Basta con un arrepentimiento - Capítulo 2

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Capítulo 2:

Tenía alrededor de diez años cuando sentí por primera vez una extraña sensación de déjá vu. Ocurrió cuando la tía Marge, la cuentacuentos de nuestro pueblo, nos contó la historia de un dragón que debía ser un guardián, pero que fue corrompido por la locura.

 

Aktail. Incliné la cabeza cuando escuché por primera vez el nombre del dragón. Era, sin duda, la primera vez que oía ese nombre, pero de algún modo me resultaba familiar. Pregunté de forma casual, pero eso fue suficiente para que la tía Marge se pusiera nerviosa.

 

—Oh, Cornelia. Seguramente tu abuela Hibi te contó esta historia primero. Bien, entonces hoy te contaré otra. Hace mucho tiempo…

 

A partir del nombre Aktail, mis sueños y mi sensación de déjà vu, poco a poco me di cuenta de que había renacido dentro de un libro que había leído en mi vida anterior. De otro modo, los vagos recuerdos que me quedaban, parecidos a los de un libro que leí hace mucho, no tendrían sentido.

 

«Pero, ¿qué tiene esto de especial?»

 

He vivido aquí toda mi vida, y esta era mi realidad. Para ser honesta, no podía recordar absolutamente nada de mi vida pasada. Como era tan vaga, ni siquiera recordaba el contenido del libro. Aun así, ya que sería útil saberlo, traté desesperadamente de recordar su contenido, con la esperanza de aprovechar la oportunidad para hacerme rica, pero…

 

[El dragón despierta y los guerreros lo vuelven a dormir. Una historia de aventuras, amistad y amor… ¿Amor? ¿Había amor? El dragón era algo así como raaaaarww.]

 

“…”

 

Esos eran todos los recuerdos borrosos que tenía. Dejé a un lado el papel mientras negaba con la cabeza.

 

«Estoy perdida. Esto no está bien. No conozco el futuro, mucho menos cómo hacer fortuna.»

 

«¿Y qué haría con un dragón que solo hace raaaawrrr? No es como si fuera a acercarme a él.»

 

«Pero aún puedo ver a los guerreros.»

 

La guarida de Aktail estaba oculta en lo profundo de las montañas Logan. Solo se podía llegar a ellas cruzando el bosque Granden, y nuestro pueblo era el último en la ruta hacia ese bosque. En otras palabras, todos los que se dirigieran a las montañas Logan debían pasar por nuestro pueblo. Ni siquiera podía recordar bien los nombres de los héroes, pero solo una cosa me venía a la mente:

 

Los guerreros eran muy apuestos.

 

¿Qué tan apuestos serían? De pronto me dio curiosidad. ¿No son todos los protagonistas de un libro atractivos? Esa era una condición natural para ser protagonista.

 

«¿Debería darles flores? ¿Entonces me recordarían como la chica del pueblo número uno?» Sonreí ante mis propias expectativas. Estaría bien entregarles flores y presumirlo ante los aldeanos. Como plebeya, no habría nada que pudiera hacer para ayudarlos de verdad, así que ese papel me parecía perfecto.

 

Y al poco tiempo, Aktail despertó, tal como recordaba, y yo entregué flores de bienvenida a los guerreros que visitaron al representante de nuestro pueblo.

 

Debí haberme detenido allí. No debí haber pasado de ser la chica del pueblo que entregaba flores.

 

—Señorita Cornelia.

 

Al oír la voz que me llamaba, parpadeé lentamente, alejando los recuerdos del pasado. Al alzar la mirada, vi que un sacerdote me observaba con rostro preocupado.

 

—¿Está bien?

 

Como tardé en responder, la voz del sacerdote fue cautelosa. Asentí rápidamente.

 

—Sí, supongo… solo me sentí agotada por un momento.

 

—Ya veo. Ha pasado por algo desafortunado, por supuesto que se sentirá agotada.

 

El sacerdote asintió como si lo entendiera y extendió su mano para ayudarme a levantarme. Me reí en voz baja ante su consideración. ¿Por qué era tan fácil tratar con él?

 

Al ponerme de pie, el sacerdote sonrió amablemente y señaló hacia un lado. Al final de un largo pasillo, vi una puerta blanca.

 

—Esta es la habitación que usará. Todo está listo. Solo tiene que revisarla. Acaba de llegar un buen té, por favor pruébelo. Huele delicioso y la ayudará a relajarse.

 

—Gracias, padre.

 

Conversé un poco con el sacerdote mientras caminábamos por el templo. En el fondo, deseaba volver cuanto antes a mi pueblo junto con mi abuela, pero pequeñas cosas me lo impedían. Al escuchar las palabras de Debron, el mayordomo dijo que se encargaría de todo, pero yo negué con la cabeza.

 

«Si quieres ayudarme, ¿no deberías cambiar primero esa mirada?»

 

Los ojos del mayordomo se entrecerraron con frialdad. No, su mirada parecía un poco más suave de lo habitual. Cuando se enteró de que me iba, su expresión se iluminó de inmediato. Fue la primera vez que lo vi con una expresión tan clara desde que llegué al ducado Astorf con mi abuela.

 

—¿No es ella la plebeya que solo los guió y se aferró al duque Astorf? Es medio bonita, más de lo que pensaba.

 

—¡Shh!

 

En ese momento, una voz cortante se oyó cerca de mi oído. Cuando el sacerdote giró la cabeza tras escuchar la voz elevada, los dos hombres salieron apresurados y pasaron justo a su lado.

 

—¡Simon, tu voz es muy alta! —le susurró uno al otro, aunque en su voz se notaba una alegría que no podía esconder. Se alejaron riendo.

