente y fuera fácil esconderse. Su plan era observar la situación desde allí, mantenerse a salvo un tiempo y, cuando fuera posible, acercarse a casa.
‘Menos mal que nunca le di a Taejun la dirección de mis padres.’
Hubo un tiempo en que Yumin pensó en llevar a Taejun a su pueblo natal, presentarlo ante sus padres y parientes como su pareja, y anunciar que juntos tendrían un saludable bebé lince. Ahora, solo de pensarlo, se le erizaba la piel. A los ojos de Taejun, una reunión familiar de linces salvajes debía de parecer un suntuoso bufé. Y él, por supuesto, se imaginaría ocupando el centro de la mesa con total orgullo. Solo imaginarlo era espantoso.
Tras una larga espera, por fin el bus entró al andén. Yumin subió apresuradamente y se sentó. Por suerte, el asiento de al lado estaba vacío, lo que le dio un poco de tranquilidad. Aun así, no se sentía bien. Últimamente, había pasado demasiados días sin comer ni dormir bien, y su cuerpo empezaba a resentirse.
Casi nada le entraba con facilidad. A veces se dirigía al supermercado o a la tienda de la esquina, pero antes de llegar, el sueño lo vencía y dormía durante horas. Incluso ahora tenía el estómago vacío, pero más que el hambre, era el sueño lo que le resultaba insoportable.
El bus dejó atrás Seúl y tomó la autopista. Yumin se frotó las manos, frías por los nervios. Sintió que las lágrimas le subían a los ojos.
‘Taejun ya no podrá seguirme. Tiene muchas otras cosas que devorar como para venir tras de mí. No va a perseguirme solo por mí, ¿verdad? Taejun, por lo que alguna vez hubo entre nosotros… déjame vivir, por favor.’
Las lágrimas se acumularon en los ojos de Yumin. Empezó a sollozar. Seúl era un lugar aterrador y despiadado. Haber vivido amor y traición a velocidad de vértigo en tan poco tiempo lo había dejado exhausto.
‘Si hubiera sabido que amar dolía así, jamás habría empezado.’
El error había sido enamorarse de Taejun a primera vista. Su rostro hermoso, su cuerpo de infarto, esa mirada fría… estaba pagando el precio de haber caído bajo su hechizo.
Los sollozos de Yumin se volvieron más intensos. Golpeaba su frente contra la ventana helada del autobús, maldiciéndose sin piedad. Un pasajero del asiento trasero lo miraba con extrañeza, pero él ni se dio cuenta. Finalmente, empapado en lágrimas y mocos, Yumin se quedó dormido, agotado.
—Parada en área de descanso. Diez minutos de pausa.
El autobús se detuvo y los pasajeros comenzaron a bajar con prisa. Yumin se frotó los ojos somnolientos, se estiró y bajó también, soltando un largo bostezo. Fue directo al minimercado del área de servicio.
—¡Wow, “sotteok-sotteok”! Dos, por favor.
—Aquí tiene.
—Gracias.
Con una brocheta en cada mano, Yumin mordía alternadamente. El sabor del pastel de arroz y la salchicha llenándole la boca era glorioso. Hacía tiempo que no comía algo que le devolviera el apetito, y su ánimo mejoró de inmediato. Se los terminó en un suspiro, revisó la hora y compró más bocadillos.
Panecillos recién horneados con crema, papas pequeñas asadas, agua fría y refrescos: salió del local con las manos llenas y una sonrisa satisfecha. A diferencia de ayer, hoy tenía más apetito y se sentía un poco mejor. El estrés de Seúl lo había dejado hecho polvo, pero ahora que estaba a salvo, su cuerpo empezaba a recuperarse.
—¡Ah, qué felicidad! ¡A comer, a comer!
De vuelta en el autobús, Yumin no durmió. Se dedicó a abrir y devorar sus provisiones. Afuera, el paisaje de la costa este se desplegaba como una postal: era como ir de paseo. Al ver la playa y el mar, supo que ya estaban entrando a Gangwon-do. Su corazón latía con fuerza.
El autobús se detuvo puntualmente en una pequeña terminal. Yumin se colgó la mochila y se agachó para ajustar los cordones de sus zapatos. Justo cuando estaba por levantarse, se escucharon pasos apresurados y torpes. Un grupo de hombres vestidos de negro subió al autobús. Eran corpulentos, llevaban gafas oscuras y parecían sacados de una película de mafiosos.
—¿Qué…?
Yumin se encogió, desconcertado por la irrupción. Los demás pasajeros murmuraban, preguntándose quiénes eran esos tipos. No tenía sentido que una banda de matones subiera a un autobús interprovincial. A menos que vinieran a buscar a alguien…
—¡Un momento!
Un escalofrío recorrió el brazo de Yumin. En ese instante, una figura familiar subió al autobús. Con la mirada afilada recorriendo a los pasajeros, era Taejun. Yumin agachó la cabeza como un topo en un juego de feria.
‘¿Qué está pasando? ¿Cómo supo que estaba aquí? ¡No hay duda de que vino por mí!’
Un lince no es un animal débil. Es un depredador de alto rango, con garras y dientes afilados. Pero eso solo vale cuando tiene espacio para moverse. En una situación como esta, incluso el lince más fiero no puede evitar encogerse.
Yumin no era la excepción. Jamás imaginó que Taejun lo buscaría hasta en un autobús. Se había confiado, creyendo que por fin había escapado de sus garras. Por eso el impacto fue aún mayor.
‘No puede ser… ¿Cómo lo supo?’
Había sido cuidadoso. Solo había decidido su terminal de llegada esa misma mañana, y durante todo el trayecto había evitado hablar con nadie, con la gorra bien calada. Aun así, Taejun lo había encontrado con precisión quirúrgica.
Mientras tanto, los hombres de negro discutían con el conductor. Yumin tragó saliva y, en silencio, empezó a rogar.
‘Se lo ruego, señor conductor, por favor eche a estas personas. Se lo suplico.’
No se supo qué palabras se cruzaron, pero el alboroto se calmó enseguida. Los hombres de traje, con Taejun a la cabeza, comenzaron a recorrer abiertamente el pasillo, registrando cada rincón.
Una gota de sudor resbaló por el rostro de Yumin, que mantenía la cabeza gacha. Estaba tan tenso que sentía el estómago revuelto por los bocados que había comido hacía poco en la parada. Todo le daba vueltas y el cuerpo le temblaba como un álamo sacudido por el viento.
Su asiento estaba en la penúltima fila. Aún la separaban unas cuantas filas de Taejun. Pero era cuestión de tiempo antes de que lo descubrieran. Tragó saliva con dificultad.
Una sucesión de imágenes cruzó fugazmente por su mente, como un carrusel de recuerdos: cuando era una pequeña cría de gato montés, aún sin dominar del todo su forma humana; los juegos de lucha con sus primos durante la infancia; aquella vez en segundo de secundaria en que, por rebeldía, se compró unos calcetines a rayas que escandalizaron a los adultos; los años de instituto, cuando se sumergió en los estudios decidida a cruzar al mundo humano y encontrar a su pareja. Todo eso se desplegó de golpe, como una película en panorámica.
¿Para qué había vivido con tanto empeño? Si hubiera sabido que acabaría servido en una mesa, habría vivido con más desenfreno. Habría usado calcetines más llamativos. ¿Rayas? Qué tontería tan tímida. Invadido por la frustración y la impotencia, Yumin sorbió por la nariz sin darse cuenta.
Y entonces ocurrió. Desde arriba, le llegó la voz que menos quería oír en ese momento.
—Te encontré.
Era una voz fría, implacable. Pero en ella vibraba una alegría imposible de disimular. Yumin se quedó petrificado, como si se hubiera convertido en hielo.
—¿Qué haces? ¿No estás cansado?
Taejun preguntó con una dulzura desconcertante. Yumin seguía encorvado, sin atreverse a alzar la vista para mirarlo.
Se oyeron pasos apresurados, y enseguida se sintió el movimiento de los hombres de negro y los pasajeros abandonando el autobús. En un abrir y cerrar de ojos, solo quedaban Taejun y Yumin dentro del vehículo.
Taejun se sentó junto a Yumin con total naturalidad. Justo tenía que ser el quien estuviera del lado de la ventana, perdiendo así su última vía de escape. El miedo le ganó, y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas.
—Yumin, ¿por qué no respondes?
La voz de Taejun seguía siendo suave, cálida incluso. Pero Yumin podía percibir la amenaza latente que se escondía tras ese tono. Con lentitud, se incorporó y se sentó derecho, aún con la cabeza gacha. Entonces Taejun le rodeó los hombros con el brazo. Hacía mucho que no sentía el calor de otro cuerpo, pero para Yumin, aquella calidez se sentía más gélida que los hielos del Ártico.
—…Taejun.
—Sí.
No sabía qué decir. ¿Qué se supone que debía conversar con alguien que estaba a punto de devorarlo? Rogar por su vida no serviría de nada. Taejun la había perseguido hasta allí con una determinación feroz. No era simple terquedad, era obsesión. Suplicar no cambiaría nada ante alguien así. Yumin apretó los labios y guardó silencio.
—Bajemos primero.
Taejun lo dijo mientras sujetaba con fuerza el antebrazo de Yumin y lo obligaba a incorporarse. Yumin, sin fuerzas, se dejó arrastrar como una hoja de papel en manos del viento.
‘Madre, padre, parientes… Cuídense mucho. Jamás revelaré la ubicación de la casa en el pueblo.’
Incluso en ese momento, Yumin reafirmaba su decisión. Bastaba con que él fuera el ingrediente del banquete. No podía poner en peligro a toda su familia.
Repitió la promesa tantas veces que, sin darse cuenta, acabó diciéndola en voz alta. Taejun lo miró con extrañeza y preguntó:
—¿La casa en el pueblo?
—¡Ah, no! ¡No tengo ningún pueblo natal!
—¿Qué estás diciendo de repente?
—¡Mejor mátame de una vez!
