Basta con un arrepentimiento - Capítulo 1
Capítulo 1:
El festival seguía animado afuera.
Decorado con flores, banderas y telas coloridas, las festividades eran bastante glamurosas. De todas las casas y tiendas colgaban banderas con imágenes de un dragón y héroes. Las calles florecían con flores, y la vestimenta de la gente era elegante. Dondequiera que mirara, cosas llamativas captaban mi atención. El dueño de una gran empresa de distribución regalaba alcohol gratis; algunos incluso daban comida a los transeúntes.
Así de alegre era el festival de hoy.
—¡Gloria a los cuatro héroes!
La gente chocaba sus copas y gritaba. Las calles se llenaban de canciones que alababan a los héroes. Los narradores estaban ocupados contando historias de héroes a los niños y a la gente, y en la plaza, un teatro callejero recreaba sus aventuras a través de una obra.
—En el laberinto de nuestro futuro desconocido, habíamos perdido toda esperanza. Parecía que solo había oscuridad adelante.
Cuando un actor que interpretaba a Feriel, uno de los héroes, gritó, la gente apretó las manos con fuerza. La primera dificultad de la aventura, cuando los héroes se conocieron y partieron para poner al dragón a dormir, se estaba desarrollando. El rito de paso donde el guía conducía al resto de los héroes a encontrar al dragón en lo profundo de la cordillera.
—Fue entonces cuando una estrella deslumbrante nos mostró el camino. ¡El camino a Aktail!
El público, absorto en la historia, sudando junto con los héroes mientras se desarrollaba la obra, aclamó las líneas esperanzadoras del actor, y el sonido de la música se hizo más fuerte.
Los vítores y risas resonaron por toda la ciudad. Todos en la capital se regocijaban y estaban felices de que Aktail se hubiera dormido de nuevo.
Excepto yo.
—…Señorita Cornelia.
Cerré y abrí los ojos lentamente al escuchar la voz de la criada que me llamaba. Contrario a la emoción del festival afuera, el anexo este de la residencia del duque Astorf estaba en silencio.
—Supongo que los héroes no vendrán.
Al decir eso, la criada mordió su labio con una expresión inquieta. “Ella no hizo nada malo.” Bajé la mirada pensando eso.
—Abuela. Deberíamos irnos nosotros mismos. Esos chicos no vendrán.” Diciendo eso, froté el ataúd que estaba a mi lado. En él yacía mi abuela, que hasta ayer todavía respiraba. Mi valiente abuela, que me crió y ayudó a los cuatro héroes, ahora estaba en un sueño permanente.
—Abuela.
Al inclinar la cabeza, el velo negro que cubría mi rostro se movió. La llamé y apoyé mi cabeza contra el ataúd.
“Si hago esto, ¿escucharé el latido de su corazón? Tal vez, ¿mi abuela me sonreirá de nuevo? ¿No es ella mi dulce abuela, la que respondía a mis llamadas, incluso mientras dormía?”
—¿Volvemos a nuestro pueblo? Han pasado dos años desde que llegamos a la capital. Ya es suficiente. La capital es demasiado cruel para que vivamos aquí.
Casi podía oír su voz diciendo que no quería irse. Sus lindas quejas de que no había probado toda la comida que quería. Mi abuela es tan glotona. Reí en voz baja.
En ese momento, la puerta se abrió y un hombre entró en la habitación. Vestía un uniforme blanco impecable y una capa roja sin arrugas; era el duque de Astorf, Debron, uno de los cuatro héroes y dueño de la mansión donde me hospedaba.
—Cornelia.
Alguna vez había anhelado desesperadamente esa voz, pero ahora era una voz que no quería oír. Sin embargo, no pude ignorarlo, así que luché para levantar la cabeza y mirar a Debron.
Un rostro exquisito que parecía pintado con líneas fuertes, pero aún así delicado. Ojos afilados y rectos con pupilas azul profundo.
Sonreí con ironía. “Incluso en esta situación, me disgustaba a mí misma por alegrarme de verlo.”
Su mirada alcanzó el ataúd que sostenía.
—…Llego tarde.
—Sí, es tarde. Mi abuela ya se fue al lado de Dios.
En cuanto terminé de hablar, desvié la mirada para no verlo. Agradecí el velo que cubría mi rostro y me odié por mirarlo constantemente.
Debron tenía una expresión apagada. Un rostro sin conmoción ni tristeza, solo silencio. Una persona sin palabras a pesar de que mi abuela había muerto. Incluso las cosas que debería decirme. Mordí con fuerza mi labio inferior.
“Al final, ¿realmente tengo que preguntar esto?”
—¿Puedes decirme por qué llegaste tarde? He estado diciéndole al mayordomo que mi abuela estaba en estado crítico desde hace unos días. Al menos en su lecho de muerte… podríamos haber estado juntos.
—Tuve que desalojar la mansión por una orden importante de Su Majestad el Emperador. ¿El mayordomo no te lo dijo?
Su voz era fría como una cuchilla. Si hubiera tenido sustancia, ya me habría arrancado el corazón. Seguí hablando, calmando mi voz temblorosa lo más posible.
—Lo escuché, pero la abuela quería verlos hasta el final…
—Fue el Festival de Aktail. Todos los héroes tenían que asistir a la fiesta Imperial.
Un amargor se extendió en mi boca cuando respondió, cortándome como si ya no valiera la pena escucharme. Todos los héroes. El Emperador, los héroes, todos eran mentirosos. La mano que sostenía el dobladillo de mi falda se apretó naturalmente. Mis nudillos se endurecieron hasta el punto que sentí pena por mis manos pálidas y secas.