 

—¿Está… bien?

 

—Bueno, lo que dijeron es verdad.

 

Cuando los hombres se fueron y el sacerdote preguntó con cautela, asentí y sonreí con sinceridad. Al ver mi respuesta, el sacerdote se rascó la cabeza y dio media vuelta. Parecía que no había nada más que decir.

 

Sí, era cierto. La historia que todos conocían era exactamente como dijeron esos hombres al pasar.

 

Mi abuela, que desde siempre había sufrido de una enfermedad crónica, yacía en el suelo frío cuando regresé al pueblo tras poner al dragón a dormir. Apenas partí en esa misión, supe que su enfermedad había empeorado. Los aldeanos la cuidaron, pero yo debí haber estado a su lado. Yo era su única familia.

 

«Si no me hubiera ido.» Mordí mis labios. Los aldeanos y el médico del pueblo vecino me consolaron diciendo que la enfermedad había empeorado naturalmente con la edad y que no era mi culpa. Pero esas palabras amables no me consolaron. Al contrario, mi culpa solo creció. Si hubiera estado a su lado, ¿Podría haber retrasado el avance de la enfermedad? No, tal vez ni siquiera habría empeorado. ¡Si hubiese tenido más cuidado, ella podría haber vivido sin problemas!

 

Poco después, el emperador emitió una orden para expulsarme de la lista de guerreros, y ellos estuvieron de acuerdo. Me quedé mirándolos en silencio, pero desviaron la mirada. Luego recibí una carta. Una carta donde yo misma aceptaba ser excluida del grupo de héroes. Era una carta de Debron, quien ya se había marchado a la capital. Rebelarme… no era una opción, ya que quienes me rechazaban incluían al emperador y a los altos nobles. Yo no era más que una simple plebeya.

 

Así, los cinco guerreros se convirtieron en cuatro. Sin embargo, los héroes, que no pudieron borrar completamente mi existencia, me presentaron como la mujer que los guió hasta el pueblo tras perderse en el bosque. A cambio de esa única amabilidad, me convertí en una humana ignorante que no sabía su lugar, que había llevado a su abuela con la intención de sentarse junto al duque Astorf. Aun así, pensé que estaba bien.

 

—Ven a mi residencia, Cornelia.

 

Porque él fue quien me tendió la mano primero. Aunque era dudoso decir que éramos amantes, creí en él, creyendo que sentía lo mismo que yo. Tomé la mano de Debron, convenciéndome con desesperación de que debía haber alguna otra razón por la que aceptó mi expulsión.

 

Qué tonta fui.

 

«Esa fue la última vez.»

 

Después de llegar a la capital, los guerreros, incluyendo a Debron, recibieron tantos honores, vítores y celebraciones que ni con dos cuerpos habrían alcanzado a cumplir con tantos banquetes y discursos. Pero lo que yo recibí fueron miradas despreciativas y palabras crueles.

 

El Festival de Aktail se creó después de derrotar al dragón, y los cuatro héroes fueron bordados en banderas que adornaban el cielo. En cambio, mi nombre cayó al suelo árido y se volvió objeto de burla.

 

Sin embargo, no podía pedir ayuda. Incluso la gente del ducado Astorf creyó los rumores y trató fríamente a mi abuela y a mí. Y Debron, quien podría haberlos corregido, solo dijo una cosa al mayordomo y a los sirvientes:

 

—Por ciertas circunstancias, me estoy haciendo cargo de ella. Trátenla como una invitada, sin incomodidades.

 

Eran palabras lo suficientemente buenas como para engañar a cualquiera. Luego, siguiendo las órdenes del emperador y por su propia voluntad, Debron salía con frecuencia de la mansión, y yo seguía aislada. Todo lo que podía hacer era sonreír frente a mi abuela como si nada pasara y aferrarme al borde del abrigo de Debron cada vez que podía verlo.

 

—¿El duque no vendrá hoy tampoco?

 

—Sí, Su Majestad el Emperador lo ha convocado para rendirle honores.

 

—Ya veo. Entonces… ¿podría enviarle un mensaje, por favor?

 

Al oírme, el mayordomo entrecerró los ojos. Sabía bien lo que significaba esa mirada, pero fingí no verlo y aparté la vista.

 

—Mi abuela, la señora Hibi, quiere ver al duque. Por favor, dígaselo.

 

¿Le dio el mensaje? ¿O lo ignoró? Aún no lo sé. Al final, Debron nunca visitó a mi abuela.

 

—Cariño, ¿por qué los demás chicos no vienen?

 

Mi abuela, que vino a la capital por primera vez y no conocía bien la situación, extrañaba mucho a los guerreros. Pero ninguno de ellos vino a visitarla. Tras pasar algunos meses, la abuela dejó de mencionar sus nombres. Solo hablaba de cosas alegres, como lo bonita y colorida que era la capital, la comida deliciosa y todos los lugares para ver. Probablemente ya lo había notado.

 

«Vámonos pronto.» La capital, sin mi abuela, no valía la pena. Debía borrar todo rastro de nosotras y dejar esta ciudad.

 

Y en ese momento,

 

—Cornelia.

 

Alguien me sujetó de repente del hombro y me giró. Mi mirada, que seguía al sacerdote por el pasillo, se cruzó con el aire hasta llegar a un caballero. Su capa llevaba el sello de la rosa roja que conocía bien.

 

—El señor Leonif la llama. Venga con nosotros ahora mismo.

 

Era la llamada del cuarto guerrero y de mi antiguo camarada.

Traductor/a: Sxnrays

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