Después de haber estado tan callado, soltar algo así dejó a Taejun completamente desconcertado. ¿Por qué hablaba de su pueblo sin que nadie se lo preguntara? ¿Y eso de que lo matara? Taejun, sin tener ni idea del malentendido que se había formado en la cabeza de Yumin, no lograba comprender nada de lo que estaba ocurriendo.
—Yumin, ¿qué te pasa?
—¡Aaaah!
Yumin empezó a gritar y a forcejear como un loco. Justo cuando estaban por bajar del autobús. Con todas sus fuerzas, agitaba brazos y piernas, y Taejun, sorprendido, perdió el equilibrio. Y Yumin no dejó pasar la oportunidad.
Fue apenas un instante. Un mínimo descuido del gran depredador. Pero para Yumin, era la única oportunidad de salvar su vida.
Se lanzó contra Taejun con todo su cuerpo. Aunque era pequeño y delgado, embistió con una fuerza desesperada, como si le fuera la vida en ello. Taejun tambaleó.
—¡Ugh!
—¡Aaaah!
Cuando Taejun soltó un quejido, Yumin gritó aún más fuerte. No lo sabía en ese momento, pero fue un acto instintivo para tomar la delantera. Claro que eso no significaba que Taejun fuera a dejarse intimidar. Aunque sorprendido por la reacción inesperada, un tigre y un gato montés no están en el mismo nivel.
Pero el instinto de supervivencia del gato montés, con la vida pendiendo de un hilo, le dio a Yumin un valor que no sabía que tenía. Aprovechando el tambaleo de Taejun, salió disparado. Bajó de un salto los escalones del autobús y, en cuanto sus pies tocaron el suelo, corrió con todas sus fuerzas.
Taejun tardó un segundo en reaccionar y gritó su nombre, pero ya era tarde. Yumin corría sin mirar atrás, sin pensar, sin importarle chocar con los transeúntes. Solo corría hacia adelante.
—¡Hah!
Pero pronto tuvo que detenerse. Había corrido sin rumbo, sin pensar en la dirección, y ahora se encontraba en un callejón sin salida.
「Obras en curso. Precaución: riesgo de caída de objetos.」
Frente al tabique con el cartel, Yumin se desplomó. Miró a ambos lados, pero todo estaba bloqueado por muros. Probablemente se trataba de una tienda dentro de la terminal que estaba siendo remodelada.
—¿Qué hago ahora?
Palpó la pared con desesperación, pero no por eso iba a aparecer una salida donde no la había. La desesperanza lo golpeó justo cuando empezaba a creer que se había salvado, y se quedó sin palabras.
Quizá lo mejor sería darse la vuelta y buscar otra salida. Con un poco de suerte, podría escapar de la terminal sin que Taejun lo viera. Con esa esperanza, Yumin giró sobre sus talones. Pero una vez más, se topó de frente con una desesperación aún mayor.
No sabía en qué momento lo había recogido, pero Taejun se acercaba lentamente con la mochila de Yumin en una mano. En el pasillo vacío, sus pasos resonaban con fuerza. Justo entonces, uno de los tubos fluorescentes del techo parpadeó y se apagó con un chasquido sordo. En la penumbra, los ojos de Taejun brillaron intensamente.
‘Se acabó.’
Las piernas no le respondían. De todos modos, no había por dónde huir. Yumin cayó de rodillas. Al apoyar las manos en el suelo, el frío le recorrió los brazos. Que esa fuera la última sensación antes de morir le pareció injusto y desgarrador.
—¿Por qué sigues huyendo? Me haces sentir mal.
Taejun, que ya estaba justo frente a él, habló con una voz sombría. Como Yumin no respondió, Taejun se agachó con una rodilla en el suelo y lo miró a los ojos. Sus pupilas seguían brillando con intensidad.
—…Taejun.
Aun así, Yumin sintió que debía decir algo antes de morir. Reuniendo el último aliento de valor, abrió la boca.
—¿Sí? ¿Qué pasa?
Incluso en la oscuridad, Yumin pudo sentir que Taejun sonreía. Tragó saliva con dificultad y, como si suplicara, le dijo:
—Tú y yo… tenemos cariño, ¿verdad?
—¿Cariño? Claro que sí.
—Entonces, te lo ruego…
—Dime.
—Trágame de un solo bocado.
—¿Qué?
Yumin solo quería que su final fuera sin dolor. Pensó que, con todo el afecto que habían compartido, tal vez Taejun aceptaría esa última petición.
Pero para Taejun, aquellas palabras no tenían ningún sentido. Desde hacía rato, Yumin no hacía más que decir cosas extrañas. Cada vez que intentaba detenerlo para preguntarle qué pasaba, Yumin se le escabullía como si lo hiciera a propósito. Aun así, por las frases sueltas que había alcanzado a oír, Taejun empezaba a hacerse una idea.
Si su intuición no le fallaba, Yumin estaba completamente equivocado sobre algo.
—Yumin, no sé qué malentendido tienes, pero…
—…Ugh.
—¿Yumin?
Pero una vez más, no hubo forma de aclarar el malentendido. Ante los ojos de Taejun, el cuerpo de Yumin se desplomó. Sobresaltado, Taejun lo sostuvo a tiempo, evitando que se golpeara la cabeza contra el suelo.
—¡Yumin, reacciona!
—Mmm…
Le tocó la frente con urgencia. Ardía como una brasa. El corazón de Taejun se hundió con un golpe seco. Sin dudarlo, cargó a Yumin sobre su espalda y echó a correr por el pasillo.
‘Después de todo lo que me costó encontrarlo… No puedo dejarlo ir.’
En los ojos de Taejun, que corría con los dientes apretados, brillaba incluso un destello de fiereza.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Toc, toc…
‘¿Qué es ese sonido?’
Era un ruido extraño. Tan leve que apenas se oía si no se prestaba atención. La conciencia de Yumin, que se había dispersado como niebla, comenzaba a recomponerse poco a poco. Primero volvió la fuerza a las puntas de los dedos, luego a los brazos y los hombros. Cuando por fin logró mover el torso, Yumin soltó un quejido y se revolvió en la cama.
Pero algo no cuadraba. No era la sensación del colchón del motel al que se había acostumbrado en los últimos días. Esta cama era mucho más grande, más mullida, y las sábanas olían a limpieza reciente, como recién lavadas.
‘¿Qué es esto?’
Desconcertado, Yumin abrió los ojos de golpe. Mientras sus manos tanteaban las sábanas, alzó la vista hacia un techo desconocido. Nunca había estado en ese lugar. No era el apartamento de Taejun, ni una pensión. Estaba seguro de que jamás había pisado ese sitio.
Taejun.
Apenas pensó en su nombre, los recuerdos lo invadieron como una ola. Y al mismo tiempo, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Al final, Taejun lo había atrapado. En la terminal, cuando se enfrentaron cara a cara, Yumin había intentado encontrar una grieta por donde escapar. Incluso apeló deliberadamente al afecto que los unía, esperando que eso hiciera vacilar a Taejun. Había estado atento a ese instante de duda en su mirada.
Pero la reacción de Taejun fue muy distinta a lo que esperaba. No parecía debatirse entre el afecto y la decisión de atraparlo, sino que simplemente no entendía nada de lo que Yumin decía. Esa expresión de desconcierto fue tan genuina que incluso Yumin se quedó sin palabras.
Solo había dos opciones: o Taejun era un actor descarado, o las palabras de Yumin estaban tan fuera de su marco de referencia que no sabía cómo procesarlas. Fuera como fuera, Yumin había fracasado en su intento de huida. Y justo en ese momento, su cuerpo, tenso hasta el límite, le jugó una mala pasada.
Todo giró frente a sus ojos, y perdió el conocimiento. Y al despertar… estaba aquí.
‘Estoy perdido. Completamente perdido.’
No sabía dónde estaba, pero seguro que no era un hospital. Al menos, no uno como los que él conocía. Ninguna habitación de hospital era tan lujosa como esta.
—Uf…
Pero el lugar no importaba. Lo urgente era escapar antes de que Taejun apareciera. Yumin logró incorporarse con dificultad y se apoyó contra el respaldo de la cama. Al mirar su brazo, vio que tenía una vía intravenosa conectada. Al parecer, el sonido que había oído justo antes de despertar venía de ahí.
‘Tengo que salir de aquí cuanto antes.’
Pero su cuerpo no respondía. Apenas podía mantenerse erguido. Yumin soltó un largo suspiro. Todos esos días sin dormir bien, sin comer, huyendo sin descanso, le pasaban factura. Si hubiera sabido que lo atraparían tan fácilmente, habría huido más lejos. Tal vez hasta la isla de Jeju, o a algún pueblo costero perdido. Eso sí que habría sido una posibilidad real de sobrevivir.
Permaneció sentado un rato, y poco a poco recuperó algo de fuerza en las piernas. Entonces se quitó la vía. Sintió un pinchazo agudo, pero era soportable. Presionó con una mano el otro brazo para detener la sangre y bajó de la cama. Tambaleándose, recorrió lentamente la habitación hasta llegar a la puerta.
Tal como había sospechado, no estaba en un hospital. Frente a una puerta adornada con relieves lujosos, dudó un instante antes de tomar el pomo. Tragó saliva y lo giró. La puerta se abrió lentamente, pesada y majestuosa.
Yumin salió con cautela. Lo recibió un pasillo alfombrado. Se extendía largo hacia la derecha y hacia la izquierda. Tras vacilar un momento, Yumin eligió la izquierda y comenzó a caminar.
A ambos lados aparecían puertas cerradas. Pero había un detalle que le dio una pista: cada puerta tenía una placa con un número.
‘¡Es un hotel!’
Todo cobraba sentido: la alfombra, la iluminación tenue. Aún no sabía exactamente dónde estaba, pero al menos ya no se sentía completamente perdido. Caminó un poco más y vio el letrero del ascensor.
Dudó un momento, pero decidió ignorarlo y dirigirse a la escalera. No podía arriesgarse a encontrarse con Taejun bajando en el ascensor.
‘Bien. Solo tengo que bajar las escaleras. Y luego correr tan rápido como pueda.’