—Yo también soy una heroína, pero nunca recibí tal invitación.
—…Eso ya lo habías aceptado.
—Tienes razón, lo acepté.
Murmuré suavemente y luego me levanté. Tal vez por no haber dormido ni comido bien en los últimos días, mi visión se nubló y mi cuerpo flaqueó mucho. Sin embargo, Debron solo me miraba, sin intención de acercarse o sostenerme ni siquiera de moverse. Más bien, frunció el ceño como si hubiera visto algo que no quería ver. Al mismo tiempo, dio un paso atrás. Esa imagen quedó grabada en mis ojos.
—Señorita Cornelia, ¿Está bien?
Por el contrario, Bell, la criada que estaba más atrás, corrió hacia mí y me sujetó para evitar que cayera. Mientras preguntaba si estaba bien, apenas asentí con la cabeza.
“¿Ni siquiera piensas en ayudarme ahora?” Las lágrimas cubrieron mis ojos. Recordé la vez que íbamos rumbo a Aktail. Si tropezaba un poco, las manos grandes que se extendían hacia mí con rapidez, los brazos seguros que me sostenían.
—¿Se encuentra bien?
Y los ojos y la voz que genuinamente se preocupaban por mí llegaron a mi mente uno a uno. Pero cuando levanté la cabeza, el hombre del pasado había desaparecido, y solo Debron estaba ahí, mirándome con ojos fríos.
Sosteniendo fuerte la mano de Bell, me acerqué lentamente a Debron. Por suerte, esta vez no retrocedió.
—…Estoy pensando en volver a mi pueblo en cuanto termine los preparativos.
Le levanté la cabeza y miré a Debron. Sus fríos ojos azules me miraban más allá del velo negro.
“¿Qué estás pensando para que esos ojos se hundan tanto? Al menos no creo que sea tristeza por la muerte de mi abuela. No sé, Debron. No te conozco en absoluto. Pensé que te conocía bien.”
—Fue la voluntad de mi abuela. Dijo que quería ser enterrada cerca de su pueblo. Esto… ¿me lo puedes conceder, verdad?
—Ya veo. Pondré algunos caballeros para que puedas regresar.
—…Está bien.
Después de su respuesta, el silencio se prolongó entre nosotros un momento. Debron fue quien rompió ese silencio aparentemente infranqueable.
—¿Eso es todo lo que quieres?
Sonaba como si quisiera irse de inmediato. Pude notar que no quería quedarse más tiempo.
“Mi abuela, la mujer que los ayudó a todos, murió.” Esas palabras casi se me escaparon, pero mordí mis labios y apenas las contuve. Mientras asentía en silencio, él se pasó la mano por el cabello oscuro y habló con voz fría.
—“Arreglaré todo para que sea lo más cómodo posible, así que no te preocupes y ten un buen viaje y regresa. Y… rezo por la paz de la difunta. Todos deseaban el consuelo de Hibi, aunque no pudieron estar presentes.”
Diciendo esto, giró y salió de la habitación. Lo miré por un momento y murmuré en voz baja.
—No necesito tus oraciones.
Las lágrimas rodaron por mi barbilla, y mordí mi labio con tanta fuerza que sangró. El viento trajo el sonido de una canción tan alegre que parecía amarga. Mi corazón se hundió con el sonido de canciones que alababan a los cuatro héroes.
Negué con la cabeza inconscientemente.
—No. No hay cuatro héroes.
—…Somos cinco. Yo también soy una heroína.
Yo también puse al dragón a dormir. Guié a los héroes perdidos, y yo también los apoyé. Pero ellos se negaron. Dijeron que no podía estar en ese puesto glorioso, porque soy plebeya. Mis méritos… fueron todos considerados de ellos. Mi cuerpo se derrumbó junto con el llanto que apenas pude contener. Sorprendida, Bell corrió y me ayudó, pero mi mirada seguía fija en su figura que se alejaba. Debería haberle hablado a esa espalda que se dio la vuelta con frialdad.
No volveré a la capital. No regresaré a esta mansión. Nunca más te volveré a ver. Pero a ti no te importa, ¿verdad?
Reí con ojos llorosos.
—¿Qué pasaría si no los hubiera ayudado por culpa de mi conciencia? ¿Qué pasaría si no los hubiera amado?
Así, si no me hubiera quedado en esta mansión, la abuela no habría cerrado los ojos en un lugar tan desconocido y solitario. Habría cerrado los ojos en paz, rodeada de la hermosa naturaleza y la despedida de los aldeanos que conoció por mucho tiempo. Al menos no habría estado atrapada en mis preocupaciones hasta el momento de su muerte.
—Lo lamento… Por ayudarte, por amarte. Por creer en ti hasta el final. Lamento todas las decisiones que tomé.
—Cariño.
Las últimas palabras de la abuela resonaron en mis oídos. Su mano seca acariciando mi mejilla vino a mi mente.
—Cariño, las emociones que no puedes manejar son como veneno.
—Tienes razón, abuela. Es veneno. Un veneno que me matará —reí en voz alta. Extrañamente, la risa y las lágrimas se mezclaron. ¿Por qué? Me siento tan aliviada ahora.
Sentí la mirada triste de Bell sobre mí, pero no me importó.
¿No soy yo quien se va pronto de todas formas?
Adiós, camarada. Mi amor.
Te dejo para vivir. No regresaré.
“…Porque un arrepentimiento es suficiente.”
Traductor/a: Sxnrays
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