Fue justo en ese instante cuando lo oyó.
—¿Y ahora a dónde crees que vas?
—¡Aaaah!
Yumin gritó, sobresaltado. Se lamentó de su destino, incapaz de escapar de las garras de Taejun. Hundido en la desesperación, se dejó caer al suelo.
—¿Por qué sigues intentando huir?
Taejun le acomodó la manta con ternura mientras hablaba. Yumin no respondió. Solo se dejó envolver por la mano que lo acariciaba con suavidad. Pero su corazón, agitado por la ansiedad, no lograba calmarse.
—Este hotel es propiedad de mi familia. Estuve pensando a dónde llevarte, y creí que lo mejor era que descansaras bien, así que vinimos aquí.
Taejun dijo algo, pero a los oídos de Yumin no llegó nada. Solo temblaba de miedo, sin poder dejar de estremecerse. Al verlo así, Taejun soltó un suspiro.
—Yumin…
—¡Hip!
Al oír su nombre de repente, Yumin soltó un hipo involuntario. Taejun no pudo evitar reírse; le pareció gracioso y tierno.
Ya tenía una idea bastante clara del malentendido de Yumin. Al parecer, el otro creía que iba a comérselo. No sabía en qué momento había empezado esa absurda confusión. Le resultaba tan ridículo como irritante. ¿Qué imagen tendría de él para pensar semejante cosa?
Conociendo su propio carácter, bien podría haberlo hecho realidad. Claro que eran muy pocos los que sabían que Taejun era descendiente del dios tigre, así que en la práctica, una situación así no tenía por qué ocurrir.
—¿Pero qué estás diciendo, Ko Yumin?
—Si vas a hacerlo, al menos que sea de un solo golpe, sin dolor… snif.
—Ha…
—¡Por favor! ¡Te lo ruego!
Yumin juntó las manos y suplicó con todas sus fuerzas. Taejun soltó una risa incrédula. Había recorrido un largo camino para traer de vuelta a este gato fugitivo, y en lugar de agradecerle, le pedía que lo dejara ir. ¿Prefería morir antes que estar en sus manos? Era una ofensa que rozaba lo imperdonable. Taejun se sintió profundamente agraviado por el rechazo de Yumin.
Pero al fin y al cabo, Yumin era alguien a quien no podía dejar de querer, aunque se lo metiera en el ojo. No podía simplemente arrinconarlo sin más. Al ver lo delgado que estaba, lo primero que sintió fue la necesidad de alimentarlo bien. Taejun lo observó en silencio, fijando la mirada en su muñeca delgada, en sus mejillas ahora hundidas, tan distintas de antes, y se quedó absorto en sus pensamientos.
¿Qué sería bueno para cenar? ¿Tal vez jjimdak, que le gusta a Yumin? ¿O mejor bulgogi? ¿Y si mejor contrato a un chef a domicilio para que nos monte un bufé?
—Uf… ¿cómo deberíamos comerlo…? ¿Cómo prepararlo para que sepa delicioso?
—¿Co-comerlo?
—Tengo hambre.
—¿Tienes hambre ahora, Taejun?
—Sí. Muchísima hambre.
Taejun tampoco había comido nada en días. La añoranza y la preocupación por Yumin le habían quitado el apetito, pero ahora que por fin podía respirar un poco, el hambre regresaba con fuerza. Pensaba preparar una cena lo más lujosa y grasosa posible para compartirla con Yumin hasta quedar satisfechos. Solo de imaginarlo, la boca se le hacía agua.
Glup.
Al ver a Taejun tragar saliva con tanto apetito, a Yumin se le erizó la piel. De verdad se está preparando para devorarme… ¿Cómo podría escapar?
Yumin empezó a maquinar. Sabía que no tenía forma de vencerlo por la fuerza. Lo mejor sería fingir que se dejaba llevar dócilmente por Taejun y esperar el momento oportuno para huir. Si se resistía torpemente, podría desencadenar una masacre en el acto.
—¿Entonces, nos vamos?
—¿A-a dónde?
—¿Cómo que a dónde? A casa. ¿A dónde más podríamos ir?
Taejun silbó con ligereza mientras le tomaba del brazo. Luego la arrastró hasta el asiento del copiloto de su coche y la obligó a subir.
—Duerme un poco.
—Eh… e-está bien…
—¿Estás cansado?
—Sí-sí…
—Te despertaré cuando lleguemos.
Taejun se inclinó de pronto hacia Yumin. Yumin soltó un chillido e intentó apartarse, pero él la sujetó para abrocharle el cinturón de seguridad. Desde tan cerca, su expresión era un espectáculo: completamente pálida, con el sudor frío resbalándole por la frente. Ridícula, sí, pero también le despertaba cierta compasión.
¿Cuánto me debe odiar? ¿Le horroriza tanto que yo sea un tigre?
Al verlo temblar sin poder siquiera sostenerle la mirada, Taejun sintió una punzada de lástima… y, al mismo tiempo, un extraño placer cruel. ¿Cuándo aceptará por fin a su esposo tigre? Cuanto antes se adapte, mejor crecerán los bebés en su vientre.
Con una sonrisa torcida, Taejun echó un vistazo al vientre de Yumin. A simple vista no se notaba nada, pero como descendiente del dios tigre, el rey de la procreación, podía sentirlo. Desde lo más profundo del abdomen, una energía vital apenas perceptible comenzaba a emanar. Estoy aquí, parecía decir el bebé, liberando feromonas.
Y no era uno solo. Eran dos. Al parecer, serían gemelos.
Vaya, sí que lo hice bien. Ojalá nazca uno que se parezca a mí y otro a Yumin. Sería perfecto.
Solo imaginar a las pequeñas criaturas que pronto nacerían hacía latir con fuerza el corazón de Taejun.
Yumin, al ver de perfil la sonrisa satisfecha de Taejun, intuyó que el momento del destino no estaba lejos. Cerró los ojos y rezó con fervor:
‘Ancestros, por favor, concédanme sabiduría y serenidad.’
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
—Otra hoja que cae…
Yumin seguía en el auto, con Taejun al volante. No sabía si era una suerte o una desgracia, pero Taejun no le había puesto ningún tipo de atadura. Aun así, el miedo y la tensión lo mantenían encadenado con grilletes invisibles, más aterradores incluso que cualquier restricción física.
Miraba sin ver por la ventanilla. El coche se había detenido en un semáforo, y en ese instante, Yumin vio caer una hoja del árbol junto a la acera. Aunque el clima seguía siendo templado, las hojas no dejaban de desprenderse. Seguramente era por alguna enfermedad o por la contaminación del aire. La vida del árbol estaba llegando a su fin.
Entonces recordó una historia que había leído hacía mucho. Una niña que creía que moriría cuando cayera la última hoja. Aunque el contexto era distinto, en esencia, Yumin no se sentía tan diferente de aquella niña. Su vida también pendía de un hilo.
‘Adiós, mundo. Y adiós, mi verdadero compañero, a quien nunca llegué a encontrar.’
Mientras recitaba esa narración en su mente, las lágrimas brotaron de sus ojos. Nunca imaginó que, siendo aún tan joven, acabaría sus días como alimento de una bestia. Le quedaban tantos lugares por conocer, tantas cosas por hacer. Lo invadía una tristeza profunda, una sensación de injusticia insoportable.
Estaba medio resignado. El largo tiempo huyendo lo había agotado, y ahora sentía con certeza que este era el final.
Si pudiera pedir un último deseo, sería ver una vez más a su familia, a sus parientes. Incluso a Ko Seongmin, a quien tanto detestaba, lo extrañaba en ese momento. El lazo de sangre era algo aterrador.
Mientras se sumía en su propio drama interior, el coche llegó a la calle frente al apartotel de Taejun. Yumin lo reconoció de inmediato; había estado allí incontables veces. Iba a morir justo en el lugar donde todo había comenzado.
—Ya llegamos. Baja con cuidado.
Taejun le habló con dulzura, como si no tuviera idea del torbellino de emociones que hervía dentro de Yumin.
‘Debe de ser su último gesto de cortesía antes de devorarme. No lo necesito.’
Yumin lo fulminó con la mirada. O, mejor dicho, lo miró de reojo con timidez. Pero en su interior, lo miraba con todo el odio y el rencor que podía reunir.
—¿Por qué me miras así? ¿Tengo algo en la cara?
—No-no, nada.
Pero su mirada furiosa no duró mucho. En cuanto Taejun lo miró con extrañeza, Yumin bajó la cabeza de inmediato.
—Hace tiempo que no venías, ¿verdad?
—Sí… es cierto…
Era un lugar que conocía bien. Taejun lo arrastró hasta la habitación principal, la que usaba como dormitorio. Yumin no podía dejar de mirar al suelo. El miedo a lo que pudiera pasar a partir de ese momento le impedía incluso hablar.
Taejun, ya fuera porque no notaba su extraño comportamiento o porque fingía no notarlo, lo trató con total naturalidad. Le preguntó si tenía hambre y lo llevó a la cocina, donde le preparó una comida sencilla. Eran platos que Yumin solía disfrutar.
‘¡Claro! ¡Quiere engordarme para comerme! ¡No hay duda!’
Yumin estaba completamente equivocado. Pero no podía evitarlo. Desde que se habían reencontrado, Taejun solo había mantenido conversaciones triviales, sin decirle nada importante. Yumin estaba convencido de que él sabía que ya lo había descubierto todo, pero se hacía el desentendido a propósito. Y tenía una idea del porqué: para llevar su miedo al límite.
El miedo y el terror no eran emociones exclusivas de los humanos. También los animales salvajes, incluso los seres mitad bestia, las sentían de forma instintiva. Y ahora, Taejun parecía decidido a llevar ese instinto al extremo.
Yumin recordó una vieja historia de terror que había escuchado hacía mucho tiempo. Según aquel relato que circuló entre los jóvenes híbridos durante un tiempo, los animales aterrados sabían especialmente bien. Por eso, se decía que algunos depredadores crueles se deleitaban en atormentar a sus presas antes de devorarlas.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Yumin al evocar aquel recuerdo que había enterrado en lo más profundo de su memoria. Taejun parecía obsesionado con devorarla, de una forma que daba auténtico miedo.
—Come eso y descansa un poco. ¿Estás cansado, verdad?
Yumin asintió en silencio. No olvidó lanzar una mirada suplicante, como si aún quedara algún resquicio para la compasión. Era una esperanza tenue, casi inexistente. Pero Taejun no tardó en destrozarla sin piedad.
—Tienes que comer bien y dormir bien para ganar algo de peso. ¿No crees?
Yumin, conmocionado, dejó caer la cuchara. El sonido metálico al chocar contra el suelo resonó con un “clang”, pero Taejun no mostró reacción alguna. Solo la miró y sonrió con una expresión que le heló la sangre.
—Vas a quedarte aquí por un tiempo. Hay un baño, así que no será incómodo.
Después de la comida, Yumin se sentó al borde de la cama. Las palabras que había escuchado durante la cena la habían dejado sin fuerzas. Desde que Taejun mencionó que debía engordar, ya no sabía si la comida le entraba por la boca o por la nariz. Temía que, si dejaba algo en el plato, él no se lo perdonaría, así que se obligó a comer hasta el último grano de arroz. Tal vez por eso sentía un nudo en el estómago, una presión en el pecho. Incluso le daban náuseas.
—Esta noche vamos a comer algo delicioso.
Taejun le habló con dulzura, pero Yumin no pudo responder. Si todo lo que comía se convertiría en carne para él, ¿qué podía decir?
—¿No contestas, Ko Yumin?
—¡Ah, sí! ¡Qué rico!
—¿Y cómo sabes que estará rico si ni siquiera sabes qué es?
Taejun soltó una risita burlona, pero Yumin solo bajó la cabeza aún más.
—Entonces descansa. Ah, por cierto, esta puerta no se abre desde dentro, así que ni se te ocurra intentar escapar.
Yumin alzó la cabeza de golpe, pero Taejun ya había salido. El clic seco de la puerta al cerrarse hizo que la desesperación la invadiera por completo.
Corrió hacia la puerta y giró el picaporte con fuerza, pero no se movió ni un milímetro. Taejun realmente había instalado una cerradura.
‘¿Cómo puede hacerme esto…? ¡Esto no tiene sentido!’
Yumin revisó cada rincón de la habitación. Pero las palabras de Taejun no eran una amenaza vacía. No había forma de escapar. La ventana apenas se abría un palmo.
Desesperado, Yumin se dejó caer al suelo.
—Hic…
Una lágrima, una más entre tantas ese día, resbaló por su mejilla y cayó al suelo.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
—Por fin lo tengo.
Hubo algunos contratiempos, pero al final había logrado recuperar a Yumin. Para su sorpresa, el no se había resistido ni había hecho un escándalo. Tal vez ya se había rendido.
Pero lo primero era que recuperara su salud. Alimentarlo bien, devolverle las fuerzas, y entonces explicarle todo: que no pensaba devorarlo, que dejaría de jugar con el.
Y justo a tiempo, pensaba preparar el evento más importante de sus vidas. O mejor dicho, de la vida de ambos. Su boda.
Mientras recorría el país de punta a punta en busca de Yumin, Taejun también había tenido tiempo para reflexionar. Aunque aún no había completado el vínculo, era necesario atarlo con cadenas sociales. Hacer saber al mundo entero que Yumin le pertenecía, y dejarlo bien claro.
Por eso, sin dudarlo, Taejun se puso manos a la obra.
—Haa… No pensé que estaría tan ocupado. ¿Cómo hizo mi tía para casarse tres veces?
Organizar una boda era un proceso endemoniadamente complejo. Incluso con la ayuda de una wedding planner, había decenas, cientos de decisiones que el novio debía tomar personalmente. Por eso Taejun no podía quedarse al lado de Yumin todo el tiempo: iba y venía sin parar.
Los mayores de su familia, considerando que se trataba de la boda de un linaje valioso como el de Taejun, exigían una celebración fastuosa. No importaba cuánto costara: querían el salón más grande de Seúl, una ceremonia de despedida de soltera de lujo, alquilar un hotel entero… soñaban con una boda de superproducción.
Y así, Taejun terminó cargando con todo. Pensó que llevar a Yumin, que apenas estaba en las primeras semanas de embarazo, solo lograría agotarlo, así que decidió encargarse él solo de todos los preparativos. Además, planear una boda era una cadena interminable de elecciones. Para no agobiar a Yumin con la avalancha de opciones, Taejun eligió todo según sus gustos.
Pasó dos días enteros encargando los anillos de boda, contrató a cinco fotógrafos para la sesión de fotos y hasta estudió técnicas de fotografía.
—¿A dónde vamos de luna de miel? ¿Un lugar que le guste a Yumin…? Hmm… Como le gusta nadar, ¿una isla? Pero hay tantos destinos de descanso…
Desde los clásicos Cancún y Maldivas, hasta las exuberantes Seychelles o la cercana Koh Samui…
Taejun volvió a quedar atrapado en el pantano de las opciones. Le dolía la cabeza, pero quería que Yumin tuviera los recuerdos más felices posibles, así que pasó más de una hora hojeando los folletos que le había enviado la agencia de viajes.
—¿Estará bien Yumin?
Encendió el programa de la petcam instalado en su portátil. En la pantalla, Yumin dormía profundamente en la cama, ajeno al mundo. Últimamente dormía mucho más. Por las mañanas apenas lograba despertarse y ni siquiera podía saludarlo bien; por las noches, cuando Taejun regresaba, ya estaba dormido.
Aún no se había dado cuenta de los cambios en su cuerpo. Taejun tampoco se lo había dicho. No tenía sentido soltarle un “creo que estás embarazado” cuando todavía lo miraba con desconfianza. Solo lograría asustarlo más. Además, aún no había señales claras de movimiento fetal ni síntomas evidentes.
Era mejor que Yumin lo notara por sí mismo, que aceptara al bebé de forma natural. Así crecería su afecto por la criatura y, con suerte, decidiría quedarse a su lado por voluntad propia.
Durante más de treinta minutos, Taejun observó la transmisión sin apartar la vista. Yumin no se movió ni una vez, dormía plácidamente. Al verlo tan tranquilo, Taejun sonrió con ternura.
Poco después, Yumin se removió y se incorporó en la cama. Taejun sonrió aún más y le hizo una llamada. Yumin contestó de inmediato.
—¿Hola?
—¿Yumin, ya despertaste?
—Ah… sí. Justo ahora.
—Hay algo que debí preguntarte antes, pero se me pasó. ¿Cuál es la dirección de tu familia?
—¿Mi… mi familia? ¿Para qué?
Yumin se levantó de la cama como si le hubieran dado una descarga eléctrica.
—¿Cómo que para qué? Tienes que darme la dirección de tu casa.
Tenía que enviar las invitaciones, organizar el autobús para llevar a los invitados al salón… ya era hora de confirmar direcciones.
Pero para Yumin, la situación era otra.
‘¿No le basta conmigo? ¿Ahora quiere devorar también a mis parientes? ¡Maldito!’
—¡Jamás te la diré! ¡Ni lo sueñes!
—¿Y por qué no?
—¡Conmigo tienes suficiente! ¡Deja a mis familiares en paz!
Yumin le gritó y colgó de inmediato.
—¿Pero qué le pasa?
Taejun se quedó perplejo. Aunque pronto comprendió lo que Yumin había querido decir.
‘Claro… todavía sigue malinterpretando todo.’
No pudo evitar soltar una risita. Estaba convencido de que no solo quería devorarlo a el, sino también a toda su familia. Qué idea más absurda.
‘Es adorable… pero creo que ya va siendo hora de aclarar las cosas.’
En otras circunstancias, lo habría dejado con su malentendido solo por lo tierno que se veía. Pero ahora era diferente. Para que la boda saliera bien, necesitaba su cooperación. Taejun decidió que esa noche, durante una cena íntima, le explicaría todo con calma.
Sí, esta misma noche. Le declararía su amor y le haría una propuesta formal. Le aclararía todos los malentendidos y se disculparía por haberlo asustado. Yumin lo amaba tanto que, una vez entendiera, todo volvería a su cauce.
Hasta ese momento, todo marchaba según los planes de Taejun. Pero había pasado por alto un detalle. Y ese pequeño descuido pronto se convertiría en un amargo arrepentimiento.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
—¿No tienes límites? ¿Ahora vas por mis parientes?
Yumin resopló, indignado. No le bastaba con devorarlo a el, Taejun parecía decidido a montar un bufé completo. Estaba furioso y desconcertado. No importaba lo que pasara, no pensaba revelar la dirección de su pueblo natal. Si alguien tenía que ser el plato principal de esa última cena, con ella bastaba.
—Ah… ahora que lo pienso…
Envuelta en la furia, Yumin había olvidado el leve dolor abdominal que ahora regresaba con fuerza. Primero fue como si agujas le pincharan el vientre, luego una punzada más profunda, como si el estómago se le retorciera por dentro. Al principio era un malestar leve, pero con el paso de los minutos se volvió más intenso. Se recostó de lado en la cama, pero no mejoró.
—Me duele…
Moverse era un esfuerzo titánico. Pensó que si se quedaba quieto, el dolor pasaría, pero fue al contrario, se intensificó hasta el punto de hacerlo gritar sin querer.
‘¿Qué hago? ¿Y si me muero así?’
No quería ser decorado, pero tampoco quería morir de dolor. Intentó pensar en una solución, pero en aquella habitación no había medicamentos. Si al menos pudiera salir a la sala, podría tomar un analgésico.
Con ese pensamiento, Yumin alzó la cabeza con dificultad y recorrió la habitación con la mirada. Sentía que había algo importante que estaba olvidando.
Entonces la vio: la ventana que daba al balcón. Había estado tan ocupado lamentándose por estar encerrado que no se había fijado, pero la ventana estaba entreabierta.
‘¡Eso es!’
En forma humana, Yumin no podría pasar por esa rendija. Pero como Negrin, sí. Le parecía increíble no haberlo pensado antes.
Con un gemido, se incorporó. El dolor seguía punzando, pero no podía dejar pasar esa oportunidad. Si se demoraba y Taejun regresaba, perdería su única posibilidad. A rastras, casi gateando, se acercó a la ventana. Tal como había supuesto, estaba abierta justo lo suficiente para que Negrin pudiera colarse con dificultad.
Taejun no lo sabía, pero había cometido un error. Cuando encerró a Yumin en esa habitación, había dejado la ventana abierta para ventilar, ya que al instalar la cerradura se levantó mucho polvo. Como desde la cama no se notaba la rendija, se olvidó de cerrarla. Y Yumin recién ahora se daba cuenta.
Inspiró hondo y, con el corazón en un puño, elevó una súplica a sus ancestros linces.
‘Por favor, ayúdenme. Les estaré eternamente agradecido.’
El sudor le corría por las sienes a causa del dolor. Pero tenía que resistir. Tenía que transformarse y escapar de esa casa como fuera.
Tal vez su ruego fue escuchado, porque aunque tardó más de lo habitual, un pum seco anunció su transformación en lince. La ropa que llevaba cayó al suelo con un susurro.
‘¡Lo logré!’
Sintió ganas de bailar de la emoción, pero no había tiempo para celebraciones. Sin dudarlo, se lanzó hacia la ventana. Primero metió la cabeza, luego empujó los hombros con fuerza hasta que logró pasar el torso. Sin detenerse, saltó hacia el balcón.
‘¡Estoy vivo!’
Con el corazón desbordado de alivio, Yumin corrió hacia el vestidor. Volvió a su forma humana, se puso lo primero que encontró entre la ropa de Taejun y, mientras miraba a su alrededor en busca de una salida, sus ojos se toparon con una billetera.
‘Solo lo estoy tomando prestado. No es que lo esté robando.’
Después de todo, nadie podría culparlo por llevarse un poco de dinero en efectivo de Taejun, quien la había secuestrado con la intención de devorarlo. Al menos, eso pensaba Yumin.
Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que sentía el aire libre en la cara. Los zapatos que se había puesto a toda prisa le quedaban grandes y le bailaban en los pies, pero ni siquiera eso le importaba. Estaba demasiado emocionado.
Sin embargo, una vez que desapareció su mayor preocupación, el dolor abdominal regresó. Tendría que modificar un poco su plan de huida a larga distancia.
Cuando comenzó la universidad en Seúl, había ido una vez a un hospital para híbridos a hacerse un chequeo médico. Como los híbridos vivían ocultos a los ojos de los humanos, aquel hospital no aparecía en ningún mapa y solo se podía encontrar por el boca a boca. Aunque estaba algo lejos de la universidad, con un taxi podría llegar sin problemas.
Justo entonces, un taxi vacío apareció a lo lejos. Yumin no lo dudó y levantó la mano. Primero resolvería el dolor. Luego ya vería si huía o no.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
—¿Cómo dice?
Por un instante, su mente quedó en blanco.
Había logrado llegar al hospital en taxi. Justo un paciente con cita había cancelado, así que Yumin pudo ser atendido de inmediato. Hasta ese momento, pensaba que la suerte estaba de su lado. Pero no tardó en ver cómo esa ilusión se hacía añicos.
—Con este tamaño, me temo que no le queda mucho tiempo.
—¿Pe-perdón? ¿Qué quiere decir con eso de “no mucho tiempo”?
—Es un tumor. En realidad, no uno, sino dos.
—¿Qué?
Yumin no podía creer lo que oía. Le dolía, sí, pero por su estado general de salud, había asumido que se trataba de un dolor estomacal por estrés. Sin embargo, tras unas pruebas, el médico le soltó aquella respuesta demoledora.
—Necesitamos hacer más estudios para confirmarlo, pero por ahora, eso es lo que parece.
—No puede ser…
Había escapado por los pelos de ser devorado vivo, solo para encontrarse con un destino aún más cruel. En ese momento, deseó simplemente desmayarse y no despertar.
—Justo tengo un hueco libre. ¿Quiere que hagamos los exámenes ahora mismo?
—Sí… por favor, hágalo.
Sumido en la desesperación, a Yumin ya todo le daba igual. Casi deseaba soltarlo todo y rendirse.
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—¡Maldición, llego tarde!
Taejun se revolvió el cabello con furia y soltó una maldición. Corrió en cuanto vio que Yumin escapaba, pero ya era demasiado tarde. Vigilarlo por la petcam no había sido suficiente. Tendría que haberlo tenido cerca, sin darle ni una sola oportunidad de huir… De nada servía lamentarse ahora, pero la desesperación lo consumía. ¿Cómo podía haberlo recuperado con tanto esfuerzo solo para perderlo otra vez?
—Ha… Tengo que encontrarlo. Rápido.
Tras fallar por segunda vez, Taejun perdió la cabeza. Se imaginó persiguiendo a Yumin, rompiéndole un tobillo y encadenándolo. Al menos hasta que diera a luz, tendría que mantenerlo así. Tenía que salir de inmediato. Con esa decisión tomada, agarró las llaves del coche y salió de casa.
Su destino no era otro que la casa natal de Yumin.
‘Los felinos se vuelven más cautelosos cuando están preñadas.’
Era un conocimiento común. Cuando llevan crías en el vientre, los felinos buscan refugios cerrados y seguros donde esconderse. No solo los gatos domésticos, también los grandes felinos más agresivos. Evitan las peleas, se encierran y esperan el parto. Por eso, una vez que desaparecen, es especialmente difícil encontrarlas.
Taejun estaba convencido, había un 99% de probabilidades de que Yumin hubiera huido a su hogar de la infancia. Era, para el, el lugar más seguro y cómodo que podía imaginar.
Al llegar al estacionamiento subterráneo, Taejun caminó con paso firme hacia su coche mientras sacaba el móvil. Llamó al secretario Kim, quien respondió enseguida.
—Secretario Kim, ¿cómo va lo que le pedí investigar?
—Señorito. Justo iba a llamarlo. Es un lugar muy remoto, incluso dentro de Gangwon-do.
—Envíeme la dirección. Ahora mismo.
—Entendido.
Poco después, Kim le mandó un mensaje con la dirección. Era un condado tan pequeño que ni siquiera le sonaba el nombre. El problema era que se trataba de una aldea cerrada de felinos, donde los forasteros no eran bienvenidos. Si corrían rumores negativos sobre él, sería casi imposible averiguar en qué casa se escondía Yumin. Peor aún: podrían echarlo del pueblo apenas pusiera un pie en la entrada.
Así que no podía irrumpir sin más. Tenía que acercarse con una imagen amigable, por si acaso lo rechazaban.
‘Hmm… ¿Y si llevo regalos que les gusten a los gatos?’
Taejun pensó en una ofensiva de obsequios. Si llenaba el maletero con regalos lujosos y los repartía con buenos modales, los felinos se dejarían seducir con facilidad. Además, si decía “soy el esposo de Yumin”, probablemente se lo creerían sin más.
Recordó las cosas que le gustaban a Yumin: sashimi de atún, pollo frito, juegos de pesca, nadar… Si los habitantes del pueblo compartían sus gustos, eso podía funcionar. Podría contratar una empresa para montar una piscina temporal y ofrecer comida. Sería perfecto. Dio instrucciones al secretario para que encontrara proveedores que pudieran llegar rápidamente hasta Gangwon-do.
Desde que había recuperado a Yumin tras perderlo una vez, Taejun ya se había acostumbrado a este tipo de situaciones. La primera vez, cuando lo dejó escapar en la casa de campo, perdió la cabeza y se lanzó tras él sin pensar. Pero ahora era distinto. De todos modos, Yumin volvería a caer en sus manos. Por eso, lo mejor era actuar con más cabeza, con frialdad. Ese enfoque se ajustaba mucho mejor a la naturaleza de Taejun.
—Ko Yumin. Espérame.
Taejun colgó la llamada con una sonrisa ladeada.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
Yumin esperaba en la sala de espera, inquieto, aguardando los resultados de los exámenes. Mientras se sometía a las pruebas adicionales, mil pensamientos le daban vueltas en la cabeza: la vida universitaria que apenas había podido disfrutar, los días caóticos huyendo de Taejun, la compasión por sí mismo al imaginar una muerte trágica a tan corta edad. Cuanto más pensaba, más suspiros se le escapaban.
—Qué vida la mía…
Las palabras se le escaparon sin querer. No tenía idea de que el híbrido mayor sentado a su lado lo miraba de reojo, pensando: “Estos jóvenes de hoy… qué espectáculo tan lamentable.”
—Señor Ko Yumin, puede pasar a la consulta.
—Sí…
Yumin se levantó sin fuerzas y se dirigió al consultorio. Estaba convencido de que solo le dirían cosas negativas: que le quedaban pocos meses de vida, que no había esperanza.
Pero lo que escuchó superó con creces todo lo que había imaginado.
—¿Qué dijo?
—Está embarazado.
—¿Cómo?
La voz de Yumin se alzó sin querer.
—¡Eso no puede ser! ¡Soy un híbrido macho!
—Lo hemos verificado varias veces. No hay duda: está embarazado.
—¿Cómo puede ser posible…?
El médico le indicó que se sentara. Solo entonces Yumin se dio cuenta de que se había puesto de pie de un salto, sobresaltado. Medio aturdido, se dejó caer en la silla.
—Mire aquí. ¿Ve esas dos sombras? Felicidades. Son gemelos.
—¡¿Gemelos o lo que sea, pero le digo que soy un hombre! ¡No puedo estar embarazado!
—Se lo repito: el embarazo es real.
—No puede ser…
Sintió cómo se le escapaban las fuerzas del cuerpo. Ya no sabía si estaba soñando o si todo aquello era real.
—Es un caso muy raro, sí. En mi carrera nunca había visto uno en persona, pero he leído sobre ellos en algunos artículos científicos.
El médico, enfrentado a un caso tan inusual, parecía incluso entusiasmado. Pero para Yumin, que era el protagonista de esa rareza, las palabras del doctor ya no tenían sentido. No podía oírlas. Todo se desdibujaba.
‘¿Embarazado? ¿Y de gemelos?’
Ya fueran humanos o híbridos, cuando una persona se enfrentaba a una verdad imposible de asimilar, el impacto solía detener el pensamiento por completo. Yumin no fue la excepción. Sentado, aturdido, dejó que las palabras del médico le entraran por un oído y le salieran por el otro, hasta que una palabra inesperada lo sacudió.
—…Así que, en el caso de híbridos especiales, existe una teoría que dice que incluso los machos pueden quedar embarazados…
—¿Perdón? ¿Qué dijo?
—Se lo explico de nuevo. Me refería a los casos en que un híbrido macho puede quedar embarazado.
Solo después de escuchar la explicación completa, Yumin pudo empezar a asimilarlo. Aunque los casos eran tan escasos que aún no se consideraban una teoría consolidada, según el médico existía la posibilidad de que ciertos híbridos especiales pudieran embarazar a otros machos.
Pero mientras el médico hablaba, lo que vino a la mente de Yumin fue un sueño que había tenido hacía poco. Durante su vida en fuga, soñó con un cachorro de tigre y un cachorro de lince. En su momento lo atribuyó al estrés, a una alucinación onírica sin sentido. Pero ahora, al recordarlo, no podía evitar pensar: ¿y si fue un sueño premonitorio?
—Haa…
Yumin soltó un largo suspiro. Una realidad imposible se desplegaba ante sus ojos.
—Haa…
En el autobús rumbo a Gangwon-do, sentado junto a la ventana, Yumin no dejaba de suspirar. Tenía los ojos húmedos y el pecho vacío.
Desde que supo que estaba embarazado, no había tenido un solo momento de paz. Cada vez que respiraba, el pensamiento volvía: “Tengo un bebé dentro.” No, “tengo bebés dentro.” Y con ese pensamiento, una preocupación indescriptible se apoderaba de él. Aunque su vientre seguía plano, al tocarlo sentía que pesaba toneladas.
‘¿Y si uso a estos bebés como excusa para que Taejun me trate bien? Podría decirle: “Tú también quieres a tus crías, ¿no? Al menos hasta que nazcan, no me hagas daño.”’
Pero apenas se le ocurrió, Yumin negó con la cabeza. Aquello sería usar a esos pequeños como rehenes para salvar su propio pellejo. Una artimaña cobarde. Como lince, como alguien que alguna vez se consideró valiente, no podía permitirse algo así. Además, ¿quién podía asegurar que ese tigre cruel los perdonaría solo por ser sus hijos?
Al pensarlo, los bebés le parecieron infinitamente tristes. ¿Por qué habían venido a anidar justo en su vientre? Qué destino tan cruel el suyo. «Si no soy yo, ¿quién los protegerá?» Yumin colocó ambas manos sobre su abdomen y frunció el ceño. Sentía un dolor punzante en el pecho, como si le clavaran agujas, y las lágrimas amenazaban con brotarle de los ojos.
Hubo un tiempo en que habría hecho cualquier sacrificio por tener un cachorro de lince. Estudió como un loco, dejó su pueblo y se fue a la ciudad. Había decidido que, si encontraba a un buen hombre, abandonaría la universidad sin pensarlo y se dedicaría por completo al embarazo y la crianza.
Así de valiosos eran los hijos para Yumin. Y estos también lo eran: linces, sangre preciosa y escasa.
‘Sí. No importa si vienen de otro vientre o del mío. Siguen siendo mis hijos. Ya que están aquí, lo importante es que nazcan sanos. Eso es todo. Los criaré como herederos de mi familia.’
Lo esencial era que había conseguido cachorros de lince. El cómo no importaba tanto como el resultado. Yumin apretó los puños con fuerza, decidido a no dejarse vencer.
El autobús que había salido de Seúl se detuvo dos horas y media después en una terminal de Gangwon-do. Como no había una terminal cerca de su casa, tendría que tomar otro autobús interurbano y viajar una hora más. Mientras esperaba el transbordo, Yumin no dejaba de mirar a su alrededor con cautela. Si pasaba un hombre vestido de negro, se encogía de miedo y se escondía. Temía que Taejun apareciera en cualquier momento, así que no dejaba de vigilar los alrededores.
Por suerte, esta vez no parecía haber ningún perseguidor. Tras más de treinta minutos de vigilancia dentro y fuera de la terminal, Yumin no vio rastro de Taejun ni de sus secuaces. Aliviado, se permitió comprar leche, pan y unas mandarinas en la tienda de la estación. Gracias al fajo de billetes que había tomado de casa de Taejun, no tenía que preocuparse por el dinero y podía permitirse un festín de bocadillos. Ya no viajaba solo: ahora eran tres, y no podía permitirse pasar hambre.
Para rematar, se compró también un pincho de pastel de pescado y un poco de calamar seco, y se bebió varias bebidas de un tirón antes de regresar a la plataforma. El autobús con destino a Yanggo-gun acababa de llegar.
‘Un momento. ¿No debería avisar que voy a casa?’
Si llegaba sin previo aviso, sus padres y familiares se llevarían un buen susto. Pensó en enviar un mensaje rápido desde la terminal, pero justo entonces recordó que no tenía su teléfono. Usar un teléfono público tampoco era fácil: solo tenía billetes de diez mil y cinco mil wones, y si se ponía a buscar cambio y luego caminaba hasta la cabina, corría el riesgo de perder el autobús.
—Ni modo… Mejor subo ya.
Pensó que podría explicar todo una vez llegara, y subió al autobús apresuradamente.
El vehículo no iba muy lleno. Era una línea que se adentraba en las montañas de Gangwon-do, así que no solía tener muchos pasajeros. Yumin eligió un asiento tranquilo. Detrás de él, una pareja parecía susurrarse cosas al oído, pero no les prestó atención.
Sin embargo, poco después de que el autobús arrancara, alguien le dio un par de golpecitos en el hombro desde atrás. Yumin se sobresaltó y soltó un pequeño grito.
—¡¿Q-qué pasa?!
—¡Ko Yumin! ¿Por qué haces como que no me conoces?
—¿Eh…?
Al volverse, vio un rostro familiar. Era su primo, Ko Seongmin, sentado justo detrás. Ya de por sí era una sorpresa, pero lo que lo dejó aún más atónito fue ver quién estaba sentado a su lado.
—¿Hyunseok?
—Cuánto tiempo, Yumin.
El chico que le sonreía con dulzura y le tendía la mano era Hyunseok, compañero de su misma generación en la universidad.
Hacía mucho que no se veían, desde que Yumin había empezado a huir de un lado a otro. Pero en su momento, Hyunseok había sido uno de los candidatos a prometido que su familia le había propuesto, así que el encuentro lo tomó completamente desprevenido. Verlo junto a Seongmin era algo que ni en sueños habría imaginado.
—¿Qué hacen ustedes aquí? O sea… ¿y tú, Hyunseok?
—¿Cómo que qué? Vamos a casa —respondió Seongmin, frunciendo los labios. Luego, con aire orgulloso, se enganchó del brazo de Hyunseok y añadió—: Vamos a presentar a mi novio.
—¿Novio? ¿Hyunseok?
—Sí. Mi novio.
—No puede ser…
Yumin se quedó boquiabierto. Seongmin lo fulminó con la mirada y replicó con tono cortante:
—¿Qué es lo que no puede ser?
—No sé… tú y Hyunseok. No tiene sentido.
—¿Vas a seguir con eso?
—Chicos, por favor, no hagan ruido en el autobús —intervino Hyunseok con voz tranquila.
Ante eso, Yumin y Seongmin se callaron. Pero Yumin seguía sin poder procesarlo.
Como bien había dicho Hyunseok, no era momento ni lugar para interrogar ni discutir, así que Yumin no volvió a hablar con ellos durante el resto del viaje. Aun así, no pudo sentirse tranquilo. Desde atrás, no dejaban de llegarle risitas y susurros. Seongmin y Hyunseok estaban tan pegados que parecían uno solo, y cuando Seongmin se quejaba por algo, Hyunseok lo calmaba con dulzura.
‘Qué suerte la suya…’
Aquel paisaje tranquilo, tan distinto de mi desesperada huida de Taejun, parecía pertenecer a otro mundo. Yo también tuve días así alguna vez, pero ahora todo eso era cosa del pasado. El sabor amargo de la nostalgia me dejó un regusto metálico en la boca.
Tras una hora de trayecto, el autobús se detuvo. Era la última parada de la línea interurbana: la entrada al pueblo de Yanggo. Yumin se bajó del autobús estirando su cuerpo entumecido. Poco después, Hyunseok y Go Seongmin también descendieron.
Después de tanto tiempo sentado, le dolía todo el cuerpo. Se desperezó con fuerza y respiró el aire fresco de la montaña, lo que le despejó un poco la cabeza.
—Ko Yumin, ¿vas directo a casa?
—¿Por qué?
—Hyunseok y yo vamos a pasar por otro lado primero. Si llegas antes, dile algo a mi mamá, ¿sí?
—Podrías llamarla tú.
—Ay, hazme el favor. ¿Ni eso puedes hacer?
Seongmin refunfuñó, y Yumin, agotado, agitó la mano con desgano. Un gesto que significaba “sí, ya, vayan”. Seongmin frunció los labios con aire ofendido, se enganchó del brazo de Hyunseok y se dirigió hacia el lado opuesto del pueblo.
—¿A dónde van?
—A un sitio —respondió Seongmin, sin dar más detalles.
Hyunseok preguntó, pero Seongmin no le respondió con claridad. Aun así, Yumin sabía perfectamente a dónde se dirigían. Al llamado “Chalet del Amor”, o “Ch.Am.”, como lo apodaban en voz baja los jóvenes del pueblo.
Era una vieja cabaña abandonada que los híbridos jóvenes habían remodelado en secreto, lejos del control de los adultos. Yumin había ido una vez, no para acostarse con nadie, sino porque le pidieron ayuda con las reparaciones.
—Qué suerte la suya…
Aunque no tenía nada que ver con él, no pudo evitar sentir una punzada de celos. En otro mundo, en otra vida, él también habría regresado al pueblo de la mano de Taejun, con la frente en alto. Habría dicho: “Este es mi prometido”, y todos lo habrían felicitado.
—Pero bueno…
No era algo que pudiera cambiar con su voluntad. Se acarició el vientre aún plano. Los dos pequeños, como si ya quisieran portarse bien, no le habían causado problemas en todo el viaje. Yumin apretó los labios. Ahora mismo, lo más importante era proteger a esos bebés.
ˏˋ꒰♡ ꒱´ˎ
—¿Qué es ese olor?
Mientras subía por el sendero de montaña que llevaba al pueblo, Yumin captó un aroma familiar. Dudó por un momento, pensó que tal vez se equivocaba, pero no: era inconfundible. Olía a pollo frito.
En Seúl lo había comido incontables veces, pero en Yanggo era casi imposible conseguirlo. El pueblo estaba tan metido en las montañas que ni siquiera funcionaban las apps de reparto. A veces, cuando había mercado en el pueblo humano más cercano, alguien traía algo. Pero ese olor… no era solo pollo frito. También olía a pollo con salsa picante, y a pollo con salsa de soja.
Yumin tragó saliva sin darse cuenta. Aunque había comido bastante en el autobús, eso había sido hacía ya varias horas, y su estómago volvía a estar vacío.
—¿Y si me acerco un momento…?
Yumin se dejó llevar, como hechizado, hacia el origen del olor a pollo frito. Pensó que no podía ser gran cosa. Pero lo que se desplegó ante sus ojos lo dejó boquiabierto. El terreno baldío justo antes de la entrada al pueblo, normalmente vacío, era un lugar que apenas se usaba para elecciones del jefe comunal o para los juegos deportivos del pueblo. Fuera de eso, rara vez alguien lo pisaba.
Pero esto… ¿qué demonios era?
No tardó en encontrar la fuente del aroma: una carpa improvisada con un puesto de pollo recién frito. El delicioso olor impregnaba todo el lugar. A su lado, había otro puesto, esta vez de sashimi de atún preparado al instante. Solo con verlo, se le hacía agua la boca.
Incluso había una enorme piscina inflable en un rincón. Niños gritaban y chapoteaban dentro. Y en el centro del terreno, parecía que estaban construyendo un escenario: las obras estaban en pleno apogeo.
—¿Qué… qué es todo esto?
Lo que Yumin había imaginado como una modesta fiesta de pollo superaba con creces cualquier expectativa.
Por mucho que le gustara el pollo, algo no le olía bien. Aquella escena tan ajena, metida de golpe en un pueblo de montaña, lo hizo retroceder. Un mal presentimiento comenzó a treparle por la espalda como una enredadera.
‘No sé qué es esto, pero mejor me largo de aquí.’
Tal vez era su imaginación, pero le pareció ver la silueta de Taejun flotando frente a él. Alto, con proporciones de modelo, facciones marcadas… Durante un tiempo lo había considerado su pareja, le había entregado todo su corazón. Pero ahora era la persona que más deseaba evitar.
El despliegue absurdo de recursos, el olor a capital… Yumin lo supo de inmediato, por puro instinto. Esto no era casualidad. Taejun estaba detrás de todo.
Aunque se había esforzado por ocultar la dirección de su pueblo natal, sabía que si alguien podía encontrarlo, era él. En su huida constante de Taejun, Yumin había aprendido una lección: si algo huele mal, corre. No mires atrás.
Yumin se dio la vuelta para salir del terreno. Con suerte, aún podría alcanzar el autobús de regreso a Seúl. Esta vez sí lograría escapar de las garras de Taejun.
Pero justo cuando dio el primer paso con esa firme determinación, chocó contra un muro.
—Hola, Yumin.
Una voz familiar. Un aroma familiar. En menos de un segundo, Yumin supo quién tenía delante. Al alzar la vista, un escalofrío le recorrió la espalda.
—Tae… Tae…
—Tenemos que hablar.
—¡Aaaah!
Ni viendo un fantasma se habría asustado tanto. El pelo se le erizó y soltó un grito sin pensarlo. ¿Cómo podía estar Taejun allí? ¿Estaba soñando? Yumin sintió que iba a desmayarse.
—S-sa…
Justo cuando iba a gritar con todas sus fuerzas, sintió la presencia de alguien cerca. «¡Quien sea, por favor, sálvame!», pensó mientras giraba la cabeza. Allí estaban Ko Seongmin y Hyeonseok, caminando juntos, cada uno con un helado en la mano, charlando animadamente.
—¿Eh? Yumin, aquí estabas.
—Vaya, si es Ko Yumin.
Seongmin y Hyeonseok se acercaron y se plantaron frente a él. Tenían un aire despreocupado, incluso parecían divertidos.
—Yumin, antes ni siquiera pudimos saludarte bien. ¿Cómo has estado?
—Yo… bueno…
—Es que estábamos ocupados. Ya hablaremos después.
Hyeonseok intentó entablar conversación, pero Taejun lo interrumpió. Le tomó la muñeca a Yumin e intentó llevárselo hacia un matorral de pinos. Yumin abrió la boca y soltó un bufido. Agitó sus puños blandos con torpeza, lanzando sus mejores —aunque inofensivos— puñetazos de gato.
—¡Beom Taejun! ¿¡Qué crees que estás haciendo!?
—Solo vine a verte.
—¿¡Y quién te dio permiso!? ¡¿Cómo te atreves a irrumpir aquí!?
—Me lo di yo mismo.
En medio del forcejeo, una voz resonó desde la entrada del terreno.
—¿Yumin? ¿Has llegado?
—¡Tío!
—Seongmin me avisó y vine a ver. Qué chico tan admirable. ¿Cuándo conseguiste un yerno tan apuesto?
—¿Perdón? ¿Qué dijo?
El tío sonrió con ternura mientras se acariciaba la barba. Se acercó a Taejun y soltó una carcajada sonora. En su muñeca brillaba un smartwatch de última generación.
—No todos los Beom son malos, después de todo. Estaba demasiado cegado por mis prejuicios.
—Gracias por su amabilidad, señor.
—Te encargo mucho a nuestro Yumin de ahora en adelante.
—Haré lo mejor que pueda.
—Bien. ¿Y cuántos hijos piensas tener?
—Creo que dos estaría perfecto.
—¿Ya decidieron el destino de la luna de miel?
—Todavía no. Quiero escuchar la opinión de Yumin.
Yumin percibió que algo no andaba bien. Desde hacía un rato, el ambiente entre el tío mayor y Taejun era demasiado bueno. No solo ellos: todo el pueblo parecía estar de fiesta, y hasta Hyunseok y Seongmin lucían felices, como si asistieran a una celebración.
Además, esas preguntas sobre cuántos hijos tener, a dónde ir de luna de miel… La sensación de extrañeza fue inmediata.
‘¿¡Una boda?! ¿¡Taejun y yo nos vamos a casar!?’
Atónito, Yumin miró a Taejun. Él le guiñó un ojo y le dedicó una sonrisa radiante. Yumin abrió la boca, incrédulo.
—¿Tú… tú te vas a casar conmigo?
—¿Eh?
—Taejun, tú… eso que estás diciendo…
—Claro que sí. ¿Por qué lo preguntas como si fuera una sorpresa?
¡Pum! Yumin sintió como si alguien le hubiera golpeado con una roca. Una conmoción descomunal le recorrió todo el cuerpo.
—E-entonces, ¿vas a atraparme…? No, no comerme…
—¿Comerte? ¿Qué estás diciendo? Bueno, aunque… en otro sentido, tal vez sí.
Taejun sonrió con picardía.
—Ay, estos jóvenes… qué bromas tan atrevidas. Jajaja, están en su mejor momento, sí que lo están.
—Es que me gusta mucho Yumin. Es tan adorable.
—¿Adorable? Jajaja. No, no. En nuestra familia somos más bien del tipo rudo y salvaje.
—Pero para mí es como un gatito del tamaño de un puño.
En ese instante, el tío mayor frunció el ceño. Frunció las cejas de un lado a otro y luego carraspeó con fuerza.
—Oye, muchacho. ¿Qué dijiste? ¿Un… ga… qué?
—Un gato. Dije que parece un gatito recién nacido, que ni siquiera ha abierto los ojos. Ay, es tan tierno.
—¡Bah!
El tío mayor rugió como un león. Su cambio repentino de actitud sorprendió tanto a Taejun como a Yumin.
—¿Qué le pasa?
—¿¡Gato!? ¿De dónde sacaste esa tontería…? ¡Una cosa es bromear y otra es pasarse! ¿¡Cómo te atreves a llamar gato a un lince salvaje!? ¡¿Estás loco o qué!?
—¿Eh? ¿No es un gato? Pero si Yumin y todos aquí parecen gatos negros…
—¡Oye! ¡Este tipo ya se está pasando!
‘¿Qué… qué acabo de oír?’
En medio del caos, Yumin no sabía qué hacer. Ya sabía que Taejun lo había confundido con un gato cuando estaba en su forma animal. Como desde el principio había ocultado su verdadera identidad, lo dejó creerlo. Pero… ¿todavía pensaba que era un gato? Eso ya era suficientemente impactante. ¿Y ahora resulta que se van a casar? No tenía ni idea de qué había pasado en las últimas horas.
Solo de escucharlos, la cabeza le daba vueltas. Sintió que todo giraba a su alrededor. Lo primero era poner orden. Tenía demasiadas cosas que reclamarle a Taejun. Yumin gritó:
—¡¡¡Ya basta los dos!!!!
Pero ni el tío mayor ni Taejun parecían oírlo. Siguieron discutiendo como si nada. Bueno, para ser exactos, era el tío quien estaba furioso y despotricando sin parar.
Yumin pensó rápido. Había aprendido muchas cosas durante su vida en fuga. Y había una táctica que siempre funcionaba en situaciones desfavorables.
—¡Ay, me siento mareado!
Lo gritó con una voz sorprendentemente firme para alguien que decía estar mareado. Taejun se alarmó y la miró de inmediato. Yumin no desaprovechó el momento y se dejó caer suavemente al suelo. Incluso en medio de la caída, no olvidó protegerse el vientre con las manos para no hacerse daño.
—¡Yumin!
—Mmm…
Cualquiera habría notado que era una actuación pésima, pero Yumin no lo creía así. No era la primera vez que se desmayaba, y en eso sí tenía experiencia.
—Taejun… me siento fatal…
—Descansa un poco. Voy a llamar a un médico.
—No, no es para tanto…
El tío mayor se acercó con el rostro lleno de preocupación.
—Yumin, ¿estás bien?
—Me siento un poco mareado…
—Descansa por ahora. Hablaremos después.
—Sí…
De una forma u otra, Yumin había logrado calmar la situación. Mientras suspiraba aliviado, Taejun la alzó en brazos de improviso. Al sentir su cuerpo elevarse sin previo aviso, Yumin se sobresaltó y gritó:
—¡¿Qué… qué estás haciendo?!
—Tienes que descansar. ¿Dónde vives?
—¿Mi casa?
—Sí, vamos allá primero.
Yumin vaciló. No se sentía del todo cómodo dándole su dirección a Taejun. Después de todo lo que se había dicho sobre el matrimonio, pensó que tal vez ya no tenía motivos para desconfiar de él. Pero tras tanto tiempo viviendo a la defensiva, no le resultaba fácil bajar la guardia.
Taejun, sin embargo, parecía no notar su incomodidad. Solo insistía en que le dijera dónde quedaba su casa. Sin muchas opciones, Yumin terminó por indicarle el camino. Era una vivienda al fondo de una zona residencial, bastante alejada del claro donde estaban. Incluso para alguien joven y fuerte como Taejun, cargarlo hasta allí le tomaría al menos una hora.
—Bájame, puedo caminar.
Le incomodaba hacerlo trabajar tanto, así que insistió en ir por su cuenta. Pero Taejun ni siquiera pareció oírlo.
En lugar de eso, hizo algo extraño. Se desvió hacia un rincón cubierto de maleza… y empezó a quitarse la ropa.
—¡¿Qué estás haciendo?!
Yumin se cubrió el rostro con las manos, alarmado. Taejun solo soltó una risa burlona.
—¿Y eso? Si ya lo has visto todo.
Se quitó la camisa de un tirón y luego llevó las manos al pantalón.
—No me digas que… ¿¡aquí!?
Yumin, sin embargo, no podía apartar la vista. Hacía tiempo que no veía a Taejun sin ropa, y parecía que su cuerpo había mejorado aún más. ¿Sería por la falta de contacto físico en los últimos tiempos? Esa piel firme, esos músculos… quería tocarlos, sentirlos. En resumen, Yumin estaba completamente excitado.
Aunque sus palabras eran de rechazo, si Taejun insistía un poco más, no descartaba ceder. Incluso pensó que no estaría mal llevarlo a su escondite secreto. Aun si no había bajado del todo la guardia, sus deseos iban por otro camino.
—¿Aquí? ¿Qué cosa?
Taejun sonrió mientras se acercaba, completamente desnudo.
—¿Qué te pasa? ¿Estás loco?
—¿Qué tiene?
—¡¿Cómo se te ocurre hacer esto en plena calle?! ¡¿Y si alguien pasa y nos ve?!
Yumin gritó, con el rostro encendido. La verdad, el cuerpo de Taejun era tan perfecto que le daban ganas de lanzarse sobre él y no soltarlo. Pero no podía hacer algo así en público. Y menos en medio del vecindario donde vivía toda su familia.
La familia de Yumin tenía fama de ser respetable, así que si se corría el rumor de que había protagonizado un acto indecente en plena calle, la vergüenza sería monumental.
—¡No, Beom Taejun! ¡Para ahora mismo!
—Ko Yumin, ¿qué estás imaginando?
—¿Qué voy a imaginar? ¡Si es obvio lo que estás intentando hacer! ¿No me vas a proponer que echemos un polvo?
—¿Aquí?
—Claro. Si no, ¿por qué te estás quitando los pantalones?
Yumin entrecerró los ojos, acusador. Pero Taejun solo soltó una risita. Luego le dijo:
—No te pierdas lo que voy a hacer ahora.
¡Pum! Un estallido sordo resonó mientras una nube espesa se alzaba en el aire. Alcanzaba varios metros de altura, más que muchos árboles del bosque, y el estruendo fue como el de un pequeño volcán en erupción.
Cuando la nube empezó a disiparse, de su interior emergió una bestia. Un tigre del tamaño de una casa. Sus patas parecían de acero, y su mirada era tan fría como el hielo. Con solo una mirada, podía doblegar a cualquier lince que se encontrara en lo más bajo de la cadena alimenticia.
—¡Aaaah! ¡Ayuda, por favor!
Yumin retrocedió dando traspiés, agitando las manos con desesperación.
Taejun no podía creerlo. ¿Cómo era posible que Yumin, que hasta hace un momento hablaba con él con total naturalidad, ahora se asustara tanto solo porque se había transformado en tigre? ¿Sería un cobarde?
No, pensándolo bien, era comprensible. Desde pequeño, cada vez que Taejun mostraba su verdadera forma en alguna reunión, la gente se desmayaba del susto. Incluso Ju-wan, que tenía fama de tener carácter fuerte, bajaba la cabeza como un cachorro cuando lo veía transformado.
Pero no había otra opción. Si quería llevar a Yumin rápido, esta era la mejor manera.
—Grrr…
Taejun se acercó lentamente y le sacó la lengua. Con su áspera lengua lamió la mejilla de Yumin. El abrió los ojos de par en par y se quedó paralizado.
‘…Está húmeda. Y me hace cosquillas.’
Taejun la acicaló con suavidad, lamiéndole la mejilla y la punta de la nariz, mientras ronroneaba con fuerza. El sonido era tan potente que a Yumin le zumbaban los oídos, y una extraña sensación le recorría el cuerpo.
Todavía le costaba asimilar que Taejun fuera un tigre. Verlo transformado seguía resultándole desconcertante. Pero no le daba solo miedo. Ese ronroneo profundo sonaba como una canción que gritaba “te amo”, y le hacía cosquillas en el pecho.
Si lo pensaba bien, Taejun estaba loco. No solo había ocultado su verdadera identidad durante todo ese tiempo para luego revelarla de golpe, sino que además había actuado de forma tan sospechosa que la hizo huir durante días. Incluso, cuando lo encontró, lo encerró en una habitación que ni siquiera se podía abrir.
Todo lo que había hecho Taejun hasta ahora bastaba para llevarlo directo a la comisaría. Varias de sus acciones podrían considerarse delitos graves.
Y aun así, Yumin no podía apartar al tigre que le lamía la cara con tanta ternura. El también era de la familia de los felinos, y sabía bien que ese ronroneo no podía fingirse. Los felinos solo cantan esa canción feliz cuando están verdaderamente enamorados. Si no aman de verdad, su garganta no vibra.
Con los ojos cerrados, escuchando el ronroneo profundo de Taejun, era evidente: tenía delante a una bestia salvaje enamorada.
—Eres incorregible…
Yumin frunció los labios y le dio un golpecito en el hocico. Taejun le restregó la cabeza contra la nuca.
—¿Y tú qué te crees? ¿Que con eso ya está todo perdonado?
Yumin le dio un golpecito en el entrecejo, con gesto molesto. Pero Taejun no se apartó. Al contrario, se acurrucó aún más contra el. Yumin volvió a golpearle el entrecejo, esta vez con más fuerza, como si quisiera desquitarse. Taejun, como si le diera permiso para enfadarse cuanto quisiera, no dejaba de restregarse contra el.
—No creas que con esto se me va a pasar el enfado, ¿eh?
Yumin chasqueó la lengua, molesto. Aun así, recogió con cuidado la ropa que Taejun había dejado tirada en el suelo.
Taejun señaló su lomo con un movimiento de cabeza. Su espalda de tigre era ancha y firme como una roca.
—Es muy alto… ¿Estás seguro?
Taejun se agachó hasta quedar casi pegado al suelo. Yumin se acercó con cautela, acarició su lomo y se subió. Cuando sintió su peso, Taejun se incorporó de un salto y echó a correr con fuerza.
—¡Aaaah!
Yumin se quedó sin aliento ante el paisaje que se desplegaba ante sus ojos. La altura era tal que todo se veía diferente a como lo había visto caminando en dos o cuatro patas. Los árboles altos parecían estar al alcance de la mano. El olor de las hierbas era más intenso, el viento más feroz. Más allá de las montañas, el atardecer teñía los campos de un resplandor anaranjado que ondulaba como un mar de fuego.
Montar sobre el lomo de un tigre y atravesar el bosque a toda velocidad… Yumin jamás lo habría imaginado. Inspiró profundamente y se aferró con fuerza al cuello de Taejun. En respuesta, él aceleró aún más, corriendo como una ráfaga. El cabello de Yumin volaba desordenado al viento. Solo cuando viajaba en tren había sentido una velocidad semejante.
—¡A la derecha!
Taejun giró obedientemente según sus indicaciones.
—¡Ahora viene un arroyo! ¡Tienes que cruzarlo por ahí!
El arroyo era ancho y profundo, pero Taejun lo saltó de un solo impulso. Fue un salto enorme, pero el aterrizaje fue tan firme que Yumin no sintió ni un solo sobresalto y pudo seguir aferrado con comodidad. Taejun dio varios saltos más. Juntos cruzaron sin detenerse de una colina a otra, y luego a otra más.
—¡Esto es divertidísimo!
Sin darse cuenta, Yumin estaba riendo a carcajadas.
Comments for chapter "Capítulo 09"
MANGA DISCUSSION
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